Rioseras (Marceliano Santa María)
Comentario nostálgico en recuerdo de aquella inolvidable lectura del Quijote que vivimos en La Acequia, dirigida por Pedro Ojeda.
Pequeña introducción a la novela corta "Aventurarse perdiendo" que forma parte de las Novelas amorosas y ejemplares de María de Zayas Sotomayor.
Para la lectura colectiva de La Acequia, dirigida por Pedro Ojeda.
Un tarde de agosto, había quedado con mi amiga Austri, en el Arco de Santa María. Había leído mi entrada sobre la exposición "Marceliano Santa María. Un paseo por la provincia" y, picada de la curiosidad, me pidió que la acompañase. Subimos las antipáticas escaleras y nos detuvimos delante del cuadro "Rioseras". Nos miraba una muchachita descalza, con delantal y pañuelo muy blanco, junto al puente de un río espejeante y patoso. Posiblemente no era la mejor obra, pero fue la que guió caprichosamente el albur de nuestros pensamientos:
-Mira, Austri. ¡Una Dorotea en Rioseras!
-¿Cómo sabes el nombre de la chica del cuadro?
-No lo sé, en Rioseras, un pueblecito del Alfoz de Burgos, la conocen. Era de una familia de allí y murió hace años.
-¿La bella Dorotea? ¿La de Cervantes? ¿Qué tiene que ver con esa jovencita que pintó Marceliano Santa María? Aquí no hay intrincadas y lejanas sierras para huir, solo un río a un paso de su casa.
-Ya sabes que, en verano, vuelvo a a leer parte del Quijote, al mismo tiempo que repaso, en La Acequia, las explicaciones de Pedro Ojeda en cada capítulo y algunos comentarios de los lectores y blogueros. El paso del tiempo enriquece la lectura colectiva, le da distinta perspectiva.
-Y, como sueles decir, siempre encontramos algo nuevo en el Quijote.
-Siempre encontramos algo nuevo y ya no somos los mismos."El Quijote no se termina nunca", lo decía mi abuela y me lo acaba de recordar mi madre.
-El año pasado ibas por ahí leyéndolo con el móvil, dejándote la vista, chocando con los árboles o las farolas y algunos pensaban que ibas a la caza de "pokemons", como una cría.
-La lectura callejera ha sido ahora mucho más cómoda, he entrado en la nueva era lectora con mi libro electrónico.
-Pero tú dices siempre que eres de papel.
-Y sigo siéndolo; pero aprecio las ventajas del invento, para el Quijote, especialmente. Siempre es un tomo grueso y pesado, incómodo para llevar por ahí. Esto, ves, no pesa, abulta poco más que un móvil y se pasa página con un toquecito del dedo. Puedes poner la letra del tamaño que quieras e incluso leer con la luz apagada. ¡Pero sigo siendo de papel!
-¿Cómo sabes el nombre de la chica del cuadro?
-No lo sé, en Rioseras, un pueblecito del Alfoz de Burgos, la conocen. Era de una familia de allí y murió hace años.
-¿La bella Dorotea? ¿La de Cervantes? ¿Qué tiene que ver con esa jovencita que pintó Marceliano Santa María? Aquí no hay intrincadas y lejanas sierras para huir, solo un río a un paso de su casa.
-Ya sabes que, en verano, vuelvo a a leer parte del Quijote, al mismo tiempo que repaso, en La Acequia, las explicaciones de Pedro Ojeda en cada capítulo y algunos comentarios de los lectores y blogueros. El paso del tiempo enriquece la lectura colectiva, le da distinta perspectiva.
-Y, como sueles decir, siempre encontramos algo nuevo en el Quijote.
-El año pasado ibas por ahí leyéndolo con el móvil, dejándote la vista, chocando con los árboles o las farolas y algunos pensaban que ibas a la caza de "pokemons", como una cría.
-La lectura callejera ha sido ahora mucho más cómoda, he entrado en la nueva era lectora con mi libro electrónico.
-Pero tú dices siempre que eres de papel.
