miércoles, 28 de enero de 2015

"Usos amorosos del dieciocho en España", con petimetres y petimetras, majos y majas, en otra carta apócrifa.


Los hombres llevan vestidos de cortesanos y las mujeres de majas. Ello responde al interés casi obsesivo de Goya por la mezcla de clases sociales, que era difícil de conseguir en la realidad pero que él lograba con asombrosa maestría en sus composiciones.

Comentario al ensayo "Usos amorosos del dieciocho en España", de Carmen Martín Gaite. Para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

Recordáis de mi entrada anterior, mi pequeña mentira literaria. Aseguraba que había llegado a mis manos un documento que os podía contar mejor lo de los usos amorosos en el dieciocho. Era un manojo de cartas, fechadas en 1795, que apareció entre documentos antiguos sin clasificar, en un archivo municipal de provincias. Y publiqué la primera de ellas, recordáis que la firmaba una mujer llamada Rosita que se dirigía a una amiga llamada Mariquilla.

Recordáis también como, al final, confesaba mi falta: "Perdonadme la mentira literaria. En mi imaginación, el libro de Carmen Martín Gaite bailó una contradanza con fragmentos que yo recordaba de “La escuela de los maridos” de Molière traducida y adaptada por Moratín,y de “La dama boda” de Lope de Vega. Y encontré una manera distinta de comentar la obra de este mes, más divertida que la línea recta".

En vista del éxito, y ya sin mentiras, aquí tenéis la segunda de las cartas, tras la segunda contradanza, bailada por el libro de Carmen Martín Gaite, en mi imaginación.


Madrid, a 25 de mayo del año de Nuestro Señor de 1795.


Mi querida amiga Mariquilla:

Recibí con gran alegría tu carta y tus alabanzas. Me dices de lo bien que escribo, debo confesarte que es mérito de don Juan, el dómine.  Al principio, seguía con disimulo las lecciones que daba a los niños, mientras repasaba la ropita, qué criaturas más destrozonas. Pronto  el maestro se dio cuenta de mi interés y en cuanto los pequeños se iban con el aya, a jugar media horita en el jardín, ya estaba conmigo. Aprendí a leer y a escribir…ay, Mariquilla, qué bonito es aprender. Y cómo me coge las manos, qué hombre más sabio y más guapo. Que no, que no, Mariquilla, que yo no voy a dejar plantado a mi Pepón. Los sueños sueños son y cada oveja con su pareja, siempre que sean del mismo rebaño y yo me entiendo.

Me cuentas que sales poco de casa, ni a misa vas, a no ser los días en que repican recio, de la mano de tu señor esposo, don Dimas, el viejo boticario. ¡Un marido de un rebaño mejor! ¡Qué suerte la tuya! Como ahora puedes pagar a la lavandera, no vas al lavadero, a charlar con las viejas amigas y a reír un poco. ¿Ta acuerdas? Na, ahora te quedas quietecica en casa con tu juboncito de estameña, la ropica de color bien guardá en el baúl, entre bolas de alcanfor, igual que  tú. Pero ahora eres la señora doña María y yo sigo siendo la criá de madama Baldomera.

Como te iba contando, Mariquilla, mi señora doña Baldomera sa echao un cortejo, como las damas principales. Y dice que tie derecho a esparcir las ideas como las semillas en el campo, que pa eso se junta con otras madamas, cada una con su currutaco. Ella con su Frasquito.

¿Y de qué crees tú que hablan? Pues de lo mismo que nosotras, si vas a mirar, de trapos y de lo que hace la vecina, pa criticarla. ¡Y de las probes que estamos pa quitarlas la porquería! ¡Valiente conversación! Dicen que en la Francia las mujeres discuten de filosofías y de letras, aquí no, al menos en el salón desta casa. Aquí los hombres se entontecen, con más delito, que ellos sí han ido a la escuela. Como la moda no da para todo el día, se pasa a la maledicencia, creo que lo escribo bien: maledicencia.



Pon que un día hablan de batas, sale a relucir la que llevó una tal Dorina al paseo. Si era o no de buen gusto, si la tela era de Francia o de Valencia, si de calidad las blondas, las espiguillas o los nuditos. Y lo principal: de dónde ha venio la tal bata. Todos lo saben, el señor cortejo es quien la provee de batas, abanicos, encajes y demás. Pero a ver quién aporta el comentario más maligno…y cuando se aburren de tanta mala baba, la toman con nosotras las criás, pa eso estamos, to por cuatro perras mal contás.



Si estuvieras aquí a mi lado, Mariquilla, me preguntarías qué les va a los hombres en meter baza en esas tontunas. Te lo diré, lo hacen para caer en gracia a las mujeres y no dudan en tratar temas de mucho seso, tales son las cintas, los bucles, el tontillo o el limpiadientes. Amanerados dice el dómine, afeminados veo yo a estos del chichisveo. Petimetres les llaman, algunos han estudiado en la Francia y han vuelto hablando raro.
Me dicen que fue cosa de nuestro rey don Carlos III que Dios guarde, que favoreció los viajes al extranjero de muchachos de buena familia que prometían por su inteligencia. Y se pusieron de moda las salidas y salieron muchos que no prometían nada, pisaverdes que sólo sacaron en limpio unas cuantas modas tontas y el desprecio por todo lo español, que ahí nos duele.

Pues, como te decía, los petimetres del salón de mi señora han debido traer la maleta cargada de fenelones y voltaires, amén de antítesis, epopeyas y sindéresis, qué bien copio esas palabrotas que me pone de muestra el dómine, con su rayita encima y todo. Por no hablar de los mil cachivaches gabachos  que llevan encima: hebillas, sortijas, espadines, cajitas y sobre todo relojes con muchos colgantes. Pasmada te quedarías, Mariquilla, de ver a un petimetre con todo lo que le cuelga…de su reloj: regaderas, faroles, bellotas, violines, corazones, llaves, guitarras, miles de juguetitos. Y que si el buen tono, que si el peluquín escarchado o el color de pompadur. Y ni te cuento cuando en la mesa piden un ragú o una sopa a la reina. Yo pasmá, que no me saquen de la carne guisá y las sopas de ajo.

