viernes, 29 de diciembre de 2017

"La noche que no paró de llover" de Laura Castañón. Amor, felicidad y culpa (2).


Un ratito de felicidad este verano.

Comentario a la novela La noche que no paró de llover, de Laura Castañón. Para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda. En forma de diálogo con Austri, mi fiel compañera de lecturas.

¡Hola, visitantes de mi blog!

Aquí me tenéis, que no arranco con la entrada y la semana pasada la pasé en blanco. 

En la del día 13 de diciembre, me echó una mano mi amiga Austri para, tal y como comentó Pedro Ojeda, lanzarme "a todo pulmón con la novela de Laura Castañón comenzando por el recuerdo del encuentro que tuvimos los lectores con ella a raíz de su primera novela...los resortes para abrir La noche que no paró de llover".

"El lector curioso" ya tenía los resortes y Austri nos adelantó algunas pinceladas en su ataque de "bocachanclez": "pareja, temores, amor, familia, consulta psicológica, memoria histórica, taller de escritura, intriga, sentimientos de culpa, tal vez un asesinato, maternidad, Gijón casi como un personaje...". 



-Llevas días y días dando vueltas a lo que quieres escribir, tienes por ahí varios borradores. Sé que disfrutaste de la lectura, en verano, y de la relectura, en invierno. Hemos pasado horas comentando, que qué amorosa Enma, con su diario forrado de violetas victorianas, un poco cursi tal vez, gordita pero nada que ver con Bridget Jonesque si Laia lee a Spinoza, en verdad que es necesaria la fría razón para escuchar a doña Valeria; que verbalizar sus culpas la humanizó y redimió, solo amó a su sobrina y la perdió, no conoció el orgasmo, a no ser con el guaje aquel, uy no, una señorita de ciudad, cada uno en su sitio; que Feli, la limpiadora encuentra en la literatura el rastro de la felicidad perdida en un accidente...Sin embargo, ahí estás estancada y tu blog sin entradas.

¿Me dejas ahora extenderme un poco? 

-Te dejo, Austri. Mira, podemos dar nuestra visión de la novela, y disfrutar con ello, para eso lo hacemos; pero nuestro papel es contar sin contar. No quisiera que algún posible lector, por nuestras torpes palabras, se desmotivara y dejara "de leer como si escucháramos" a Laia, a Enma, a doña Valeria y a Feli. Comienza:

-El lector entra "de puntillas" en la primera página y encuentra un sueño nítido, con un soñador culpable y un muerto viviente soñado, mientras "no para de llover":

"A veces sueño que respira"

El relato onírico atrapa y empuja hacia el misterio: 

"...que nunca tendrá una vida, porque yo lo maté"



-El lector se queda pensativo. Tal vez hojee y ojee, en busca de más microrrelatos sibilinos como el de la página 9, delatados por la cursiva; pero es mejor que pase a la siguiente página, donde un narrador omnisciente le va acercando a Laia, en su lucha con el viento y la lluvia, en el barrio de La Arena

-Laia es una psicóloga catalana que comienza, con amor y muchas dudas, en Gijón, una nueva vida junto a la gijonesa Enma, de la misma profesión; porque muchas cosas se le vuelven del revés, como su paraguas arcoíris. ¿Recuerdas la portada de Dejar las cosas en sus días, de la misma autora?

"Porque el paraíso, de eso Laia estaba segura, no podía estar en las calles del barrio de la Arena y sus corrientes de viento inclemente y lluvia asesina."


-Pasamos a la primera persona. Escuchamos a Enma que se nos embala en su diario, con su catarata amorosa de ilusión : 

"...la promesa de un tiempo de olas y besos, de libros compartidos y palabras, de olor a bizcochos en el horno y atardeceres cómplices con el sol ocultándose detrás de la iglesia de San Pedro, de saltar del jueves hasta el sábado, bebiendo juntos café para dos, la vida en buena compañía, fumando un bocadillo a medias, haciendo broma con las cosas serias. Mucho más felices dónde va a parar."


-El más completo cuadro de la felicidad, el soñado por Enma. La canción de Paloma San Basilio también ayuda a expresarlo, aunque los bocadillos se fumen. 

