domingo, 27 de noviembre de 2011

Será la rosa "Concha".








La rosa "Concha" en distintos momentos.


En la entrada de "La acequia" de ayer, "Una rosa en noviembre", Pedro Ojeda nos ofrecía una bella rosa de otoño y una reflexión.


 Mi comentario fue este:


Este otoño, fui observando un rosal del Paseo de la Isla, más allá o más acá del monumento a Cervantes, a la altura del hospital de San Juan de Dios.

En mis entradas en torno a la "Sonata de Otoño", colocaba las fotos de una de sus rosas en distintos estados de marchitez; acabo de inventar una palabra.

No estoy segura, pero creo que siempre era la misma flor.

La última, la que coincide con la muerte de Concha, casi no parece una rosa, tan ajada está. Pero conservan un punto de belleza, siempre.

Me has dado la idea, las pondré juntas, en una entrada. Será la rosa Concha.

Decadentes y hermosas, dices. Sí...

Tu rosa es bellísima.


Besos

miércoles, 23 de noviembre de 2011

De la "Sonata de otoño" a una vieja serie de televisión y su novela...cosas de las neuronas.




¿Recordáis esta vieja serie de televisión? Sí, es  "La Saga de los Rius", basada en en los relatos de Ignacio Agustí : "Mariona Rebull" y "El viudo Rius". Retrata la vida de la burguesía barcelonesa de principios del siglo XX , a través de la historia de la familia  a lo largo de tres generaciones, entre 1880 y 1916.

Si pincháis este enlace veréis como la recuerdan en la Colonia Güell de Barcelona, donde fue rodada.

http://www.rtve.es/alacarta/videos/television/colonia-guell---saga-dels-rius/664888/

¿Por qué os hablo ahora de televisión añeja en lugar de escribir sobre Valle Inclán y el marqués de Bradomín?


Es muy probable que  Ignacio Agustí conociera la "Sonata de otoño" de Valle Inclán.  Pero, aún así, ¿qué puede tener en común su novela , de tardío aspirante a ser el Galdós de Barcelona , con la modernista y poética sonata de Valle Inclán ? ¿Qué relación podemos establecer entre dos libros que se parecen como un huevo y una castaña?

¿Un huevo y una castaña?

Todo lector, con su libro en las manos,  fabrica mentalmente unos hilos que  enlazan su contenido con  lecturas y vivencias, añadiéndole una  cobertura dulce o amarga; pero siempre personal e intransferible. En este caso, mientras leo la "Sonata de otoño", el  hilo me lleva hasta  unas imágenes grabadas  en mi cerebro, en  1976;  cuando emitían la citada serie en TVE. Que ya llovió y escampó.

 Porque , mientras acompaño al marqués de Bradomín por sus terroríficos laberintos...¡Veo a Joaquín Rius, con su esposa Mariona Rebull muerta en los brazos! Mis neuronas toman el camino que les da la gana, son unas indisciplinadas.

De aquí

Rius sube las escaleras del Liceo barcelonés, inmediatamente despues de la explosíón de aquella  bomba que produjo varios muertos y heridos, en 1893. 

De aquí.

Bomba del Liceo

Recuerdo especialmente  cómo saltaban, de peldaño en peldaño, las perlas del collar roto de Mariona.



Ella  muere al lado de  su amante. Nadie ha de saber junto a quién ha muerto Mariona, por eso el marido translada su cadaver, en un penoso deambular por un Liceo caótico.


Testimonio del atentado en el patio de butacas


Muy poco tiempo después de leer la sonata otoñal, un  ejemplar de "Mariona Rebull" parecía estar esperándome en un mercadillo de libros y trastos variopintos que se instala los domingos en una céntrica plaza de mi ciudad.

Mercadillo de la Plaza de España (Burgos)
Leo y busco  posibles conexiones, en relatos tan diferentes.


