jueves, 25 de febrero de 2016

"El Alcalde de Zalamea": "acertó lo principal"




Estamos a 23 de febrero de 2016, son las cuatro y media de la tarde. Comienza nuestra sesión de lectura en la Facultad de Humanidades de Burgos. Recibimos noticias de una futura reunión en mayo con los demás clubes de lectura de Burgos,en torno a "piel",  y de nuestro próximo encuentro, en marzo, con Óscar Esquivias, cuyo nuevo libro "Andarás perdido por el mundo" será el objeto de nuestra lectura del mes de marzo. Ahora vamos con "El Alcalde de Zalamea" de Pedro Calderón de la Barca. 

Pedro Ojeda comienza la sesión preguntándonos por la dificultad para leer esta obra de teatro. Nos explica:

Hay que tener en cuenta que los actores del XVII no memorizaban toda la obra. Había un reparto de papeles y a cada uno le daban el pie, la última frase anterior, además de su parte. Se entregaban tantas partes como actores había. Ninguno tenía la obra entera, salvo el apuntador y el encargado del montaje. Hasta el siglo XIX sólo se hacía un ensayo general. No era posible de otra manera, porque cada semana se estrenaba una obra. 


Las respuestas de los lectores allí presentes:

  • Al principio, te cuesta más, luego vas entendiendo a medida que vas avanzando en la obra.
  • Prefiero ver la obra representada.
  • Hacer el tono, la pausa, al principio no sé lo que me está contando.
  • Hay que leerla en voz alta, te obliga a hacer las pausas, así te parece que es teatro.
  • Pero nosotros no sabemos leer como un actor.
  • Es como una película, empiezas, vas siguiendo, te dejas que te enseñe, te vas dejando sorprender, paso a paso.
  • No estamos acostumbrados. Hay que hacer un esfuerzo, aunque sepas la trama de la obra. Merece la pena.
  • He hecho trampa, tenía libros que me atraían más.
  • No me ha resultado difícil, la leía en voz alta para poder comprender. Poder entender cada párrafo, cada discurso.
  • Me ha costado ponerme en la obra.
  • El lenguaje no me ha costado mucho.
  • Estamos hechos a las imágenes.
  • Los de nuestra generación no tanto. A la que esto escribe, la dificultad fue “ver” el principio, la situación inicial. 
Pedro Ojeda nos “compra la queja”:

Os pasaría lo mismo con el guión de una película, con un libreto. Hay que imaginar, tener una capacidad de abstracción.

Nos compra la queja por una razón: cuando leemos teatro, leemos un documento técnico que no estaba hecho para ser leído. Podemos leerlo, también en el siglo XVII se leían pliegos de cordel, hojas sueltas teatrales cosidos, no encuadernados. Había entonces mucha gente aficionada a su lectura, pero no dejaba de ser un documento profesional para profesionales. Si no hacemos un esfuerzo, no comprendemos el diálogo y nos aburrimos.



El teatro actual tiene acotaciones en que apoyarse: entra, sale, ataca…Hay una apoyatura. El teatro barroco no tenía acotaciones, éstas no formaban parte de texto, no eran del autor sino del director que acotaba lo que tenía que hacer cada actor en cada momento. Las acotaciones son internas, los personajes dicen que es de noche, vamos a Zalamea, vamos por el camino, etc. 

Antes de la representación había salido alguien a decirnos la “loa”. Qué bonita es la ciudad de Burgos, o la que fuera, seguido de un resumen de la obra que situaba a los espectadores: vamos a ver la historia de...


Hoy se ha vuelto a las obras sin acotaciones; si las hay, podemos decir que estamos ante un autor obsesivo. Recordamos las obras de teatro de Buero Vallejo, con muchas acotaciones. Era un autor que no dejaba representar si no estaba todo tal y como él decía. Llegaba al extremo de estar en la taquilla el día del estreno y elegir a los actores.

Si no se entiende una obra, hemos de imaginar cómo se representaba en su época.