 Nos conmueve su temor al abandono:

"Y la miré y empecé justo lo que no quería ni debía hacer: a confesarle mi amor inquebrantable, a decirle que no me dejara, a suplicarle que no se fuera. A jurarle que yo haría cualquier cosa, que entendería lo que fuera necesario, que haría los cambios precisos, para que no se fuera. Añadí que era la mujer de mi vida. Y que yo quería estar todos y cada uno de mis días a su lado, Y que no me dejara. Que por favor no me dejara...Hablaba y hablaba, y mi cabeza iba a su aire tratando de traducir la letra del Ne me quitte pas..."

CONTINUARÁ

-Austri, si te parece, dejamos la entrada así y seguimos en otra. Gracias por tu ayuda.


Felicitamos el año a todos los del club de lectura y a todos los que nos visitan. 

Un abrazo de María Ángeles Merino.

Y Austri. 

miércoles, 13 de diciembre de 2017

"La noche que no paró de llover" más el recuerdo de "Dejar las cosas en sus días". Cuando estuvimos con Laura Castañón. (1)


Comentario a la novela La noche que no paró de llover, de Laura Castañón. Para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda. En forma de diálogo con Austri, mi fiel compañera de lecturas.

-Comienzo una nueva aventura lectora, La noche que no paró de llover de Laura Castañón, y me parece un reencuentro con una vieja amiga. Recuerdo aquella tarde lluviosa, del 26 de febrero de 2014, en que la escritora estuvo en nuestra lectura colectiva, en la Sala Polisón del Teatro Principal, y nos cautivó con sus palabras, enlazadas con las apreciaciones de nuestro profesor, previamente atrapado.

Pedro Ojeda y Laura Castañón (26 febrero 2014)

Mi cuaderno de notas fue mi aliado, a falta de agenda Moleskine. Mi letruja de escribir deprisa atrapó parte de lo que allí se decía.

Pedro Ojeda nos decía que Dejar las cosas en sus días era su primera novela, aunque no lo pareciera; que estábamos ante una novela para un público amplio: los amantes de las intrigas familiares o también, y sobre todo, los que buscan una literatura bien escrita, con sentimientos y emociones.



-También La noche que no paró de llover, su segunda novela, puede gustar a un público muy amplio, no le faltan ingredientes: pareja, temores, amor, familia, consulta psicológica, memoria histórica, taller de escritura, intriga, sentimientos de culpa, tal vez un asesinato, maternidad, Gijón casi como un personaje...

Muchas emociones y sentimientos. Enma se embala y ahí no hay punto y seguido, algo muy bien explicado por nuestra amiga Carmen Ugarte.

"Ne me quitte pas! "Ne me quitte pas! ¡Es tanto su amor y tanto su temor! La abrazaríamos, de puro tierna. ¿Qué hace Laia que no nos la tranquiliza? ¡Que deshaga el malentendido de una vez! ¡Que no, doña Valeria, que es usted la envidiosa y no la envidiada! ¡Y abra el sobre de una vez! ¡No me parece mucho el precio que le cobra la psicóloga Laia por largar sus miserias!


En este momento, me doy cuenta de la presencia de mi amiga Austri, la que me suele ayudar con los comentarios a las lecturas del club. Sufre un ataque de "bocachanclez", como diría uno de los personajes de la novela.

-Austri, amiga, no te embales tú tampoco, que a los lectores no les ha dado tiempo. Ya has hablado más de la cuenta.



-¡Hola María Ángeles! No ha sido mi intención hacer "spoiler", sólo se me han escapado algunos temas que desarrolla, con acierto, La noche que no paró de llover. Se me olvidaba la lluvia, no sólo el agua que cae gozosamente del cielo asturiano. Llovía aquella noche como en "Il pleure dans mon coeur comme il pleut sur la ville..."

-En aquella noche y en otras, Austri, no paraba la lluvia del corazón. Veo que te acuerdas bien de las clases de francés del Insti.

- No te interrumpo más. Me hubiera gustado estar aquel día escuchando a Laura Castañón. Sigue con el recuerdo y tus apuntes.

-Sigo. Pedro Ojeda le preguntó por qué, en un momento de su vida se puso a escribir.

Laura nos definió el éxito: “que los lectores hayan disfrutado”. Un objetivo conseguido con la publicación de su primera novela en 2013. Nos contó, con una sonrisa, que escribe "desde siempre", que a los cuatro años ya redactaba unos cuentos que su madre tiene bien guardados.

