martes, 12 de noviembre de 2013

"La estafeta romántica": "Ya habrás comprendido que no me pegué el tiro mortal ni tuve intención de ello".

 
 
Dos
 
De doña María Ángeles Merino a don Fernando Calpena.
 
Ilustre señor:
 
Por la presente deseo analizar vuestra romántica y atractiva personalidad y las circunstancias, románticas asimismo, que os rodean; ambas trazadas magistralmente por la pluma del escritor Benito Pérez Galdós, en absoluto romántico.
 
 
 Y no cesáis en vuestro empeño de seducirnos, a pesar de la carta que abre fuego en "La estafeta romántica", la de doña María Tirgo desde la Guardia; la cual se refiere a usted, con cierto retintin, como "el sujeto". Sí, el"sujeto", un obstáculo en los planes de casar a su sobrina, la mayorazga y comedidísima Demetria Castro Amézaga,  con Rodriguito de Urdaneta Idiáquez, el hijo de Juana Teresa Idiáquez, la señora marquesa de Sariñán a la que dirige cartas de amiga a amiga. Y el sueño de unir las gloriosas casas se viene abajo con la negativa de "la perla" de la familia. Porque doña María está segura, para Demetria "no hay más sujeto que el sujeto" y ese soy vos.

 
 Y no debería extrañarle a doña María, puesto que ella misma cae en las redes de vuestro encanto personal y se le escapa el puntito de admiración cuando manifiesta que " no hay otro más caballero y delicado"; aunque "por juicioso" no le tenga a usted, que es de esos "que piensan  y obran a la romántica". Y, cuando oye comentar el suicidio de "un joven de talento y fama" por los desdenes de su amante... casada...ya está: no puede ser otro que don Fernando Calpena que acaba de encontrar casada a su novia, posee un apellido que suena a falso y su muerte  hace palidecer a Demetria. Ya lo ha suicidado a usted  y pide a Dios que lo perdone.  Porque el sujeto "romanticismos aparte, es digno del mayor aprecio".
 
Tras la primera carta quedamos atrapados por su hechizo de personaje, don Fernando. Galdós ya nos ha metido dentro el gusanillo. Sigamos.
 
 
"Mariquita mía, estás en Babia", así contesta Juana Teresa, desde Cintruénigo, en una larga carta donde no cesa de despotricar contra  su festivo y criticado suegro don Beltrán, a la vez que informa de la noticia de su muerte y da detalles del gastoso funeral...sin muerto.
 
Y , entre medias, tras la lista de viandas que han despachado los señores sacerdotes, que oficiar misa de difuntos da mucha hambre, dedica unas líneas a aclarar la identidad del suicidado: "Larra, un escritor satírico de tanto talento como mala intención". Ya sabe usted, don Fernando, su admirado "Fígaro", un escritor que no suelen leer las viejas damas, ocupadas en  labores y lecturas piadosas, nada de sátiras que ocultan "venenillo en la hojarasca". El satírico no sois vos ,"el calabaceado de Vizcaya", dicho sea con todos los respetos.
 

Vos no estáis muerto ni don Beltrán tampoco, que ha aparecido en Utiel, sin fusilar, tan alegre como siempre, carlista de los del tigre Cabrera y con  nueve misas aplicadas que ya no valen, vaya por Dios.

Doña María dice alegrarse por vos, mas no desea que haya carteo, no vaya a ser que os sintáis obligado a aparecer por La Guardia. "Bien se está San Pedro...en Villarcayo", ya sabéis...Quietecito en la villa burgalesa, que bien está allí don Fernando Calpena, con la encantadora familia Maltrana, bajo los cuidados casi maternales de doña Valvanera y entretenido en la representación doméstica de "El sí de las niñas".


Y vayamos con el difunto verdadero : Mariano José de Larra. Demetria conserva la biblioteca de su difunto padre y está muy enterada, dice "que el difunto suicida era un hombre que con su propio pensamiento, como la cicuta, se amargaba y envenenaba la vida". Lo cual no es obstáculo para que la sensata mayorazga se lea, por segunda vez, un libro romántico "de los gordos" y se lo muestre, a propósito de suicidios por desengaño amoroso, a su antirromántica tía. Llámase "Las cuitas del joven Uberte" y es de un tedesco que parece vizcaíno, llamado Goiti o Goitia. No, no os riáis, así denomina doña María a "Las cuitas del joven Werther" de Goethe. Y a la tiíta le da mala espina que la mayorazga dedique tiempo a leer libros de amores contrariados. Estará con cien ojos. Demetria tan perfecta, tan poco amiga de frivolidades leyendo "El doncel de no sé qué rey"...del escritor suicida. Son pocos cien ojos.