En el texto de Valle Inclán, los cabellos se enredan en la puerta de la alcoba de su amante Xavier, es como si Concha se resistiera a abandonar aquel lugar. Él ha de " tirar brutalmente hasta que se rompieron los queridos y olorosos cabellos".



En el  de Agustí, el empeño de Rius es separar a Mariona de su amante, que también ha muerto a consecuencia de la explosión. Los cabellos caen sueltos y la seda se desgarra.

En ambos casos, la muerte ya ha roto todo vínculo con el pasado; mas  tanto en Xavier como en Joaquín hay un deseo de materializar esa ruptura "brutalmente", adverbio en el que coinciden:


"Los separó brutalmente. La seda de Mariona crujió, prendida de algún botón, de un clavo quizá, que la desgarraba."





En ambas novelas, el momento cumbre es el del penoso traslado  del cuerpo de la amada protagonista. El motivo es bien diferente. Xavier quiere ocultar que Concha ha dormido en su alcoba, Rius no desea que se conozca el adulterio de su mujer. El amor mueve a ambos.

El de Bradomín camina a tientas por salones oscuros, la sostiene con un brazo, con el otro intenta orientarse. La oprime angustiosamente , teme que se le caiga,  que le vean, huye.

"Un sudor frío empañaba mi frente...tenía que caminar a la ventura, angustiado, yerto, sosteniendo el cuerpo de Concha en un solo brazo y con el otro extendido para no tropezar...El cuerpo de Concha parecía querer escaparse de mis brazos. Le oprimí con desesperada angustia...Yo cerré los ojos, y con el cuerpo de Concha aferrado en los brazos huí."

Rius avanza por un pasadizo. Lo hace con una lentitud y un cuidado extrañísimo en medio de una situación que imaginamos catastrófica.  La lleva recostada sobre su hombro. Al subir las escaleras, oye algo, se detiene, son las perlas del collar, siente un escalofrío.

"La llevaba recostada por la cintura sobre su hombro. Los cabellos, sueltos, flotaban. Atravesó el pasadizo con lentitud, para no herirla, con cuidado, con la frente alta, el mentón salido."



Interior del Liceo, inmediatamente después del atentado
 "Uno a uno, con seguridad creciente, iba subiendo los peldaños... Y al fin del primer tramo, casi en el rellano, se detuvo, porque había oído el rumor de algo que se perdía, que huía cristalinamente; eran golpecillos secos y rotundos, saltarines, sobre el mármol de los peldaños. Se volvió, apenas, y vio como iban saltando por los peldaños, hasta ganar el suelo, las perlas del collar...Sintió en su espalda el gran escalofrío."


Tras el transporte,  llega el momento de depositarla en el lugar adecuado: su alcoba,su palco.

El marqués de Bradomín llega hasta el dormitorio de Concha. Allí le sorprende misteriosamente la estela de su perfume.

" Allí la oscuridad era misteriosa, perfumada y tibia, como si guardase el secreto galante de nuestras citas. ¡Qué trágico secreto debía guardar entonces! Cauteloso y prudente dejé el cuerpo de Concha tendido en su lecho y me alejé sin ruido."

Joaquín Rius aprieta la mano fría de Mariona, siente una especie de descarga, tiembla. Entra en el palco y la deja tendida en el suelo, bien abrigada con su capa.

"Siguió adelante. A mitad, había recogido con la suya la mano de Mariona, la pequeña mano blanca, completamente fría, y la apretaba con tesón...Cerró un instante los ojos, porque sentía la descarga recorrer todas sus articulaciones y empezaba a temblar. Finalmente, consiguió penetrar en el palco. Dejó a Mariona allí, tendida, en el suelo, abrigada con su capa de terciopelo ...Después, él se retiró."


Ahora, Joaquín Rius, va a recorrer también su laberinto personal, materializado en las calles de Barcelona. Sale a la calle, penetra en la ciudad trágica como un fantasma, al que todos  miran con horror. El instinto  le encamina a la casa donde vivió con sus padres. Desearía despertar en el regazo de su madre y borrar toda su vida, una regresión  imposible.