Nuestros hombres, los de nuestro rebaño, mi Pepón sin ir más lejos, a la vista de tanto señorito afeminado, han dao en “majos”, haciendo gala de desafíos, desplantes y bravatas.  To a lo largo y ancho de Lavapiés, el Rastro, Embajadores, nuestros barrios del pueblo. Pobre del señorito de medio pelo que invada su territorio o tenga la desfachatez de fijarse en sus mujeres. Con el rostro oculto a medias por el sombrero y la montera, el gesto bravo y desafiante; estos son nuestros hombres, castellanos auténticos, machos de verdad. Así es mi Pepón. Man dicho que Goya, el pintor maño, se fijó en él para una de sus pinturas. Oloroso a ajo y con los arneses a cuestas, un hombrazo digno de ser capitán de aquella reina católica llamada Isabel que así los prefería, dicen. También cuentan que la tal Isabel era algo puerca y no se cambiaba de camisa…hablillas.



Y lo peor de todo, amiga Mariquilla, estas costumbres extranjeras están acabando con el honor, la fe, las buenas costumbres de nuestra patria. Aquellos caballeros antiguos, de negro y con su golilla, españoles de verdad, buen ejemplo para el pueblo llano. Estos de ahora dicen que hay que gozar del mundo y no sé qué de las luces y las razones. Y los curas abren las orejas, muy atentos a lo que toca a su oficio; no cundan las ideas del tal Voltaire, creo que lo he escrito bien, y se abandone la costumbre de ir a misa y comulgar por Pascua Florida. Y pagar diezmos el que los haya de pagar.


Este ejemplar de la Encyclopedie se guarda en la catedral de Burgos, aunque parezca mentira. Hubo un canónigo que se la compró.

Me dice el dómine que las ideas de esos franceses no son malas, que to lo contrario, que nos darán más luz y menos oscuridad. Tal vez me esté hablando de algo que alumbre más que los pobres candiles que gastamos en nuestras humildes casas. Me ha prestado algunos libros para que lea, me asegura que alumbrarán mi entendimiento. Si don Juan lo afirma, así será. Me gusta leer y si no entiendo, pregunto.

De momento, aquí en el salón paso las tardes, sirviendo el chocolate de la jícara  a los petimetres y petimetras; sí ellas también, gastadoras que agotan la hacienda del marido, horas y horas ante el espejo para poder darse tono con un cortejo que las eche el incienso. Y los maridos zanguangos a mirar, mira tú qué bonito.

A las criadas cada vez nos tratan peor, ya no nos ven como amigas confidentes. Nuestro sitio debe estar al lado de las mujeres que trabajan con sus manos: costureras, escofieteras, bordadoras y empleadas en las manufacturas. Todas ellas han salio ganando, menos mal, por el gasto que hacen las señoras, tan hambrientas de lujo. La industria del país irá parriba.

Nosotras somos majas, pues nuestra media naranja es majo. Dicen que algunas señoras de las altas, altísimas, nauseadas ante tanta petimetra emperejilada, han comenzado a copiar nuestro estilo, el del pueblo. La principal, la duquesa Teresa Cayetana de Alba que se aficionó de chica al trato de criados y criadas y tomó la costumbre de corretear por los barrios donde tie sus palacios, el Juanelo y el Barquillo. Es la que te dije en la otra carta, que su cortejo es el pintor Goya, algunos se hacen cruces asegurando que va a pintarla vestida de maja, con abanico y to. Y sin vestido, pero eso no me lo creo, hablillas, Jesús, Jesús.



Pero que Teresa Cayetana no tiene nada que hacer al lado de doña María Josefa Alonso Pimentel, condesa duquesa de Benavente y duquesa de Osuna, casi na. Mi maestro de letras me cuenta que esta señora es muy sabia, que en su quinta “El Capricho” discute de artes, de toros, de pintura, de teatro, de cambiar la sociedad y de libros… con escritores como Moratín o don Ramón de la Cruz, el del teatro. Y con su cortejo, cómo no, que es el marqués de Bondad Real. 



Mas se alía con su rival, la de Alba, para ir en contra de la reina nuestra señora, doña María Luisa de Parma; pues las damas viven toas pendientes de los bailes, vestidos y maneras más o menos chocantes de las dos duquesitas. Y que rabie la reina que no es modelo para nadie, tan antipática, qué fea la pobre, tan vieja y con los dientes de madera. Sí, como oyes, de madera. Y el cortejo de la reina ¿sabes tú quién es? Primer ministro y favorito del rey...y de la reina.



La de cosas que te escribo, Mariquilla, amiga. Como ves, aquí en Madrid, son las casadas las que se toman libertades, las que se apoyan en el nombre del marido para respetarles o para colocarles los cuernos, depende de cada cual. No creo que tu boticario marido te consintiera echarte un cortejo, la mujer casada… la pata quebrada y en casa. De momento, son libres unas pocas con suerte. ¿Lo seremos todas algún día? ¿Seremos algo sin ser señoras de alguien? Esto te lo digo a ti porque hay confianza, me llamarían loca, Mariquilla de mi alma. 

Recibe un abrazo de tu amiga que lo es:

Rosita

Aquí termina la segunda carta de Rosita. Espero que os haya gustado. Es un homenaje respetuoso a doña Carmen Martín Gaite, viva en el recuerdo de sus lectores. 

Un abrazo de María Ángeles Merino

miércoles, 21 de enero de 2015

"Usos amorosos del dieciocho en España" de Carmen Martín Gaite, con el cortejo, dos grabados de Goya y una carta apócrifa.


Grabado de Goya titulado No hay quien más desate.
Comentario al ensayo "Usos amorosos del dieciocho en España", de Carmen Martín Gaite. Para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.
Iniciamos una nueva aventura lectora: “Usos amorosos del dieciocho en España”, de Carmen Martín Gaite, para la lectura colectiva" de "La acequia". Recordamos a Carmen Martín Gaite y su amplia obra narrativa, de extraordinaria calidad, iniciada en 1954 con "El balneario"(Premio Café Gijón de relatos). 



Una buena escritora  que recibió el premio Nadal por dar vida al conflicto de unas inolvidables muchachas condenadas a ver pasar la vida "Entre visillos"



La misma que nos hizo sonreír con los recatados y ñoños "Usos amorosos de la postguerra española", no tan extraños para los que fuimos jóvenes en los setenta, tanto duraron los estertores de aquella longeva y casposa dictadura. 



Recordamos también su aspecto de niña grande y rebelde, con su melena gris y su boina, una niña traviesa que fue capaz de llevar a Caperucita Roja a Manhattan. Una mujer especialmente sensible al papel de la mujer en la sociedad, en el pasado y en el presente. 




