Mi madre colabora en mis entradas
Recordáis aquel domingo, último día de febrero mocho, en que me sorprendió de nuevo la voz de Austri, cuando miraba unas violetas, no muy lejos del pino donde suelo encontrarla. Ya sabéis, la amiga misteriosa que me sale al paso en mis paseos, sobre todo si me siento a leer en un banco o en la orilla del río. Siempre demuestra estar muy informada de los libros que comentamos en el Club de Lectura de La Acequia. Me consta que los lee, a juzgar por sus comentarios.
El domingo 14 de marzo, primer aniversario del confinamiento de la pandemia, volví a escuchar su voz, cuando miraba los árbolillos floridos de la orilla del río. Pensaba en la primavera del año pasado, cuando el único paisaje fue mi casa, mi calle y el cerro de San Miguel como implacable telón. Y los arbolillos se quedaron sin mirones.
-¡María Ángeles! ´¿Todo bien?
-¡Austri! Sí, todo bien. Salud y ánimo, compañera de lecturas.
-Amiga, vamos a comentar otro poco Trafalgar (1873), la primera novela de la primera serie de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós, la lectura de marzo...Que, como sueles decir, siempre estoy al día de las actividades del Club de Lectura de La Acequia.
Recuerdas que el protagonista es Gabriel de Araceli, un anciano que escribe su vida, desde la niñez, en primera persona, y contempla los años pasados "como quien repasa hojas hace tiempo dobladas de un libro que se leyó". Mientras le dura" la superchería de la imaginación" , le parece como si un genio amigo le quitara de encima la pesadumbre de los años. Es joven, "el tiempo no ha pasado".
-¿Dónde lo dejamos?
-Era a primeros de octubre de aquel funesto 1805, nuestro héroe volvía a tener catorce años cuando le pilló desprevenido la pregunta de su "noble amo":
-Parece que el chaparrón también cae sobre nosotros, los lectores. La oímos y la vemos imponente: "con su gran papalina, su saya de organdí, sus rizos blancos y su lunar peludo a un lado de la barba". Solo con cuatro pinceladas y el retrato de la doña es completo, incluso un poco cómico.
-Sí, nos parece ver la enorme cofia y los pelos del lunar.
-Y las sayas crujen de puro almidonadas. El lector siempre añade algo de su cosecha.
-Don Alonso decía que necesitaba ir, que le había escrito Churruca, que la escuadra combinada debía salir al encuentro con los ingleses y provocar el combate. Doña Francisca replicó, ahora les tocaba a otros machacar duro a "esos perros ingleses". Ahí estaban "Gravina, Valdés, Cisneros, Churruca, Alcalá Galiano y Álava".
-Y la buena señora no podía ser más contundente: "tú estás hecho un trasto viejo, que no sirves para maldita de Dios la cosa. Todavía no puedes mover el brazo izquierdo que te dislocaron en el cabo de San Vicente".
-Es la voz del sentido común, como tantas veces lo es la de la mujer, como tantas veces lo es la del pueblo, ante la locura de sus gobernantes. Qué sabía Francisca del sentimiento patriótico y militar de su esposo, qué sabían el ama y la sobrina del espíritu caballeresco. Don Alonso, marino quijotesco, necesitaba ir, no podía eludir la aventura, tenía una cuenta pendiente. Movió el brazo con un gesto forzado que no convencía, ella seguía chillando.
-No sabemos muy bien qué solución proponía Francisca. Don Alonso, ante la ingenuidad de su mujer, miraba sonriendo una estampa mal pintada del Emperador Napoleón, clavada en la pared. Gabriel había dejado de verlo como un contrabandista, ahora se lo representaba de cardenal, con su famoso redingote colorado y subido a un caballo verde.
-El pacifismo no estaba muy bien visto en tiempos de Galdós y don Benito aprovecha el personaje de Doña Francisca para despacharse a gusto. El mar es una de las mejores obras de Dios pero los barcos de guerra no merecerían sino ser quemados. No se puede expresar mejor la inutilidad de la guerra:
"¿Para qué es eso de estarse arrojando balas y más balas, sin más ni más, puestos sobre cuatro tablas que, si se quiebran, arrojan al mar centenares de infelices? ...¡Y estos hombres se vuelven locos cuando oyen un cañonazo! ¡Bonita gracia!"
"Mira, Alonso...me parece que ya os han derrotado bastantes veces. ¿Queréis otra? Tú y esos otros tan locos como tú, ¿no estáis satisfechos después de la del 14?"
-El 14 de febrero de 1797 fue un triste recuerdo, don Alonso reprimió un juramento de marino, por respeto a su esposa. La dama estaba cada vez más furiosa pero no quería seguir hurgando en la herida. Desvía la culpa al "picarón de Marcial",el "endiablado marinero" que quería embarcarse con "su pierna de palo, su brazo roto, su ojo de menos y sus cincuenta heridas, que vaya en buena hora".
-A continuación suavizó el tono, asomó el cariño. No irá porque está enfermo, ya ha servido bastante al Rey y no le han recompensado, muchos galones y ni siquiera le hicieron almirante.
-Escucha esto que suena muy osado: "yo que tú, le tiraría a la cara al señor Generalísimo de mar y tierra los galones de capitán de navío que tienes desde hace diez años...".
-Don Alonso estaba decidido: debía ir a la escuadra, no podía faltar a ese combate, tenía una cuenta pendiente con los ingleses.
-Enfermo y medio baldado, don Alonso irá a la batalla de Trafalgar, Gabriel le acompañará.
-
-A ti te han enganchado, de tal manera que, mientras tratabas de confeccionar una entrada sobre Trafalgar, andabas con la lectura de El 19 de marzo y el 2 de mayo. Y, claro, cuando tenías que subir al Santísima Trinidad en Cádiz, estabas en el motin de Aranjuez, mucho ruido. Últimamente, escribes poco y te cuesta más. O estás más perezosa.
-Así es. No he escrito nada de Rosita, la hija de don Alonso y doña Francisca, el primer amor de Gabriel. Amor infantil, pero amor. Luego será Inés...
¡Austri!
Ha desaparecido.
Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:
María Ángeles Merino
Enlaces:
Libro: Trafalgar. La Corte de Carlos IV. Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós. Espasa Calpe para Grupo Unidad Editorial. 2008.