-Y sigo siéndolo; pero aprecio las ventajas del invento, para el Quijote, especialmente. Siempre es un tomo grueso y pesado, incómodo para llevar por ahí. Esto, ves, no pesa, abulta poco más que un móvil y se pasa página con un toquecito del dedo. Puedes poner la letra del tamaño que quieras e incluso leer con la luz apagada. ¡Pero sigo siendo de papel!
Chocolate sin azúcar y libro sin papel
Vamos con Dorotea. Mira, aquí, en el capítulo 2.28 "que trata de la nueva y agradable aventura que al cura y al barbero sucedió en la misma sierra".
-¿Era esa la sierra donde don Quijote se retiró a hacer penitencia?
-Sí. Allí estaba don Quijote y Sancho con el cura, el barbero y el loco Cardenio que penaba por su Luscinda. Oyeron una voz "con tristes acentos" que decía:
"¡Ay Dios! ¿Si será posible que he ya hallado lugar que pueda servir de escondida sepultura a la carga pesada deste cuerpo, que tan contra mi voluntad sostengo? Sí será, si la soledad que prometen estas sierras no me miente. ¡Ay, desdichada, y cuán más agradable compañía harán estos riscos y malezas a mi intención, pues me darán lugar para que con quejas comunique mi desgracia al cielo, que no la de ningún hombre humano, pues no hay ninguno en la tierra de quien se pueda esperar consejo en las dudas, alivio en las quejas, ni remedio en los males!"
-¡Era la bella Dorotea, con sus cuitas y "vestidita de varón"!
-Espera: "detrás de un peñasco vieron, sentado al pie de un fresno, a un mozo vestido como labrador, al cual, por tener inclinado el rostro, a causa de que se lavaba los pies en el arroyo que por allí corría, no se le pudieron ver por entonces."
-¡Ahora entiendo lo de la Dorotea de Rioseras! Mira aquí pintó el Arlanzón y esas manchas de color en la orilla eran lavanderas, una imagen habitual en aquellos años, sin agua corriente en las casas.
Pero a esta chica, la pinta con todo detalle. Se nos muestra descalza, sentada junto a un arroyo, más sorprendida que desdichada. Vamos a fantasear un poco. ¿Qué hace la del pañolón blanco?
-Se apoya sobre un codo y se gira para mirar al espectador. No hay ropa ni tabla de lavar, el sol le da en la cara y acaricia sus pies descalzos. ¿Los metió en el agua? ¿Huía del trajín de la cocina o de la era? No había tenido tiempo de quitarse el delantal; mas la blusa rosa de puños blancos era la de los domingos. ¿Esperaba encontrarse con alguien bien conocido?
-Don Marceliano iría cargado con su maletín y su caballete. Buscaría un paisaje castellano: un trigal o un cebadal, un cuadro de alfalfa, un barbecho pardo, una hoz al aire, seres humanos encorvados.
Como no llevaba suficiente amarillo, cambió el esquema: cerros en la lejanía, Rioseras, los chopos, el arroyo, agua y luz bajo el puente, unos patos...¡Y una hermosa adolescente de pies rosados!
-Estás fantaseando con un viejecito Marceliano Santa María suspenso ante la belleza de unos jóvenes pies. Como el cura, el barbero y el loco Cardenio, en la sierra penitencial de don Quijote:
"Y ellos llegaron con tanto silencio que dél no fueron sentidos, ni él estaba a otra cosa atento que a lavarse los pies, que eran tales, que no parecían sino dos pedazos de blanco cristal que entre las otras piedras del arroyo se habían nacido. Suspendióles la blancura y belleza de los pies, pareciéndoles que no estaban hechos a pisar terrones, ni a andar tras el arado y los bueyes, como mostraba el hábito de su dueño..."
Y, ya puestos, ahora imagina a la chavalita rubia de Rioseras desprendiéndose del recatado y blanquísimo pañuelo de cabeza, como Dorotea con la varonil montera:-¿Era esa la sierra donde don Quijote se retiró a hacer penitencia?
