domingo, 28 de febrero de 2010
La Autonomasia y el Clavijo no han llegado a la lección de los métodos anticonceptivos.
Todo porque no han llegado a la lección de los métodos anticonceptivos.
Ele Bergón dice:
Hola troncas y troncos
¡Vaya con la Autonomasia y el Clavijo! Así que se han acostado juntos y luego pasa lo que pasa. Todo porque no han llegado a la lección de los métodos anticonceptivos.
Mi padre esta intrigadísimo
Yo con mi Nerea no he llegado a mayores. Ya os he dicho que esto va muy despacio y todo porque sigo su ritmo, que si fuera por mí...pero dice que soy muy pequeño
¿Pues no tengo ya quince años? ¿ A qué espera? Claro como ella tiene diecisiete, pues se cree supermayor.
En el insti, pasando el tiempo. A ver si viene pronto las vacas de Samana Santa.
Choque de manos
El Sanchico
(Sigue sin funcionar el corrector de tildes. No hay forma de quitar el virus)
Un ciprés derrotado por el viento (Paseo de la Isla, Burgos)
El ciprés de la Isla fue derrotado por el viento (imagen de esta mañana)
El temporal de viento provoca tres muertos en España.
Aumentan a 45 los muertos por el temporal Xinthya en Francia.
Un terremoto de 8,8 grados deja más de 700 muertos en Chile
¿Qué está pasando?
sábado, 27 de febrero de 2010
"La poesía es como el viento"
Esperando que llegue ese viento que ha de llegar , recupero este pequeño vídeo. Lo grabé un día de verano, quería atrapar al viento. La carretera, los trigales, los hierbajos, las pacas y Palacios de Benaver, al fondo. El ruido no es muy agradable, es mejor que quitéis el sonido.
..La poesía es como el viento,
o como el fuego, o como el mar.
Hace vibrar árboles, ropas,
abrasa espigas, hojas secas,
acuna en su oleaje
los objetos que duermen en la playa..."
José Hierro
(España, 1922 - 2002)
A media voz
¡Cuidado con la borrasca explosiva!
viernes, 26 de febrero de 2010
La Dueña Dolorida y la infanta por antonomasia: Antonomasia.
¿Reconocéis a esta dueña?
"Mujer embarazada", pastel, 2004
Segunda parte del comentario al capítulo 2,38, del Quijote, publicado en "La acequia".
Vuestra merced tenga paciencia, que todo llega en esta vida.
La condesa Trifaldi comienza situándonos en su país : Candaya. No, no lo busque vuestra merced en mapa alguno, no lo encontrará. No indague acerca de la gran Trapobana ni del cabo Comorín. Son fruto de mi imaginaria Geografía.
Pues…de allí es natural la reina doña Maguncia, viuda del rey Archipiela y madre de la infanta Antonomasia, la cual fue educada bajo la tutela de la dueña Dolorida, como más antigua y principal que es. De algo sirven los trienios, en el palacio candayés...
Y, aquí,para crear el discurso de la Trifaldi,lo tengo fácil. Echo mano de aquellas narraciones en las que, indefectiblemente, había una vez una princesa hermosísima, perfectísima y discretísima. Por supuesto, la más bella del mundo; título que seguirá ostentando ahora, si la parca envidiosa no ha segado, con su guadaña, el tierno tallo de su vida. Mas no, no permitirán los cielos tamaño desaguisado; que los cielos ya han hecho de las suyas.
Y, como sucede en los cuentos, un número infinito de príncipes , naturales y extranjeros acuden al reino, para pedir su mano. Y quedan prendados de la bella princesa. Ni uno, ni dos, ni tres, ni mil…infinitos.
Mas el elegido va a ser un bizarro mozo que despliega sus gracias y habilidades: baila, hace hablar a la guitarra, compone versos e incluso hace jaulas para los pajarillos.
Una alhaja, muy capaz de engañar a una tierna doncellita. Pero el ladrón no tendió sus amplias redes a la niña, no. La atrapada fue la Dolorida, ella entregó las claves de la virginal fortaleza, al llamado don Clavijo.
Con unas coplas que oyó cantar al malandrín, qué vergüenza, Dios mío. Esa de la dulce mi enemiga…se derretía de gusto.
Acertó Platón, hay que desterrar a estos poetastros. Espinas blandas, rayos que hieren, muerte tan escondida, ven. ¡Ay estas seguidillas! Azogue para los sentidos, desasosiego para el cuerpo, música que hace brincar el alma…Que destierren a estos trovadores que embrujan a las incautas doncellas. No, que la culpa no es de las jóvenes sino de las viejas y bobaliconas dueñas que, fácilmente engañadas, permiten que la llave abra la escondida cerradura. ¡Ay, don Clavijo!
Los escritos son un compendio de imposibles: vive muriendo, arde en el hielo y el majadero parte y se queda a la vez. En los libros de la biblioteca, aprendí que todas esas sinrazones son paradojas. ¿Paradojas? ¡Disparates!
¿Y qué podemos decir de lo que prometen? Un fénix, una corona, perlas, oro, un mágico bálsamo. Poco cuesta alargar la pluma y prometer imposibles.
La Trifaldi habla de faltas ajenas, teniendo tanto que contar de las suyas. Su simplicidad no advirtió que, desembarazando el camino a don Clavijo, se embarazaría la pequeña Antonomasia. No fue una sola vez la que yacieron juntos, actuando ella de medianera. Eso sí, como legítimo esposo. ¿No entienden nada? Les explico.
La infanta había firmado, previamente, una cédula en la que declaraba ser esposa del Clavijo. La dueña, creyéndose muy lista, lo redactó convenientemente. Sin este papelucho, jamás hubiera consentido…
Sólo ve un daño en esta coyunda y es la desigualdad de condición social. ¡Una heredera del reino con un simple caballero!
La maraña está encubierta hasta que se descubre la hinchazón del vientre de Antonomasia. Don Clavijo pide, ante el vicario, por su mujer a la princesa, en fe de la cédula firmada.
El vicario ve el documento, confiesa a la chiquilla que confiesa de plano y la deposita en casa de un alguacil de corte, alguacil pero honrado.
Sancho se extraña de que en la lejana Candaya haya como aquí: sus alguaciles, sus poetas y sus seguidillas. ¡Qué desilusión!
La señora Trifaldi nos hace bostezar, no acabará nunca su relato, se va por las ramas. Creo que, a eso, se le llama digresiones. Y es Sancho el que le pide que se dé prisa. Así lo hará, dice…No sé yo...
Un abrazo para los que pasáis por aquí.
