Me cuentan que al pastor estudiante lo ponen a escurrir.
Les digo que será cosa "muy de ver" y "yo no dejaré de ir a verla". Ellos tampoco se quieren perder el entierro, junto al alcornoque. Echarán a suertes quién se queda junto a las cabras. No, no es preciso tal sorteo, hay un cabrero con el pie malo, él lo hará por todos.
Un extraño caballero, al que llaman don Quijote, pregunta por el muerto y la pastora. Ahora que vivo en el limbo de los personajes secundarios del famoso libro, sé bien quién es el "ingenioso hidalgo". Pero, en aquella ocasión, me hacía de cruces escuchando su discurso.
Le cuento lo que sé. El muerto es un hijodalgo rico que fue estudiante en Salamanca. Mu sabio, mu leído era el mochacho. Anunciaba cuándo iba a ser el "cris" del sol y la luna , si el año iba a ser abundante o "estil", lo que convenía sembrar...de to.
El señor don Quijote me corrige: que si eclipse, que si estéril, que si astrología es esa ciencia.
Y un día Ambrosio “remaneció vestido de pastor", despojándose de los hábitos largos de escolar. Lo mismo hizo Grisóstomo, su compañero de estudios.
¡Ah! Se me olvidaba . El difunto era de componer coplas, villancicos y autos que era un primor.
Cuando los del lugar vieron de pastores a los dos escolares no podían adivinar qué les había movido a tamaña bobería. Ya en este tiempo había muerto el padre de Grisóstomo y heredado su hijo muchos ganaos y tierras. Dueño soluto de to y buena presona, pa mí que le aburría ocuparse de su hacienda y se puso a jugar a ser pastor como los de sus libros. Ya sabe: prados amenos, aguas como el cristal y to el día de palique con guapas pastorcicas.
Después se vino a entender que era para ir por esos despoblados en pos de esa Marcela, de la cual andaba enamorado. Don Quijote no me ha preguntado entodavía por la rapaza, pero yo le adelanto que no habrá oído nunca algo así, “aunque viva más años que sarna”. Y el viejo me replica, que diga "Sarra" y no sarna. Si sabré yo lo que dura la sarna. Un poco inritado, le cuento ahora quién es Marcela. A la manera de los cuentos, le digo que en nuestra aldea hubo un labrador más rico entodavía quel de Grisóstomo, al cual dio Dios una hija de cuyo parto murió su madre, la más honrada y bella mujer. De pesar muere el padre poco después y queda Marcela, huérfana y sola, en poder de un tío suyo sacerdote.
Sigo con que la niña creció tan bella, tan bella que enamoraba a los más , aunque su tío la guardaba con "mucho encerramiento". Y su fama se extendió muchas leguas a la redonda. Y rechazaba a todos los que su tío le proponía, que todavía no se sentía hábil para la carga matrimonial.
Pero hete aquí que la niña Marcela se viste un día de pastora y se va con las zagalejas a cuidar su ganao. Y tos detrás, "ricos mancebos, hidalgos y labradores", tos de pastores, requebrándola por esos campos. Uno de ellos, nuestro difunto.
Y no se piense nadie que haya dado indicio de faltar a "su honestidad y recato", aunque viva sin recogimiento. Mira tanto por su honra que ninguno se puede alabar de "que le haya dado alguna esperanza de alcanzar su deseo". A todos trata "cortés y amigablemente", pero si les ve alguna intención, "los arroja de sí como con un trabuco".
Y con esto hace Marcela más daño que la peste porque atrae a los corazones y luego los hace desesperar. Por sierras y valles suenan los lamentos, por aquí cerca hay dos docenas de altas hayas, todas con su nombre grabado. Suspiran, quejan, cantan endechas, se quejan "al piadoso cielo".
Triunfa la hermosa y todos esperamos en qué ha de parar "su altivez". Quién ha de ser el que domeñe su terrible condición y goce de tantísima hermosura.
Todo lo que conté a don Quijote es verdad y creo que también lo de la causa de la muerte de Grisóstomo. Aconsejo al viejo hidalgo que no falte al entierro, que no es más de media legua. Me contesta que en cuidado me lo tiene y que me agradece el gusto que le he dado "con la narración de tan sabroso cuento".
No me gusta que se lo tome como un cuento y le replico. Mañana, en el camino, podremos encontrar quien nos cuente más "casos sucedidos a los amantes de Marcela". Yo no sé ni la mitad.
Le aconsejo que se vaya a dormir bajo techo, que el sereno puede dañarle la herida de la oreja, Aunque el romero masticado con sal es buena medicina, pienso.
Antes de retirarme, señora mía, le digo que aquí nadie desea vivir su verdadera vida. Los señoritos quieren ser pastores y los honrados hidalgos van de caballeros andantes. Y a los pastores de verdad , como nosotros, ciertamente nos gustaría vivir como los hijos de los labradores ricos, aunque haya que ponerse en hábito de pastor y recitar endechas.
Me retiro. Quede voacé con Dios.
Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:
María Ángeles Merino
Sólo añadir que las imágenes de esta entrada pertenecen al Belén instalado en "Don Colchón", en la Avenida de la Paz, en Burgos. Y aprovecho para desearos Feliz Navidad con esta imagen del portal, del mencionado Belén.
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