-Sí. Allí estaba don Quijote y Sancho con el cura, el barbero y el loco Cardenio que penaba por su Luscinda. Oyeron una voz "con tristes acentos" que decía:
"¡Ay Dios! ¿Si será posible que he ya hallado lugar que pueda servir de escondida sepultura a la carga pesada deste cuerpo, que tan contra mi voluntad sostengo? Sí será, si la soledad que prometen estas sierras no me miente. ¡Ay, desdichada, y cuán más agradable compañía harán estos riscos y malezas a mi intención, pues me darán lugar para que con quejas comunique mi desgracia al cielo, que no la de ningún hombre humano, pues no hay ninguno en la tierra de quien se pueda esperar consejo en las dudas, alivio en las quejas, ni remedio en los males!"
-¡Era la bella Dorotea, con sus cuitas y "vestidita de varón"!
-Espera: "detrás de un peñasco vieron, sentado al pie de un fresno, a un mozo vestido como labrador, al cual, por tener inclinado el rostro, a causa de que se lavaba los pies en el arroyo que por allí corría, no se le pudieron ver por entonces."
-¡Ahora entiendo lo de la Dorotea de Rioseras! Mira aquí pintó el Arlanzón y esas manchas de color en la orilla eran lavanderas, una imagen habitual en aquellos años, sin agua corriente en las casas.
-Se apoya sobre un codo y se gira para mirar al espectador. No hay ropa ni tabla de lavar, el sol le da en la cara y acaricia sus pies descalzos. ¿Los metió en el agua? ¿Huía del trajín de la cocina o de la era? No había tenido tiempo de quitarse el delantal; mas la blusa rosa de puños blancos era la de los domingos. ¿Esperaba encontrarse con alguien bien conocido?
-Don Marceliano iría cargado con su maletín y su caballete. Buscaría un paisaje castellano: un trigal o un cebadal, un cuadro de alfalfa, un barbecho pardo, una hoz al aire, seres humanos encorvados.
-Estás fantaseando con un viejecito Marceliano Santa María suspenso ante la belleza de unos jóvenes pies. Como el cura, el barbero y el loco Cardenio, en la sierra penitencial de don Quijote:
"Y ellos llegaron con tanto silencio que dél no fueron sentidos, ni él estaba a otra cosa atento que a lavarse los pies, que eran tales, que no parecían sino dos pedazos de blanco cristal que entre las otras piedras del arroyo se habían nacido. Suspendióles la blancura y belleza de los pies, pareciéndoles que no estaban hechos a pisar terrones, ni a andar tras el arado y los bueyes, como mostraba el hábito de su dueño..."
"... y, sacudiendo la cabeza a una y a otra parte, se comenzaron a descoger y desparcir unos cabellos, que pudieran los del sol tenerles envidia...Los luengos y rubios cabellos no sólo le cubrieron las espaldas, mas toda en torno la escondieron debajo de ellos; que si no eran los pies, ninguna otra cosa de su cuerpo se parecía: tales y tantos eran."
-¡Tan largos que la cubrían por completo! No sino unas apretadas trenzas o un práctico moño que me parecen más propios de una chica de pueblo de los años cincuenta del siglo XX. ¡Y ese arrebato tipo Gilda! ¡No, mujer! Eran tiempos muy recatados, era la posguerra. La de Rioseras no era la Venus de Botticelli, ni la que inspiró a Garcilaso, cuyo cabello "el viento mueve, esparce y desordena".
"Cervantes vuelve una vez más a abrirnos las mentes y en este caso los gustos de los hombres de su época en materia de féminas para darnos cuenta de que son universales y propios de todos los tiempos. Así, mientras las mujeres, siglo tras siglo, se afanan en cortarse, rizarse, moldearse, cardarse, freírse y teñirse el pelo; en maquillarse y pintarse las uñas de los dedos de los pies y en seguir modas en las ropas interiores y exteriores tan extravagantes y cambiantes que no pocas veces se dan la mano con la ortopedia, los caballeros del siglo XVI ya se veían seducidos como Humbert-Humbert en el XX por una melena rubia que se desploma sobre los hombros de una muchacha..."