"Usos amorosos del dieciocho en España" es un ensayo que tiene su origen en una Tesis Doctoral. ¡Cielos un texto académico! ¡Huyamos! No, no, el lector medio no debe asustarse. Pedro Ojeda nos tranquiliza: "precisamente por la faceta como escritora de Carmen Martín Gaite se lee con pasión no exenta de sorpresas".



Vamos a leer y a sorprendernos con los"usos amorosos" de un siglo que llega de la mano de unos Borbones de peluca empolvada, ávidos de  barrer el tétrico luto de los últimos Austrias,  unos  déspotas muy ilustrados para una sociedad rígidamente estamental.

 ¡Y de la aridez literaria! Porque nuestros manuales de Literatura se explayaban con el XVII para frenar en seco al llegar al dieciocho, los escritores ocupaban escasas líneas  y tan didácticos que debían aburrir a las ovejas, suponíamos. Qué poco se salvaba: Cadalso, Jovellanos, el padre Isla con Fray Gerundio Campazas…y Leandro Fernández de Moratín, el de las niñas que decían sí. 

Viejos clichés de bachillerato para un “siglo tan mal estudiado…en nuestro país desde el punto de vista de la historia de las ideas”, como nos advierte Carmen Martín Gaite, en su “exordio preliminar”. Para conocerlo mejor, la autora va a excavar en unos temas a los que los ensayos prestaban poca atención, los que señala Pedro Ojeda:"la vida íntima de las personas, a los comportamientos habituales en las relaciones sociales y, en especial, a la perspectiva sentimental centrada en la mujer".

Carmen Martín Gaite toma como punto de partida la absurda moda del cortejo que hizo furor entre las damas de la alta sociedad dieciochesca, un conato de rebelión femenina, para coger el hilo de los cambios de costumbres que van a tener lugar en la vida española: el sentido tradicional del honor, la sociedad de consumo, los conflictos matrimoniales, el "majismo", lo tradicional frente a lo moderno, el amor romántico, las primeras reivindicaciones feministas...
Ahora había de hablaros del "cortejo", pero ha llegado a mis manos un documento que os lo puede contar mejor. Es una carta fechada en Madrid, 29 de abril de 1795, apareció entre documentos antiguos sin clasificar, procedentes de una vieja biblioteca particular cuyo dueño falleció, sus herederos lo donóaron recientemente a un archivo municipal de una ciudad de provincias. Allí los encontré yo, entre ellos había un manojo de viejas cartas firmadas por una mujer llamada Rosita. Cual sería mi sorpresa al ver que hablaban del cortejo y de otros temas que coincidían un poco con el contenido de "Usos amorosos del dieciocho en España" (1).

Leamos la primera.

En Madrid, a 29 de abril del año de Nuestro Señor de 1795.
Mi querida Mariquilla:

Te escribo unas pocas letras para contarte cosas de este Madrid de mis pecados, las cuales te dejarán, seguro, con los ojos abiertos como platos, acostumbrada como estás a vivir en el pueblo.

Te contaré que mi señora ha tomado una moda extranjera que dicen “cortejo”. No sé si de Italia o de la Francia. Será de la Francia porque mi ama se hace llamar madama Baldomera.  El caso es que la siguen las duquesas, marquesas y señoras principales. Y dicen, pásmate,  que a la de Alba, la duquesa Cayetana, le sirve de cortejo un pintor maño, Goya creo que se llama.
El cortejo se da solo con maridos de condición principal que consienten  a sus mujeres tener amistad ¡con otro hombre! Sí, lo que estás oyendo, o leyendo. Bueno, ya sé que te lo leen, que tú no sabes leer. No has tenido la suerte de aprender, como yo, que me comía las letras  fijándome en la licción que el dómine da a Baldomerita y a Ciriaquín. Y qué miradas me echa el maestro, tanto que mi Pepón, no sé quien le contó, sería el aya que menuda lengua de víbora, se puso celoso.

Como te decía, el señor permite que la señora tenga un amigo que entre en casa, le dedique atenciones y regalos y galanterías. No, no pienses mal, no hay adulterio, como diría el señor cura. Ni cuernos, aunque todo se andará. El caso es que mi señora tiene dominao  al currutaco  que la corteja, Frasquito le llama. 


Perfecto currutaco.

Por las mañanas, a primera hora ya está en casa, toma con ella el chocolate y le abrocha la cotilla. Por las tardes, toca paseo. De noche juega con ella a las cartas y a no sé qué más cosas. Le trae flores de lo mejor y manda a uno de la corte que le cuente de las modas de palacio, que mi ama quiere saber lo que se estila, no vaya a quedar en ridículo y asome su pasado de menestrala.  Que el pisaverdes se presenta con el último abanico extranjero o la cofia de nueva invención, no veas tú qué elegancia, qué encajes.  Y cuando la señora estuvo delicada,  ahí estaba Frasquito cada cuatro horas a darle las melecinas. Dicen que dejó sus negocios pa a estar a su cabecera, qué exagerao, cobrar rentas no lleva tanto tiempo, digo yo.

Mi señora contenta de que la traten como a una imagen de la iglesia a la que hay que dar incienso, que el señor Cortejo se le ponga de rodillas y le sobe la mano, beso va, beso viene. Y si se le antoja de una joya, allá va don Frasquito a comprársela, perdiendo el cu…, no se le vaya a poner mala su Baldomerita adorada.

Lo de cortejo y cortejar…yo pensaba que era algo pa acompañar a los reyes. Me contaron que antes lo llamaban chichisveo, algo así como hablarse al oído. Y es palabra bien puesta, que no dejan estos dos de chichisvearse. Na, y el marido tan contento. ¿Conversaciones secretas entre un hombre y una mujer? Antes sólo en los confesionarios y había quien veía peligro en ello, que un cura no deja de ser un hombre. 

Porque pa las mujeres honradas regía el refrán “entre santa y santo, pared de cal y canto”. Ahora, las madamas sonríen a su cortejo detrás del abanico, le mandan billetitos amistosos, le estrechan los dedos cuando él se los alarga para ayudarla a bajar de la carroza. ¿Cómo se permite esto en un país cristiano como el nuestro? ¿Dónde queda la jonra de estas señoronas cortejadas?

Que las mujeres españolas estamos acostumbrás de antiguo a “darnos a valer”, que se lo ponemos caro al amante, nosotras que tanto nos han machacado con el pudor y el recato.  Que nos miren como bobalicones, na más y luego si hay boda...la cosa cambia.


El majo de la guitarra, Tiépolo.

