Una nueva entrada girando en torno a "Campos de Castilla". Y no sé, de verdad, qué giro darle.
Junio, huele a tila y canta el mirlo. ¿Cuándo calentará el sol aunque solo sea un poquito? ¿Para cuándo una tibia mañana?
Paso la semana con este pequeño libro grande a mano, conoce muy bien las arboledas de mi ciudad y tiene un rincón reservado en mi cartera, junto al ordenador y el "pincho", camuflado entre libros sin poesía. Leo y releo, cuidado, no pierdas el respeto a versos tan queridos, tan familiares. No los trilles, saborea, mira que han de ser nuevos en cada lectura, no los conviertas en topicazos. Machado no se lo merece. Es poesía con mayúsculas, aunque tú te lo lleves a la sala de espera del dentista. Ahora escribe y busca un hilo conductor que le dé coherencia.
Abro "entrada nueva". Me detengo en la última imagen de una entrada anterior, la del hombre de casino provinciano . Las cigüeñas de las ruinas del monasterio de San Francisco, en mi ciudad, me guían hasta: "Se ha asomado una cigüeña a lo alto del campanario...".
Espera, me digo a mí misma; que ese poema, "Orillas del Duero" no es de "Campos de Castilla", sino que está incluido en "Soledades". Pero tiene mucho que ver:
Un encuentro con la primavera soriana de 1907, embrión de todo lo que vendrá después: Soria y su flechazo de amor, Castilla como símbolo, España, la ideología del momento. ¿Leonor? Tal vez ya ha puesto Antonio los ojos en una humilde flor, en aquella pensión...
Me gusta, sigo los dibujos en el aire de las cigüeñas, oigo chillar a las golondrinas, siento en la cara las nevascas y las ventiscas, me parece sentir ese rayo de sol tibio.
¡Cuidado! ¿Qué te he dicho antes?
Los machadianos "verdes pinos", todavía sin "las polvorientas encinas", chopos... ¡El paseo junto al Duero!
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Río Duero, a la altura de San Saturio. |
Algo asoma entre las hierbas. Una humilde flor, las chiribitas de mi infancia. O la florecilla azul que no sé como se llama.
¿Por qué es mística la primavera soriana? ¿Asceta tal vez? Chopos, álamos, montaña, lejanía, un poeta enamorado y optimista. ¿Leonor?
Río Duero, a la altura de San Saturio.
Abro "Campos de Castilla". Lo cierro, me abandono a los caprichos de mis neuronas. Ya está, fluye el primero. Lo localizo en el libro, para transcribirlo correctamente, lo asocio con una imagen. Piensa un poquillo, qué quiso decir Machado... Luego otra y otra. Procuraré ponerlas a salvo del trillo y del desgaste. Ahora no, Joan Manuel. Vamos a la faena...poética.
"Nunca perseguí la gloria
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles
como pompas de jabón"
¿Con qué mundos sutiles soñaba don Antonio? ¿Con qué mundos de pompas de jabón sueña mi pequeña?
Y de un mundo pequeñito, puro e ingrávido, paso, vete tú a saber por qué, a un verso duro para los castellanos:
"y atónitos palurdos sin danzas ni canciones"
¿Por qué, Antonio?¿Atónitos palurdos? ¿Sin danzas ni canciones? ¿Por qué "Castilla miserable, ayer dominadora, envuelta en sus andrajos, desprecia cuanto ignora? De acuerdo, solo es la primera parte del libro. Leonor te hará dar un giro copernicano a tus poemas. Déjate de tópicos y símbolos regeneracionistas.
Y ahí va el que más peligro corre de ser trillado, el más repetido, el que muchos conocen solo por la canción:
"Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
Aquí tenéis un camino que yo hice mío, en Campo Real, en Madrid. ¡Cuántas veces lo recorrí ! Y lo llamaba camino. Y lo pisaba rastreando "estelas en la mar".
Y sigo en la mar y su camino imposible:
"Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre la mar."
El día de la foto, víspera de Reyes, me asomé al mar de invierno. Ni rastro de caminos, solo espuma y unas olas enfadadas.
Las aguas iban y venían, en un incesante movimiento que, con ojos de niño, contemplamos atónitos los meseteños. Sí, ante el mar nos quedamos atónitos los castellanos. No hacía frío.
Frío... un día me encontré con una bella rosa escarchada. Y la aterida flor, me traía otros versos, "amarguras viejas":
Rosa de invierno, en Palacios de Benaver.
"Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.
Españolito que vienes
al mundo, te guarde Dios.
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón."
Alguien me heló el corazón. Fue un deshielo duro. Sé muy bien a qué España pertenecía. Españolita, al fin.
¿Y todo para qué? Nos preguntamos con el poeta:
"¿Dónde está la utilidad
de nuestras utilidades?
Volvamos a la verdad,
vanidad de vanidades."
Porque un día, bajo un puente, me encontré con ellas, y mi entrada se tituló "Machado bajo la autovía". Los grafiteros tienen su corazoncito. Y leen a Antonio Machado. Algunos.
Leer a Antonio Machado y sus preguntas:
Sí, hay ciruelos en flor, quedan violetas.
Y siempre habrá un buen amigo que suba al Espino, a depositar unas flores en la tumba de Leonor. Los lectores de "Campos de Castilla" componemos los mejores ramos para Leonor. Y para Antonio.
“Con
los primeros lirios
y las primeras rosas de las huertas,
en una tarde azul, sube al Espino,
al alto Espino donde está su tierra...”
Tal vez siga con este juego otro día, en otra entrada. El albur de mis pensamientos.
Un abrazo de:
María Ángeles Merino