María Ángeles Merino.
jueves, 25 de febrero de 2010
La Dueña Dolorida o la importancia del superlativo.
Hago decir al mayordomo que, aunque tenga unos conocimientos gramaticales más bien escasos, le chirría en los oídos eso de” lo que quisieridísimis”. El superlativo en el verbo no figura en ninguna gramática...en la última de la R.A.L., tampoco.
"
Comentario al capítulo 38, 2 del Quijote, publicado en "La acequia":
Donde se cuenta la que dio de su mala andanza la dueña Dolorida
Aquí estoy otra vez, soy aquel humilde mayordomo que organizaba las burlas de los duques, escribía los diálogos y hacía de actor. Recordará vuestra merced que, al oír la música, me incorporo a la comitiva de la condesa Trifaldi, también llamada Dueña Dolorida.
Entran, en el jardín, tres tristes músicos. Sus pífaros y tambores invitan a la melancolía e incluso al llanto. Tras ellos, dos hileras de seis dueñas, vestidas con anchos monjiles y larguísimas tocas. Tras ellas, vengo yo…digo que viene la condesa Trifaldi, con el barbadísimo Trifaldín.
Voy…va vestida de bayeta negra finísima, tan fina, tan fina que el tejido hace nudos gordísimos, cual tuccitanos garbanzos. ¿Y qué me dicen de la trifalda? Tres puntas, una por paje, dibujando una matemática figura de tres ángulos “acutos”. Por esta prenda, conocen a la condesa Trifaldi, como la de las tres colas... E incluso, alguno de los allí presentes la llamó condesa Lobuna o Zorruna. Lobas, zorras…ya se sabe a dónde apuntan las malas lenguas, aunque lo desmienta una airada dueña Rodríguez.
Pasa la procesión de las doce con la Trifaldi, cubiertas con tupidos velos negros que no traslucen su ajado rostro. El duque, la duquesa, don Quijote y todos los mirones se ponen de pie.
Paran las dueñas y la Dolorida se adelanta, dando la mano a Trifaldín. Me arrodillo, se arrodilla y con una voz ronca pido, pide que no hagan tanta cortesía a este a este su criado…digo criada. Está tan dolorida que no acierta a responder atinadamente, piensa que entendimiento se ha dado a la fuga.
El duque replica, con cortesía empalagosa, que sin entendimiento está el que no descubra su valor, el cual merece la nata y la flor. Y levantándome, levantándola de la mano, me sienta con mi señora la duquesa.
Hay silencio, sólo roto por la dolorida dueña que se presenta con un superlativo discurso: poderosísimo, hermosísima, discretísimos. Está confiada en que su gran cuita halle acogimiento y ablande corazones. Antes de hacerla pública, quiere saber si está presente “don Quijote de la Manchísima y su escuderísimo Panza”.
El Panza es el que responde, por él y por su señor, remedando su habla superlativa. Aunque mis conocimientos gramaticales son más bien escasos, chirria en mis oídos eso de” lo que quisieridísimis”. Este majadero se está pasando con la burla.
Don Quijote ofrece sus servicios…para lo que haya menester se brinda a la Dolorida. Debe decir sus males, que para eso están los de su cofradía andante.
La dueña se arroja a los pies y piernas del “caballero invicto”, para abrazárselos. Casi cojo una liebre, me piso una de las colas; mas enseguida recupero el equilibrio.
¡Oh, las basas y las columnas! Y los capiteles y los fustes… ¡Oh sus hazañas que dejan a tras a Amadises, Esplandianes, etc., etc. Tras el panegírico a don Quijote; me vuelvo, se vuelve hacia el más leal escudero de todos los tiempos y le cojo las manos. A ver si mis palabras ablandan al gran Sancho, más luengo en bondad que las barbas de Trifaldín, aquí presente.
Me dirijo, se dirige al que, sirviendo al gran don Quijote, sirve a toda la caballería andante. Voy a hablar en tercera persona, que esto de pasar de primera a segunda es cansino. La desdichada y superlativa condesa quiere que Sancho interceda. Admirado me hallo del poder de este sandio, sólo acostumbrado a gobernar sus pegujales.
Al buen Sancho le incomodan las alabanzas, socaliñas y plegarias. Eso de la largura de su bondad, comparándola con la luenga barba de Trifaldín… Buen creyente,algo beaturrón, sólo desea estar preparado para rendir cuentas, cuando doble el espinazo. Nos aguantamos la risa cuando dice eso de “barbada y con bigotes tenga yo mi alma cuando desta vida vaya”.
El escudero rogará, de todos modos, a su amo, el cual estará bien dispuesto a ayudar. He de sacar del baúl la cuita y contarla…la Trifaldi quiero decir…
Todos contienen la risa y se admiran de mi agudeza y disimulación. Si Merlín me quedó bien, la Dolorida me quedará bordada, ya verá vuestra merced. Se sienta mi personaje y nos relata, brevísimamente, su cuita.(Sigue en "La Dueña Dolorida y la infanta por antonomasia: Antonomasia")
Aprovechando que este capítulo cita a Martos y sus garbanzos, dedico esta entrada a Manuel Tuccitano, de "La distancia no es el olvido", que está pasando por un mal momento. Un abrazo, Manuel.
martes, 23 de febrero de 2010
Hoy es 23 F, compartamos nuestra peripecia de aquella tarde.
Revista Cambio 16 ( 2 marzo 1981)
Revista Cambio 16 ( 2 marzo 1981), "Anatomía de un instante" (Javier Cercas, editorial Mondadori, Barcelona 2009)
Había crisis económica ¿os suena? Atención a la viñeta.
Publicidad " pija" de los 80.
Dice Javier Cercas en el prólogo de "Anatomía de un instante":
"El golpe del 23 de febrero convive con una anomalía: que yo sepa, es el único golpe en la historia grabado por televisión, y el hecho de que haya sido filmado es al mismo tiempo su garantía de realidad y su garantía de irrealidad...
Ningún español que tuviera uso de razón el 23 de febrero de 1981 ha olvidado su peripecia de aquella tarde, y muchas personas dotadas de buena memoria recuerdan con pormenor-qué hora era, dónde estaban, con quién estaban-haber visto en directo y por televisión la entrada en el Congreso del teniente coronel Tejero y sus guardias civiles, hasta el punto que estarían dispuestos a jurar por lo más sagrado que se trata de un recuerdo real. No lo es : aunque la radio retransmitió en directo el golpe, las imágenes de televisión sólo se emitieron tras la liberación del Congreso secuestrado, poco después de las doce y media de la mañana del día 24, y apenas fueron contempladas en directo por un puñado de periodistas y técnicos de Televisión Española..."