Escritora siempre; pero las clases impartidas en los talleres literarios, la tutela de las historias escritas por sus alumnos, “vampirizaron" todo lo que podría haber escrito. Luego llegaron las actividades profesionales y un ritmo de vida acelerado que hubo de frenar ante la enfermedad: fibromialgia y fatiga crónica. 



-Un hachazo que cambió su vida.

-Y aprendió a hacer “patchwork”. Y, cosiendo trocitos de tela para conseguir un todo armónico, surgió la necesidad de escribir una novela. El primer pedacito fue aquel paseo por la carretera de Reballines, al lado de Bustiello. Aquella casa, al lado del río. Su madre le explicó que allí vivían las señoritas de Pomar, que tenían billar y biblioteca.

¿Biblioteca? Fascinante. Laura fantaseó desde aquel momento, quiénes eran aquellas señoritas, qué hacían, cómo era su vida.



Con las señoritas de la casa de Pomar, empezó Dejar las cosas en sus días.

-Pero las señoritas de Pomar no están en la segunda novela. 

-Sí, tenemos a  una de las hermanas: Paloma Montañés. La anciana Valeria, la del sobre misterioso, habla de su amiga Paloma, muerta recientemente. Había coincidido con ella en la residencia de ancianos.  Se conocían desde los tiempos de la posguerra, cuando ambas vivían en París. 

-¿Es Paloma la mujer de la portada, rodeada de enormes amapolas?

"...en torno a los ojos se le formaban unos círculos oscuros que yo creo que tenían bastante que ver con la pena, o la nostalgia de lo que habían dejado aquí en España." (página 209)


-Puede ser, a juzgar por las parchetas de la cara. También aparece de puntillas el personaje de Aida, la sobrina de Paloma; recordarás de la primera novela, la que reconstruye el pasado...Ahora es amiga de Enma y paciente de Laia. Son personajes que viajan de un libro a otro, a la manera galdosiana, aunque tal vez la escritora las retome en otra novela...se me ocurre. Paloma tenía mucha fuerza como personaje.

-¿Y Bustiello, el pueblo minero "burbuja", donde don Benito Montañés dirige la vida de los obreros, en nombre del paternalista marqués de Comillas? 

-Ese es un universo que en la segunda novela desaparece completamente. Ni siquiera se nombra. Ahora hay otros. 

Laura también nos contó su acceso al mundo editorial, algo que siempre había considerado imposible. Todo empezó cuando dejó su novela a un amigo, relacionado con dicho mundo. La leyó, le gustó, la envió a Alfaguara y le comunicó que Alfaguara quería publicarla. Recibió la noticia con extrañeza porque siempre fue escritora,  sin conciencia de serlo. 

Considera que ha comenzado tarde y Pedro Ojeda le replica quijotesca y caballerosamente: Cervantes escribió el Quijote a una edad equivalente a lo que hoy serían noventa años. Y la novela exige cierta edad. 


Siempre supo que el camino hacia la publicación de un libro es muy difícil. Cuando dirigía a sus alumnos, escritores en ciernes, les decía "mándalo", a pesar de saber del peregrinaje que sufren los autores de editorial en editorial. Ella escribía para gente próxima, con mucha libertad, sin disciplina, escribía cuando tenía ganas. Aquel amigo, Gabi, impresionado, lo envía a Alfaguara, "quieras o no quieras". Cuando lee "acaban de llamarme de Alfaguara", le parece un "correo de hadas". 

-Una buena profesora que anima y no desanima. 

-Mi amiga Luz del Olmo, la del blog "En un acorde azul", le preguntó: ¿Por qué los párrafos tan largos". Nos explicó que los del pasado, que corresponden al narrador omnisciente, le salieron más largos, en un estilo de principios de siglo. Los del presente son más funcionales, más cortos; pero no fue consciente, el mundo del pasado le pedía construirlo de una forma menos directa. 

Luz del Olmo, Laura Castañón y María Ángeles Merino.

En La noche que no paró de llover hay también párrafos especialmente largos. Ya señalaste cuando Enma se embala y ahí no hay punto. En esta segunda novela, más bien parece obedecer a la "oralidad": como si nos estuvieran contando la historia cara a cara. Es así como lo ven Carmen Ugarte y Pedro Ojeda. 

