miércoles, 10 de abril de 2013

"¡Viva la Anarquía! ¡Viva la Literatura!"

 
"El cielo azul se limpió de nubes; el Guadarrama se despejó de nieblas; un pálido rubor tiñó sus cimas blancas, nevadas, de un color de rosa ideal."

Comentario a algunos contenidos de la novela "Aurora roja", de Pío Baroja. Para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

¡Hola Juan Alcázar!

Esta vez voy a dirigirme a ti, comentaré tu última etapa. En la segunda mitad del libro, tus ideas políticas se van radicalizando al mismo ritmo en que avanza tu enfermedad. Es algo más que "un catarro terrible", toses y presentas "manos ardorosas y rosetas malares en las mejillas". 

Mientras los anarquistas peroráis en la taberna de Chaparro, tu hermano se  torna forofo de los revolucionarios franceses, bajo la influencia de un zapatero republicano ex socialista que le pasa la Historia de Michelet y le hace proclamar: "Danton, Danton, ese era el hombre". Y también le contagia algo de su odio hacia las "adormideras socialistas". Manuel no piensa afiliarse a ningún partido; pero le divierten las apasionadas discusiones que mantienes con Morales, el regente de la imprenta, gran lector de libros y folletos socialistas.


Adormidera campeña silvestre (foto tomada en Campo Real el 22-5-2007)

La lucha de clases, la concentración progresiva del capital, generalizar la propiedad, el progreso, no te interesan las cuestiones económicas. Para ti, el progreso no es más que "la supresión del principio de autoridad por la imposición de las conciencias libres". La autoridad es todo lo malo, la rebeldía es todo lo bueno. No ves la necesidad del Estado, el ejemplo suizo que te propone Morales te parece despotismo, tiranía, vivir uniformados:
 
 
 Ahora, a  la utopía que describe Morales la llamaríamos "Estado del bienestar", ya no es tal y clamamos, precisamente, porque algo de eso conseguimos y lo estamos perdiendo. Pero estamos en 1904 y no en 2013.



Manuel, ecléctico, se pone unas veces de parte de Morales, casi siempre, otras está contigo. No encuentra mal el anarquismo "como necesidad de cambio de valores". A él también le resulta antipático la organización del trabajo por el Estado, su intento de hacer "un Proteo monstruoso" y "convertir al mundo en un hormiguero de funcionarios, marchando todos al compás". Sí, Juan, algo de eso hubo a partir de 1917. Otra vez he adelantado el calendario, quedémosnos en 1904.
 
"...un hormiguero de funcionarios, marchando todos al compás"

"La anarquía hay que sentirla" sueles decir. Manuel no la siente en absoluto y analiza los puntos flacos del anarquismo en sus charlas con los amigos de Morales, todos socialistas. Pero es la voz del narrador la que concluye:


Sin duda, tu creador te incluye entre los "Quijotes de la anarquía". Pero te salva siempre y condena a los "Sanchos", los  editores de  dogmáticos periódicos que " tenían la exclusiva de la buena doctrina", "solo ellos despachaban en su tienda el verdadero paño anarquista".  No me sea injusto con el buen Panza, don Pío, usted sabe bien que el personaje cervantino posee otros matices...bueno, entendemos lo que nos quiere decir, que solo les mueve el interés material.


Se confirma, tu enfermedad es grave. Tienes grandes fiebres y sudas hasta derretirte. La Salvadora y la Ignacia te cuidan, desean que descanses. Pero no paras, diga el médico lo que diga. Te has agenciado veinte o treinta libros anarquistas, ya no vives más que por el ideal anarquista. Vendes tus esculturas, no dices nada a nadie y das el dinero "para la propaganda".

Y Manuel siente celos, se obsesiona:


Un día, tu hermano escucha atentamente a tus camaradas anarquistas, en un largo paseo nocturno. Prats y el Madrileño discuten sobre la superioridad del anarquismo catalán o del castellano, hoy serían del Barça y del Real Madrid.  Evocan, nostálgicos, aquellos tiempos en Barcelona de los "devotos de la Santa Dinamita"; justificando la violencia como una respuesta al terrorismo del Estado. No, no son idealistas pacíficos  como tú, bien lo sabe Manuel.

 

Llegáis junto a una caseta del Hospital de Epidémicos, en el Cerro del Pimiento, se lee: "desinfección". Por fin, la luz:
 
 



Cuando se despide de ellos, Manuel se dice para sí:"Hay algo de loco en todos ellos... Habrá que separarse de esta gente".

Hay que separarse ; sin embargo, tu hermano te ayuda para que cumplas las órdenes del médico y no salgas por ahí, es tu recadero. Desde casa diriges el movimiento de propaganda y tienes correspondencia con anarquistas de provincias y del extranjero. Tu enfermedad aconseja acelerar la celebración de un mitin y Manuel se encarga de los preparativos. No consigue que se celebre en el teatro de la Zarzuela, un mitin anarquista está muy mal visto, tendrá lugar en el modesto teatro Barbieri.