Compartamos nuestra peripecia de aquella tarde. ¿Alguien lo vio en directo?
domingo, 21 de febrero de 2010
Dice Nabokov : “Capítulo superfluo donde se discute sobre las dueñas, sosteniendo Sancho que son enfadosas e impertinentes” (2,37)
Michael Toora's Blog
English/Spanish blog from somewhere in La Mancha / Blog en inglés y español de un lugar de La Mancha.
Parece ser que además de escribir a Teresa, Sancho escribió a Ban Ki-Moon.¡Es una broma, Sanchico!
Ele Bergón dijo:
Hola troncos y troncas:
¡Por fin! llegó la carta de mi padre Sancho. Mi madre, Teresa, se ha puesto muy contenta al saber que ella ser va ser la gobernadora. No se lo cree mucho y yo la verdad tampoco, pues eso de la ínsula me sigue sin sonar.
Lo que anda mi madre es un poco escamada con ese arrime que tiene mi padre a la Duquesa. En fin, ya veremos en que para todo esto.
No le gustan, no a mi padre las tales Dueñas ¿dueñas de qué? No sé el porqué las llaman así y la principal es Dolorida qué gracia mas graciosa. Dolorido tiene que estar mi padre con eso de los azotes.
¡Qué mal ..pero qué mal se lleva con la tal doña Rodríguez si es que nunca le ha caído bien!
El tal Navokov resume así este capítulo.
Capitulo 37
“Capítulo superfluo donde se discute sobre las dueñas, sosteniendo Sancho que son enfadosas e impertinentes”
Se lo he leído a Nerea, ya sabéis la del kiosco y se ha encogido de hombros. No entiende nada. Claro que ella no sigue las andanzas que se traen mi padre y el Alonso.
Como podréis ver el Navokov tiene otra película en la cabeza de lo que escribe el Cervantes.
Lo de mi churri sigue, pero es mas lento…No sé si me aburriré.
Choque de manos
El Sanchico
jueves, 18 de febrero de 2010
"En estremo se holgaron el duque y la duquesa de ver cuán bien iba respondiendo a su intención don Quijote..."
Cuando se abra el telón ante el joven público aparecerá un gigantesco guiñol con títeres de hasta siete metros de alto.
Don Quijote reacciona tal y como los duques esperan. En extremo, se huelgan los duques; como niños que se regocijan tirando del hilo que mueve al títere. El títere puede acabar machacado…
Comentario al capítulo 2, 37 del Quijote, publicado en "La acequia":
Donde se prosigue la famosa aventura de la dueña Dolorida
Saludo a vuestras mercedes. Soy el mayordomo de los señores duques, aquel que hizo de Merlín ¿recuerdan? El capítulo anterior terminó con una comitiva negra y triste, tocando melancólicos instrumentos. Tras ella venía Trifaldín, el escudero de la condesa Trifaldi, el cual expone los deseos de su señora. Elegí a Trifaldín entre los numerosos criados con que cuenta este palacio ducal. Buena memoria, pronuncia bien un discurso, mantiene el semblante grave y no estalla de risa. Creo que, en su mocedad, sirvió de cómico en una compañía ambulante; aunque no lo reconoce, dada la mala reputación que conlleva haber trabajado en la farándula. No es el único…
Tras oírlo, Don Quijote está radiante: la condesa Trifaldi, también llamada Dueña Dolorida, viene a pie y en ayunas, nada menos que desde el lejanísimo Candaya. Solicita audiencia con nuestro caballero, ha de exponer sus cuitas y recibir la pertinente ayuda de su fortísimo brazo. Que pase, que pase la cuitada.
Y clama por la presencia de aquel “grave eclesiástico”, el que demostró tanta ojeriza a los caballeros andantes, para que vea si son necesarios en el mundo. Menudo rapapolvo le echó, yo lo vi…las cortinas son mis aliados.
Don Quijote reacciona tal y como los duques esperan. En extremo, se huelgan los duques; como niños que se regocijan tirando del hilo que mueve al títere. El títere puede acabar machacado…
Tras lo de Trifaldín, he de esconderme para vestirme de Dueña Dolorida. Me pongo rápidamente los monjiles ropajes, la triple falda y la toca blanca. Mas, antes de incorporarme a la comitiva, tengo tiempo de escuchar, escondido tras un frondoso arbusto, los razonamientos del escudero con los duques. Cuando no hay cortinas, me sirvo de la vegetación.
Sancho va a su avío. Tiene muy mala opinión de las dueñas y podría ser que la cuitada dueña estorbara su ansiado gobierno insular. Y el gran mentecato se pone a hablarnos de un boticario toledano, el cual hablaba como un jilguero. ¿Piaba, hablaba “polido” o era un correveidile? El escudero le oyó decir un día que “donde interviniesen dueñas no podía suceder cosa buena”. Y si todas son enfadosas e impertinentes... ¿cómo serán las que, además, están doloridas? ¡No habrá quién las soporte!
El escudero es algo malicioso. Llama a la condesa Tres Faldas o Tres Colas para dejar caer eso de que “en mi tierra faldas y colas, colas y faldas, todo es uno”.
Don Quijote le manda callar, la de las “lueñes tierras” no es de esas del boticario toledano. Le explica que, al ser condesa, tiene dueñas “señorísimas” que a su vez son servidas por dueñas. Y estas dueñas menores serán servidas por otras inferiores y, así, se establecerá una jerarquía dueñil.
Parece que viene alguien. ¡Es doña Rodríguez! Está furiosa. Me dice:
¡Alto ahí! Cállese, que no voy a permitir que cuente lo mío un mayordomo farandulero. Estoy presente cuando ese majagranzas de escudero habla mal de las de mi condición, incluso da a entender que somos de costumbres lujuriosas, que si colas y faldas…Procuro tener control sobre mí misma y, con mucha serenidad, le indico que hay dueñas, por aquí, que pudieran ser condesas si la fortuna hubiera querido…mas no quiso. Defiendo a mis compañeras dueñas, que nadie diga mal de ellas. Y si son doncellas y antiguas, merecen más respeto; aunque yo no sea de esa condición, que mi doncellez queda ya muy lejos. Cuando reinaba nuestro augusto emperador Carolo , en nombre de su augusta madre, doña Juana.
“Quien a nosotros trasquiló, las tijeras le quedan en la mano”, sentencio. Y este escudero, tan amigo de refranes, lo agarra para manifestar que hay mucho que trasquilar en las dueñas y mejor es no menar ese arroz, aunque se pegue. ¡Cómo encaja refranes el villano!