Los lectores opinan: 


  • Me han encantado los versos, especialmente el monólogo de Isabel. También el diálogo de Pedro Crespo con don Lope. Al principio no podía entrar, pero entré. Las anotaciones distraen si son demasiadas. Esta obra la había leído a trozos, ahora la he leído entera.
  • Te sobrecoge el honor, el deshonor. Un tema revolucionario para el siglo XVII: el villano como hombre noble.
  • No es una revolución social. Todo queda lo mismo, se mantiene la sociedad estamental tal cual. Al hijo, lo manda al ejército para medrar y convertirse en privilegiado. No hay crítica a la sociedad estamental. Calderón no es un revolucionario social.
  • Calderón plasma esa realidad social, empieza a cuestionarse que el hidalgo pueda perder el honor si mancilla algo. 
  • En el XVII había abusos de fuerza por parte de los hidalgos. La autoridad municipal lucha contra los abusos de la hidalguía y los militares. Hay quejas y revueltas contra los asentamientos militares. ¿Se veía así la libertad municipal? 
  • Se distingue la nobleza de sangre de la nobleza interna. No por haber nacido noble se tiene derecho a todo. Tiene que vender un final que satisfaga al público. 
  • Es el triunfo de la justicia de los municipios: viene el Rey y todo se mantiene igual. La justicia del concejo sobre la justicia real. 
  • ¿Al final es honrado Pedro Crespo? 
  • ¿Es una obra basada en la injusticia?
  • Don Álvaro es culpable por idiota porque Isabel es guapa y rica.
¿Qué quiso hacer Calderón con esta obra?

Nos hace pensar en un problema social, planteado ante un asentamiento de las tropas que van camino de Portugal para la anexión. Como al militar no le juzgaban los tribunales ordinarios, don Álvaro actuaba con prepotencia. El Rey hace justicia, considerando que "bien dada la muerte está". Tenía que morir, lo ha matado otro. La clave está en quién lo dice: el Rey.



Isabel, como mujer, no tiene honra propia. Sólo es el punto más frágil de la honra familiar. Como individuo, como mujer, no es nadie. EL problema es la violación que deshonra a la familia. Hay un momento clave en que Pedro Crespo se humilla ante el capitán. Con casarse don Álvaro con Isabel estaría compensado; pero se niega. Ese es el conflicto que hoy traducimos a la contemporización de un problema individual y feminista que no está en la obra. ¿Podemos hacer una lectura feminista? Podemos, aunque a Calderón no le importe la deshonra de Isabel que pide la muerte por haber mancillado el honor familiar. El hermano tiene que matarla.



 En aquella época había motines por los abusos del ejército que robaba las vacas, las gallinas...Calderón los usa para reforzar la sociedad estamental. Para que funcione, cada estamento tiene su función divina y social, cada uno ha de cumplir o será castigado. Hay un castigo que lo hace Dios o el representante de Dios que aquí es el Rey.



Don Álvaro puede hacer lo que quiera en su señorío; pero Zalamea es una villa real no sometida , por eso tiene alcalde y no está bajo los caprichos de un señor. El capitán comete una ilegalidad fuera de su jurisdicción, Pedro Crespo comete otra ilegalidad: ajusticia a un militar. encima de la mesa hay dos ilegalidades. ¿Cómo lo soluciona Calderón? ¿Por qué el Rey perdona la ilegalidad de Pedro Crespo?



Don Álvaro es el causante de todo lo que viene después. En la tragedia griega era la hibris o pecado de soberbia. Don Álvaro es culpable de hibris, de soberbia, un pecado capital, un pecado teológico. Se excede, se le da la oportunidad y ofende todavía más. Por eso, es el principal condenado. Pedro Crespo va detrás, como alcalde ha de hacer justicia.



Hay que poner en marcha los intereses de la época. La sociedad estamental va teniendo grietas que hay que reforzar. Era muy corriente el ennoblecimiento de villanos ricos, el dinero mandaba, el "poderoso caballero es Don Dinero"de Quevedo. Los reyes, sometidos a los validos, precisan el contrapeso de villanos con dineros y hacienda. Empiezan a prestigiarlos, a darles títulos, porque los necesitan económicamente. Otra razón es el despoblamiento de los campos que se están quedando sin gente, por las guerras y la emigración. Hay que prestigiar al campesino en los pueblos libres.



Aparecen unas cuantas obras que prestigian al campesino rico, al villano como Pedro Crespo. El honor es de Dios y Dios dice que también los villanos tienen honor, es una razón teológica. 

El Rey es el "Deus ex machina" y lo arregla todo: este lo ha hecho mal, pero este lo ha hecho peor. Pedro Crespo "acertó lo principal". Recordemos "Fuenteovejuna" y "Peribáñez" de Lope de Vega. El Rey era entonces una persona muy lejana y, aunque fuera un inútil, era intocable. Y el pueblo se sentía satisfecho de que el Rey diera la razón a los villanos. 



Es un artefacto ideológico perfecto. ¿Todo queda igual? No, queda mejor. La acción de don Álvaro es la que pone en peligro la sociedad estamental, podía haber provocado una revolución, podía desestructurar la religión. Parece revolucionario pero no lo es, deja más asentada la sociedad estamental. Le dice al noble: si te pasas, se revierte el juego y puedes tener castigo. 