 



Como ves, no se olvida de incluir a un "soñador", como tú. Aunque son mayoría los que arman jaleo, plácidos ni por asomo.

"El público aburrido hablaba en voz alta, y algunos chuscos en el gallinero relinchaban con gran maestría."

El primer discurso, "aprendido de memoria y recitado". El segundo orador "leía trozos con una lentitud desesperante". Y, a partir de ahí, se suceden los discursos demagógicos, enfáticos y enloquecidos. A las armas contestaremos con las armas, esclavos del capital os dejáis engañar por cualquiera, no existen los obreros intelectuales, cuando un pueblo sufre todo esto es un pueblo de gallinas, las necedades de la Biblia como la creación de la luz antes del sol, qué es el alma, habría que ver la peste en el arca de Noé, etc, etc.


Tu discurso no tiene nada que ver con nada de eso, no va a hacerles rugir; tus palabras hablan de un mundo idílico:

"La anarquía...no era odio, era cariño, era amor; él deseaba que los hombres se libertasen del yugo de toda autoridad, sin violencia, sólo por la fuerza de la razón."

"Sólo lo libre es hermoso...al pájaro se le envidia en el aire y se le compadece en la jaula"

Caruty interrumpe, grita: "¡Viva la Anarquía! ¡Viva la Literatura!"

 
 

 La mayoría de sus entusiastas son jóvenes anémicos, tímidos y...escrufulosos, el adjetivo que tanto debió usar don Pío en su breve práctica médica. Anemia y escrófulas acompañan a una deficiente alimentación...Al salir te estrechan la mano apasionadamente.

Caruty había dado, sin querer, la nota verdadera de tu discurso: "¡Viva la Anarquía! ¡Viva la Literatura!" Manuel busca la conexión entre las dos palabras, sabe que alguna hay. Para Baroja está muy clara, lo cuenta en sus memorias; la anarquía era, por entonces, cosa más literaria que política.


 
Tu fama se extiende y eres invitado a participar en una revista anarquista nueva, impulsada por  un periodista, un sociólogo y un militar. Ácudes a una reunión pero no hay entendimiento, los escuchas y cortas por lo sano: "¡Vámonos!". Manuel te dice que te abrigues, es ahora lo que importa. Como reza el titular del capítulo: "Esnobismo sociológico. Anarquistas intelectuales. Humo".

Un día, el Libertario advierte a Manuel de los manejos de un intrigante llamado Trascanejo, dedicado a difundir bulos. Deja circular que hay un complot para matar al rey y propone un plan para hacer caer a los anarquistas más cándidos, como tú, Juan. Recibes la carta de un amigo de París, llamado Passalacqua. Te anuncia su llegada a Madrid.
 
Lo acoges en  casa y Salvadora observa que llega seguido de dos hombres. Sospecha de él, abre su maleta y descubre una bomba, cuchillos y recortes de prensa. Salvadora siempre tan salvadora. Manuel, Perico Rebolledo y ella se deshacen de todo eso y de las cartas que podían comprometerte. La bomba era ingeniosa, pero el vecino electricista no lo es menos.

¡Ah, ya comprendo lo que es!-dijo Perico-. Esto-y señaló un tubito de cristal...lleno de un líquido amarillento-debe tener un ácido. Si se quiere que estalle la máquina, se le da la vuelta, el ácido corroe este corcho, lo que da tiempo al que pone la bomba de escapar; luego entra el ácido dentro y provoca la explosión."

A la mañana siguiente, te detienen y registran la casa. Prestas declaración, no encuentran nada y obtienes la libertad, te has librado por los pelos. Manuel no comprende como has podido tomar parte en un proyecto así. Tú contestas que hay que sacrificarse por la revolución.

"Por los niños, por los débiles...Y por ellos hay que destruir la sociedad actual  basada en la iniquidad; por ellos hay que cauterizar brutalmente la llaga social"

"La revolución soñada", "la aurora del nuevo día", "la aurora de la justicia". Manuel no sabe qué contestar a un fanatismo así, se resigna, espera a que estés algo más tranquilo para hacerte saber el engaño, Passalacqua es de la policia. Eres un ingenuo, Juan.


"Aurora Roja"

Tu hermano consigue su sueño de ser el propietario de su taller. Antes de abandonar España, Roberto Hastings le perdona la deuda y le regala su parte. Le aconseja que se case con Salvadora. Y será padrino de su hijo si le pone por nombre Roberto. Manuel vence en su lucha por la vida, gracias a este personaje que se cruzó en su camino, y a la Salvadora que estuvo al quite. Ha sido, como diría Roberto "la ley natural de la concurrencia". O lo que es lo mismo:"Que a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga». En ese mundo liberal, no hay esperanza para los débiles. Vuelvo a pensar en mi tiempo, en este 2013 tan despiadado con los más  pobres.