Le respondo que los escuderos siempre son enemigos nuestros. Son los “duendes de las antesalas “que suelen estar ociosos y se dedican a enterrar nuestra fama. A galeras les mandaba yo, que aunque les moleste, tenemos nuestro sitio en el mundo, aunque no muy confortable.” No hay virtud que no se encierre en una dueña”, puedo demostrarlo.
Mi señora, la duquesa, sale en mi defensa. Reconoce que tengo mucha razón, pero me dice que conviene esperar, antes de defenderme a mí misma y a mis compañeras. Ya veo que limpiar la mala fama de las dueñas, aunque sea ante el desconocido boticario y el escudero gobernador, no es prioritario para esta altísima señora. Lo que corresponde al momento actual, es reírse a costa de este resucitado caballero andante, como recién salido de sus librotes caballerescos. Dejemos a la criatura con sus juguetes…
Sancho replica que ahora, con sus humos de gobernador, las dueñas le importan un cabrahígo. Eso es cosa de escuderos. Hasta aquí, mi participación en este capítulo, así que me voy. Quédense con Dios.
La dueña Rodríguez desaparece y yo he de vestirme rápidamente, que suenan los pífaros y los tambores. La dueña Dolorida va a entrar y soy imprescindible.
Mientras lucho con las tres faldas y la toca, oigo hablar a los duques. La señora pregunta al señor si han de recibirla, puesto que es condesa y principal. Sancho da su opinión, que nadie le ha solicitado: hay que recibirla como condesa, que no como dueña.
Don Quijote, irritado, le pregunta quién le mete en esto, a lo que Sancho contesta que lo hace por cortesía, la misma que aprendió en su compañía.
El duque da la razón al rústico y opina que , al ver a la condesa, tantearán la cortesía que se le debe.
Suenan los tambores y pífaros, me ajusto la toca y me incorporo a la comitiva.
Un abrazo de María Ángeles Merino
Pedro Ojeda dijo en este blog:
"¡Veo que también el pobre mayordomo se las tiene tiesas con dueña Rodríguez! Mujer de armas tomar, sin duda."
También dijo en "La acequia":
"Abejita de la Vega publica su comentario en única entrada: bueno, ella no, que sigue el mayordomo de los duques, quien también se las tiene tiesas con la dueña Rodríguez. Finalmente, publica la carta del Sanchico -gracias, como siempre, a Ele Bergón- que cuenta alborozado cómo ha llegado la carta que su padre dirigió a su madre, Teresa. El muchacho, que es muy listo, nos da palique con Nabokov y todo.."
Pedro: Doña Rodríguez defiende al colectivo de dueñas, literariamente tan denostado.¡Una sola entrada! Sigamos, que todavía queda mucho para "el fin de fiesta". Esto marcha...Sanchico nos da palique intelectual de lo mejor. Un abrazo para ti y para Ele Bergón.
lunes, 15 de febrero de 2010
Hojas secas, bayas de acebo, nieve y algo más. ¿Primavera?
¿Primavera?
Pancho dice: "En la foto ya tienes los ¿jacintos? tulipanes y crocus apuntando."
Gelu dice:
"Y "la vida" debajo de ese mantel de azúcar,
decorado con acertadas pinceladas cromáticas,
esperando emerger,
cuando aparezcan los rayos cálidos del sol,
entibiándolo todo,
y derritiendo en dulzura,
la helada arisca."
Pedro Ojeda dice:
¡Aun nos quedan heladas, querida amiga!
Gracias, amigos.
domingo, 14 de febrero de 2010
"...de Sancho no hay que decir sino que el miedo le llevó a su acostumbrado refugio, que era el lado o faldas de la duquesa..."
Segunda parte del comentario al capítulo 2,36 del Quijote, publicado en "La acequia".
Es un día caluroso y la servidumbre tiene la orden de servir la comida en uno de los jardines de palacio, el más fresquito. Como yo soy el cuerpo de casa, también he de ocuparme de la disposición correcta de la vajilla y de que las viandas no se echen a perder, con el calor. Como ven, sirvo para todo.
Comen, alzan los manteles y se entretienen con la conversación de Sancho, más sabrosa que la comida servida. Tengo poco tiempo, he de vestirme de…no, de nada, de nada.
Un pífaro, flautín para entendernos, suena tristísimo. Un tambor suena ronco y destemplado. Esta música encoge el alma.¡Lo mío me costó encontrar músicos así! Olviden lo que he dicho. A lo que vamos. Todos fingen alborotarse, pero el caballero y el escudero se alborotan de verdad. Sancho pide asilo en las faldas de mi señora.
Entran dos hombres con larguísimas ropas de luto., tocando dos enormes tambores negros, también de luto. El del pífaro viene a su lado, tan pizmiento como la pimienta.
Sigue a los tres de la música, un personaje que parece un gigante. Su negrísima y larguísima loba llama la atención. También sorprende por su ancho tahelí y su desmesurado alfanje. Un transparente velo negro deja ver una larguísima y blanquísima barba. Como veis, es el reino del superlativo.
Llega contoneándose, se hinca de rodillas y se dirige al duque. Mas mi señor no consiente que hable de rodillas y le hace levantar. Se pone de pie, se quita el antifaz y descubre una barba blanquísima, pobladísima y horribilísima.
Arranca del pecho una voz grave y sonora, la de meter miedo a los niños , y se presenta ante mi “altísimo y poderoso señor”. Se llama Trifaldín el de la Barba Blanca, es escudero de la condesa Trifaldi, también llamada Dueña Dolorida. Trae una embajada de la de los dolores, la cual pide licencia para entrar a contar su cuita.
Trifaldín desea saber si está aquí “el valeroso y jamás vencido caballero don Quijote de la Mancha”. La condesa viene a pie y en ayunas , desde el reino de Candaya, que todos suponen lejanísimo. Espera para entrar, con el ducal beneplácito.
El duque se ha aprendido muy bien el papel y pronuncia el discurso de bienvenida. Ha muchos días que tenemos noticia de la desgracia de la Trifaldi, llamada Dueña Dolorida por los malvados encantadores. Bien puede Trifaldín comunicarla que aquí está don Quijote, para ayudarla. Precisamente, su especialidad son “las dueñas viudas, menoscabadas y doloridas”.Tiene una mano para eso...
Trifaldín se va con su música llorona y su grandioso contoneo. El duque se dirige pomposamente a don Quijote. Apenas ha seis días que está en el castillo y ya vienen a buscarlo desde “lueñes tierras”. Las cuitas encuentran remedio en su fortísimo brazo.El brazo, un poco delgaducho, pero fortísimo.
