miércoles, 30 de enero de 2013

"...limpia, fresca, con el moño muy empingorotado y unos zapatos nuevos y relucientes".

Un señor Custodio actual.

Comentario en torno a "La Busca" de Pío Baroja, para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

Pobre Manuel, tan a gusto en su trabajo de aprendiz de trapero. No va a poder seguir con el señor Custodio, en la hondonada junto al vertedero, allí donde la tierra purifica toda la inmundicia que los madrileños arrojan a la basura, un lugar tan adecuado para él, asimismo un residuo. Así se siente.

Adiós al amo bueno y juicioso, al orden de un hogar de hojalata, a la comidita caliente en puchero murmurador, al carro con sus borricos, al perro "buena persona", a las gallinas que picotean, al cerdo que hoza ...Hacer girar la chatarra de un Tío Vivo  y  subir al columpio, aquella estampa de felicidad imaginada, a la que él añadiría "una mujer que me quisiera".


Gran error. Precisamente, va a perder su Paraíso por una mujer. Y eso que no llega a probar fruta alguna.

Un mes después, un domingo después de comer, ve bajar por la pendiente "con las faldas recogidas, una muchacha". Manuel enrojece y palidece, la conoce, es la chiquilla de la modista, la que llevaba los trajes a la Baronesa, en la pensión de doña Casiana. 

"Se acercó la muchacha, levantando las faldas y las enaguas almidonadas, cuidando de no ensuciarse los zapatitos de charol."

Ay, que la de las enaguas es la hija del trapero, la Justa, a quien había imaginado "muy flaca, muy esmirriada y desagradable". Quién le iba a decir que la chica del trapero era la aprendiza, la protagonista de sus fantasías, recién llegado a Madrid:

"Fue para  Manuel...como una música encantadora, fantasía, base de otras fantasías. Muchas veces ideaba historias, en que él hacía siempre de héroe y la aprendiza de heroína"

Ricardo Baroja dibujó así a la Justa, aprendiza de modista.

En casa de sus padres, la Justa habla por los codos y Manuel:

"...la escuchaba silencioso; la verdad es que no era tan guapa como se había figurado, pero no por eso le gustaba menos."

Y, atención, que estamos ante el único personaje al que Baroja concede una detallada descripción física. Baroja no suele conceder a sus criaturas algo más allá de un ligero esbozo. Mas, aquí, el escritor se deleita en la pintura. ¿Pasó por su vida una mujer así?

"Tendría unos diez y ocho años, era morena, bajita, de ojos muy negros y muy vivos, la nariz respingona y descarada, la boca sensual, de labios gruesos. Era algo fondoncilla y abundante de pecho y caderas; iba limpia, fresca, con el moño muy empingorotado y unos zapatos nuevos y relucientes."

En esta muchacha de "·moño empingorotado"vi a la Justa.

Entra en casa del señor Custodio un trapero jorobado, el "Conejo", un "bufón" de gracias amargas, que mueve convulsivamente su nariz como "el simpático roedor":

La Justa ríe y ríe, y no para de reír hasta que percibe el entusiasmo de Manuel . En ese momento, elige  a su víctima, comienza el ataque seductor, aunque el ayudantillo de su padre no le parezca gran cosa. A por él:

"...a pesar de que no le parecía una gran conquista, se puso seria, le animó y le dedicó miradas furtivas, que hicieron latir apresuradamente el corazón del muchacho."

Manuel sólo piensa en las dos o tres semanas que ha de vivir "con el recuerdo de las miradas incendiarias". Pregunta quién es el novio de la chica. Ha de aguantar las burlas del trapero conejil  que le asegura: "yo creo que es el obispo de Madrid Alcalá". 

La Justa ya tiene entretenimiento dominguero, se va a dedicar a "entusiasmar a Manuel" con sus conversaciones escabrosas. De vez en cuando, viendo que la chica no se incomodaba , la abrazaba  a traición". Ella "se desasía con facilidad y se reía al ver al mozo,  con su cara seria y la mirada brillante de deseos".

Libertad de palabra sorprendente en una jovencita de aquellos tiempos, frases de doble sentido, "alusiones candentes", que si una compañera de taller perdió "la flor de azahar", malicia, "coquetería desgarrada"...