Nos casamos y ya sabemos lo que hay. Quietecita en casa, barriendo, fregando y limpiando. Y pa entretener las tardes, remendar y hacer calceta. Sin hablar con nadie, ni con el gato. Bueno...con alguna vecina. Que los maridos de las mujeres probes no quieren ser como el zanguango de mi amo que prefiere que otros hagan lo que él debería hacer. Yo no entiendo na, bueno es mi “majo” pa tolerar a un mozalbete antojadizo a mi vera. Cuando nos casemos, pues seré como toas, como tú. ¿Qué me cuentas ahora, Mariquilla, que eres mujer casá?

Como ves, escribo muy bonito, es el dómine que me corrige. Y me coge la mano, no seas mal pensá, es para decirme como tengo que poner bien los dedos. Si lo hago mal, me da con la palmeta, como a los niños, pero flojito…me hace cosquillas.

Recibe un abrazo de tu amiga que lo es:

Rosita

Nota: como podéis apreciar hay  dos líneas y media que aparecen tachadas. Alguien, no sabemos con qué método, eliminó las tachaduras que lo hacían ilegible. Rosita se arrepintió de contar a su amiga sus intimidades con el dómine. Dice: Y me coge la mano, no seas mal pensá, es para decirme como tengo que poner bien los dedos. Si lo hago mal, me da con la palmeta, como a los niños, pero flojito…me hace cosquillas.
Después de leer la primera carta de Rosita, tenemos claro lo que suponía el cortejo. Si la hubiera leído Carmen Martín Gaite, hubiera pensado que la amiga de Mariquilla era persona que conocía su libro. Por desgracia, doña Carmen ya no puede leer nada, que se nos fue en el redondo 2000.

Para la próxima semana tengo otra carta. Mientras la leo, está un poco borrosa, canturreo una canción popular castellana que dice:

"Cortejo que cortejas a dos madamas, cortéjame a mí sola, que soy contraria. Tienes ojos azules, mala pintura, donde no hay ojos negros, no hay hermosura. Cortejo que cortejas..."

Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

(1) Perdonadme la mentira literaria. En mi imaginación, el libro de Carmen Martín Gaite bailó una contradanza con fragmentos que yo recordaba de “La escuela de los maridos” de Molière traducida y adaptada por Moratín,y de “La dama boda” de Lope de Vega. Y encontré una manera distinta de comentar la obra de este mes, más divertida que la línea recta.

viernes, 16 de enero de 2015

Crónica del encuentro de unos lectores con José Antonio Abella (2) "Así sucede con todas las cosas hermosas: se van volando como un sueño dejando en nosotros un ardiente Schnsucht".

Comentario a la novela "La sonrisa robada" de José Antonio Abella. Para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

Viene de la entrada anterior.

Seguimos con el diálogo que mantuvimos con José Antonio Abella, el día 13 de enero de 2015, en el Museo del Libro de Burgos.

Porque Edelgard enamora. Es una mujer que vive fuera de su tiempo, muy culta e inteligente, más que José, a quien lee el pensamiento.


Ella le pide que no vaya  a verla, que está recién operada; pero José ha de ir cuando pueda. Salir de España era difícil para un joven, con el servicio militar recién acabado, necesitaba un permiso del ejército. Edelgard está recién operada, José es torpe, “como todos los hombres”, precisa con simpatía el autor, y llega  a conocerla cuando su enamorada está peor.
¿Y la rama? Alguien pregunta por la rama que J.A.A. toma de aquel árbol que crece en el lugar donde fueron depositadas las cenizas de Edelgard. La tiene en su casa, contesta. A la historia le falta un párrafo, el que se escribirá el día que fallezca José. Un puñado de sus cenizas iría al cementerio donde está enterrada Edelgard.


Alguien comenta que las dos hermanas ven en la televisión los horrores nazis y preguntan a su padre que, al final, apaga el televisor. Abella está seguro: el padre no contaría jamás las atrocidades nazis. Sin embargo, José no daba importancia a saber del pasado nazi de Óscar Lambrecht. Se producía una discusión entre los dos amigos: “a ti qué te importa, cómo no me va a importar”. 

¿Le crea problemas de conciencia el meterse en vidas privadas? Sí, se los creó. Soñó que el padre de Edelgard le tocaba, lo sintió así, tal cual. La hija, piensa, sí estaría contenta, "sale muy guapa".


Arquitectura de la novela, investigación, historia...pero también belleza del lenguaje. Porque J.A.A. quiso disfrutar de la belleza del lenguaje, algo de lo cual la gente suele pasar. Que no es lo mismo escribir que hacer buena literatura. La historia es importante; pero no es todo. Puede ocurrir aquello de "qué tema tan bonito, pero qué mal pintado está".

¿Poeta? Confiesa ser un poeta malo, aunque alguno ha escrito, le ruboriza...

Pedro Ojeda no está de acuerdo, se nota la calidad poética, la mirada poética de las cosas, el mundo lírico en alguien que escribe con tanto cuidado. La novela guarda pequeños momentos de calidad lírica: los estorninos blancos, los mapas superpuestos, la rama del árbol del cementerio...El argumento principal estaba escrito, el andamiaje, la calidad de la lengua es un acierto.

Hay algunos autores, nos dice J.A.A. que pecan de brillantez y la brillantez deslumbra. Una novela toda llena de brillo deslumbra, no deja ver. Nos puede gustar la pintura, pero a los dos botes empalaga.

Preguntan cuánto tiempo ha tardado. Tardó cuatro años. Se puede escribir con brújula o con mapa. Él escribió sin mapa, la novela se iba gestando. La comenzó a escribir cuando estuvo en Flensburg y desde allí... Pedro Ojeda señala que las mejores novelas se escriben con brújula, aunque tengan mapa. Como en el caso del Quijote, ni el mismo autor sabe donde va a ir.

Abella escribió "La sonrisa robada" sin mapa pero con brújula.

Este autor se pregunta al final: ¿Algo falta? Porque las historias acaban, tienen que acabar. Nos pone como ejemplo  a Ilse, la sobrina y segunda mujer de Óscar Lambrecht. Es una historia que se podría desarrollar, pero no hay vida para tanto, no hay libro para tanto.


Un tema que, aparentemente, podría dar más de sí es el del Óscar Lambrecht. ¿Qué pasa con él??