Don Quijote quisiera que estuviera aquí aquel religioso, el de tan mal talante y ojeriza con los caballeros andantes. ¡Que vea si son necesarios en el mundo! Que venga, que venga esta dueña y pida lo que quiera, verá la fuerza de su brazo y de su espíritu…
Me voy presto, que tengo que colocarme tres faldas y alguna cosa más. No, no, no he dicho nada de faldas.
Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:
María Ángeles Merino
Pedro Ojeda Escudero. dijo en este blog:
"¡Si es que al final querrá sustituir a Cervantes, ya le veo yo a este Merlín falso!"
Pedro: No, respeta mucho a Cervantes este Merlín falso. Pero quiere que se valore.
Un abrazo
sábado, 13 de febrero de 2010
Mañana coloco el comentario.
Mañana, por la tarde, coloco el resto del comentario. Me voy a Palacios... El dispositivo móvil no funciona. Un abrazo a todos.
viernes, 12 de febrero de 2010
"Dijo... que aquella noche se había dado cinco azotes...con la mano. Eso —replicó la duquesa— más es darse de palmadas que de azotes"
¿Cinco? ¿Con la mano?
Como veis las imágenes de Sancho Panza son variopintas.
Comentario al capítulo 2, 36 del Quijote, publicado en "La acequia".
Saludo a vuestra merced. Tuve ocasión de relatarle cómo hice la figura de Merlín, con mayor o menor habilidad de actor. En aquella carroza, vestido con rozagantes ropas negras que, en un momento dado, descubrí para mostrarme como la esquelética figura de la Muerte.
Mas no fue sólo eso, ahora confieso que acomodé todo aquel aparato, compuse los versos y las palabras de aquella Dulcinea un tanto hombruna…como que era un paje palaciego.
Me presenté, ante vuestra merced, como un humilde servidor, mas no le aclaré mi condición de mayordomo de mi señor el duque, el cual tiene en mucho mi ingenio socarrón y desenfadado. Actor, director de escena, poeta, escribano y…mayordomo. Sí, a pesar de mi habilidad escribiendo y dirigiéndolo todo. Y ordené otra aventura, la conocerá vuestra merced, a continuación.
Detrás de unos amplios cortinajes, presencio una conversación de Sancho con mi señora la duquesa, que se interesa por la tarea penitente del escudero, si había comenzado ya a zurrarse. Dice que cinco, dados con la mano. Ella piensa que esas blandas palmaditas no satisfarán a Merlín. La libertad de Dulcinea no puede ser tan baratita, qué menos que una disciplina de esas que hacen sangre. Mi ama se pone a hablar como un predicador, diciendo no sé qué de las obras de caridad flojas. El rústico, tiene la osadía de pedir alguna disciplina que no le duela demasiado, para sus carnes de algodón. La duquesa le asegura que buscará una adaptable a sus tiernas carnes. ¿Tiernas las carnazas de este destripaterrones?
¡Cómo se enternece el tierno escudero ante su alteza, la señora de su ánima! Desea que tan grandísima dama lea una carta destinada a Teresa, su mujer. Como buen marido ausente, le cuenta lo sucedido tras su marcha. La guarda cerca de su corazón, en el arca de su seno, do no se le podía pegar mucha limpieza. No está muy seguro, aunque él diga lo contrario, de que esté escrita en un estilo adecuado a las circunstancias. Como no sabe escribir, se la dictó a alguien, escribanos no faltan en esta corte…
La duquesa lee, para sí, una disparatada carta. ¿Cómo sé de su contenido? Aquí todo se sabe, con tantos ojos y oídos como hay. No les digo más que con pelos y señales…
Parece ser que comienza con los “buenos azotes” que le cuesta el ser gobernador. Aunque la gobernadora doña Teresa tenga buenas entendederas, se quedará perpleja. Más desconcertada, aún, cuando le lean eso de ir en coche, una pobre mujer que en su vida habrá subido a vehículo alguno. Andando siempre y descalza las más veces. Y ahora su Sancho va y dice que “todo otro andar es andar a gatas”.
A caballo regalado no le mires el diente y, sin preguntarse qué hace su marido con un sayo verde de caza, se pondrá a la tarea de convertirlo hábilmente en saya y cuerpos para su hija, aunque esté desgarrado. Una tejido así, tan bien bataneado, no lo ha visto la villana en su vida.
Sancho reconoce que está a la altura de su amo, tanto en locura como en mentecatería. Dirá para sí la pelarruecas: ¿Loco mi marido? Aunque lo haya tenido siempre por cuerdo, a la vista de lo que cuenta, cambiará de opinión. Que si ha estado en la cueva de Montesinos, Merlín, Dulcinea y Aldonza. ¿Qué nombres son esos? Y cuenta que se ha de dar tres mil y trescientos azotes, para que esa Dulcinea quede como la madre que la parió. Suponemos que ha querido decir desencantada porque , de aquella señora que la trajo a este mundo, no tenemos noticias.
Le pide que guarde el secreto. Pronto partirá para el gobierno, adonde va con deseos de hacer dineros. La sinceridad de este rústico es inaudita, pero va acertado, ya lo creo. Los gobernadores de verdad así piensan, aunque jamás lo reconozcan.
Así que tanteará el terreno y ya le avisara si ha de acudir o no. Y no se olvida del rucio, está bien de salud y se encomienda mucho a la señora Teresa. ¿Cómo hará eso el borrico? ¿Rebuznando o coceando? Podría ganar dinero exhibiendo al animalillo.
Si la mi señora le besa las manos mil veces, Teresa besará dos mil. Eso es barato. Y añade algo de una maleta con cien escudos dentro. Si por aquí hubiera unas cuantas así, iba yo a estar aquí, organizando patochadas caballerescas.
Pero que no tenga pena, que todo saldrá en no sé qué colada. Lo que sí siente este mentecato es eso que le dicen de que, una vez probada la golosina del poder, se comerá las manos tras él. ¡Verdad ahora y verdad dentro de cuatro siglos! ¡Por que dentro de cuatro siglos? No sé, cuatro, diez o mil da igual.
Y con lo de comerse las manos, se permite decir una gracia acerca de mancos y demás “estropeados”, cuya canonjía privilegiada está en pedir limosna. Así que Teresa será rica aunque Sancho se coma las manos. Dejemos en paz a los mancos, que los hay muy ilustres.