"Manuel sentía por ella un anhelo doloroso de posesión, mezclado con gran tristeza y hasta con odio, al ver que la Justa se reía de él"

La Justa es desigual, unas veces se deja abrazar y besar, otras le propina una bofetada. El flirteo es, para ella, "un simulacro de amor". Para él es "un doloroso despertar de la pubertad", con "vértigos de lujuria que terminaban en atonía y en aplanamiento mortales". A veces, se llega junto al río; "pero el agua sucia y negra no invitaba a sumergirse en ella". Un giro de ironía barojiana salva a Alcázar del suicidio, no es para tanto, muchacho.



Aplanado, entonces no se decía deprimido, el enamorado no se arroja al Manzanares pero le acomete la idea de "la inutilidad de su vida, de la seguridad de su destino adverso". Solloza.

La Justa deja de aparecer los domingos por ´casa de sus padres, será el mal tiempo. Un domingo decide apostarse en una esquina por donde ha de pasar.  El corazón le da un vuelco:

"Venía acompañada por un joven elegante, medio torero, medio, con un sombrero cordobés y capa azul llena de bordados"

Y, al domingo siguiente, toca la presentación del novio en ca los traperos, encantados de que este chico tan fino pida relaciones a su hija, con esa frase que hace relamerse a todas las mujeres, ya sean princesas altivas o porteras humildes. Bueno, eso último es opinión del solterón Baroja, eran otros tiempos, ya sabéis.

Se trata del hijo de un carnicero de la Corredera Alta y muy rico. En aquella casa se torna "prototipo de todas las perfecciones y bellezas", Manuel lo fulmina con miradas asesinas.

De la melancolía, nuestro héroe pasa a la ira y a la desesperación. Demasiadas ventajas: "alto, gallardo, esbelto, de naciente y rubio bigote, bien vestido, con los dedos llenos de sortijas, bailarín consumado y guitarrista hábil..."

Chulo madrileño
Manuel se pregunta cómo no notará la Justa que ese tipo sólo se quiere a sí mismo. Espía a la pareja en el baile y tiene que aguantar los contoneos ceremoniosos del "Carnicerín". Y la Justa, "frenética":

"...sus ojos brillaban y le temblaban las alas de la nariz; parecía que le quería sujetar, tragar, devorar".

Una tarde, el Carnicerín le dice a un amigo que la tiene "chalá". Manuel lo oye, "en aquel momento, le hubiera arrancado el corazón". La decepción amorosa le hace pensar en abandonar la casa del señor Custodio. Reaparece su instinto aventurero, reforzado por un encuentro con el "Bizco" que le califica de panolí, al saber que está trabajando.

El noviazgo se formaliza, los traperos se bañan "en agua de rosas" y sólo Manuel cree que no habrá boda. "Demasiado estirado y señorito para casarse con la hija de un trapero".

El Carnicerín tiene delicados obsequios con los padres de su novia. Un día de verano los convida a todos, Manuel incluido, a una corrida de toros. El espectáculo le decepciona: miedo de los hombres y de las bestias, crueldad del público, sangre, suciedad, el caballo del picador que pisa sus propios intestinos y cae fulminado. Aquello le parece una "asquerosidad repugnante y cobarde". "Me voy, esto es una porquería". La Justa se ríe.


 

"Aquello no podría gustar más que a gente como el Carnicerín, a chulapos afeminados y a mujerzuelas indecentes"

Baroja pone en boca de su personaje la opinión que le merece la "Fiesta Nacional", algo intocable entonces. Don Pío no se calla...

Pasa el verano, la hija del señor Custodio prepara la boda y Manuel proyecta marcharse fuera de Madrid, no sabe dónde, cuánto más lejos mejor. En noviembre se celebra la boda de una compañera del taller de la Justa, Manuel la acompaña porque los traperos no pueden ir, qué horror de boda...

"Se presentaron los novios...él tenía facha de hortera, ella esmirriada y fea, parecía una mona"

Pasa toda la tarde viendo bailar a la Justa con su novio. No puede más.

Al anochecer, Manuel se acerca a la Justa dice bruscamente "vamos, tú". Ella replica que la deje en paz. El Carnicerín le pregunta quién le ha dado vela en este entierro. A Manuel le han encargado, el otro que se calle, Manuel que no le da la gana, el otro que le hará callar con un tirón de orejas.

Nuestro héroe se echa sobre el chulito, pero uno de los amigos de este le arrea un garrotazo que lo deja atontado. Intenta volver al ataque pero le empujan y lo zarandean hasta ponerle en la carretera, fuera de la fonda.