 J.A.A. está seguro: los que saben más que él mismo del padre de Edelgard han muerto. Como tantos alemanes, Óscar tuvo que cumplimentar un cuestionario de desnazificación; a lo que antes contestaba sí, ahora ha de contestar no. Sus datos debían figurar en su  archivo correspondiente, archivo que el autor encontró vacío. Está claro quien lo rompió, sobre todo si tenemos en cuenta que tuvo con posterioridad una vida política. Tuvo, además, la suerte de que los archivos no eran accesibles en Alemania.

Nos preguntamos cómo pudo haber quedado libre este hombre cuando tantos acabaron en campos de concentración. Abella, dice, podría haber escrito con este tema un libro de ficción, una novela de espías, una novela negra...Otra posibilidad sería una novela de ficción localizada en Flensburg, la última ciudad alemana en capitular, ciudad no destruida, refugio de muchos oficiales nazis.

También nos cuenta un poco de su investigación. No fue posible contactar con familiares. El apellido Lambrecht es poco frecuente. Buscó en redes sociales, casi todos contestaban y se emocionaban, pero no eran de la familia. Tampoco ha podido localizara a los primos que, le consta, tenían en otra parte del país.

 Sería maravilloso encontrar un diario de Edelgard. De haber existido, estaría desaparecido. Cuando uno muere, somos pequeñitos, se destruyen nuestras cosas...

¿Qué va a escribir ahora?

J.A.A.  está con otra historia, ambientada en el XIX. Va a esperar un año y...ya hablaremos.

¿Redes sociales? Las rehúye...Es de los que creció con el refrán "el buen paño, en el arca se vende". Alguien le comenta que en Twitter ya aparecía lo que estaba pasando en ese momento, en el lugar donde nos encontrábamos.

Nos habla del tiempo robado a su mujer por escribir la novela, no se divorció, supo comprender. Y de su pequeña editorial, "La isla del náufrago", para editar libros con cariño, de los que se abren y no se desencuadernan. Recuerda la edición horrible que le hizo Anaya con su "Crónica de Umbroso".


¿Traducción? En Alemania es difícil, no la traducen porque no es conocida. Hay una traductora alemana muy buena que no tiene tiempo disponible hasta el 2016. Hay un intento de traducirla al francés.


Y si la tradujeran y editaran en alemán, habría que cambiar la portada porque no se podría publicar con la foto de los niños agitando las banderitas con las cruces gamadas. Porque, en Alemania, no se puede publicar nada con imágenes de Hitler o del nazismo. Al contrario de lo que sucede en España donde se publica algo con la imagen de Franco y no pasa nada.

Esta imagen no figuraría en una portada alemana.

Terminamos la lectura colectiva con la firma de ejemplares de "La sonrisa robada". Me acerco a José Antonio Abella y le digo que me enamoré de Edelgard y José, la dedicatoria irá en línea con mis palabras. También llevo un ejemplar de "Edelgard, diario de un sueño" de José Fernández Arroyo. Me lo dedica en nombre de José y yo le pido que le dé un abrazo de mi parte. Así lo hará.

Termina el encuentro, después de unos cuantos saludos abandonamos el Museo del Libro. De camino a casa, sigo comentándolo con una compañera de la lectura colectiva. "Así sucede con todas las cosas hermosas: se van volando como un sueño dejando en nosotros un ardiente Schnsucht".

Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

miércoles, 14 de enero de 2015

Crónica del encuentro de unos lectores con José Antonio Abella (1) "Así sucede con todas las cosas hermosas: se van volando como un sueño dejando en nosotros un ardiente Schnsucht".

 Foto cortesía de Anny G. Santana


Ayer martes, día 13 de enero, tuvimos con nosotros a José Antonio Abella, el autor de la novela La sonrisa robada que nos ocupa en las últimas semanas. Con tal motivo, el encuentro mensual del Club de lectura tuvo lugar en el Museo del Libro Fadrique de Basilea de Burgos (Travesía del Mercado, 3. El Hondillo) a las ocho de la tarde. Fue una buena ocasión para compartir con él nuestra experiencia como lectores y comentar los aspectos esenciales de su obra. Tuvimos la ocasión de disfrutar de la presencia de una persona con unas cualidades humanas relevantes.
Llueve en Burgos, no, no estamos en Flensburg, pero como si lo estuviéramos. Cae una tenue llovizna y nos dirigimos al Museo del Libro, al encuentro de José Antonio Abella.  Subimos a la primera planta; nos sentamos, saludos, abrazos y:
Javier Gil nos da la bienvenida al Museo del Libro y, muestra su satisfacción: una sala llena, un martes, en una ciudad de provincias, para hablar…de un libro. Un libro que se titula “La sonrisa robada”, ¿figura acaso el delito de robar sonrisas en el Código Penal? se pregunta Javier.

Saco mi pequeño cuaderno, voy a tomar notas, la letra no será buena pero me permitirá redactar una pequeña crónica, la que tenéis aquí. Escribo sobre mi ejemplar de "La sonrisa robada", buen apoyo.
Toma la palabra nuestro profesor Pedro Ojeda, el alma de nuestra lectura colectiva. Veamos lo que nos dice:
Es un lujo hablar de literatura en un museo, en el Museo del Libro. Es una visita que debería recomendarse a todo el que pasa por Burgos. Y recordar a todos que se trata de un museo donde, casi todo lo que se expone, se puede comprar, tengámoslo en cuenta cuando queramos hacer un regalo muy especial.
Pedro muestra también su agradecimiento a la Asociación de Amigos y Antiguos Alumnos de la Universidad de Burgos, gracias a la cual realizamos nuestras lecturas colectivas. Y ahora…inauguramos el año, un martes y 13, para romper la superstición. Y es un año quijotesco, celebramos el cuarto centenario de la publicación de la cuarta parte del Quijote, un cuarto centenario de verdad, aquel de 2004 no lo fue tanto.

Mis notas tomadas durante la reunión.
Es un buen momento para leer. Recordemos que sólo el 35% de los españoles leen de forma habitual. Comprar libros y hacerlos circular debería ser un objetivo. Y el mejor homenaje a un libro: leerlo.  Este mes hemos leído “La sonrisa robada”, de José Antonio Abella que está hoy con nosotros.

Al dedicarme el libro, me manifesté como enamorada de Edelgard y de José.
“La sonrisa robada” es una novela excepcional, de un autor excepcional. Recibió el “Premio de la Crítica de Castilla y León” en el 2014. Es una novela que va a tener éxito, tendrá una segunda vida. Una gran novela difícil de escribir y atractiva, un reto, al leerla nos damos cuenta.