Se despide con buenos deseos y pone una fecha equivocada. El señor gobernador no sabe en qué día vive. Tampoco sabe dónde está. Eso sí, firma como “tu marido el gobernador”: Sancho Panza.
La duquesa le señala dos errores. Uno es que el gobierno no se lo dan por el vapuleo , siendo anterior la promesa del duque. Cuando su ducal esposo lo prometió “no se soñaba haber azotes en el mundo”. El otro error es el mostrarse codicioso, que “el gobernador codicioso hace la justicia desgobernada”. ¡Cómo habla mi señora! ¡Excelente fingimiento el suyo!
Sancho se disculpa, si la carta no sirve, se rompe y se escribe otra distinta. La duquesa, disimula la risa y le dice que no, que ésta es buena y desea que la vea el duque, mi señor.
(Continúa)
Pedro Ojeda Escudero dijo en este blog:
"Qué teatral es este hombre: entre cortinas.
Qué buena ironía la de tus fotos."
Pedro: no se me había ocurrido lo del teatro, pero ahora que lo dices..., sí, así es.
Un abrazo
lunes, 8 de febrero de 2010
Papa, no hagas caso, son todas bromas pesadas de los desocupados de los duques.
El dulce Merlín de Disney poco tiene que ver con éste del Quijote.
Ele Bergón dijo...
¡Jua!, como se nota que se acerca el carnaval. Los duques siguen con sus bromitas y menudo desfile de carrozas han montado.
Uno disfrazado de Merlín que a su vez se ha disfrazado de la muerte. ¡No tenía otra cosa que hacer! Y además que le da por hablar en verso dice que (copio)“… es menester que Sancho, tu escudero, se dé tres mil azotes y trescientos (además de hablar antiguo no sabe contar)
en ambas sus valientes posaderas, ( o sea con los calzoncillos bajados y el culo en pompa) al aire descubiertas, y de modo que le escuezan, le amarguen y le enfaden ( ¿será cabrito el tío?).
Y todo para que la novia imaginada del Alonso se vuelva guapa, cuando nunca lo ha sido. ¡Es que hay que joderse y perdonad por el taco!
Papa, no hagas caso, son todas bromas pesadas de los desocupados de los duques. Ya veo que te vas dando cuenta y te resistes. Que los azotes se los dé el Alonso que tú no tienes nada que ver en todo esto, no te metas que son cosas entre los dos. ¿No te das cuenta que el larguirucho siempre te lía en problemas? Déjalo ya y vente a casa que te estamos esperando como agua de mayo. Y encima la Dulci te intenta convencer poniéndote de vuelta perejil. Resiste padre, resiste. ¡ Hala!, ya te han chantajeado con la ínsula. Si es que no puede ser, te tienen comido el coco con esa tontería. Son malos todos. Ni tan siquiera te lo dejan pensar. Aquí te pillo y aquí te mato. ¡Menos mal que has puesto tus condiciones! Algo es algo.
¡Buf! Es que no lo aguanto. Me voy a dar unas cuantas patadas al balón que se me está poniendo una leche….
El Sanchico muy enfadado.
sábado, 6 de febrero de 2010
"Y ya en esto se venía a más andar el alba, alegre y risueña; las florecillas de los campos se descollaban y erguían ..."
El capítulo termina con un amanecer tópico (Parodia final del amanecer mitológico, acorde con el tono de todo el capítulo) que, en lugar de al principio, Cervantes coloca al final. Pero me sirve para lucir mis flores, las de este verano.
"Y ya en esto se venía a más andar el alba, alegre y risueña; las florecillas de los campos se descollaban y erguían , y los líquidos cristales de los arroyuelos, murmurando por entre blancas y pardas guijas, iban a dar tributo a los ríos que los esperaban . La tierra alegre, el cielo claro, el aire limpio, la luz serena, cada uno por sí y todos juntos daban manifiestas señales que el día que al aurora venía pisando las faldas había de ser sereno y claro"
Segunda parte del comentario al capítulo 2, 35, publicado en "La acequia".
Mi señor, el duque, le indica que si no se ablanda como una breva, no será gobernador. Que mi señor no puede enviar a un gobernador cruel y pedernalino, para sus insulanos. ¿Insulanos? ¿Qué es eso de la ínsula? Que yo sepa, tiene posesiones en el reino de Castilla y en el de Aragón, pero yo no sé de ninguna ínsula. Así que elija: o se azota o es azotado.
¿No le darán dos días para pensarlo? No, ha de decidirlo aquí y ahora. Dulcinea volverá a la cueva de Montesinos o será conducida a los Elíseos Campos, donde esperará a que las posaderas de Sancho reciban el azote número tres mil trescientos. Rústica o dama, de él depende.
Mi señora aguanta la risa y anima a Sancho con un “ea”. Que sea agradecido al pan que ha comido y dé el sí a la azotaina.
Luego, me pregunta el escudero. No olviden que soy Merlín. Me pone en un aprieto, que si el diablo correo dio a su amo un recado del señor Montesinos; diciendo que esperase aquí, donde daría orden de desencantar a la señora Dulcinea del Toboso. Me señala que no han visto a Montesinos.
Le digo que el Diablo es mentiroso, que yo le envié en busca de su amo; pero no de parte de Montesinos sino mía.Montesinos está en su cueva intentando desencantarse, que ya tiene bastante con lo suyo y con Durandarte.
Le insto a que dé el sí. Como si fuera un sacerdote, le digo que la disciplina será buena para su alma. Como si fuera médico, suelo escuchar al que visita a los señores duques, le digo que es de complexión sanguínea y no le vendrá mal perder sangre. Sancho me contesta, con sorna, que hasta los encantadores son médicos.No es tan tonto.
Al final, se ablanda y manifiesta estar contento de darse los tres mil trescientos, con la condición de dárselos cada y cuando quisiere. Él saldará la deuda lo más presto que le sea posible, para que el mundo goce la hermosura de Dulcinea. Él pensaba que no era bella, pero resulta que sí lo es.
El duque y la duquesa se miran y sonríen. La que tienen preparada, cuando el diablo no tiene nada qué hacer, con el rabo spanta las moscas. Esto de los refranes se contagia.
Sancho está por poner condiciones y las pone. No está obligado a sacarse sangre y si hay azotes de mosqueo, también cuentan.
Y como yo, que soy Merlín, lo sé todo; he de contar los azotes y avisar de los que faltan o sobran.
Yo, con mi ciencia zoroástrica, le informo de que llegando al cabal número, quedará Dulcinea desencantada. No habrá sobras Y Sancho recibirá la visita agradecida de Dulcinea, en su prístino estado. Merlín no engaña.
