Un señor Custodio actual. |
Comentario en torno a "La Busca" de Pío Baroja, para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.
Pobre Manuel, tan a gusto en su trabajo de aprendiz de trapero. No va a poder seguir con el señor Custodio, en la hondonada junto al vertedero, allí donde la tierra purifica toda la inmundicia que los madrileños arrojan a la basura, un lugar tan adecuado para él, asimismo un residuo. Así se siente.
Adiós al amo bueno y juicioso, al orden de un hogar de hojalata, a la comidita caliente en puchero murmurador, al carro con sus borricos, al perro "buena persona", a las gallinas que picotean, al cerdo que hoza ...Hacer girar la chatarra de un Tío Vivo y subir al columpio, aquella estampa de felicidad imaginada, a la que él añadiría "una mujer que me quisiera".
Gran error. Precisamente, va a perder su Paraíso por una mujer. Y eso que no llega a probar fruta alguna.
Un mes después, un domingo después de comer, ve bajar por la pendiente "con las faldas recogidas, una muchacha". Manuel enrojece y palidece, la conoce, es la chiquilla de la modista, la que llevaba los trajes a la Baronesa, en la pensión de doña Casiana.
"Se acercó la muchacha, levantando las faldas y las enaguas almidonadas, cuidando de no ensuciarse los zapatitos de charol."
Ay, que la de las enaguas es la hija del trapero, la Justa, a quien había imaginado "muy flaca, muy esmirriada y desagradable". Quién le iba a decir que la chica del trapero era la aprendiza, la protagonista de sus fantasías, recién llegado a Madrid:
"Fue para Manuel...como una música encantadora, fantasía, base de otras fantasías. Muchas veces ideaba historias, en que él hacía siempre de héroe y la aprendiza de heroína"
Ricardo Baroja dibujó así a la Justa, aprendiza de modista. |
En casa de sus padres, la Justa habla por los codos y Manuel:
"...la escuchaba silencioso; la verdad es que no era tan guapa como se había figurado, pero no por eso le gustaba menos."
Y, atención, que estamos ante el único personaje al que Baroja concede una detallada descripción física. Baroja no suele conceder a sus criaturas algo más allá de un ligero esbozo. Mas, aquí, el escritor se deleita en la pintura. ¿Pasó por su vida una mujer así?
"Tendría unos diez y ocho años, era morena, bajita, de ojos muy negros y muy vivos, la nariz respingona y descarada, la boca sensual, de labios gruesos. Era algo fondoncilla y abundante de pecho y caderas; iba limpia, fresca, con el moño muy empingorotado y unos zapatos nuevos y relucientes."
En esta muchacha de "·moño empingorotado"vi a la Justa. |
Entra en casa del señor Custodio un trapero jorobado, el "Conejo", un "bufón" de gracias amargas, que mueve convulsivamente su nariz como "el simpático roedor":
La Justa ríe y ríe, y no para de reír hasta que percibe el entusiasmo de Manuel . En ese momento, elige a su víctima, comienza el ataque seductor, aunque el ayudantillo de su padre no le parezca gran cosa. A por él:
"...a pesar de que no le parecía una gran conquista, se puso seria, le animó y le dedicó miradas furtivas, que hicieron latir apresuradamente el corazón del muchacho."
Manuel sólo piensa en las dos o tres semanas que ha de vivir "con el recuerdo de las miradas incendiarias". Pregunta quién es el novio de la chica. Ha de aguantar las burlas del trapero conejil que le asegura: "yo creo que es el obispo de Madrid Alcalá".
La Justa ya tiene entretenimiento dominguero, se va a dedicar a "entusiasmar a Manuel" con sus conversaciones escabrosas. De vez en cuando, viendo que la chica no se incomodaba , la abrazaba a traición". Ella "se desasía con facilidad y se reía al ver al mozo, con su cara seria y la mirada brillante de deseos".
Libertad de palabra sorprendente en una jovencita de aquellos tiempos, frases de doble sentido, "alusiones candentes", que si una compañera de taller perdió "la flor de azahar", malicia, "coquetería desgarrada"...
"Manuel sentía por ella un anhelo doloroso de posesión, mezclado con gran tristeza y hasta con odio, al ver que la Justa se reía de él"
La Justa es desigual, unas veces se deja abrazar y besar, otras le propina una bofetada. El flirteo es, para ella, "un simulacro de amor". Para él es "un doloroso despertar de la pubertad", con "vértigos de lujuria que terminaban en atonía y en aplanamiento mortales". A veces, se llega junto al río; "pero el agua sucia y negra no invitaba a sumergirse en ella". Un giro de ironía barojiana salva a Alcázar del suicidio, no es para tanto, muchacho.