"...avergonzado y sediento de venganza, medio aturdido aún con el golpe, se tapó la cara con la boina y fr el camino, llorando de rabia"

Alguien se le acerca corriendo detrás de él, es la Justa, cariñosa y burlona. "¿Qué tienes? Anda vuelve. Iremos juntos"

No, déjame, echa a correr camino de Madrid. No ´volverá a casa del señor Custodio, aunque se muera de hambre. Y al Carnicerín:

"...le echaría las zarpas al cuello hasta estrangularle, le abriría en canal como a los cerdos y le colgaría con la cabeza para abajo y un palo entre las costillas y otro en las tripas..."



La sociedad le niega todo, él se pondrá en contra de la sociedad, "se reuniría con el Bizco y asesinaría a diestro y siniestro..." Y, en el patíbulo, miraría a todos "con un supremo gesto de odio y desdén".

Se está haciendo de noche, llega a la Puerta del Sol, la están asfaltando. Al calor de las calderas está el Bizco. Pero la casa del trapero había sido para él una gran esperanza, no tardará mucho en abandonar a los randas, decidido  a ser "de los que trabajan al sol".



Le seguiremos en la segunda novela de la trilogía. "Mala hierba".

Un abrazo para todos de:

María Ángeles Merino

Los enlaces con palabras textuales de la obra están sacados de http://es.wikisource.org/wiki/La_lucha_por_la_vida_I

jueves, 24 de enero de 2013

A la busca de Manuel Alcázar y el trapero señor Custodio.

 
 
Manuel encuentra en un trapero bueno a su ángel custodio. Se le habían ido encadenando las desdichas. Veamos.

 Muere suicidado el primo Leandro, el zapatero cae enfermo de tristeza, ya no se regeneran zapatos y la tía Leandra le invita a irse, no le puede mantener.

La Petra le acompaña al puesto del  tío Patas, despachará pan y verdura hasta que un día se le ocurra reivindicar la "absurda" pretensión de ganar un jornal. 

 Como con el tío tacaño no se gana ni el pan que se come, la madre le acompaña a una tahona "horriblemente penosa" donde bregará a pie de horno. Bien sabe Baroja lo que se cuece allí.

Los Baroja regentaron "Viena Capellanes", pionera del llamado "pan de Viena"
Manuel se marea, se le queman los dedos pringados de hollín y grasa, le tratan como a una mula sin nombre propio  y, al final de la jornada, sólo le resta  dormir con música de esputos enharinados. Menos mal que el hornero alemán Karl, lector infatigable de dos únicos libros, se hace su amigo y comparte con él sus reflexiones literarias, aunque se quede perplejo ante el escaso romanticismo del muchacho. Goethe no vivía a orillas del Manzanares. Ignoro si los suburbios parisienses, conocidos por Balzac, puedan compararse al barrio de las Injurias.


Agotado, cae enfermo, deja el trabajo, se arrastra hacia la casa de huéspedes, su madre le hace acostar, fiebre, delirio...Se levanta desmadejado, llora por todo. La patrona permite que se restablezca. Paseos por el Retiro, trabajos de copia para el periodista que llaman "Superhombre", días agradables y lectura de novelas "verdes". Pero se le ocurre llevar a la práctica las lecturas con la sobrinita de doña Casiana, le plantan en la calle, ya no tiene a donde ir. Ni la tahona ni la Salomé.

Ilustración de novela "verde" de Paul de Kock


Pobre Manuel, nuestro Lazarillo de 1900, a la ventura le sucede la desventura. Deambula por Madrid, ay si fuera más mayor y tuviera un buen oficio,  se casaba con la guapa costurera Salomé. No debe ir al Puente de Toledo ni a la carretera de Andalucia, que allí vive la tentación; pero allí aterriza. Y...vuelve con el Bizco y Vidal, con los randas."El trabajo pa los primos". "Una vida de chipendi" desde la Casa de Campo a Puerta de Hierro.

Durante mucho tiempo no se atreve a asomarse por la pensión. Cuando lo hace, descubre que su madre está gravemente enferma de tisis. El cura Jacinto ya la había confesado "una porción de veces",  va por la Unción, Petra es fiel cumplidora de los trámites religiosas.