El escudero acepta la penitencia, con las condiciones señaladas. Suenan las chirimías, se disparan arcabuces y don Quijote se cuelga del cuello de Sancho y le da mil besos, en frente y mejillas.
¡Qué contentos mis señores y todos los presentes! El carro camina y la Dulcinea argentada inclina la cabeza a los duques y hace la reverencia al de la descomunal zurra.
Viene el alba, volvemos todos al castillo. Cielo claro, aire limpio, luz serena. Mañana será un buen día. Merlín está cansado y no se fija en florecillas, ni en arroyos.
Un abrazo a todos los que pasáis por aquí de:
María Ángeles Merino
Pedro Ojeda dijo en "La acequia":
"Abejita de la Vega nos regala otra voz de un secundario: Merlín nos lo cuenta todo o, al menos, lo que quiere contarnos, aunque confiesa ser el Merlín falso, que ya es mucho. Así llega hasta la descripción paródica del amanecer, que a Abejita le sirve para lucir flores. Por último, publica la opinión del Sanchico, gracias a Ele Bergón. El muchacho está preocupado por las posaderas de su padre, aunque lo oculte.."
Leer más: http://laacequia.blogspot.com/#ixzz0f4fYPUA1
Abejita contesta : "Mi Merlín volverá un poquito, al principio del capítulo que viene, para aarar unas cosillas. Es sincero, el muchacho. Al fin y al cabo, sólo es un pringadillo.
Es un placer regalar secundarios, lo paso muy bien con estos personajillos que se cuelan en mi ordenador. Sor Austringiliana creo escuela...
Aprovecho lo del amanecer para lucir flores, es que estaban esperando desde este verano. Querían salir.
Gracias por seguir a esta abejita picateclas. Un abrazo."
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viernes, 5 de febrero de 2010
"A ti digo...es menester que Sancho tu escudero se dé tres mil azotes y trecientos en ambas sus valientes posaderas..."
"A ti digo...es menester que Sancho tu escudero
se dé tres mil azotes y trecientos
en ambas sus valientes posaderas..."
Comentario al capítulo 2, 35 del Quijote. Publicado en "La acequia"
Me presento ante vuestra merced. Vengo de ese limbo donde habitan los personajes secundarios del famoso libro titulado “El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha”. Me trae hasta esta caja luminosa, la dueña Rodríguez.
Esa añosa dama nunca fue santo de mi devoción, era bien conocido su mal humor y despotismo, entre la servidumbre del palacio ducal. Sin embargo es ella la que me ha encaminado hasta este ingenio infernal que maneja vuestra merced, asegurándome que aquí los secundarios, o terciarios, expresan su punto de vista con libertad.
Soy Merlín, bueno ese Merlín más falso que Judas, el cual aparece en el capítulo treinta y cinco, del segundo libro, subido a un carro triunfal. Recordarán que, en el sueño que don Quijote tuvo en una famosa cueva, se cita a Merlín como encantador de Montesinos, Durandarte y “otros muchos”. Aquel Merlín no era el mago galés del ciclo artúrico. Era apócrifo, y éste lo es todavía más. Lo conocerán por mi recitado: tiene una fórmula para desencantar a la llamada Dulcinea del Toboso.
¿Y quién soy yo, en verdad? Pues soy un humilde servidor de los señores duques que, como otros muchos, nos hemos visto obligados a representar un papel en esta cortesana farsa.
El cortejo que rodea a mi carro triunfal, viste de blanco; mas yo parezco una mosca en leche, con mis rozagantes ropajes negros… Al son de chirimías, arpas y laúdes, marcho subido a este carro triunfal; donde aun las pardas mulas son blancas, bien encubertadas de lienzo blanco. Sobre cada acémila, un albo disciplinante de luz, con su hachón encendido. Aquí, arriba, otros doce níveos disciplinantes, con otras tantas hachas encendidas, asombrando y amedrentando, todo a la vez.
Y, en un levantado trono, una mujer joven, con su abundancia de plateados velos y sus brillos baratos de argentería dorada. Creo que conozco a esta ninfa, o ninfo, sí, es…Va cubierta con un transparente cendal, que no oculta su bello y joven rostro. Y, junto a la de las gasas, voy yo.
Seguimos las instrucciones recibidas: cuando el carro se coloca frente a mis señores y don Quijote, cesa la música y descubro mi rostro. Me han caracterizado como a la figura descarnada de la muerte. El caballero muestra aflicción, el escudero se asusta. El duque y la duquesa fingen algo de temor.
Sé de memoria lo que he de recitar, mi presentación como Merlín, príncipe de la Mágica. A pesar de la humildad de mi cuna, no carezco de instrucción, sé leer y leo cuando cae en mis manos uno de esos tesoros de papel. Me crié junto a uno de los hijos del duque, le acompañaba a todas partes, incluso en las lecciones que le daba aquel dómine tan paciente, el cual repetía y repetía lo que el noble discípulo debía conocer. Puedo decir, sin exagerar, que yo aprovechaba aquellas enseñanzas más que mi joven señor.
Ahora sigo leyendo, entro a horas intempestivas, a escondidas, en la biblioteca del palacio, tan poco visitada. Tengo llaves… Las historias del rey Artús y Merlín están ahora fuera de los estantes, mi amo los ha usado para preparar mi recitado. No creo que lo haya escrito él, algún escribano le habrá ayudado.
En el momento de descubrirme y presentarme como Merlín y recitar aquello, llevo todo el día trajinando, sin haber dormido nada la víspera, con muchos tragos de la bota en el estómago.No es de extrañar que mi voz suene un tanto extraña.
Ahora soy Merlín, el mago. No soy hijo del diablo, eso fue una calumnia. Si los encantadores son de condición áspera, la mía es blanda y amiga de hacer el bien. Estaba yo en las cavernas y me llega el mensaje doliente de Dulcinea. La han metamorfoseado: de gentil dama a rústica aldeana. Me da lástima, encierro mi espíritu en esta espantosa apariencia y busco la solución en miles de libros de mi ciencia. Al fin, encuentro el remedio. Me dirijo a don Quijote de la Mancha, gloria y honor de la caballería andante, loando su laboriosidad, para indicarle la fórmula, con la que Dulcinea puede recobrar su estado primo: el escudero Sancho ha de propinarse tres mil trescientos azotes en sus no pequeñas posaderas.
Sancho reacciona como movido por un resorte.Salta. De ninguna manera, ni tres mil azotes ni tres. Sus posas no tienen nada que ver con los encantos. Dulcinea se puede ir sin desencantar a la tumba.