"Salió a la calle, sin atender a la muchedumbre, que le miraba pasar, con los ojos muy abiertos, horrorizados. Penetró en la noche de la ciudad, en aquella noche trágica. Fue caminando por la Rambla hacia arriba...Instintivamente, como una bestia herida, se encaminó a la calle de la Paja. Subiría las escaleras del antiguo pisito como si los años hubieran vuelto atrás, y toda su vida, la boda, el hijo,la muerte, no hubieran sido más que un sueño, y se despertara reclinado en el regazo de su madre..."



En la puerta del Liceo después del atentado
Dejamos aquí al de Bradomín y a Concha, a Mariona Rebull y a Joaquín Rius, en su inmortalidad de entes de ficción. Así será mientras haya lectores que los mantengan con vida. La televisión también puede contribuir a ello.

Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino.

Pedro Ojeda dice en "La acequia":

"Mª Ángeles Merino nos lleva a una serie de televisión y, de su mano, a una interpretación muy interesante sobre la posible influencia de Sonata de otoño en Mariona Rebull, de Ignacio Agustí. No os perdáis esta entrada. "

lunes, 21 de noviembre de 2011

Mira que no ocurrírseme a mí...

Una papeleta con una loncha de chorizo fue válida en Val do Dubra



Uno de los partidos candidatos se identificó rápidamente con el contenido del sobre y reclamó el voto para sí, consiguiéndolo.

Según sospechamos, hubo otro partido que también intentó arrimar el ascua a su sardina, pues tal y como terminó la noche , "fiambre" era una palabra muy descriptiva.

(Y a todo esto, ¿la prima esa del señor Mercado, cómo va?)

domingo, 20 de noviembre de 2011

20 noviembre: voté y acompañé a votar.

Esta mañana cumplí con mi deber ciudadano de votar en mi viejo colegio de la niñez, el CEIP "Río Arlanzón" de Burgos. ¿Recordáis mi entrada del 22 de mayo?

Después de depositar mi voto, acompañé a mi hermano hasta el pueblo de Isar, donde le correspondía . He aquí un colegio electoral distinto:

Un edificio escolar, una escuelita de pueblo de las de antes, que ahora se utiliza como club de jubilados. Os muestro las fotos de fuera. Os hubieran llamado más la atención las del interior: mesitas camilla, estanterías con libros infantiles e imágenes religiosas; todo limpísimo y ordenadísimo.

Pero no me he atrevido a pedir permiso para hacer fotos, dadas las circunstancias. Otro día volveré por allí,  cuando sea solo un club de pensionistas.

Bueno, aquí tenéis un colegio electoral de pueblo castellano:






Isar (Burgos)

Antes de que la televisión y la radio empiecen a atronar con los resultados, aquí dejo estas imágenes y mis deseos de que mi país supere sus problemas.

Aunque el mapa azulee todavía más y a mí no me haga ninguna gracia, así lo confieso, mi felicitación ...

Un abrazo de María Ángeles Merino

miércoles, 16 de noviembre de 2011

"...mis brazos estrecharon con pavura el pálido fantasma que había dormido en ellos tantas veces"

Rosa muerta (Paseo de la Isla)

Comentario en torno a las páginas 114-118 de "Sonata de otoño" de Valle Inclán, colección Austral, para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.
El marqués de Bradomín se autodefine como"un santo que ama siempre que está triste". Así explica su paréntesis amatorio con otra mujer, la misma noche en que su amada Concha yace muerta.
Mas el remedio es fugaz. Tras abandonar la alcoba de la prima Isabel, regresa al terror de "la faz amarilla y desencajada de Concha". Las "manos febriles" de él sobre las "manos yertas" de ella. Comienza a rezar;  palabras huecas que ahuyentan  el miedo.



