Ya veis que me gusta tanto El verano de Cervantes que no sé ni dónde empezar para comentarlo. Puede ser el niño Antonio, pequeño lector aislado de todos en su verano eterno, en Úbeda: una casa casi manchega, un mundo rural antiguo y un vocabulario que conservaban mucho del universo cervantino. Puede ser el mundo de los tebeos y sus héroes, o el de tantos autores de la literatura universal que bebieron y aprendieron de nuestro Quijote, o la ruta personal y literaria del escritor siempre leyéndolo: los personajes, ricos y pobres, lo de verdad y lo de mentira, los hombres y as mujeres, lo real y lo imaginado, las dos partes tan distintas, el viaje a los lugares cervantinos...Todo me gusta e insisto en que este libro me lee, lo siento como tremendamente familiar, a pesar de no ser de pueblo, lo mismo que siempre sentí con el Quijote. Lo compré en primavera, en la Feria del Libro, me ha acompañado en verano y más allá, ya veis que no lo suelto.
Pero, recordando una reciente experiencia personal y lectora, aquí quiero destacar su alusión a la "escritura desatada", esa "borrachera verbal que brota de la imaginación de don Quijote a la misma velocidad con que brota de la pluma de su autor". La "literatura desatada", "el juego gozoso de la literatura", esos pasajes donde la pluma se suelta y parece no poder parar. Y mirad lo que escribe Antonio Muñoz Molina escribe en el capítulo sesenta y uno:
"Sin otro punto de partida que una gran nube de polvo y un estrépito de balidos, gritos y pisadas de pezuñas, don Quijote improvisa la formidable parodia épica de los dos ejércitos, a punto de entrar en batalla. Es una borrachera verbal que brota de la imaginación de don Quijote a la misma velocidad con que brota de la pluma de su autor, en uno de sus muchos trances de escritura desatada: nombres de reyes, de caballeros, de gigantes, de imperios, Pandafilando de la Fosca Vista, Brandabarbarán de Boliche, Espartafilardo del Bosque, Alfeñiquén del Algarbe pormenores sobre armamentos o divisas pintadas en los escudos, parodias de las formalidades expresivas y las hipérboles de la poesía épica. y todo mezclado con la potencia sensorial de las nubes de polvo en los campos secos del verano, los gritos y silbidos de los pastores, los sonidos de cencerros que en la imaginación de don Quijote se confunden con un estrépito de armas y galopes de caballos. El delirio y la realidad se mezclan...".
Páginas 164 y 165 (61).
Mi madre estuvo ingresada en el hospital, hace poco. Me llevé el libro electrónico y le leía, precisamente la batalla de los rebaños de ovejas, el capítulo 1,18 del Quijote.
https://www.cervantesvirtual.com/portales/quijote_banco_imagenes_qbi/ficha_imagen/?id=4946
Mi madre se reía, aunque no entendía nada, ya no puede entender, solo el tono de voz. Yo vivía la batalla, en medio de la polvareda de los dos rebaños de ovejas. Visualizaba a mi favorito: Pentapolín del Arremangado Brazo.
No solemos caer en la cuenta de la "oralidad" del Quijote, una obra concebida también para leer en voz alta y escuchar, de ahí esa "borrachera verbal" que nos arrastra en muchos pasajes de la obra de Cervantes. Y nos deja con la boca abierta, incluso a los que no pueden entender. Como decía Sansón Carrasco: "porque es tan clara, que no hay cosa que dificultar en ella: los niños la manosean, los mozos la leen, los hombres la entienden y los viejos la celebran...".
Mi madre es ahora una niña, le gusta que le lean y le canten.
Para que luego digan, Antonio, que es difícil leer el Quijote.
Todos somos ese niño que busca un rinconcito para leer en soledad.
Un abrazo para los que pasáis por aquí de:
María Ángeles Merino Moya






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