El sistema se prestigia en unas comedias que eran para todos, desde el criado o campesino más analfabeto. El teatro hoy, desde el XIX, está pensado para las clases medias, no era así entonces. Lope de Vega crea un artefacto que implica a todos los estamentos, a las mujeres, a los listos, a los tontos...Para que cada persona tenga su poquito, pero dentro de la cerrada visión ideológica de la época. Como las mujeres de Lope: son libres pero, al final, lo que buscan es casarse.


La dama boba

Los montajes teatrales actuales pueden, con pocos cambios, hacer de "El Alcalde de Zalamea" una obra revolucionaria y feminista. Quitan al Rey, lo sustituyen por una voz en "off"...y la primera actriz hará declaraciones de lo feminista que es la comedia.



Por último, Pedro Ojeda nos quiere dar una idea de cómo eran los corrales de comedias donde se representaban obras como la que hemos leído. Vemos proyectada una escena de la película: "Lope". 

Nada que ver con un teatro del XIX: un patio interior, unos bancos sin respaldo...El inicio tenía que ser impactante, como en "El Alcalde de Zalamea": aparecen soldados que van marchando, la Chispa que se pone a cantar, todos bailan...Se decía la "loa" antes de la obra y, a continuación, solía haber un entremés con chistes y alusiones sexuales realizadas con mímica, no con palabras que serían prohibidas. Había que conseguir el silencio del público, algo nada fácil, dado el barullo. Y tenía que ser de día, dos horas antes de la puesta de sol: aunque la película comete el error de situar la representación de noche.



A continuación, vemos un fragmento de la película "Shakespeare in love", para poder comparar los teatros españoles e ingleses de la misma época. ¡Y el papel de Julieta lo hace un hombre! 

La hora y media se nos ha hecho corta. Nos despedimos hasta el día 18 de marzo en que nos reuniremos con Óscar Esquivias y su libro de relatos "Andarás perdido por el mundo". 

La comida ya está terminada. La lectura también, voto a Dios. Y la entrada 1004, voto a Dios.



Un abrazo de:

María Ángeles Merino

jueves, 18 de febrero de 2016

"El Alcalde de Zalamea": "...porque querer sin el alma una hermosura ofendida, es querer una belleza, hermosa, pero no viva!"


Una noche fría y "El Alcalde de Zalamea"

Comentario a la tercera jornada de "El Alcalde de Zalamea" de Pedro Calderón de la Barca. Para la lectura colectiva de "La Acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

¡Buenas noches! Aquí me encontráis otra vez, con "El Alcalde de Zalamea", en una noche fría de febrero. Leo y completo la lectura con una vieja versión televisiva de la obra de Calderón. De pronto, por cuarta vez, la pantalla del móvil me muestra a una mujer vestida de hombre, a la moda del siglo XVII. Se dirige a mí, es Chispa y ya no me sorprende. Escúchola.


La Chispa otra vez (Alicia Hermida)

-Saludo de nuevo a vuesa merced. Aquí estoy otra vez, para contarle lo principal de la tercera jornada de "El Alcalde de Zalamea", tal y como la vive un personaje secundario como yo; mas buena es la Chispa para que se le escapen los acontecimientos de la obra, aunque no siempre esté en escena.

-Vete, Chispa. Ya cantaste lo suficiente. ¿Qué sabrás tú de la tercera jornada y de mis cuitas? ¡Tú que colaboraste con el capitán en su fechoría! 

Chispa se va compungida. Ahora aparece en el móvil una mujer vestida y peinada a la moda del siglo XVII. Me habla y ya sabéis que no me sorprendo ante nada. ¡Es Isabel! Escuchola.



Isabel (Lola Cardona)

-Saludo a voacé, señora mía. Me presento ante vos. Soy Isabel, la desdichada Isabel de “El Alcalde de Zalamea”, la hija de Pedro Crespo. En la tercera jornada salgo “como llorando”. Algo sabe su mercé de lo que me pasó. Al final de la segunda jornada tuvo noticias. Me robó el capitán don Álvaro de Ataide de la puerta de mi casa y mi padre sólo pudo acompañarme con sus suspiros.


Isabel "como llorando"


Deseaba que nunca amaneciera "a mis ojos la luz hermosa del día”. Le pedía a las estrellas que no dieran “lugar a la aurora” y al sol que se detuviera en la “espuma fría del mar”.  ¿Para qué quería el "mayor planeta" salir a ver mi historia?  ¿Por qué se empeñaba en descollar su faz "por encima de los montes." Rogábale que no alumbrara mi deshonra. 