-Parece que tienes a Enma a tu lado, en su casita de Richmond, digo en Gijón.

-También la preguntaron por sus referentes. La respuesta: leer mucho, aunque ahora lee menos, no sabe si hay algún referente que haya sido más que otro. Ha leído mucho a García Márquez, Muñoz Molina, Martín Gaite, Ana María Matute, novela norteamericana, novela policíaca, de todo hay algo. Lo que no quiso es caer en el realismo mágico.

-Peligro que se corre cuando se lee mucho a García Márquez. 


-Y acabamos preguntando por la próxima novela y una posible continuación. Nos contestó que, a medida que la novela iba creciendo, se iba dando cuenta de que había una trilogía. Nos informó de que  la segunda ya estaba en marcha, con más dificultad, más despacio, más responsabilidad. Ya tenía 120 páginas antes de salir la primera, en ese momento llevaba escritas 50 páginas más.

-170 páginas. Hasta cuando Enma canturrea:"Buscando en el baúl de los recuerdos...". O lo cambió, los escritores hacen y deshacen...

-Nos anticipó que no se resolvían grandes misterios, que había cruce de personajes y de  relaciones, que se trataban zonas en sombra. Nos anticipó: Paloma en París. 

-Poco sabemos de lo que hizo Paloma en París, en La noche que no paró de llover nos deja sombra suficiente para otra novela. ¡Sería bienvenida!


- Aquel día escribí, para cerrar la entrada:

"Comentaremos la segunda, cómo no. Y queda emplazada para nuestras lecturas colectivas: la presencial y la virtual."

La estamos comentando y, en enero, veremos de nuevo a nuestra amiga, la escritora Laura Castañón. Será una alegría. 

-Yo la veré y escucharé por primera vez. ¡Encantada!

-Luego te entra la timidez y te escondes, Austri, que te conozco. 

Nos pusimos en fila para la firma de libros. Charlamos brevemente mientras nos escribía las dedicatorias.


Con todo el cariño, Laura, a tus personajes y a tu historia. 

Un abrazo de María Ángeles Merino

miércoles, 6 de diciembre de 2017

Homenaje a José Zorrilla (3): Casa Museo José Zorrilla.


Calesa a la puerta de la Casa Museo José Zorrilla. Foto cortesía de Yolanda Delgado.

Recordáis que nos hicimos la foto en torno a la foto de José Zorrilla, en la exposición "Mi exclusivo nombre de poeta". El escritor ya es de nuestro grupo y, por la tarde, el Club de lectura de La Acequia, dirigido por Pedro Ojeda, visitó la Casa Museo José Zorrilla

Entramos y nos saluda el profesor, filólogo, crítico literario, historiador y biógrafo y gran valedor de José Zorrilla y su obra: don Narciso Alonso Cortés (1875-1972)desde su pedestal en el jardín, romántico por supuesto. ¡Habría que verlo en primavera! 



A la puerta, una calesa espera al viajero. Nuestro grupo va a viajar con la imaginación a lo que pudo ocurrir en aquellas dependencias en vida de Zorrilla, de la mano de las explicaciones del actor Javier Calaveras y  de las ropas románticas que nos ofrece la muestra temporal de la diseñadora Inmaculada Cedeño. 


Vestido romántico de la diseñadora Inmaculada Cendeño

José Zorrilla nació el 21 de febrero de 1817 en la única casa que había por entonces en la calle Fray Luis de Granada (antes llamada calle de la Ceniza). En ella vivió Zorrilla durante los siete primeros años de su vida y, brevemente, a su vuelta a Valladolid en 1866 tras su regreso de México.


El Ayuntamiento de Valladolid adquirió el inmueble en 1917 para convertirla en Casa-museo en la que recibir los enseres del poeta donados, entre otros, por su viuda; y la biblioteca del ilustre "zorrillista" D. Narciso Alonso Cortés. En su casa natal se guardan numerosos objetos personales, distinciones, retratos, fotografías, instrumentos y mobiliario de su propiedad, junto a obras artísticas relacionadas con su obra, allí depositadas posteriormente con la intención de recrear el ambiente literario del poeta decimonónico que dejó tan importante legado a la ciudad.


