jueves, 30 de julio de 2020

La lectura en los tiempos del coronavirus (2). Inés del alma mía (Isabel Allende).


La lectura antes de los tiempos del coronavirus.

Como os decía, me gustaría comentar como fue, como es, mi lectura en los tiempos del coronavirus. Son unos libros, compañeros fieles en días extraños, que sin duda merecen un lugar en mi blog.  El 14 de marzo tenía dos libros casi leídos, uno era Poeta en Nueva York, otro era la novela Inés del alma mía de Isabel Allende. Ya os conté el  cierre de la lectura del poemario de Lorca, en conexión con la realidad de la pandemia, ahora paso a a la novela. Sí, tenéis razón, nada que ver, como un huevo a una castaña...

 Inés del alma mía de Isabel Allende es una novela histórica que cuenta la vida de Inés Suárez, primera mujer española en Chile. Está narrada en primera persona, con la perspectiva de una viejecita, más de "setenta inviernos", que siente próxima la muerte y escribe para que sus hazañas no caigan en el olvido. La escritora arranca situando a su personaje en el espacio y en el tiempo, enlazando  con una historia de amor muy popularizada por el cine y la televisión: la de Juana la Loca y Felipe el Hermoso. 

"De la fecha exacta de mi nacimiento no estoy segura, pero, según mi madre, nací después de la hambruna y la tremenda pestilencia que asoló a España cuando murió Felipe el Hermoso. No creo que la muerte del rey provocara la peste, como decía la gente al ver pasar el cortejo fúnebre, que dejó flotando en el aire, durante días, un olor a almendras amargas, pero nunca se sabe. La reina Juana, aún joven y bella, recorrió Castilla durante más de dos años llevando de un lado a otro el catafalco...".

¡La peste precisamente! La peste y el olor a almendras amargas, un homenaje a Gabriel García Márquez, maestro del realismo mágico, que comienza así El amor en los tiempos del cólera: "Era inevitable. El olor de las almendras amargas le recordaba el destino de los amores contrariados"


Era inevitable, al comienzo de Inés del alma mía tenemos a  una gitana del Jerte que le augura una larga vida y a una criada ya difunta que muy dulcemente le anuncia: «Tú te estarás muriendo de viejita no más, señoray». En las novelas de la Allende no faltan nunca las profecías ni los difuntos con ganas de pegar la hebra, en un realismo mágico menos elaborado, más de andar por casa, más asequible a lectores menos exigentes o que no quieran romperse la cabeza.


¿Subliteratura? ¿Literatura comercial? ¿Copia menor de García Márquez? Leemos en la Wikipedia: "Autora de superventas, la venta total de sus libros alcanza 72 millones de ejemplares y sus obras han sido traducidas a 42 idiomas. Es considerada como la escritora viva más leída del mundo de la lengua española". Ahí lo dejo.



¿Qué recuerdo de esta novela? Me llamó la atención la actitud cómplice y afectiva de la escritora con el personaje. Inés Suárez era una sencilla costurera extremeña que viajó a América, muy capaz de ganarse la vida por sí misma y valiente, muy valiente; había que serlo para viajar al Nuevo Mundo, en el siglo XVI, en un barco cáscara de nuez, sin amparo de un varón. Una mujer muy apañada que lo mismo bordaba con primor que cocinaba ricas empanadas , curaba heridos como diligente enfermera o manejaba hábilmente la espada. Y si había que cortar cabezas se cortaban.


 Siguiendo los pasos de su marido,  al que no encontraría con vida, llegó hasta al Perú. Como viuda de un soldado español recibió una pequeña encomienda pero, vaya por Dios, se enamoró del conquistador Pedro de Valdivia que había dejado a su mujer, la insulsa doña Marina Ortiz de Gaete, allá en Extremadura. Inés siguió, como asistente, a Valdivia en la conquista de Chile, tras una marcha larga y penosa por el desierto de Atacama, bajo la amenaza de los bravos mapuches. Nuestra heroína peleará como un aguerrido soldado "viracocha", que así llamaban los súbditos de los incas a los conquistadores españoles. Tras la muerte de Valdivia, se casará con el gobernador Rodrigo de Quiroga. Morirá viuda y muy mayor, respetada y querida por todos. ¿Es esta una lectura solo para mujeres? 



Sea como sea, nunca olvidaré Inés del alma mía de Isabel Allende porque íbamos a tener una reunión del Club de Lectura de La Acequia y Alumni UBU, con Pedro Ojeda. Era la lectura señalada para el  mes de marzo y ya no pudo ser. Me faltaba la parte final, la más violenta, la que leí precipitadamente, entre alarmantes noticiarios, los días 14 y 15 porque tenía que devolverla el día 16. La Biblioteca Pública de San Juan estaba cerrada y , tirando de un carro de la compra vacío, por si me preguntaban el motivo de mi salida, la eché al buzón de devoluciones. ¿Dónde estará el maldito buzón? Ahí, frente al río Vena. 



 Nunca olvidaré aquella mañana silenciosa en que la Plaza de San Lesmes parecía estar lejos, apenas cuatro minutos desde mi casa. Y la prisa de la poca gente que andaba por la calle, como si les fuera a caer algo encima. Vi a dos hombres uniformados, con una boina clara, luego supe que eran los de la Unidad Militar de Emergencias (UME).  A casa, a confinarse. Hasta el día 2 de mayo, solo saldría para ir al supermercado y la farmacia. Mucho tiempo para leer, no tanto en realidad. 

Ya era hora de publicar esto, estaba bloqueada. Seguiré con mis lecturas en los tiempos del coronavirus. 