De nuevo, la tentación : “la ventana abierta sobre el jardín misterioso y oscuro”. Una salida desesperada a su laberinto personal.



Sus cabellos sienten el "soplo ululante" de la brisa nocturna. Se va la noche con su "cielo lívido", sus "pálidas estrellas "y su luna "fugitiva". Sólo hay una luz en el candelabro.

Los "viejos cipreses", al pie de la ventana, inclinan "sus cimas mustias". Percibimos un jardín oscuro, misterioso y casi personificado. ¿Curiosean los árboles?

Un gallo lejano canta y “el cuerpo inanimado de Concha ” yace  en su lecho. ¡No puede traicionarla!  ¡A Concha no le gustaría que todos la vieran allí!



Toma en brazos "la funebre carga". Comienza el penoso y torpe viaje hacia la alcoba de Concha. La mano inerte se abrasa en el candelabro recién encendido, junto a la puerta. 



Siente pavor, afina el oído; sólo oye "el borboteo del agua en la fuente del laberinto". Tal vez escucha el eco del latido de su corazón.


Ve brillar la lámpara del Nazareno, da un largo rodeo para no cruzar ante "aquella mirada muerta". ¿Siente su reproche?



Recorre todo el tenebroso palacio "a la luz del claro de luna". Pero ¿a qué teme tanto el marqués de Bradomín?


En una puerta, "su trágica y ondulante cabellera quedó enredada". No puede desprenderla, cada vez se  enreda más. 


Ve con espanto la sutil raya luminosa que precede al amanecer. ¿Por qué es tan temible el  nuevo día?


 El cuerpo parece querer escaparse, comienzan "a entreabrirse los párpados de cera". Por un instante, tal vez, haya pensado que Concha volvía a la vida.

De aquí

No lo soporta más, desea huir y tira brutalmente. Se rompen "los queridos y olorosos cabellos".


Llega a la alcoba, "misteriosa, perfumada y tibia". El olor de su amada sigue ahí. "Cauteloso y prudente" la deposita en su lecho. En la puerta, duda "si volver atrás para poner en aquellos labios helados el beso postrero". Resiste una diabólica y depravada tentación.

"Ansié gustar la dulzura de su ensueño casto y no pude".

De aquí

Con un "todavía hoy", el de Bradomín da una vuelta a la manivela del tiempo. Desde la vejez, la recuerda con una explosión de imágenes rabiosas, dolorosas y  sinestésicas:

De aquí.

Un terrible gato , un corazón que se retuerce de dolor, un diablo riente en su interior.

"... le araña el corazón como un gato tísico de ojos lucientes"  

De aquí

"El corazón sangra y se retuerce, y dentro de mí ríe el Diablo que sabe convertir todos los dolores en placer".



Desembocan en una  música imposible,  metamorfoseada  en son de danza macabra.

"Música lívida y ardiente, triste y cruel, a cuyo extraño son danza el fantasma lloroso de mis amores".

Porque  Concha es ya un cadáver descarnado: 

¡Pobre y blanco fantasma, los gusanos le han comido los ojos y las lágrimas ruedan de las cuencas!"

Enamorados más antiguos del mundo.

Para destilarse, al fin, en un  perfume que vive más que ella:

"¡Aquella esencia que Concha vertía en sus cabellos  y que la sobrevive! ¡Pobre Concha! No podía dejar de su paso por el mundo más que una estela de aromas"

De aquí.
El narrador protagonista remata lo del perfume con una preciosista pregunta retórica:

"¿Pero acaso la más blanca y casta de las amantes ha sido nunca otra cosa que un pomo de divino esmalte, lleno de afroditas y nupciales esencias?"

Sus lectores de antaño, y los de ahora, nos quedamos pensando...

Otra vuelta de manivela,en sentido contrario. Viajamos  con Xavier desde el tiempo de la añoranza hacia "la mañana siguiente":

 Llamando a su puerta , "anunciáronse" María Isabel y María Fernanda, las hijas de Concha; esas niñas modelo que juegan a hilar, como abuelitas de cuento, o a perseguir palomas con las alas previamente cortadas. 