Tal vez le parezca peregrino que una labradora se dirija a las luminarias del cielo talmente como si fueran personas, llamando planeta al sol, tal y como decía un antiguo sabio griego;  o expresando su tremendo dolor con largos parlamentos reflexivos, cultos y un tanto alambicados. Sólo puedo decirle que era la forma de escribir de don Pedro Calderón de la Barca. Es el teatro, que en la vida real una muchacha deshonrada pocas palabras tiene y las que acierta a pronunciar no sean ansí.


"Nunca amanezca a mis ojos
la luz hermosa del día"

Dudaba. ¿Qué había de hacer? ¿Dónde había de ir? Si volvía a mi casa, sería "dar nueva mancilla" a un anciano padre que se miraba en "la clara luna limpia de mi honor". Si no lo hacía, dejaba abierto el paso a que dijera "que fui cómplice en mi infamia". 

Hice mal de "escaparme fugitiva de mi hermano". "¿No valiera más que su cólera altiva me diera la muerte, cuando llegó a ver la suerte mía?" En efeto, mi hermano Juan quiso matarme por lavar nuestro honor familiar. Huí, mas luego pensé en llamarle para que me diera muerte "con saña más vengativa". Ya sé que vos, mujer de otro tiempo, no comprendéis la actitud de mi hermano. ¡Era el honor familiar el que le animaba a tomar la espada! Lo veo en el fruncimiento de vuestro gesto.

Andaba por el monte en estas reflexiones cuando oí una voz "mal pronunciada y poco oída" que pedía la muerte, otro desdichado que a pesar suyo vivía. Al poco descubrí a mi padre "atadas atrás las manos a una rigurosa encina". Me rogara que llegara y le quitara los lazos.  Yo no me atrevía. Deseaba contar antes mis desdichas "porque con manos y sin honor me darán muerte sus iras". Desdichas que mi padre en modo alguno deseaba escuchar: 


Rigurosa encina

"Detente, Isabel, detente. 
No prosigas, que desdichas, 
Isabel, para mostrarlas,
no es menester referirlas"

Había de contarlas, aunque su valor se irritara. Aquellos embozados traidores me robaron como "hambriento lobo a la simple corderilla". Aquel capitán "fue el primero que en sus brazos me cogió", mientras otros traidores le hacían espaldas. El oculto monte "fue su sagrado". "Ajena de mi misma", la voz de mi padre me siguió hasta que dejé de oírla. "El traidor" quiso "buscar disculpa a su amor", "hacer la ofensa caricia", "por fuerza ganar un alma"."¡Mal haya el hombre! "


"...porque querer sin el alma
una hermosura ofendida
es querer una belleza
hermosa, pero no viva!"

Ruegos y sentimientos, humilde o altiva, en vano fue todo. El capitán tuvo a una mujer muerta en sus brazos, una muñeca rota. 


"De vergüenza cubro el rostro,
de empacho lloro ofendida,
de rabia tuerzo las manos,
el pecho rompo de ira."



Salió el alba. Sentí ruido entre unas ramas y era mi hermano Juan. Él, "a la dudosa luz", "reconoce el daño antes que ninguno se lo diga".

"Sin hablar palabra, saca
 el acero, que aquel día
le ceñiste. El capitán,
que el tardo socorro mira
en mi favor, contra el suyo
saca la blanca cuchilla.
Cierra el uno con el otro;
este repara, aquel tira;
y yo, en tanto que los dos
generosamente lidian,
viendo temerosa y triste,
que mi hermano no sabía,
si tenía culpa o no,
por no aventurar mi vida
en la disculpa, la espada
vuelvo, y por la entretejida
maleza del monte huyo;
..."


Huía tropezando en las ramas, vueltas en celosía. A las celosías conventuales me he de acostumbrar, sí.

Mi hermano dio al capitán una herida, quiso rematarlo cuando ya venía su cuadrilla. Juan no podía con tantos y huyó veloz. En brazos al capitán volvieron hacia la villa. 

"Yo, pues que atenta miraba
...
ciega, confusa y corrida,
discurrí, bajé, corrí
sin luz, sin norte ni guía,
...
Ahora ya lo sabes y te pido, padre:
"generosamente anima
contra mi vida el acero,
el valor contra mi vida;
que ya para que me mates
aquestos lazos te quitan
..."

