Esta tarde, disfrutamos de la reunión del Club de lectura de La Acequia yAlumni UBU , dirigido por Pedro Ojeda Escudero. El libro comentado ha sido la obra de teatro Luces de bohemia de Ramón del Valle Inclán.
La de hoy ha tenido un carácter especial: en lugar del aula de la Facultad de Humanidades y Comunicación, nos hemos reunido en la Cofradía de la Buena Cocina, donde nuestro compañero Fernando nos había preparado una riquísima comida, con platos nacidos de su creatividad. A uno de ellos lo hemos bautizado Salmón de bohemia, con una salsa de champiñones y mantequilla que nunca hubiera soñado un Max Estrella, pobre, qué hambre pasaba.El otro plato era una "lágrima", no de llanto, sino de cerdito rico rico.
La compañera Pilar nos ha traído un delicioso postre: un pastel de receta persa, que reunía sabores de mazapán, flores, naranja y agua de rosas.
Y después de la comida, la reunión lectora. La obra ha gustado y le hemos sacado jugo, todavía más con las explicaciones de nuestro profesor. Al final, la obra de Valle Inclán nos ha conducido a esperpentos muy actuales, por todos conocidos. Otras luces de bohemia las de ahora, en nuestro país. Es lo que tiene un clásico, va más allá de su tiempo.Bueno, nos hemos reído y sin acritudes.
Un clásico creado en aquel pazo gallego donde se refugió el autor, huyendo de los efectos de la epidemia de gripe de 1918, la mal llamada "gripe española".
Valle Inclán ya era famoso y allí confinado, sin hablar con nadie, lejos de la presión de las escuelas, escribe varias obras importantes.
Evoluciona y se le ocurre el "esperpento": los héroes clásicos reflejados en espejos deformes, como los de la Calle del Gato, como los que vemos en las ferias.
La historia de España no es una tragedia, es un esperpento, donde vemos a los personajes de rodillas, desde abajo, deshumanizados, caricaturizados, con toda su verdad, exagerada pero verdad.
Y así, en Luces de bohemia, lo aplica a la realidad española, basándose en dos personajes reales: el anarquista Mateo Morral autor del atentado contra Alfonso XIII, al que aplican la ley de fugas y el escritor bohemio Alejandro Sawa. Del primero nace el personaje del anarquista catalán, un idealista, y del segundo el desdichado Máx Estrella, un creador de belleza. En el pazo, Valle mezcla todo eso y retrata a una sociedad que no premia el talento ni la belleza, que no merece la pena. No hay solución...
Hablamos mucho, tomé apuntes, publicaré la crónica, como en otras ocasiones. A ver si me sirven mis rápidos apuntes, casi garabatos.
Seguimos leyendo. Gracias a Pedro Ojeda Escudero y a todos los compañeros lectores. Una mención especial para Fernando y la Cofradía de la Buena Cocina y a Pilar, la de del impresionante pastel persa.
María Ángeles Merino Moya






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