Entramos y, en un momento en que me quedo rezagada del grupo, alguien tira de mi chaqueta. Es un niño vestido a la moda del XIX, pienso que es un pequeño actor y le sigo la corriente: 

-¡Hola! Veo que te gusta mi casa. 

-Sí, es muy bonita. 

-Yo nací aquí y vivo para siempre como niño de siete años, los que tenía cuando nos marchamos. Muchos años después volví; pero ya no era yo, era un señor mayor que está también por ahí. De vez en cuando nos cruzamos en las escaleras, en ese momento yo me fundo con él y ya no me veis. ¡Misterios de un fantasma doble! Zorrilla pequeño, Zorrilla mayor. 

(En ese momento, me doy cuenta: parece hecho de luz, no de carne y hueso)



-¡Ah! ¡Un fantasma!

- No te asustes. Soy un fantasma bueno. Me llamo José Zorrilla Moral. ¿No ves que soy un niño?

-Pero esa luz...y vas vestido como un hombrecito del XIX. ¡Como un señor mayor!


-Era la costumbre de entonces. Primero nos vestían de niña a todos, luego nuestra ropa era como la de los adultos, en miniatura. La niñez no era importante en mi tiempo, había que pasarla rápido y sin morirse. 

Te acompaño en la visita, Javier está ahora mostrando la pajarera. Mi madre se la enseñaba orgullosa a todas las visitas, que si los pájaros eran americanos, que si la señora marquesa tenía una igual, que si Josito no pongas los dedos en el cristal. Son de colores muy bonitos y no se mueven porque están...muertos.



-Tú estás muerto pero...

-...yo soy un fantasma, puedo moverme, soy de luz. Me gustan más los pájaros vivos, como uno muy grande y muy bonito que asomó por la tapia  del jardín el día en que nací yo. Decía el ama que nunca vio ninguno así y  muchos dijeron que traía buena suerte. Un día lo pregunté, a  padre, a madre y al tío Zoilo, el cura. Madre y el tío, que déjate de  supersticiones, Josito, no son de buen cristiano. Mi padre se quedó pensativo, un hijo como yo, tan sensible, no era ninguna suerte, no lo dijo, pero yo lo sé.

-¿De verdad lo crees así, Josito? Es muy triste. No es malo ser sensible. 

-Sí, para mi padre. Me lo cuenta ese señor que anda por ahí en la casa y que soy yo de mayor. José Zorrilla escribía y escribía, en su escritorio, de cara a la pared, para no distraerse. Le gustaba inventar miles de historias y las ponía en los libros y las decían en los teatros. Todos le conocían y le querían, no ganó mucho dinero, como decía padre que ganaban los magistrados; sólo honores y coronas muy feas, pero fue feliz con su "exclusivo nombre de poeta", como decía. Murió escribiendo, sentado en esa silla.  Llegó a ser muy viejo, aunque su médico, el doctor Alonso Cortés,  no sabía que hacer con sus dolencias. Cauterios, papelinas, no comas esto, come lo otro...


https://jesusantaroca.files.wordpress.com/2014/12/21.jpg

-¿Dónde naciste exactamente? 

-Luego os enseñarán la habitación en que nací. Tenía una cama de hierro y una mesilla con vela, orinal y palangana, lo suficiente. Nosotros no conocíamos eso que llamáis baño o servicio, no sé, se lo he oído a los visitantes. Agua del pozo clarita.

Era un niño canijo que nació antes de tiempo, mamá rezaba y rezaba y pensaba que no viviría. Me envolvieron en algodones, me pusieron al calor y viví. Me bautizó el cirujano, "en caso de necesidad", por si moría, para ser angelito en el cielo y no niño atormentado en el limbo, me explicaba el tío Zoilo. 


http://vallisoletvm.blogspot.com.es/2010/01/la-casa-de-jose-zorrilla.html

Luego me bautizaron en San Martín, donde madre y yo ibamos a misa. Al salir, madre se juntaba con otras mujeres y hablaban de sus cosas . Me aburría de su cháchara y miraba y remiraba al santo Martín en su caballo blanco, blanquísimo, partiendo su capa y dando la mitad a un mendigo. Mi cabeza inventaba historias con el santo, el pobre y el caballo. Luego se las contaba al ama Bibiana o a la criada Dorotea o al tío Zoilo. Se hacían cruces una y otra vez. 