Quise que me mataras y así te lo pedí:
"...solicita
con mi muerte tu alabanza,
para que de ti se diga
 que, por dar vida a tu honor,
 diste la muerte a tu hija"




No quiso mi padre vengarse en mí; antes me pidió me levantara, pues yo seguía arrodillada. Camina Isabel y vamos aprisa a casa, que Juan peligra, hemos de saber de él y ponerlo a salvo de las represalias de los soldados. En cuanto el capitán, bien se le está morir de la herida. Y si no es así, "no había de parar hasta darle la muerte".

En esto salió el escribano, pidiendo albricias a Pedro Crespo. El concejo le había hecho alcalde y había de ocuparse de la venida del Rey nuestro señor a Zalamea y de un capitán herido que trajeron de secreto unos soldados.


Manifestó su agradecimiento al escribano. La vara de la justicia le hacía dueño de su honor. Había de ir a la casa del concejo y, una vez tomada la posesión, haría averiguaciones. Ya tenía el padre alcalde, él me guardaría justicia.

Allí estaba don Álvaro con banda, como herido. Le acompañaban el sargento y Rebolledo. El escribano dio orden de tomar todas las puertas y no salir soldado alguno. Presentose  el alcalde de Zalamea con la vara. El capitán manifestó su extrañeza, tal justicia le era ajena, no tenía que ver con su persona. A petición propia, quedaron solos, mi señor padre y mi cruel enemigo.

Mi padre arrimó la vara a la pared y, "como un hombre, no más", quiso hablarle. Contome después que presentose ante el malvado capitán como hombre de bien , respetado entre sus iguales, estimado del cabildo y del concejo, el labrador más rico de la comarca, el que crió a su hija "con la mejor opinión, virtud y recogimiento del mundo". Ofreciole toda su hacienda, sin reservar nada para su propio sustento y el de mi hermano, quedándose los dos a pedir limosna o vendidos y marcados como esclavos. ¿Se había vuelto loco? ¿Quedarse sin nada para condenarme a pasar el resto de mi vida con el verdugo? 

Pidiole que se casara conmigo de manera indirecta pero clara:


"...No creo
que desluzcais vuestro honor,
porque los merecimientos,
que vuestros hijos,señor,
perdieren, por ser mis nietos,
ganarán con más ventaja,
señor, con ser hijos vuestros."

De rodillas, le pidio el honor que le quitó. ¡De rodillas y llorando! Don Álvaro mostró bien a lo vivo su enojo y su desprecio, agradecido debía estar a que no le daba la muerte. No le movía el llanto de un anciano echado en el suelo que su honor a voces pedía. Poco tenía que temer, que si por justicia había de ser, no tenía jurisdicción, que el consejo de guerra enviaría por él. 



No había remedio. No. Tomó la vara Pedro Crespo, la de la justicia. Y clamaba su venganza:

"Pues ¡Juro a Dios
que me lo habéis de pagar!"

Mandó prender al señor capitán. Don Álvaro se quejará al rey de esta sinrazón. Pedro Crespo también se quejaría y el Rey oiría a los dos. Le ordenó que dejara la espada. Don Álvaro exigía respeto. La respuesta fue respetuosa:

"Con respeto le llevad
a las casas en efeto
del concejo, y con respeto
un par de grillos le echad
y una cadena, y tened
con respeto gran cuidado,
que no hable a ningún soldado."


En la cárcel y aparte, pondrían también "con respeto" "a todos tres".  El sargento huyó, a Rebolledo y a la Chispa prendieron y tomarían confesión. 

-Mas la Chispa aconseja bien a su Rebolledo:

"Rebolledo, determina
negarlo punto por punto,
serás, si niegas asunto, 
para una jacarandina,
que cantaré."

-¿No te dije, Chispa, que no aparecieras por aquí?

-A mí no me podían dar tormento. Dije que estaba preñada. Mas no habría lugar a ello porque:

"Si diremos,
y aún más de lo que sabemos;
que peor será morir."

Vuestro padre me aseguró: " Eso excusará a los dos del tormento".

"Si es así,
pues para cantar nací,
he de cantar, vive Dios."

Templamos nuestras voces pues vamos a cantar:

(Canta Chispa) "¡Tormento me quieren dar!"

(Canta Rebolledo) "Y ¿qué quieren darme a mí?"

-¡Estos pícaros cantarán! ¡Ya lo creo que cantarán! Queda pendiente el final de esta historia, la del "El alcalde de Zalamea!, también llamada "El garrote más bien dado".  Le saluda, señora mía, la infeliz Isabel. 

Un abrazo para los que visitáis esta entrada número 1003. ¡Qué frío hace fuera! Me voy a la cama, voto a Dios.