-Los afanes femeninos y la seducción...genial Fernando Portillo. Recuerdo su participación en la lectura del Quijote, con sus cultos y jugosos comentarios, y su autorretrato quijotesco.
Autorretrato quijotesco de Fernando Portillo. (La Acequia)
-No dejes de leer el comentario completo, el que comienza por: "Más que requetesobada, como queda la atribulada Dorotea por el pícaro Fernando, es la morcilla o “historia dentro de la historia” que nos mete Cervantes en el capítulo XXVIII. Trátase de una historia de marcado corte erótico para inspiración de caballeros en la más estricta intimidad..."
-Doroteas, mujeres que huyen por amor. ¡Tantas que van por el mundo! Hemos comenzado con la niña de Rioseras que, posiblemente, no huía de nada grave. ¿O sí?
-No podemos saberlo. Mira, acabo de empezar la lectura de las "Novelas ejemplares y amorosas" de María de Zayas. ¡Y me he encontrado con otra "Dorotea"!
-¿En el libro que vais, vamos, a leer en septiembre?
-Sí, en una novela que se titula "Aventurarse perdiendo". La "Dorotea" se llama Jacinta y se refugia "por entre las ásperas peñas de Monserrate". Un "virtuoso mancebo", el discreto Fabio, oye las quejas de amor de un "hermoso zagal" que resulta ser, cómo no, una mujer enamorada.
-¿Enamorada de quién?
-Te leo un poco:
"¿Quién vio, Fabio, amar una sombra, pues, aunque se cuenta de muchos que han amado cosas increíbles y monstruosas, por lo menos tenían forma a quien querer. Disculpa tiene conmigo Pigmaleón que adoró la imagen que después Júpiter le animó; y el mancebo de Atenas, y los que amaron el árbol y el delfín; mas yo que no amaba sino una sombra y fantasía ¿qué sentirá de mí el mundo? ¿quién duda que no creerá lo que digo, y si lo cree me llamará loca?"
-No sé si he entendido bien. ¿Amar a una sombra?
-El hombre que conoció en un sueño, un amor "onírico". ¡ A Freud le hubiera gustado! ¡Erótico y onírico!
-Una "Dorotea" un tanto extraña, nos ponemos manos a la obra, digo a la lectura. Viajamos al áspero Monserrate. No sé si mañana es buen día: primero de octubre.
-Hasta la semana que viene, Austri. Seguiremos hablando de la mujer que se aventura perdiendo.
Un abrazo para los que pasáis por aquí de:
María Ángeles Merino
¡Perdonadme la superentrada! ¡Un beso a todos!
-No podemos saberlo. Mira, acabo de empezar la lectura de las "Novelas ejemplares y amorosas" de María de Zayas. ¡Y me he encontrado con otra "Dorotea"!
-¿En el libro que vais, vamos, a leer en septiembre?
-¿Enamorada de quién?
-Te leo un poco:
"¿Quién vio, Fabio, amar una sombra, pues, aunque se cuenta de muchos que han amado cosas increíbles y monstruosas, por lo menos tenían forma a quien querer. Disculpa tiene conmigo Pigmaleón que adoró la imagen que después Júpiter le animó; y el mancebo de Atenas, y los que amaron el árbol y el delfín; mas yo que no amaba sino una sombra y fantasía ¿qué sentirá de mí el mundo? ¿quién duda que no creerá lo que digo, y si lo cree me llamará loca?"
-No sé si he entendido bien. ¿Amar a una sombra?
-El hombre que conoció en un sueño, un amor "onírico". ¡ A Freud le hubiera gustado! ¡Erótico y onírico!
-Una "Dorotea" un tanto extraña, nos ponemos manos a la obra, digo a la lectura. Viajamos al áspero Monserrate. No sé si mañana es buen día: primero de octubre.
-Hasta la semana que viene, Austri. Seguiremos hablando de la mujer que se aventura perdiendo.
Un abrazo para los que pasáis por aquí de:
María Ángeles Merino
¡Perdonadme la superentrada! ¡Un beso a todos!