-Un día muy frío y de mucha niebla me asomé al balcón de la sala, oía los cascos de un caballo. Tocotó, tocotó, tocotó. Iiiiiii.


Iglesia de San Martín (Valladolid)

Esperé y vi a un enorme caballo blanco. Era el de San Martín y lo montaba el diablo y me sonreía. ¡Era el mismo que pisoteaba San Miguel! Corrí a contárselo a todos los de casa. 



-¿El diablo era el jinete?

-Madre quería que padre no tuviera que regañarme ni castigarme, me hablaba del diablo que venía a buscar a los niños malos. Yo debía ser bueno y obediente y no irritar a padre.  Había estado un poco enfermo, con mucha fiebre, me habían dado una medicina muy amarga. ¡Pero yo vi al mismo diablo en el caballo de San Martín! El tío Zoilo, tan serio con su teja y su manteo, se reía y no me creía. ¡Y me contaba vidas de santos que vencían a los diablos! ¡Y yo me inventaba otros con diablos que vencían a los santos! Por Dios, Josito, me decía, que no nos oiga Nicomedes, que se va a tener que tomar otro par de tilas. ¡Que hijo le ha dado Dios! ¡Jesús, Jesús!

-Mira ahora Javier os enseña la cocina pequeña, la de arriba. Las criadas subían y bajaban, con su cascabelito en el delantal, como el gato, para saber dónde estaban. 


¡Bibiana y Dorotea se enfadaban porque les rompía muchos cacharros, con mi magia potagia! Alguna vez me escondí tras sus faldas negras, para que no me viera mi padre. ¡Cielo santo, mi padre! ¡Josito, al cuarto oscuro! 


Moda romántica en la Casa Zorrilla: Bibiana, Dorotea y Zorrilla.

Mira, este pasillito que da a la habitación de los huéspedes era también mi escondite favorito y mi lugar de juegos. Un día pasó eso que está contando Javier, lo de mi abuela Nicolasa.

-¿Vivía la abuela contigo?

-No, yo no la conocí nunca en vida. Murió antes de nacer yo, pero un día la puerta estaba abierta y entré. Allí estaba la abuela Nicolasa que me acariciaba y me decía que yo iba a quererla mucho. ¡Ahora entiendo que era un fantasma como yo soy ahora! Mi madre lloraba, qué va a ser de este niño que sueña despierto y le puede la imaginación. Mi padre montó en cólera, me llamaba embustero y clamaba que a ver si los jesuitas hacían carrera de mí. El señor relator de la Chancillería quería mandarme a un buen colegio, decía, para poder estudiar Leyes. ¿Leyes? Si eso era lo que había estudiado mi padre, yo no quería estudiar Leyes. 

Luego, muchos años después, reconocí su foto. 


Foto tomada de https://jesusantaroca.wordpress.com/2014/12/26/casa-de-jose-zorrilla-aire-de-romanticismo/
Habitación de huéspedes, donde según la leyenda se apareció la abuela al poeta. 

-¿Y ahora dicen que hay un fantasma? ¿O fantasmita?

-Luces que se encienden, cajones que se abren, objetos que se desplazan, dicen unos, otros no lo creen. Yo no sé nada. Es mi abuela Nicolasa que se enfada. Todo empezó cuando quisieron cerrar la habitación de huéspedes. Mira, ahora han puesto sus pantalones y su velo de ir a misa. 



-¡No te vayas, Josito! Nos falta el salón y el gabinete. Muebles, cuadros, el papel pintado, los instrumentos musicales y ahora también la moda. Todo nos ayudará a contextualizar. ¡Mira el vestido de la debutante quinceañera! ¡Y el caballero decimonónico! 



http://vallisoletvm.blogspot.com.es/2010/01/la-casa-de-jose-zorrilla.html

-Sí, tengo que irme, no me dan más tiempo. Adiós. Si le cuentas a tus compañeros que has estado conmigo no te van a creer. Mejor, escríbelo. 

-Así lo haré. Adiós, Josito, digo don José Zorrilla.

-Adiós, fue un placer.

Por último, nos detenemos ante la máscara mortuoria; pero José Zorrilla es inmortal. 


Un abrazo de María Ángeles Merino para los que pasáis por aquí.