María Ángeles Merino

"El Alcalde de Zalamea", Pedro Calderón de la Barca, edición de Ángel Valbuena, Cátedra, Letras Hispánicas.  El texto de Calderón de color naranja.
Texto completo de "El Alcalde de Zalamea", aquí.
Vídeo, aquí.

jueves, 11 de febrero de 2016

"El Alcalde de Zalamea": "este fuego, esta pasión no es amor solo, que es tema, es ira, es rabia, es furor"


Comentario a la segunda jornada de "El Alcalde de Zalamea" de Pedro Calderón de la Barca. Para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

Aquí estoy otra vez, con "El Alcalde de Zalamea". Mientras cocino, sigo con la vieja versión televisiva de la obra de Calderón. Es un buen complemento a la lectura. De pronto, por tercera vez, la pantalla del móvil me muestra a una mujer vestida de hombre, a la moda del siglo XVII. Se dirige a mí, es Chispa y ya no me sorprende. Escúchola.


La Chispa otra vez

-Saludo de nuevo a vuesa merced. Aquí estoy otra vez, para contarle lo principal de la segunda jornada de "El Alcalde de Zalamea", tal y como la vive un personaje secundario como yo; mas buena es la Chispa para que se le escapen los acontecimientos de la obra, aunque no siempre esté en escena.

Al comienzo de la segunda jornada, le toca salir al hidalgote don Mendo y a Nuño, su hambriento criado. Yo no puedo salir y, como quiero contarle a vusté lo que parlaron, llamé a la criada sabelotodo, Ginesa se llama. ¿Personaje secundario? Ni tan siquiera es personaje, que Ginesa no sale en ningún momento a escena, pero sus indiscreciones tienen un papel importante en la obra. ¡Tantas historias hay que cambiarían de rumbo sin la intervención de una sirvienta que habla de lo que no debe hablar. ¡La criada! ¡Personaje clave!



-Aquí me tienes Chispa, para lo que gustes mandar.

-¡Ginesa!

-La misma, señora Chispa, soldadera cantarina y danzarina de las mas chispeantes jácaras, amén de media naranja del soldadillo Rebolledo. Salúdote, a ti y a la mujer que te acompaña. 

-Encantada de verte, Ginesa. Ya que estás aquí, podías contarnos. Ya sabemos que eres persona discreta, quién lo pone en duda. Como todo es pasado, no haces con ello mal a nadie, que  el principal mandamiento es no dañar al prójimo.

-¡Bien dices! Que la obra llamada "El Alcalde de Zalamea" no sería la misma sin mí. Recuerda, ya en la primera jornada, cuando el sargento dice a don Álvaro: 

"Pregunté a una criada 
por ella y respondióme que ocupada 
su padre la tenía 
en ese cuarto alto..."

-¡Ciertamente  el primer encuentro de don Álvaro con Isabel no se hubiera producido sin ti, la criada!  ¡En el fugaz encuentro en el cuarto alto se engolosinó el caprichudo capitán! No se le hubiera ocurrido a Rebolledo subir al desván. ¿Qué nos cuentas ahora de la segunda jornada?  

-Recuerda que salen don Mendo y Nuño, su criado, buen amigo mío. 

"Don Mendo: ¿Quién os contó todo esto?

Nuño: Todo esto contó Ginesa, su criada."

Nuño iba atizando el mal humor de su amo, luego pagaría las consecuencias. Le iba contando que el capitán, después de aquella pendencia que en su casa tuvo, había dado en enamorar a Isabel. Que poco humo hacía en su casa, que en todo el día se apartaba de la puerta de Pedro Crespo, que a todas horas enviaba recados con el soldadillo Rebolledo.




-¿Y cómo le cayeron tales noticias  al hidalgo don Mendo, tan empecinado en arreglar su economía casándose con la hija de labrador más rico de Zalamea?


-Como veneno, como le habían de caer. Nuño se ganó una bofetón por remedar a su amo y decir que "Isabel es deidad hermosa y bella, a cuyo cielo no empañan los vapores de la tierra". ¡Zas! ¡Dos dientes le quebró! El hidalgo lo matara, vive Dios, "si por el honor no fuera de Isabel". Como si no supiéramos de lo poco que es capaz el viejo hidalgote. 
A todo esto, llegaban don Álvaro, el sargento y Rebolledo. Amo y criado se retiraron a escuchar ocultos.


Lola Cardona fue Isabel

-¿Qué hablaban los tres? 