"Mandó el cura callar...no se oyó entonces más que ruido de pasos, abrir y cerrar de puertas y luego el estertor de la moribunda y el tic tac de un reloj del pasillo"

Tras ese silencio, Manuel se ha quedado sólo en el mundo. Pide limosna, come del rancho que sobra en los cuarteles, se une a las cuadrillas de golfos y no dejan de sorprenderle las maldades que cuentan, como aquella del Mariané, lo del sargento a caballo encima de una prostituta, con las espuelas sueltas; es que para tenerlas contentas "no hay como hacerlas sufrir". Al muchacho le queda un fondo bueno y piensa que él no disfrutaría martirizando a la Salomé.

Pasa los días en sus correrías y las noches refugiándose donde puede, en cuevas, junto a las tapias, en bancos, en sillas, al calor de otros golfos amontonados.

 Golfillos durmiendo juntos.
 La "sociedad" integrada  por Vidal, el Bizco y Manuel entra a robar una vivienda:

"Entraron los tres llenos de miedo, atortolados, cogieron una servilleta y metieron dentro lo que encontraron a mano, un reloj de cobre, un candelero de metal blanco, un timbre eléctrico roto, un barómetro de mercurio, un imán y un cañón de juguete"

Un trapero malo les paga una peseta, tras un tira y afloja de chantajes y amenazas. Ochenta céntimos para cada uno y una frasca de vino. Vidal resume la jornada: riesgo de ser mordidos por un perro, de ser apaleados, de ir a presidio para toda la vida y..."ser miserablemnte engañados".

Una peseta de 1900

El trío se inicia en el mundo de la prostitución, la carrera de chulo tampoco debe estar mal. Los tratos con "las vestales del arroyo" tampoco convencen a Manuel porque en el reparto a él le corresponde la "Mellá", la más fea. Pobres muchachas que llaman libertad al hambre y al frío, cualquier cosa con tal de no ser encerradas en el convento que la autoridad ha dispuesto para ellas. El negocio sale mal, otra vez en la calle.

A finales de verano, se puede dormir al raso. Manuel sobrevive llevando maletas en la estación, gana unos céntimos y alterna los tronchos de berza con opíparos banquetes de taberna. Pero llega el frío, se hiela por las noches, a pesar de la bufanda y el gabán que le proporciona su hermana, que no sabemos de dónde ha salido.

Y un día, casi muerto de frío, sueña:

"Manuel soñó con una mujer muy blanca y muy hermosa, con cabellos de oro. Se acercó a la dama, muerto de frío, y ella le envolvió con sus hebras doradas y él se fue quedando en su regazo agazapado dulcemente, muy dulcemente."

De su dulce sueño le despierta una voz que le  pregunta "qué haces ahí" y le llama golfo. Es "un viejo de barba entrecana y mirada adusta, con un saco al hombro y un gancho en la mano". Es el señor Custodio, el trapero bueno  que aparece "deus ex machina" y pronuncia las palabras mágicas:"te daré de comer". Le ofrece trabajo y se lo lleva a su casa.

Ángel custodio.

Allí donde se vierten las basuras de la ciudad, en una hondonada, entre cascotes y escombros, vive un hombre bueno, en una casa tortuga fabricada con una extraña mezcla de estacas embreadas, casetas de baño, pedruscos, chapas, pizarras, paja...Pero no le falta corral y cobertizo adosado. Una mujer que le da pan y queso, un perro peludo y simpático, un cerdo, un borrico y lo mejor de todo:

 "En el fogón, sobre la ceniza blanca, un puchero de barro hervía con un glu glu suave". La gloria terrenal.

http://elblogdejoseantoniodelpozo.blogspot.com.es/2012/04/puchero-del-blog.html
 
Y regreso al principio. Manuel encuentra en el trapero a su ángel.

El domingo salgo de casa con la máquina de fotos en el bolsillo. Porque  pienso en personas como el señor Custodio que extraen utilidad a lo desechado por otros, el llamado "Mercadillo de antigüedades"; el rastrillo que todos los domingos se levanta en la burgalesa Plaza de España. No importa que mi ciudad no sea Madrid ni que vivamos en 2013, que no en 1900. Voy a la busca de custodios y manueles, entre un batiburrillo de objetos dispares.