Y vos. ¿Tenéis  algo en común con el madrileño Larra o el tedesco Werther? Analizaremos las confidencias que hacéis a vuestro mentor y capellán, el presbítero don Pedro Hillo. Aunque yo, de momento, os veo muy comedido para romántico.


Suicidio romántico
Decís que no tenéis voluntad propia, que abrazáis la obediencia y "quien manda, manda". Alguien a quien llamáis "mi supremo tirano" dijo que a Villarcayo, a casa de los Maltrana. Pues a Villarcayo, que  la voluntad la tenéis condenada, viviendo un nuevo régimen de "pasividad o vida boba".

Lo que no os apetece nada es contar vuestra "atroz caída". Deseáis sosegar vuestro espíritu, que vuestro amor propio se cure de sus heridas. Por si don Pedro tiene dudas, aseguráis: "Ya habrás comprendido que no me pegué el tiro mortal ni tuve intención de ello".

A continuación, os pica la curiosidad y preguntáis al amigo presbítero por "lo del pobre Larra", si hay algo más de lo que se dice, si fue por la de C..., y si estuvo en el  entierro. Le pedís que os mande los versos de un nuevo poeta. Tratáis de despistar la pluma. Cotilleos.

No os sentís capaz de contarle detalles acerca de vuestro "tristísimo y pedestre desenlace".  En su lugar, le dais cumplidas noticias de la hidalga familia en cuyo seno habéis rendido vuestra voluntad. Y habláis del señor don Juan Antonio de Maltrana, liberal y templado, que detesta por igual el absolutismo y las revoluciones. Y de doña Valvanera, "la encarnación del buen gusto". Y de las niñas Nicolasa y Pepita, tiernas y lánguidas, con mala salud y desaplicadas.

Poco a poco, iréis abriendo vuestra alma hasta que acertéis a contarlo, en la siguiente carta. La leeremos, don Fernando, romántico pero no demasiado. Porque no os veis vestido de trovadorcito, soltando eso de: "y de la noche el aura silenciosa nuestros suspiros tiernos confundía".  Yo tampoco.



Un abrazo de:

María Ángeles Merino

9 comentarios:

Paco Cuesta dijo...

El suicidio parece estar presente en la obra de Galdós. Al menos en La estafeta es notorio.
Un abrazo

Merche Pallarés dijo...

Ja,ja,ja... ¡Genial! Sabía que con esta novela ¡te lo ibas a pasar pipa! Te seguiré, como siempre, con mucho interés (aunque no comente...). Besotes, M.

Merche Pallarés dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Humberto Dib dijo...

Hay muchas lecturas que me debo, principalmente de los clásicos.
Un fuerte abrazo.
HD

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Este Fernando necesita, en efecto, este tono paternal, a ver si pone elpobre los pies en el suelo...

pancho dijo...

Parece que ya llevas la lectura más avanzada, nos revelas secretos de más adelante, supongo, al menos no recuerdo nada de este Rodriguito que nos presentas.
Nadie como Galdós para manejar la técnica de meter al lector en la banasta y ganarlo para su causa. Experiencia le sobra por arrobas.
Buen seguimiento de las idas y venidas del personaje protagonista.
Un abrazo

Pamisola dijo...

Tú siempre haces que toda la lectura parezca interesante.
Me gustan las cartas como expresión comunicativa, tendré que leerlo.

Besos, Mª Ángeles.

Ele Bergón dijo...

Este Fernando Calpena es un poco "flojo" y parece que vive del cuento. Se deja llevar, a ver si tu carta le hace reflexionar un poco que falta le hace.

Un abrazo

Luz

Myriam dijo...

jajajajajajajaja cómo me divertí leyéndote. Tu carta está geniaaaal.

Besos