-Don Álvaro revelaba que "este fuego, esta pasión no es amor solo, que es tema, es ira, es rabia, es furor". No podía sufrir que en una villana hubiera "tan hidalga resistencia", que no le hubiera respondido "una palabra siquiera apacible". Advertíale el sargento de que las villanas como esta solo se prendaban de un villano y trataba en vano de hacerle entrar en razón: "Si te has de ir mañana, ¿para qué intentas que una mujer en un día te escuche y te favorezca?". ¡Nada sabía el sargento del fuego que abrasaba al capitán!



Teresa Rabal fue también Isabel. Foto Juan Guerrero.

Que había olvidado el gobierno de la razón y atendía al placer pasajero sin freno alguno. Que un día era suficiente porque:

"En un día el sol alumbra y falta; en un día se trueca un reino todo; en un día es edificio una peña, en un día una batalla perdida y victoria ostenta; en un día tiene el mar tranquilidad y tormenta; en un día nace un hombre y muere..."


En un solo día buscaba luz, dicha, paz, triunfo y vida. Y, en su locura lo creía posible. Verla una vez solamente le forzaba a tal extremo. Su pasión era incendio, volcán, rayo, descarga de artillería...

-¡Se abrasa este necio! 



-Era ansí: fuego que postra, abrasa, asombra y hiere. El sargento le recordaba de cuando decía que las villanas nunca tenían belleza. El capitán iba desprevenido, pensó en hallar villana y halló deidad. Proclamaba  que en toda su vida vio "más divina, más perfecta hermosura". 

-Y le decía a mi hombre: "¡Ay, Rebolledo, no sé qué hiciera por verla!"

-Tu Rebolledo habría de ayudarle, favor por favor. Haría jira, fiesta y música a la ventana de Isabel. Que en la compañía había soldados que cantaban por excelencia y contaba contigo Chispa, la primera en jacarear. El capitán tenía reparos pensando en don Lope, no quisiera despertarlo; mas si iba de rebozo en la tropa, la culpa sería de la tropa, mira tú que buen oficial. No lo despertarían, que la pierna de don Lope no dormía nunca.

-A don Álvaro no le detenían las dificultades ni los cuidados. ¡Ay qué de cuidados le costaba Isabel, su labradora deidad! Y allá iba la Chispa a jacarear. Yo estaba de mohína, que un soldado habíame hecho "alicantina" y no quería pagarme "el  barato" que me debía,  hora y media con las bolas, que si eran pares o nones. Lo dejé con el barbero que cosía el rasguño que, con mi espada, en el rostro le bordé.  Pidiome Rebolledo de olvidar la mohína que habíamos de cantar, después de anochecer. Mi castañeta siempre dispuesta, habría fiesta, fuera mohína, la espada a guardar. "Fama ha de quedar entera de mí en el mundo, que soy Chispilla, la bolichera."

- Ahora debería contarte con pelos y señales lo que pasó dentro de la casa de Pedro Crespo, mas yo estaba en mis quehaceres. Algo me llegaba. Mi señor ordenó poner la mesa para la cena con don Lope, en el jardín, una apacible estancia para las noches de agosto. Y decíale a su invitado del viento süave, las blandas hojas de las parras, las copas de los árboles, la música de la fuente "cítara de plata y perlas" sin cantores, que los pájaros no gorjean de noche. 


La cena interrumpida de don Lope en casa de Pedro Crespo...y en la mía.

Creo que hablaron de si Crespo se sentaba o no, de si le dolía la pierna a don Lope, tras los treinta años en las guerras de Flandes con hielos o soles, de la paciencia que le dé o no le dé Dios y de los mil diablos que carguen al fin con su famosa pierna. ¡Qué carácter endiablado el de ese hombre!
Los criados teníamos orden de no salir a servir la mesa. Pues no entraban criados, don Lope pidió que cenase con ellos Isabel; mas en el momento de sentarse tocaban guitarras en la calle. Se oyó una voz que decía: "Vaya a Isabel una letra". Y una piedra dio sobre la ventana.  Alguien cantaba aquella conocida  letrilla tan conocida que dice: "Las flores del romero, niña Isabel, hoy son flores azules y mañana serán miel". 



-Me contaron que don Lope toleraba lo de la música, pero lo de tirar piedras le parecía desvergüenza. ¡Cantaletas en la casa donde estaba alojado! Que Pedro Crespo disimulaba por respeto a su huésped. Todos gritábamos: "¡Despierta, Isabel, despierta!"

-Don Lope ya no lo podía sufrir y arrojó la mesa. A continuación, Crespo arrojó la silla. 