 
Cables, enchufes, cargadores, gafas, jarras y encuentro sentada a la inolvidable Andrea, protagonista de "Nada", de Carmen Laforet, premio Nadal en 1945. Tan hambrienta como Manuel, pero nos faltan muchos años para llegar a la posguerra civil. 
 

Platos, cuadros, muebles, novelas, libros de texto, relojes, algún instrumento musical, vinilos, herramientas, objetos que pretendieron un día ser decorativos,viejos periódicos, muñecas, juguetes, miles de cosas en un espacio muy reducido.


 
 
 


  
 
 
 

No, busco: "barretinas y boinas rojas, trozos de mantones de crespón... ventrudas damajuanas...botellas de azumbre...agua de Seltz...botellas de Vichy, de Mondáriz, de Carabaña...tarros y botes de pomada, de crema y de velutina" No hay nada de eso.

¿Ese hombre que se oculta detrás del cuadro? ¿Es el señor Custodio? ¿Es Manuel?


No, por fin los encuentro. Manuel Alcázar y el señor Custodio están aquí. ¡Por fin ! Sólo en libros los podemos hallar. Aquí los tenemos en la mítica colección RTV, que se vendió al módico precio de 25 pesetas.



Aquí están Manuel y el señor Custodio
 En una cesta de plástico azul, de las que se usan para fruta, los libreros de ocasión ofrecen "La busca", junto a "Alfanhui" de Sánchez Ferlosio y la "Metamorfosis" de Kafka. No es mala compañía.

Un abrazo para los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino 

 Las palabras directamente extraídas del texto se corresponden con el enlace:http://www.escuelahistoria.fcs.ucr.ac.cr/contenidos/biblioteca/esociales/PioBaroja-LaluchaporlavidaI_Labusca_.pdf





jueves, 17 de enero de 2013

Desde el barrio de las Injurias al Camino Alto de San Isidro, para acabar en el metro "Pirámides".

 
Fragmento del callejero de Madrid.
 
 
Hoy os pido que me acompañéis en un viaje más literario que real. Seguidme, si gustáis.
 
Aquí estaba el Barrio de las Injurias
 
 Con el "callejero" en la mano, estoy en Madrid, en la estación de Pirámides, entre Acacias y Yeserías, en la misma "hondonada" de aquel  misérrimo barrio de las Injurias, al que la revista "Blanco y Negro", en 1906, describía así :
 
 
Plano de Madrid (1919) de P. Nuñez Granés
Los machacones altavoces proclaman que el servicio de metro va a permanecer interrumpido una hora. Resignada, me siento en un banco con vistas a las vías y saco de mi bolso un libro en consonancia con el lugar en que me hallo: "La busca" de Pío Baroja. Leo:
 
 
Gasómetro y barrio en la actualidad.
 
 
 


 

"Unas cuantas chiquillas de diez a catorce años charlaban en grupo...Corrían las chicas medio desnudas..."
 
 
 
Continúo mi lectura. Por el puente de Toledo sale a mi encuentro "una procesión de mendigos y mendigas, al cual más desastrados y sucios". A cual más desastrado y sucio, habrá querido decir don Pío...dejemos a la señá Concordancia en paz.
 
 
La "procesión del harapo" llega desde las Injurias y otros barrios cercanos. Siguen por el Camino Alto de San Isidro y se detienen en la "Doctrina", una casa roja con un patio y un Cristo en medio.
"...no se veían más que caras hinchadas, de estúpida apariencia, narices inflamadas y bocas torcidas, viejas gordas y pesadas, como ballenas, melancólicas, vejezuelas esqueléticas, de boca hundida y nariz de ave rapaz; mendigas vergonzantes con la barba verrugosa, llena de pelos...". Amasijo de fealdad, caras poco humanas. 
José Gutiérrez Solana
Ciegos, lisiados, cojos, mancos, cachiporras, chiquillos descalzos, perros escuálidos, remiendos remendados, amasijo de pobreza. Se dividen en secciones, llegan unas señoras vestidas de negro, las "marquesas", las enseñantes de la doctrina, tocan la campana.

De vez en cuando, no siempre, regalan sábanas y camisas con las que esta pobre gente hará un mísero negocio. La moneda, media hora de sermón ininteligible y repetidas cantinelas. Las de negro lavarán su conciencia y volverán a sus barrios de clase media, tan satisfechas. 

 
"Comenzó la lección de doctrina. Salía del patio un rumor de rezo, lento y monótono."