Un abrazo de María Ángeles Merino

sábado, 11 de julio de 2020

La lectura en los tiempos del coronavirus (3). La madre de Frankenstein de Almudena Grandes.


La hija de Frankenstein (Almudena Grandes)
La madre de Frankenstein (Almudena Grandes)

Compré la última novela de Almudena Grandes antes del confinamiento, como un regalo que me hacía a mí misma, de una autora que rara vez me había defraudado. Comencé a leerla y enseguida me ganó, pero cuando un libro me gusta sé que corro el riesgo de leerlo demasiado deprisa, de zampármelo y perderme detalles importantes; así que  lo dejé reposar mientras terminaba otras lecturas. Llegó la encerrona y, a pesar de la dureza de la situación, todo el día pegada a inquietantes noticiarios, me aliviaba tener una buena novela a mano, para leer despacio, en los ratos buenos.  


A falta de terraza o balcón, algún día leí en la ventana, mientras tomaba un poco el sol a primera hora de la tarde, con un calendario entre las páginas. Incluso, alguna vez imité el gesto sorprendido de la mujer de la portada. 

Mi ventana quedaba abierta al psiquiátrico de Ciempozuelos donde estuvo recluida Aurora Rodríguez Carballeira, una mujer que pasó a la historia por asesinar, mientras dormía, a su hija Hildegard, una joven superdotada que empezaba a apartarse  del diseño materno de "nueva mujer", minuciosamente trazado desde su nacimiento; como un doctor Frankenstein que se deshace del monstruo. 

Abierta al Madrid de los años cincuenta, ya sin esperanza de que el viento de la guerra mundial se llevara la dictadura. A una España de silencio y pobreza, tiranizada por la implacable moral pública franquista, un país cárcel y manicomio, incomprensible  para el psiquiatra Germán Velázquez que acababa de regresar de un largo exilio en Suiza que empezó como niño de la guerra, tutelado por una familia judía que merecía otra novela aparte, pero bien está...Germán traía ideas nuevas, una psiquiatría nueva que chocaba con la ejercida por "soldados de Cristo" como Antonio Vallejo Nájera o Juan López Ibor. No la voy a contar, sería una faena destriparla, "spoilearla" como se dice ahora. 

La madre de Frankenstein forma parte del proyecto narrativo Episodios de una guerra interminable, es la quinta de "seis novelas independientes que narran momentos significativos de la resistencia antifranquista en un periodo comprendido entre 1939 y 1964, y cuyos personajes principales interactúan con figuras reales y escenarios históricos. El espíritu y el modelo formal, así como la elección del nombre, homenajean a los Episodios nacionales de Benito Pérez Galdós". 

¿Una historia? Son  historias preñadas de historias, con un eje principal alrededor del cual gira un universo de personajes. A esta escritora se le pegan las historias como piedra imán, algunos tal vez opinen que son demasiadas, que podría aprovecharlas para otros libros, que el lector se lía con tantos personajes. Almudena Grandes es así. La anterior, Los pacientes del doctor García, tenía un árbol de personajes, reales e imaginarios, aún más ramificado. Esta es menos liosa, ánimo. 



Aurora vivió recluida veintiún años en el pabellón donde se alojaban las señoras pensionistas de primera clase, desde 1935 hasta su muerte en 1956. Una cárcel de suelo lustrado para una enferma mental de lujo. Vivía aislada, tocaba el piano todo el día y tocaba bien: solo la auxiliar María Castejón iba una hora cada día a leerla, en voz alta, un libro. No perdamos de vista a la lectora, es el otro gran personaje del trío de la novela. Almudena Grandes nos ofrece un atinado retrato de Aurora, un personaje real del que ya se ocuparon otras obras: una mujer extraordinaria que le llevaba interesando desde hacía treinta años y a la que nunca había conseguido odiar, una paranoica que razonaba impecablemente, fuera del tema de su delirio, un poco como don Quijote si se puede establecer tamaña comparación. 


La novela me acompañó en unos días duros, entre desinfectantes y terribles cifras de fallecidos, con un retrato bien trazado de un tiempo especialmente difícil. Cualquier tiempo pasado no fue mejor. 

Paseaba con Almudena por los pabellones del psiquiátrico de Ciempozuelos y las calles de un Madrid paupérrimo, la pintura gris de un país donde el nacionalcatolicismo convertía los pecados en delitos, especialmente duro para las mujeres pobres como María Castejón, "víctima de la vieja historia universal, la del señorito seductor y despiadado con la pobre mujer ignorante" como Fortunata y Juan Santa Cruz porque "Galdós, cómo no, se cuela en el libro". Me gustó especialmente el personaje de la auxiliar de clínica María, en su difícil lucha por salir de la ignorancia y de la moral impuesta. También me atrapó el de Germán Velázquez, un psiquiatra joven, inspirado en las memorias de Carlos Castilla del Pino, que nos adentró en la sombría y terrible realidad de los viejos manicomios de los cincuenta. Germán vino de Suiza y vivimos su extrañeza. Y, en todo momento, sentimos la presencia personal de la escritora, casi la vemos y, de ninguna manera, sigue la máxima de Flaubert: 

"El autor debe estar en su obra como Dios en el universo: presente en todas partes, pero sin que se le vea en ninguna". *

Porque la Grandes es muy de Galdós...

La madre de Frankenstein contiene muchos ingredientes más, os invito a descubrirlos. 

Mi intención es hablaros un poco de los libros que leí, y sigo leyendo, en los tiempos del coronavirus. Ahora parece que puedo...

Un abrazo de María Ángeles Merino

* Artículo de 9 febrero de 2020, "Galdós" de Javier Cercas.