-Volvió la música y yo estaba en mi centro. Me puse a cantar:

"Érase cierto Sampayo
la flor de los andaluces, el jaque de mayor porte, 
y el jaque de mayor lustre..."

Seguí con la canción de la Chillona y el Garlo que sacó la espada y "a un tiempo un tajo y revés sacude". En el momento de decir eso último, salieron don Lope y Pedro Crespo dando cuchilladas a todos los que alcanzaban. Su intención era que ninguno quedara "sin almagre". Huimos y los dos espadachines se felicitan de sus habilidades, que puede oírlos:

Don Lope: ¡Voto a Dios que riñe bien!
Pedro Crespo: ¡Bien pelea, voto a Dios!



-Y yo pude escuchar a don Álvaro cuando se encontró con don Lope. Le preguntaba de qué eran "esos extremos". El capitán le explicó que los soldados habían tenido una pendencia porque estaban cantando sin alboroto ni ruido, que él los estaba deteniendo. Don Lope bien entendía y, para evitar males mayores, le dio orden de sacar su compañía de Zalamea. 

-Fuese  marchando toda la compañía pero él había de volver. Y, como cómplices de su fechoría, nos había de llevar a Rebolledo y a mí, junto al sargento y algunos soldados. 

-Así es, don Álvaro había de regresar a Zalamea porque me tenía prevenida a mirar si podía por dicha hablar a su "hermosa homicida". Dádivas recibí, no creí que hacía mal, que era sólo para hablar, entendí. ¡Ya me pesa haber sido la traidora criada! 

Supe que el señorito Juan se iba a la guerra con don Lope y que Isabel se despedía de su hermano.  Y que don Lope le entregó, al despedirse, una rica venera con diamantes  que Isabel aceptó no como pago al hospedaje sino como muestra de cariño. Y que mi señor dio una serie de acertados consejos a su hijo, antes de verlo partir. 

Inés, la prima que siempre acompañaba a Isabel, tuvo la idea. Ahora que sin soldados vivían, podían gozar a la puerta el frío viento que corría, que luego saldrían los vecinos. Se sentó Pedro Crespo en un banquillo, junto a la hija y la sobrina.

-No podían imaginar lo que les esperaba. La luz de la luna daba en el rostro de la desdichada Isabel. Don Álvaro nos dijo que pisáramos sin rüido, que llegara Rebolledo y diera a la criada aviso, a ti Ginesa, de que ya estaba en la calle.  El capitán nos explicó nuestra traidora misión:

"Yo he de llegar y atrevido
quitar a Isabel de allí.
Vosotros a un tiempo mismo
impedid a cuchilladas
el que me sigan"

Llegamos cuando ya se iban a retirar. Don Álvaro nos dio la señal: "Ya es tiempo".¡Llegad amigos! Gritó Isabel : "¡Ah, traidor! -¡Señor! ¡Qué es esto?". Don Álvaro replicó: "Es una furia, un delirio de amor". Se la llevaron. 

-Oí, desde la casa, a tu Rebolledo que  amenazaba de muerte a Pedro Crespo desarmado. La muerte le importaba poco a mi amo si era su honor el que estaba muerto.

-Sí, y yo le oí cuando Inés le trajo la espada:

"Soltad la presa, traidores
cobardes, que habéis traído,
que he de cobrarla o la vida
he de perder.



-Era un vano intento, que eran muchos y así se lo señaló el sargento. Cayó a tierra. Rebolledo le decía "dale muerte". Al  sargento le parecía "rigor impío quitarle vida y honor". Era mejor dejarle en el monte escondido y atado, para que no llevara el aviso.

-Isabel llamaba a su padre y señor.  Pedro Crespo solo podía seguirla con sus suspiros. Se lo llevaron al monte. ¿Por qué Rebolledo fue arrastrado a esto? ¡Malditas deudas! ¿Por qué me arrastró a mí? Nunca la Chispa imaginó tanto mal. ¡Maldito capitán y maldito su mal amor! 

Salúdole señora mía, tal vez nos volvamos a ver. O tal vez acuda otro personaje a contarle la tercera jornada. 

-La criada Ginesa también se despide de vusté. Fue un honor, señora mía. ¡En que hora hice negocios con don Álvaro!

Un abrazo para todos los que habéis pasado por mi entrada número 1002. Me voy a la cama, voto a Dios. 

María Ángeles Merino

"El Alcalde de Zalamea", Pedro Calderón de la Barca, edición de Ángel Valbuena, Cátedra, Letras Hispánicas.  El texto de Calderón de color naranja.
Texto completo de "El Alcalde de Zalamea", aquí.
Vídeo, aquí.