Sus palabras provocan un tremendo acceso de ira en don Quijote, que le amenaza con atarle desnudo a un árbol y darle seis mil y seiscientos.
Yo le hago saber que los azotes no ha de recibirlos por fuerza,sino cuando quiera. Y ofrezco la posibilidad de recibir la mitad del vapulamiento, siempre que los azotes sean dados por mano ajena. Redención por vejación, buena fórmula.
Sancho rechaza mi oferta, que se azote su amo, que la llama “mi alma”. Mis amos y mis compañeros, los de luz, están a punto de estallar de risa, al oírle eso de “¡Abernuncio!”.
Se levanta mi compañera de carro, la ninfa plateada. Se aparta el velo del hermoso rostro y la voz que sale de esa boca no es muy de dama, no, por cierto.
¡Menudo rapapolvo para el de las posas ¡Qué improperios! Malaventurado, alma de cántaro, corazón de alcornoque, ladrón y desuellacaras. Casi nada. Y no para ahí. Si le mandaran que se comiera una docenita de sapos o cosas así…Si le mandaran matar a su mujer e hijos…Pero mil trescientos azotes, que cualquier huerfanito recibe en un mes…pobres huérfanitos. Espanta, a la gente piadosa y con blandas entrañas, que no esté dispuesto al sacrificio.
También le exhorta a que vea como lloran sus ojos, surcando sus hermosas mejillas. Que su edad florida de diecinueve años “, se consume y marchita debajo de la corteza de una rústica labradora”, aunque ahora, no aparezca ni como tal.Ahora parece el muestrario de un buhonero, llena de lentejuelas doradas. Y ni a Sancho, ni a don Quijote les extraña este detalle.
Le ruega que se dé en esas carnazas para que pueda recuperar su belleza. Y si no lo hace por ella, por Dulcinea, que lo haga por su amo, que tiene el alma en la garganta, pobre.
Don Quijote, tentándose la garganta, se vuelve al duque le manifiesta que Dulcinea dice verdad, que lleva “el alma atravesada en la garganta”.
Mi señora, la duquesa, pregunta a Sancho, el cual insiste en su “abernuncio”. Mi señor le indica que ha de decir “abrenuncio”, mas Sancho no está para letras, que tres mil trescientos azotes deben escocer y amargar lo suyo.
Luego recrimina a la presunta Dulcinea, eso no son formas de pedir. Si le hubiera ofrecido algún detallito, tal vez un canasto de ropa blanca. Este hombre es una máquina de ensartar refranes: que si las dádivas, las peñas, un asno cargado de oro, un toma, dos te daré…
A continuación arremete contra su amo, que le doblará los azotes, a todo un gobernador. Que aprenda a rogar, que esas no son maneras. El escudero reventando de pena por su sayo roto y vienen a pedirle que se dé miles de azotes.
(Continúa)
Un abrazo a los que pasáis por aquí.
miércoles, 3 de febrero de 2010
Algún día se pondrá el tiempo amarillo sobre mi fotografía.
Contestando a la emotiva entrada "El tiempo que pasa",en "La acequia", me vienen a la memoria estos versos de Miguel Hernández. Me pongo a revolver en la caja de las fotos viejas. Junto a las fotos amarillas, aparece ésta tan borrosa. Son mis primeros alumnos, en 1979, unos parvulitos de Ordizia (Guipúzcoa). Las fotos en blanco y negro amarillean ¿Qué pasa con las de color?
De paso, os recuerdo que estamos en el centenario de Miguel Hernández.
Un carnívoro cuchillo
de ala dulce y homicida
sostiene un vuelo y un brillo
alrededor de mi vida.
Rayo de metal crispado
fulgentemente caído,
picotea mi costado
y hace en él un triste nido.
Mi sien, florido balcón
de mis edades tempranas,
negra está, y mi corazón,
y mi corazón con canas.
Tal es la mala virtud
del rayo que me rodea,
que voy a mi juventud
como la luna a mi aldea.
Recojo con las pestañas
sal del alma y sal del ojo
y flores de telarañas
de mis tristezas recojo.
¿A dónde iré que no vaya
mi perdición a buscar?
Tu destino es de la playa
y mi vocación del mar.
Descansar de esta labor
de huracán, amor o infierno
no es posible, y el dolor
me hará a mi pesar eterno.
Pero al fin podré vencerte,
ave y rayo secular,
corazón, que de la muerte
nadie ha de hacerme dudar.
Sigue, pues, sigue cuchillo,
volando, hiriendo. Algún día
se pondrá el tiempo amarillo
sobre mi fotografía.
(Miguel Hernández, El rayo que no cesa)
lunes, 1 de febrero de 2010
" Un grano no hace granero, pero ayuda al compañero"
Ele Bergón dijo...
" Un grano no hace granero, pero ayuda al compañero". Eso diria mi padre Sancho Panza.
Hola troncos y troncas.
Sra. Duquesa, mi padre no es simple, mi padre es un buenazo y algo pardillo, pero nada mas. ¿Acaso Vd. no se ha engañado alguna vez a sí misma? Pues eso.
Al Cervan le gusta el color verde, por eso a Sancho lo viste de ese color y menos mal que le sirve para algo útil ese vestido o lo que sea. Cuando se cae del árbol y se queda allí colgado boca abajo. Por una parte me produce risa, pero por otra se me ha quedado el corazón en un puño. Buf, qué miedo he pasado...si le llega a coger el jabalí, me quedo huérfano.
No sé de qué se extraña el Alonso de los refranes de mi padre, pues si ya hace muchos años que lo conoce y él siempre habla así y además en su compañía no gana para disgustos con sus dichosos encantadores y la famosa Dulcinea. ¿Cómo no va a dudar mi padre, si todo le lleva a ese encantamiento, que es verdad que él lo inventó, pero es que a veces las cosas son así. Tú estas convencido de que no has hecho nada y Nerea, la del kiosko, se empeña en que sí y encima tienes que adivinar qué es lo que esta mal y por más que piensas, pues no lo encuentras. Por eso llega un momento que dudas, dudas y los otros se aprovechan de esas dudas.
¡Qué follon han armado los Duques! ¡Cómo se nota que no tienen nada que hacer! Ni siquieran van al insti.
Por cierto el follón que arman se parece un poco al que formamos nosotros cuando el profe sale de clase y en ocasiones cuando está dentro también. Todo hay que decirlo.
Música, fiesta.¡Qué bien se lo está pasando mi padre! Al menos por el momento.
Choque de manos
El Sanchico
Nota abejil: tildes colocadas.
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