Mis notas tomadas durante la reunión.
Porque es la historia de una pasión, de un amor entre un joven español y una joven alemana, una relación epistolar,  a través de cartas. José Fernández Arroyo, el joven, tiene la extravagancia de recorrer media Europa para conocer a su amada, cuando en este país no se salía, no se viajaba. Es una historia real y no hay nada más atractivo que la realidad. A partir del diario escrito por José, Abella construye esta novela y lo hace por amistad, el autor del diario es su amigo.

Al firmarme este libro, le pedí que le diera de mi parte un abrazo a José.

Y engancha desde la primera página, tan bello y tan horrible. No es una novela improvisada, está muy trabajada.  Porque J. A.A. construye la historia de este amor en un doble plano, lo que se sabe y la investigación de lo que no se sabe. Y lo une todo gracias a ese tono que se acerca a lo lírico para acercarnos a la realidad más dura.
J.A.A. es un escritor de largo recorrido. Comenzó en 1992 con “Yuda”, su primera novela; y no ha dejado la escritura desde entonces. Ha emprendido también la aventura editorial. “La isla del náufrago” es su empeño de editor, una clase de empeño que puede arruinar pero con una gran felicidad.
J.A.A. es un médico humanista de los que ya no hay, de los de antes, siguiendo la tradición de grandes escritores como Baroja o Marañón.

Mis notas tomadas durante la reunión.
Comenzamos el diálogo con J.A. A. que será apasionante.
Surge la primera pregunta del público. ¿Qué es lo que te lleva a ver una novela en esta historia?
José Antonio Abella agradece nuestra presencia, en esta ciudad que es su ciudad de infancia y adolescencia. Algo suyo hay en Burgos, tal vez alguno de nosotros nos hayamos encontrado con él, en nuestros paseos juveniles de ida y vuelta por el Espolón. Ahora le cuesta reconocerla, hay una relación agridulce con la ciudad que le vio crecer. Vive en Segovia, pero tampoco Segovia…se considera apátrida. Mucho tiempo podía estar hablando de Burgos…
Contestando a la pregunta, la novela nace del diario del poeta José Fernández Arroyo, un poeta de la tendencia que se llamó “postista”. J.F.A. escribe su diario desde los veinte años, en una obsesión por dejar constancia. Los diarios se pueden tergiversar, no es el caso de José. En él, leemos la relación que mantiene con una chica alemana, tras un anuncio de un periódico solicitando correspondencia, algo habitual entonces, Abella mismo lo hizo con una chica cubana.

Mis notas tomadas durante la reunión.
Surge una relación amorosa platónica muy intensa, pero Edelgard acaba la relación. ¿Por qué rompió? J.A.A. indaga y la indagación le hace escribir esta novela. José y José Antonio son grandes amigos, pero ahora José sufre un gran deterioro, padece Alzheimer, se le caen las lágrimas cuando se le pregunta.
¿Qué había de Edelgard que no estuviera en el diario de José?
 Cuando se le dio el premio, en un más de un artículo periodístico se hablaba de lo arriesgado de la novela porque aborda el final de la guerra mundial desde el punto de vista de los perdedores, los alemanes. Es resbaladizo, lo que pasó en Alemania durante la guerra fue terrible; pero también lo fue después de la guerra, en especial el horror sufrido por las mujeres. Alguien podría pensar que esos horrores compensaron los horrores producidos por los alemanes. Y a Abella le da miedo esto, no, el horror es horror, lo padezca quien lo padezca. Corría el riesgo de ser acusado de revisionista, verlo desde el otro lado era un riesgo.

Surgen más preguntas. J.A.A. se convierte en protagonista  de la novela ¿Voluntario o involuntario? Fue involuntario. José le pedía que escribiera y urgía que lo hiciera. Fue un acierto convertirse en protagonista porque le permitió una relación de veracidad con el relato.
¿Qué parte es ficticia y qué parte es real?

Todo es real excepto las partes que el autor no puede saber, entonces recurre a una invención relativa. ¿La violación de Edelgard? Todos aquellos que la conocieron y pudieron hablar con J.A.A., estaban convencidos de ello y hay en las cartas algunos indicios.
¿Es biografía o es novela?
No está clasificada como biografía, es novela, puramente biográfica no es. Está basada en un trabajo concienzudo y meticuloso. Es lo que llaman novela documental, novela de no ficción. Pedo Ojeda nos dice que J.A.A. novela su propia experiencia, como en las novelas punteras, las más interesantes de la narrativa actual. Nuestro profesor piensa que la tercera persona lo hubiera distorsionado, que es un acierto, que le da cercanía al diario. A Pedro le gusta especialmente el detalle de superponer los dos planos de la ciudad, el antiguo y el actual. Es una clave de interpretación de lo que está pasando: el lugar donde nació Edelgard es ahora una escuela…hay niños en silla de ruedas.
¿Sería un éxito en alemán?
¿Novela en Alemania? Confiar en que se traduzca desde una editorial pequeña…es muy difícil, habría que enviar una buena traducción. J.A.A. añade, con ironía, que si fuera enviada por la editorial Planeta…José llegó a tiempo de leer la novela, quería que la publicara una editorial de importancia; pero el trato de las grandes editoriales a los autores poco conocidos…
El recuerdo de la guerra…les cuesta mucho a los alemanes, así se lo manifiesta Ulrich, el pastor protestante que le sirvió de intérprete.
¿Tendría que ser un éxito en Alemania?

Los jóvenes alemanes viven muy alejados de la historia de sus padres. Y los que sí vivieron la guerra arrastran un complejo de culpa, pues durante un tiempo se les forzó a ver las atrocidades nazis. No quieren hablar de ello. Muchos de los abuelos padecieron también los campos de concentración después de la guerra. Pero los alemanes miran con ojos asombrados si se les habla de tal cosa. No, en los campos estuvieron los judíos y fue durante de la guerra. No lo han oído porque no se ha escrito, desconocen que los mismos campos fueron utilizados para recluir a los alemanes, en condiciones terribles. Un escritor canadiense dice que, tras la guerra, muere un millón de soldados alemanes. Y la mayoría fue a la guerra porque les tocó.
Seguiré en otra entrada, con mi pequeña crónica del diálogo con José Antonio Abella.

Un agradecimiento especial a mis alumnos que también estuvieron allí. Alguno de ellos ya ha sido atrapado por el hechizo de esta novela, me consta.

"Así sucede con todas las cosas hermosas: se van volando como un sueño dejando en nosotros un ardiente Schnsucht".
Un abrazo de María Ángeles Merino

miércoles, 7 de enero de 2015

"La realidad, como siempre, es destructora y despiadada y algo frágil se quiebra lentamente".