De aquí

 Las pequeñas preguntan cómo ha pasado la noche, algo que levanta en su alma el remordimiento.


Le rodean en el hueco del balcón que da sobre el jardín "viejo y umbrío que suspiraba  por los juegos de las niñas". Árboles abuelos los del jardín secular.

 Ellas alzan "sus voces frescas y cristalinas" para pedir al primo Xavier  que dispare contra un milano perseguidor de  unas  palomas.


 Complace a las criaturas y  permite que vayan a enseñar el milano ensangrentado a su madre, a sabiendas de que la encontrarán muerta. ¿Crueldad?


"Sonata de otoño" deja el final abierto, no relata el triste descubrimiento de las hijas de Concha. Sólo anticipa los gemidos, ayes y lloros, en medio de una mañana alegre.  Unas leves y bellas pinceladas:

"No osé detenerlas y quedé solo con el alma cubierta de tristeza. ¡Qué amarga espera! ¡Y qué mortal instante aquel de la mañana alegre, vestida de luz, cuando en el fondo del Palacio se levantaran gemidos inocentes, ayes desgarrados y lloros violentos!

El marqués de Bradomín  siente "una angustia desesperada y sorda enfrente de aquel mudo y frío fantasma de la muerte que segaba los sueños en el jardín de mi alma". No volverá a encontrar otra pálida princesa que le admire "siempre magnífico".

"¡Llora como un Dios antiguo al extinguirse su culto!"

Comienza el invierno.



Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

jueves, 10 de noviembre de 2011

"¡Todos los Santos...pudieron triunfar del pecado más fácilmente que yo! Aquellas hermosas mujeres que iban a tentarles no eran sus primas."


Comentario en torno al capítulo más extraño de "Sonata de otoño", de Valle Inclán (páginas 111-113 en la edición de la colección Austral). Para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

En "Sonata de otoño", vivimos el último instante de Concha:

"Su cuerpo aprisionado en mis brazos tembló como sacudido por mortal aleteo. Su cabeza lívida rodó sobre la almohada con desmayo. Sus párpados se entrabrieron tardos, y bajo mis ojos vi aparecer sus ojos angustiados y sin luz"

Detalle de "La muerte de la Virgen", de Caravaggio.

El marqués de Bradomín permanece indeciso e inmóvil. Se desliza hasta el suelo, coge la luz, contempla "aquel rostro ya deshecho" y su "mano trémula" toca "aquella frente".


Aterrado, abre una ventana y mira en la oscuridad:
"El frío y el reposo de la muerte me aterraron...Pensé huir, y cauteloso abrí una ventana"


"Miré en la oscuridad con el cabello erizado, mientras en el fondo de la alcoba flameaban los cortinajes de mi lecho y oscilaba la llama de las bujías en el candelabro de plata."


Los perros aúllan, el viento se queja , las nubes pasan sobre la luna, las estrellas se encienden y se apagan . Desorientado, no sabe qué dirección tomar ; está atrapado en su laberinto interior:

"Los perros seguían aullando muy distantes, y el viento se quejaba en el laberinto como un alma en pena"


"...y las nubes pasaban sobre la luna, y las estrellas se encendían y se apagaban como nuestras vidas".

Ha de salir de la habitación y empujar la misma puerta que " momentos antes habían cerrado trémulas de pasión aquellas manos ahora yertas".

Anda a tientas en la oscuridad, en silencio; él oye ruidosamente sus pisadas:
"...me aventuré en las tinieblas. Todo parecía dormido en el Palacio. Anduve a tientas palpando el muro con las manos. Era tan leve el rumor de mis pisadas que casi no se oía, pero mi mente fingía medrosas resonancias"


De aquí.