Trato de oír mentalmente ese rumor, sigo sentada el banco del metro. Este condenado tren que no llega. Y se sienta a mi lado una viejita con pañuelo rojo y mantón negro. Habla consigo misma:

"¡Las tías brujas esas!...Si no me dan más que una sábana...les digo que se la guarden en el moño. ¡Las tías zorras!"

Por el acceso al andén, entra un muchacho joven con gorra. Se dirige a la mujer :


"¿Qué es eso, agüela?¿No le han querido abrir la puerta?...Ya la han tañado a usted...Usted lo que es, es una ansiosa"

De pronto, aparece una muchedumbre vociferante, detrás de unas mujeres con mechas rubias, vestidas con ropa de marcas caras, bien provistas de catecismos y "caminos". Un coro de desesperados da rienda suelta a su rabia:


"-¡ Moler! Con las mujeres de Dios... -Ahora quien que se confiese una.
-Esas tías borrachas. ...¡Pues no quien que me case! ...que se casen ellas si tien con quien. Vienen aquí amolando con rezos y oraciones. Aquí no hacen falta oraciones, sino jierro, mucho jierro"

http://www.sastreriabautista.es/tienda/

El de antes, el de la gorra, sentencia:

"Y todo lo demás...leñe y jarabe de pico, porque pa dar consejos buenos, pero en tocante al manró, ni las gracias"

Llega, por fin, el tren. Todos suben apresuradamente al vagón, detrás de las catequistas que disimulan como si no fuera con ellas.

Yo también subo, pero la "agüela" del pañuelo rojo ha desaparecido.

 
Y aquí termina mi viaje literario, barojiano y suburbano.
Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:
María Ángeles Merino
Los enlaces utilizados son:
Las palabras directamente extraídas del texto se corresponden con el enlace:
http://www.escuelahistoria.fcs.ucr.ac.cr/contenidos/biblioteca/esociales/PioBaroja-LaluchaporlavidaI_Labusca_.pdf

jueves, 10 de enero de 2013

¡Ah, pues si leen esas!


Comentario en torno a la novela "La busca", de Pío Baroja. Esta entrada pertenece a la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

Polvo o lodo según la estación, "vida africana, de aduar". Así son las orillas del Manzanares en mil novecientos y poco.


Madrid, Puente de Toledo.

Manuel ya no puede trabajar en la pensión de doña Casiana, ha cometido la imprudencia de pelearse con el huésped comisionista, aquel que tanto le chinchaba. Su madre, la criada Petra, le acompaña a un nuevo trabajo: vivirá con su tío, un  zapatero "regenerador" de calzado viejo. Reciclaje diríamos hoy, en aquellos tiempos todo era un intento de "regeneración":

"...el zapatero  discurseó un poco a cerca del porvenir de España y de los motivos de nuestro atraso, conversación agradable para la mayoría de los españoles que nos sentimos regeneradores"

Con  chichones en la cabeza y tras descuartizar una montaña de zapatos viejos, acompaño a Manuel, con su primo  Vidal, por las "rondas miserables" del sur de  Madrid. Allí va a conocer al Bizco y los "Piratas", compañías nada recomendables.
 
Me doy de bruces con unas líneas especialmente duras, cuyas protagonistas son apenas unas niñas. El Bizco se nos hace odioso.

"Unas cuantas chiquillas de diez a catorce años charlaban en grupo. El Bizco y Vidal y los demás las persiguieron por el patio. Corrían las chicas medio desnudas, insultándoles y chillando. El Bizco contó que había forzado algunas de aquellas muchachitas
-Son todas puchereras, como las de la calle de Ceres -dijo uno de los piratas.
-¿Hacen pucheros? -preguntó Manuel.
-Sí; buenos pucheros.
-Pues ¿por qué son puchereras?
-Pu... lo demás -añadió el chico haciendo un corte de mangas.
-Que son zorras -tartamudeó el Bizco-. Pareces tonto.
Manuel contemplo al Bizco con desprecio, y preguntó a su primo:
-¿Pero esas chicas?
-Ellas y sus madres -repuso Vida] con filosofía-. Casi todas las que viven aquí."


Me quedo con la mirada de desprecio de Manuel. Y con la respuesta filosófica del primo Vidal.