A partir de este retrato, pintó su cuadro José. Permaneció siempre en el salón de los Lambrecht.

Comentario a la novela "La sonrisa robada" de José Antonio Abella. Para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

7 de mayo de 1953. Tres meses antes de iniciar su viaje a Alemania, José recibió en Madrid la visita de Else Ewers, la masajista que trataba a Edelgard en Flensburg. La señora Ewers, católica fervorosa, iba en peregrinación a Fátima; pero no deseaba dejar pasar la oportunidad de entrevistarse con el joven español. Le traía una carta de su paciente. José le entregó un cuadro con el retrato que había pintado a partir de una fotografía. Hablaron mucho, las escasas horas volaban, tan llenas de recuerdo y presencia inmaterial.

De regreso a su pensión, el joven poeta enfermero escribe en su diario las páginas que servirán para desentrañar el misterio de la enfermedad de Edelgard, a través de la descripción de algunos síntomas referidos por Frau Ewers. Un diagnóstico poco literario, una rara enfermedad denominada "distrofia facioescápulohumeral" o "enfermedad de Landouzy.-Dèjerine", una dolencia de carácter genético. "El sufrimiento padecido en Sttetin puedo actuar, sino como causa, sí como desencadenante".


La masajista le había contado que "tanto ella como Sigrid tienen los músculos semiatrofiados como consecuencia de los sufrimientos que pasaron al terminar la guerra y los horrores que tuvieron que soportar". Estaba enferma y casi sin esperanza de recuperarse, ya que sus músculos se habían "dañado de manera irreversible". Podía andar muy poco y en una postura rígida e inclinada hacia atrás, escribía sobre las rodillas, su boca no podía sonreír y sólo manifestaba " la risa por el ruido".

Le habló " de su extremada sensibilidad y su penetrante psicología y su poder de evocación un poco clarividente". Muy elegante y más guapa que en las fotos, tenía miedo al encuentro, a que se desilusionara  al encontrarla tan enferma, tan delicada.


A José todo le llenaba "de una extrañísima sensación de ansiedad y de ternura casi dolorosa", y sentía "un poderoso impulso de ir hacia ella", una impaciencia de poder aliviarla con su cariño, algo que le hacía despreciar los temores y "acudir a ella para hacerla feliz”.

La carta contenía un pañuelito de bolsillo bordado con sus iniciales y ribeteado de una labor de ganchillo, todo salido de sus manos. Olía a un suave perfume, el de siempre, el que "prestaba al ensueño una sugerente realidad". Leía emocionado:
Todo lo que siento por ti te lo envío junto con esa pequeña labor. ¡Debes llevarlo siempre contigo...Ah José deseo ardientemente que mis manos puedan poner este pañuelo...justo encima de tu corazón…Me gustaría  ir a ti...y ser feliz. Con toda mi ternura.Tu Edelgard”.
 Le parecía sentir "la misteriosa irradiación de su presencia física". Sería maravilloso, era "absolutamente preciso", había de llegar a tiempo de "salvarla y de salvar su amor que ha empezado a escaparse de su alma". Lo sentía como "un halo de oro y niebla" a punto de desaparecer.


Porque comenzaba  a aparecer el nombre de Lolita, una buena amiga. Se sentía tan a gusto con ella, los dos asistían a la misma clase de alemán. Sí, algún día lo admitirían, en realidad se conocieron gracias a ella. José le hablaba tanto de Edelgard y sus torturas, de sus necesidad de ir a verla. Y Lolita le animaba a que lo hiciera, incluso le prestó algún dinero.

Y José lo hizo.  Ahí le tenemos en la bruma del amanecer que envuelve el valle del Mosa. Ha dormido malamente sobre el húmedo heno de un campo envuelto en niebla, amanece el 18 de agosto de 1953.
Valle del Mosa envuelto en niebla
Silencio, todo es gris y la luz del amanecer asoma tamizada. Unos saltos, hay que moverse y desayunar ligeramente con un trago de agua enfriada por el relente. Se pone en camino carretera adelante, rumbo a la frontera alemana.

El día va creciendo y José camina como en el interior de una nube. Pasan los coches, luces amarillas, luces rojas, no paran.


La niebla se va aclarando, ya puede verse "la claridad levemente rosada del sol".

Veinticinco kilómetros, le duelen los pies y los hombros, le tiran las correas. Desde Dinant, viaja en tren con el macuto en la rejilla. Qué alivio, cambia de tren en Namur. Llega a Aachen, en tierras alemanas.



Perdido en medio de una ciudad, ya ni el idioma le es familiar, sabe tan poco alemán. A la carretera. Un coche se detiene, le cuesta contar quién es, de dónde viene y la finalidad de su viaje. Ya está más cerca de su sueño que parecía irrealizable.

Perdido y desamparado en Düsseldorf, siente la llovizna y el viento fresco en piernas y brazos desnudos. Nadie le indica un hotel. Su cantinela: soy estudiante, voy a Flensburg y no me sobra dinero.

Un hombrecillo viejo y solitario le invita a entrar en su casa: café, mantequilla, huevo cocido y la mitad de su enorme lecho. Tras un desayuno que le sabe a gloria, qué rica la mantequilla de aquí, el amable alemán no quiere cobrarle el hospedaje. José insiste, el de Düsseldorf acepta cinco marcos y se despide con gesto emocionado.

Mantequilla alemana

No pude perder más tiempo en las carreteras, tiene el dinero justo y en septiembre debe volver a su mal pagado y agobiante trabajo de enfermero en el hospital de San Carlos. Ha de tomar un tren directo a Flensburg. Está inquieto, anota en su diario “el peso de la realidad y de los sueños”.

Flensburg 20 de agosto de 1953

"¡El tren corría esta noche a gran velocidad! "

Va quedándose dormido, cuando despierta ya está amaneciendo "un día plomizo de gris niebla y tristeza diluida". "El compás de las ruedas", inquietud, zozobra y miedo. Pero también ansiedad y ensueño. "Paisajes siempre verdes y húmedos", heno, centeno, vacas, campesinos; todo extraño y familiar a la vez.


