viernes, 30 de abril de 2010

Hambriento, débil, irritado y aguantando a un pelmazo.




Segunda parte del comentario al capítulo 2,47 del Quijote, publicado en "La acequia".

Se siente débil e irritado. Además, le molesta lo inoportuno de la visita, Estos “negociantes” creen que pueden presentarse a cualquier hora. Piensan, tal vez, que los gobernadores no necesitan descansar, que son de piedra y no de carne y hueso. Si le dura el gobierno, que no lleva trazas de durar, bien se lo tiene tragado, meterá en cintura a más de uno.

El paje puede dejarlo entrar. Pero, cuidado, no vaya a ser un espía o asesino, de esos que le rondan. No, no tema el señor gobernador. Parece “una alma de cántaro”, “tan bueno como el buen pan”. ¡Pan! ¿Ha dicho pan? Por Dios, que no se lo mienten…

Como Pedro Recio ya no está, Sancho se atreve a pedir algo para comer, aunque sea pan y cebolla. El maestresala le tranquiliza, en la cena podrá desquitarse. Dios le oiga.

Entra el labrador y pregunta quién es el gobernador. El secretario le responde que el de la silla, quién si no. El negociante se arrodilla y le pide la mano para besarla. Sancho lo tiene muy claro, cada uno en su estamento social, que se levante y deje eso del besamanos para los señores.

El negociante se presenta como labrador, natural de Miguel Turra. Lugar cercano a Ciudad Real, que Sancho conoce bien porque no está lejos de su pueblo.



Sancho le pide que hable y resulta ser un pelmazo. Alguien ha preparado su discurso inaguantable, para mayor tortura del hambriento gobernador. Y, como todo pelmazo que se precie, ha de contar su vida. Y éste la cuenta, la que fue y... la que pudo ser y no fue.

Muy católicamente casado, con dos hijos estudiantes: el menor estudia para bachiller, el mayor para licenciado. Y si a su mujer, preñada del tercero, no la hubiera purgado y matado un mal médico, tendría un hijo estudiando para doctor, qué menos.

El gobernador, con sorna, saca en conclusión que si su mujer no hubiera muerto, su interlocutor no sería viudo. Asiente el labrador y Sancho expresa su aburrimiento.A dormir.

Dice, que su hijo, el bachiller, se enamoró de Clara, la Perlerina, hija de un labrador riquísimo. Y, como toda la dinastía de los Perlerines, afectada de perlesía o parálisis. Y nos pinta magistralmente a la perla, digo a la doncella: tuerta, picada de viruelas, con la boca grande, la nariz arremangada, desdentada, con labios de tres colores. Y la chica le parece guapa, que su hija ha de ser.¡Qué perla oriental es la Perlerina!

Sancho le anima a seguir con el retrato, menudo postre si hubiera comido. Y sigue: encogida, con las rodillas en la boca, no se puede levantar, si pudiera daría con la cabeza en el techo, con las manos agarrotadas y las uñas largas y acanaladas. 


Ahora viene la pregunta clave “¿Qué es lo que queréis ahora?”


El labrador pide a su merced que le haga una merced de darle una carta de favor para su consuegro Perlerín, suplicándole que consienta en la boda , dado lo iguales que son en fortuna y naturaleza. Porque si la Perlerina es monstruosa, el novio es un endemoniado, con la cara abrasada y los ojos hechos fuente…Pero, a pesar del diablo, es un ángel. Y… un bendito si no se golpeara a sí mismo, en la cara. Menudo cuadro y menudo matrimonio, Cervantes ha cargado las barrocas tintas.

La paciencia de Sancho se agota, pero todavía encuentra fuerzas para preguntar si quiere otra cosa.

El “buen hombre” dice que no se atreve, “pero vaya, que, en fin”, lo va a decir. Sólo pide unos trescientos o seiscientos ducados, para que su hijo ponga la casa, sin depender de sus suegros.




Sancho se reprime un poco más y le anima a pedir otra cosa, que no le dé vergüenza. Pida por esa boca.El labrador manifiesta no querer más y el gobernador se levanta, agarra la silla y explota. ¡Cómo explota!

Y amenaza al “patán, rústico y mal mirado”. Si no se va de su presencia, romperá la silla en su cabeza.Y no se queda corto con los insultos: hideputa bellaco, pintor del demonio, hediondo, socarrón y mentecato. ¿Pedirle seiscientos ducados? ¿Dónde los puede tener? ¿Por qué se los había de dar si los tuviera? ¿Qué le importan a él los Perlerines? Hace un día y medio que tiene el gobierno y este “desalmado” piensa que ya puede tener seiscientos ducados. ¡Le ha llamado corrupto!




El labrador se va cabizbajo y temeroso de que la silla acabe estrellada en su cabeza. ¡Qué bien hizo su papel! A ver si se estira el duque...

Dejamos al colérico Sancho y volvemos con don Quijote, convaleciente de sus gatescas heridas. Cide Hamete promete contarlo veraz y puntualmente.

Un abrazo de María Ángeles Merino


Pedro Ojeda dice en "La acequia":

"Abejita de la Vega comenta por extenso la faena del médico al nuevo gobernador y sus tripas y no se le escapan ni los barquillos, para después aludir a la justa cólera de Sancho ante el labrador pesado. Que no se me pase comentar lo portuno de la serie de ilustraciones que viene publicando, obra de Ana Queral. También publica nueva nota del Sanchico -gracias a Ele Bergón-, que se barrunta ya que a su padre no le durará mucho el gobierno y que éste no mere tanto la pena como parece."

Soy consciente de que me "enrollo" demasiado. Pero es que todo me parece digno de comentario, es todo tan jugoso...incluso los barquillos, qué ricos estaban.Todo es tan sabroso...¿Cómo lo voy a dejar en el plato?

En cuanto a Ana Queral es todo un descubrimiento, esta artista mexicana dice en una entrevista: "A veces siento a Cervantes riendo conmigo y agradeciendo el tiempo que le dedico". Quijotesca Ana. Un abrazo, Pedro.

Un abrazo

6 comentarios:

Alatriste dijo...

Buenas ilustraciones qué grande el plato, muy oportuno.

Con respecto al hilo qué decir de tal belleza manchega, si la pillara...jajajaja

Saludicos

Asun dijo...

¡Ay esa silla como se venza!

Pedro Ojeda Escudero dijo...

cólera bien justa con el hambre que tiene...
Te veo armada de silla...

Merche Pallarés dijo...

Las fotos ¡geniales! ¡Lo que me he reido! Pobre, nuestro Sancho, y el cuadro que ha pintado ese labrador de sus hijos es ¡alucinante! Barroquismo, Rococoismo y Esperpéntismo puro cervantino. Besotes, M.

Abejita de la Vega dijo...

Alatriste: menuda belleza manchega la Perlerina, qué exageradillo estuvo aquí Cervantes, tal vez había tenido el gusto de conocer a un Quevedo jovenzuelo.

Asun: no, Sancho ni siquiera la llega a levantar. En la foto, la levanta mi hermano,que hizo de "extra".

Pedro: colérico pero comedido, no llega a levantar la silla. Yo represento aquí lo que estuvo a punto de hacer. Mi hermanico me llama la frikie del blog.

Merche: el cuadro es digno de Valle Inclán, que nacerá mucho después. Qué familia de perléticos y endemoniados.

Un abrazo amigos y gracias por vuestros comentarios.

Unknown dijo...

Le ponen a prueba constantemente,le hemos visto asustadizo,aterrorizado y ahora con hambre,¡pobre Sancho!.
Abrazos