Temblor, agonía, miedo, muerte. Allá lejos, en la antesala, un terrorífico Nazareno, con su lámpara siempre encendida. Más miedo aún.

"...temblaba con agonizante resplandor la lámpara que día y noche alumbraba ante la imagen de Jesús Nazareno , y la santa faz desmelenada y lívida, me más miedo, más miedo que la faz mortal de Concha"


"Nazareno del Deán"

Tiembla, vuelve al umbral de la alcoba de Concha. Se detiene, algo llama su atención:

"...una raya de luz, que marcaba sobre la negra oscuridad del suelo la puerta de la alcoba donde dormía mi prima Isabel".

Tal vez Isabel se sobresalte al oír sus pasos. Ha de entrar y contarle todo. Pronuncia con voz apagada su nombre, no contesta, duerme. El ritmo de la respiración, un cuerpo que se adivina bajo la colcha, cabello negro sobre blancas almohadas. Xavier mira embelesado:

"En medio del silencio, levantábase y decrecía con ritmo acompasado y lento la respiración de mi prima Isabel. Bajo la colcha de damasco, aparecía el cuerpo en una indecisión suave, y su cabellera deshecha era sobre las almohadas blancas un velo de sombra"



Sus manos se posan "al azar sobre los hombros tibios y desnudos" de la durmiente. Tacto y temperatura , ¿al azar?

Grita su nombre, despierta sobresaltada, le pide que no grite, Concha puede oír.

Los ojos de Xavier se llenan de lágrimas y murmura inclinándose: "ya no puede oirnos". Al inclinarse, el roce de un rizo es el detonante de la tentación:

"Un rizo de mi prima Isabel me rozaba los labios, suave y tentador. Creo que lo besé".

El de Bradomín justifica su flaqueza, las tristezas lo arrastran, Concha lo sabía y le habrá perdonado:

"Yo soy un santo que ama siempre que está triste. La pobre Concha me lo habrá perdonado allá en el Cielo".



Isabel no escucha, está encantada de no haber echado el cerrojo. Tal vez ha envidiado secretamente a Concha. En lugar de exclamar un ¡por fin!, murmura sofocada:

-"¡Si sospecho esto echo el cerrojo!"

Y, Xavier le sigue la corriente, no quiere ni puede contrariarla. Un don Juan es un don Juan, no importa que sea "feo, católico y sentimental"; aunque todos coincidamos en lo inadecuado del momento. ¡Concha acaba de morir!

"¡Hubiera sido tan doloroso y tan poco galante desmentirla!"

Los santos resistían las tentaciones, pero no se las veían con fogosas primitas:

"¡Todos los Santos...pudieron triunfar del pecado más fácilmente que yo! Aquellas hermosas mujeres que iban a tentarles no eran sus primas. ¡El destino tiene burlas crueles!"


Isabel, entre besos, murmura:

"¡Temo que se aparezca Concha!"

Y, al oír el nombre de la muerta:

"Un estremecimiento de espanto recorrió mi cuerpo y apenas pude sofocar un sollozo..."

Isabel encuentra natural la actitud de su primo y piensa, o quiere pensar, que son "muestras de amor". ¡Ella nunca hubiera soñado con algo así!

A nosotros, los lectores, sí nos extraña este capítulo de la "Sonata de otoño! Tanto que se nos hace necesaria una segunda lectura, para ver si hemos entendido bien. Bueno, hablo por mí...

Pasamos la página, Xavier vuelve a ver "la faz amarilla y desencajada de Concha", siente terror y de nuevo le acude "la tentación de huir por aquella ventana abierta sobre el jardín misterioso y oscuro".

Y miró "con horror el cuerpo inanimado de Concha", tendido en su lecho. No, no puede estar ahí.

Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

Pedro Ojeda dice en "La acequia":

"Mª Ángeles Merino nos lleva con palabras e imágenes al capítulo central de Sonata de otoño, en el que el laberinto interior del Marqués se hace visible en el Palacio... "