 El ritmo de lectura que impone Baroja es muy rápido, se suceden personas y ambientes fundidos en un mismo conglomerado mísero y cochambroso. Hombres y mujeres en su lucha por la vida, aunque algunos abandonen la batalla y se limiten a "dormir como aletargados"

Aguas pestilentes, " un montón de trastos inservibles, cubierto de chapas de cinc...telas puercas y tablas carcomidas, escombros, ladrillos, tejas y cestos: un revoltijo de mil diablos."

Respiro aliviada, algunos trozos de galería, en la Corrala, se salvan del caótico amasijo:

"Aquí se advertía cierta limpieza y curiosidad: la pared blanqueada, una jaula, algunas flores en pucheretes de barro...un banco de carpintero, la caja de herramientas, denunciaban al hombre laborioso, que trabajaba en las horas libres"



A pesar de estos oasis, estoy agotada, literariamente hablando. Así que cierro el libro y me dedico al googleo, a ver qué dicen por ahí de la singular manera de escribir que tiene nuestro don Pío; al cual voy tomando cariño, a pesar de su fama de misógino.

"todos leen a Baroja"

 Misógino, misoginia...me viene a la memoria una anécdota bien conocida acerca de Miguel Delibes, cómo no, Pío Baroja y las mujeres lectoras.  El periodista Juan Cruz lo escribe así en "El País":

"Contaba Miguel Delibes que cuando tuvo su primer éxito editorial con La sombra del ciprés es alargada se fue a ver a su maestro Pío Baroja. Y cuando estuvo frente al ilustre misógino (y misántropo) le explicó los números de su triunfo:-Maestro, ya he vendido 3.000 ejemplares.-Esa es una cantidad muy importante, le respondió Baroja, que a continuación inquirió: ¿Y cómo es posible, cómo ha vendido usted tanto?-Bueno, me han dicho que ahora leen mucho las mujeres. -¡Ah, pues si leen esas...!"

 -Sí, don Pío. Ahora "esas" leemos e incluso  algunas de "esas", profesoras universitarias, han rastreado su obra para despojarle a usted del sambenito. Como la profesora Asunción Rivas que afirma:

"Ha sido un error proverbial tachar a Baroja de misógino" 
 
“El problema, quizás, es que la observa con objetividad y no duda en describir su situación como realmente la ve”

"...un arquetipo embrutecido, dependiente y dominado por la religión"

Hay en otras novelas de Baroja otro tipo de mujer libre y culta, como la Lulú de "El árbol de la ciencia". “Pero...con dos rasgos femeninos fundamentales –la necesidad del amor y el deseo de ser madres- que las caracteriza frente a los hombres y las hace vulnerables”-

¿Y en "La busca"? Como muestra, puede servir este botón:

"Las mujeres de la casa, por lo general, trabajaban más que los hombres, y reñían constantemente. De treinta años para arriba tenían todas el mismo carácter y casi el mismo tipo: negras, desmelenadas, iracundas; gritaban y se desesperaban por cualquier cosa"

Mujeres trabajadoras, pobres y desesperadas. Así era la realidad, no había misoginia en ello. Como la pobre Salomé y el bellaco de su marido.
"Por un espíritu de humildad o de esclavitud, unido a un natural independiente y bravío, la Salomé adoraba a su hombre, y se engañaba a sí misma, para considerarlo como tremendo y bragado, munque era cobarde y gandul. El bellaco se había dado cuenta clara de la cosa, y cuando le parecía bien, con ceño terrible aparecía en la casa y exigía los cuartos que la Salomé ganaba cosiendo a máquina, a cinco céntimos las dos varas. Ella daba sin pena el producto de su penoso trabajo, y muchas veces el truhán no se contentaba con sacarle el dinero, sino que la zurraba además."
 
Volvamos al "¡Ah, pues si leen esas!".  Podemos cerrar con estas palabras de Juan Cruz, en "Él País":

"La respuesta de don Pío esconde toda una manera de ver la irrupción de las mujeres en el universo en el que él no veía, entonces, sino pantalones de dril. Lo cierto es que antes y después las mujeres han sido tan buenas o tan malas lectoras como los hombres, pero los hombres han sido más o menos como don Pío en todas las épocas y también ahora mismo. "



Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

Las palabras directamente extraídas del texto se corresponden con el enlace:
http://www.escuelahistoria.fcs.ucr.ac.cr/contenidos/biblioteca/esociales/PioBaroja-LaluchaporlavidaI_Labusca_.pdf