Aplanado, entonces no se decía deprimido, el enamorado no se arroja al Manzanares pero le acomete la idea de "la inutilidad de su vida, de la seguridad de su destino adverso". Solloza.
La Justa deja de aparecer los domingos por ´casa de sus padres, será el mal tiempo. Un domingo decide apostarse en una esquina por donde ha de pasar. El corazón le da un vuelco:
"Venía acompañada por un joven elegante, medio torero, medio, con un sombrero cordobés y capa azul llena de bordados"
Y, al domingo siguiente, toca la presentación del novio en ca los traperos, encantados de que este chico tan fino pida relaciones a su hija, con esa frase que hace relamerse a todas las mujeres, ya sean princesas altivas o porteras humildes. Bueno, eso último es opinión del solterón Baroja, eran otros tiempos, ya sabéis.
Se trata del hijo de un carnicero de la Corredera Alta y muy rico. En aquella casa se torna "prototipo de todas las perfecciones y bellezas", Manuel lo fulmina con miradas asesinas.
De la melancolía, nuestro héroe pasa a la ira y a la desesperación. Demasiadas ventajas: "alto, gallardo, esbelto, de naciente y rubio bigote, bien vestido, con los dedos llenos de sortijas, bailarín consumado y guitarrista hábil..."
Chulo madrileño |
"...sus ojos brillaban y le temblaban las alas de la nariz; parecía que le quería sujetar, tragar, devorar".
Una tarde, el Carnicerín le dice a un amigo que la tiene "chalá". Manuel lo oye, "en aquel momento, le hubiera arrancado el corazón". La decepción amorosa le hace pensar en abandonar la casa del señor Custodio. Reaparece su instinto aventurero, reforzado por un encuentro con el "Bizco" que le califica de panolí, al saber que está trabajando.
El noviazgo se formaliza, los traperos se bañan "en agua de rosas" y sólo Manuel cree que no habrá boda. "Demasiado estirado y señorito para casarse con la hija de un trapero".
"Aquello no podría gustar más que a gente como el Carnicerín, a chulapos afeminados y a mujerzuelas indecentes"
Baroja pone en boca de su personaje la opinión que le merece la "Fiesta Nacional", algo intocable entonces. Don Pío no se calla...
Pasa el verano, la hija del señor Custodio prepara la boda y Manuel proyecta marcharse fuera de Madrid, no sabe dónde, cuánto más lejos mejor. En noviembre se celebra la boda de una compañera del taller de la Justa, Manuel la acompaña porque los traperos no pueden ir, qué horror de boda...
"Se presentaron los novios...él tenía facha de hortera, ella esmirriada y fea, parecía una mona"
Pasa toda la tarde viendo bailar a la Justa con su novio. No puede más.
Al anochecer, Manuel se acerca a la Justa dice bruscamente "vamos, tú". Ella replica que la deje en paz. El Carnicerín le pregunta quién le ha dado vela en este entierro. A Manuel le han encargado, el otro que se calle, Manuel que no le da la gana, el otro que le hará callar con un tirón de orejas.
Nuestro héroe se echa sobre el chulito, pero uno de los amigos de este le arrea un garrotazo que lo deja atontado. Intenta volver al ataque pero le empujan y lo zarandean hasta ponerle en la carretera, fuera de la fonda.
"...avergonzado y sediento de venganza, medio aturdido aún con el golpe, se tapó la cara con la boina y fr el camino, llorando de rabia"
Alguien se le acerca corriendo detrás de él, es la Justa, cariñosa y burlona. "¿Qué tienes? Anda vuelve. Iremos juntos"
No, déjame, echa a correr camino de Madrid. No ´volverá a casa del señor Custodio, aunque se muera de hambre. Y al Carnicerín:
"...le echaría las zarpas al cuello hasta estrangularle, le abriría en canal como a los cerdos y le colgaría con la cabeza para abajo y un palo entre las costillas y otro en las tripas..."
La sociedad le niega todo, él se pondrá en contra de la sociedad, "se reuniría con el Bizco y asesinaría a diestro y siniestro..." Y, en el patíbulo, miraría a todos "con un supremo gesto de odio y desdén".
Se está haciendo de noche, llega a la Puerta del Sol, la están asfaltando. Al calor de las calderas está el Bizco. Pero la casa del trapero había sido para él una gran esperanza, no tardará mucho en abandonar a los randas, decidido a ser "de los que trabajan al sol".
Le seguiremos en la segunda novela de la trilogía. "Mala hierba".
Un abrazo para todos de:
María Ángeles Merino
Los enlaces con palabras textuales de la obra están sacados de http://es.wikisource.org/wiki/La_lucha_por_la_vida_I