Pensamientos, miedo, inquietud, ansiedad, suben crecen, siente "un temblor inexplicable". Queda ya muy poco, el tren reduce su marcha. Los letreros azules dicen "Flensburg" y todo le parece irreal. El tren ha de detenerse. "Había que descender y entrar en la realidad".
Un hombre le mira y se le acerca: "¿José?", y el nombre suena en su voz con un acento extraño a pesar de la leve sonrisa". Le reconoce, es el padre de Edelgard. ¿Cómo sabe en qué tren iba a llegar? José se queda sin habla, "el apretón de manos suple a la palabra".

Van a casa, José escribe "vamos a casa". En el camino, Óscar Lambrecht le explica lentamente que Edelgard no está , que está ingresada en el hospital de Schleswig donde fue operada hace pocos días, al igual que Sigrid. Para visitarlas hay que esperar a mañana.

Ya está "en el mismo sueño". Sentado en el sillón rojo, la siente poderosamente. Su cuerpo ha ocupado ese mismo espacio. Ahí está el piano, le parece verla pasar y levantar la tapa. Su música es su "vida  irreal y fantástica", su mundo "de refugio y escape". 

José en el sillón rojo de Edelgard. Foto tomada del libro "La sonrisa robada".

Se pregunta, entre volutas de cigarrillo, si todo esto es verdad. La mesa, la silla, la taza del té, ella ha estado allí, "pero todavía permanece en el sueño". Sentimientos difíciles de expresar.

Después de la cena, van a un café, donde gentes amigas de su padre le miran con curiosidad y le hablan como suele hacerse a un extranjero. ¿Spanier?

Spanier, en una enciclopedia alemana de 1937 .Ver mi entrada anterior.

Todos ríen y José piensa en que ella no puede reír, lo que le produce "pesar y amargura".

Regresan a casa y Óscar Lambrecht le dice que tiene que dormir en la cama de Edelgard, que ella lo ha querido así. Le resulta difícil expresar qué siente en aquella habitación. "Misteriosas emanaciones", "una profanación de algo ideal y puro por encima de cualquier realidad", "la realización de un amor irreal y fantástico con un ser fantástico e irreal".

21 de agosto de 1953. Pasa la mañana en larga espera, llueve tras la ventana del salón del sillón rojo. "Se acerca el verdadero despertar del sueño, el momento largamente esperado y temido".

Por la tarde, llegan al hospital de Schleswig. "Es el despertar. Es la temida y ansiada realidad". "Quisiera huir...unos pasos más y..."

En la habitación hay dos camas, la de Sigrid y la de Edelgard. Las reconoce inmediatamente, le miran con la misma sorpresa e incredulidad con que él las mira. "Todo queda más allá del poder de la palabra". Toma su mano, las miradas "como soldadas en una única y común mirada" quieren decirlo todo. A José se le ha apagado la voz. Su mano entre las suyas, se miran "y por un largo momento lo demás no existe".

Pero la realidad se cristaliza lentamente". "La realidad , como siempre, es destructora y despiadada y algo frágil se quiebra lentamente".  Un despertar que no es triste, acaso desconsolador. "El sueño lucha por no desvanecerse y absorber  con dulzura esta incontestable realidad".

A José no le es posible articular palabra, pero no puede apartar su ojos de los de su sueño. Sólo así es capaz de expresar lo que siente.

Se quedan solos, con Sigrid en la cama de al lado. No es fácil entenderse con su francés intermediario. Mejor no decir nada.

"Tomo sus manos entre las mías y las acaricio en silencio, sé que ella está leyendo en mis ojos este confuso sentimiento de ternura, cariño, compasión y miedo que turba mi espíritu...Sus manos...las acaricio insistente, delicadamente, apasionadamente, con una infinita ternura que poco a poco me va invadiendo, inundando todo mi ser como una oleada y siento unos deseos infinitos de amarla, de protegerla, de hacerla feliz..."

Y José sigue creyendo en el sueño, la realidad va quedando vencida.

"...sé que en cada uno de mis tímidos besos va la más pura expresión de mi amor, que no puedo expresar de otra manera. Y noto cuando ella parece estremecerse íntimamente..."

Es imposible abandonar el sueño, José se encuentra ligado ineludiblemente  a la realidad que ha querido vencer. "Es preciso el heroísmo".


El 26 de agosto de 1953, José se despide de Edelgard en el hospital de Schleswig.

 "Volveré junto a ti y traeré un anillo...yo seré tu esposa...y yo le decía...que sí con la cabeza...cuánto me gustaría tener un hijo tuyo...Y de nuevo nos hemos besado interminablemente y los "jé t´aime, jé t´aime tellement" pasaban de boca a boca quedando sellados con tiernos y apasionados besos".

"Era preciso partir...¿Hasta cuándo?...¿Quién puede saberlo...?"

José dice que está decidido  a ahorrar dinero, perfeccionar su alemán, intentar encontrar aquí algún trabajo que le permita vivir y casarse, cumplir su promesa.

Pero le asalta el recuerdo de Lolita. "Siento unos locos deseos de verla...". Está seguro de que lo comprenderá. "¿Lo comprenderá?".
 Os invito a leer detenidamente y al completo este encuentro tan bello, la crónica de los pocos días en que Edelgard y José están juntos, sólo por la tarde y hay un día que no admiten visitas. Por las mañanas, sólo soñar en el sillón rojo de Edelgard.

Metámonos en el sueño de José, aunque desde la página 49 lo sabemos:

-"Pepe-le digo-¿por qué no volviste a Flensburg? ¿Fue porque ya te habías enamorado de Lolita?
...
-No fue eso, Lolita y yo éramos buenos amigos, pero nada más. Yo amaba a Edelgard. Sabía que era un sueño, pero amaba ese sueño. Sin embargo, tras mi viaje a Flensburg, algo muy frágil se rompió. Yo era consciente de lo difícil que era para mí vivir en Alemania...Y estaba la enfermedad de Edelgard. Pero aún así, yo habría regresado, habría cumplido mi palabra si Edelgard me hubiera seguido escribiendo."


José Antonio Abella también se metió en el sueño y se fue a Alemania, tras Edelgard. Sigámosle.

Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

Las palabras en naranja están tomadas directamente de "La sonrisa robada", de José Antonio Abella, editorial "La Isla del Náufrago".

Podéis visitar el lugar donde vivió Edelgard, en el Flensburg actual, gracias a Google maps:

Marienhölzungsweg 38

https://www.google.co.uk/maps/place/Marienh%C3%B6lzungsweg+38,+24939+Flensburg,+Germany/@54.7916144,9.417243,64m/data=!3m1!1e3!4m2!3m1!1s0x47b342b6542ebd7d:0x7d37481e63e8939f