Salvadora acepta y Manuel la besa en los labios. Una historia con final feliz, demasiado caramelo para Baroja. El lector piensa que nos va a dar detalles de tan ansiada ceremonia. No. Se casan y, sorprendentemente, la boda ocupa una frase:

"No se varió nada en la casa con el matrimonio, que se celebró sin ceremonias de ninguna clase"


Después, el escritor os injerta en un pedazo de historia viva. El día de la Coronación de Alfonso XIII, asistís los dos hermanos a los desfiles, por las calles de Madrid. Vais con los amigos anarquistas, todos decepcionados porque no se produce la sublevación popular que esperaban.

Cuchillos del maüser brillando al sol, palafreneros con vistosas casacas, coches dorados, lacayos tiesos y empelucados, caballos hermosos petulantes, señoras ajadas con diademas y perlas, uniformes vistosos en hombre insignificantes, medallas y cruces...

 

Un aprendiz sentencia, señalando a las damas gordas, las de las "tetas espachurrás":

"Pues esas son las que hacen subir los garbanzos" Y un hombre de malas trazas añade: "Y que el pueblo no pueda vivir".
 
Las infantas, los príncipes de Asturias, la rígida regente y ahí está el rey, un chaval de dieciséis años, "hundido en el coche, con el aire fatigado e inexpresivo". Se comenta su delgadez y su aspecto enfermizo.
 
 

"Aquí no hay nada...esto es una raza podrida... aquí todo es m...Puede ese niño abatido y triste recorrer su ciudad. Lo puede hacer y puede andar si quiere a latigazos con esta morralla. Ese rebaño de imbéciles no se incomodará."

Vuestro compañero de tertulia casera, el señor Canuto va a perder la vida el día de la Coronación. En la Puerta del Sol, un teniente le oye decir "El trapo glorioso...el símbolo del despotismo y la tiranía". Quiere obligarlo a quitarse el sombrero al paso de la bandera, se niega, da vivas a la anarquía, lo detienen y sabemos que lo llevan herido de muerte al hospital.


Ese día llegas a casa en brazos de Manuel, desmayado y cubierto de sangre. Llaman al médico, te dan morfina, sigues tosiendo y echando sangre. La tuberculosis está muy avanzada, te pronostica pocos días de vida. Duermes tranquilo, Salvadora y Manuel pasan la noche en tu cuarto, te observan. A la mañana siguiente, la Ignacia se va a misa y Manuel a la imprenta. Tu hermana ha avisado a un cura para que te confiese, piensa que como has sido seminarista...

Cuando te enteras de la ocurrencia de Ignacia, le dices a Salvadora que no lo dejes entrar, buscas su mano y le pides:

 "¡Defiéndeme, hermana mía! Quieren turbar mis últimos momentos. ¡Defiéndeme!"

La Salvadora despacha como puede al cura, el cual  insiste en que su obligación es salvar tu alma, has sido seminarista y es necesario que te retractes.


Tiendes una mano a la Salvadora y otra a Manuel, te sientes feliz, ves venir la muerte "como una cosa vaga, tan dulce". Pasas el día hablando con tus hermanos "de la infancia, de sus ideas, de sus sueños..."

Te despides de tus compañeros anarquistas:

"Ahora estoy soñando cosas hermosas, muy hermosas. ¡Adiós, compañeros! Yo he cumplido mi misión, ¿verdad?... Seguid trabajando...Ahí os dejo mis papeles... Si creéis que son útiles para la idea, publicadlos... ¡Adiós!"

Anarquistas de hoy y del pasado.

Pasas la noche con la preocupación de ver el alba. A las cuatro comienza a amanecer, duermes un rato y despiertas cuando ya es de día. Pides que abran el balcón y te levanten la cabeza. Ha llegado el momento:

"-¡Oh! Ahora estoy bien -murmuró el enfermo.
El reflejo rojo del día daba en el rostro pálido del enfermo. De pronto hubo una veladura en sus pupilas, y una contracción en la boca. Estaba muerto."

Todo lo demás ya está fuera de ti, te visten, hay un ir y venir de compañeros. Manuel entra a contemplarte:

"¡Quién le había de decir que aquel hermano a quien no había visto en tanto tiempo iba a dejar una huella tan profunda en su vida! "

Rendido, se duerme y sueña con una extraña procesión anarquista. Estaba enredado en el sueño cuando le despierta la Salvadora. Es la policia que dice que hay una reunión anarquista en la casa. Y dicen que vienen a prender a Juan Alcázar. Manuel les informa de que has muerto y les muestra el velatorio. Le advierten:

"A usted le conviene que no haya atropellos, ni escándalos, ni ninguna manifestación en el entierro"

Ya ves, Juan...

A las dos tu entierro, camino del Cementerio Civil, con una bandera roja sobre el ataud, la gente se para a mirar el cortejo. Municipales y guardias a caballo vigilan.


Un rayo de sol sobre la lápida. Se baja con cuerda la caja, el Libertario echa un poco de tierra y te dedica unas palabras:

"Compañeros: Guardemos en nuestros corazones la memoria del amigo que acabamos de enterrar. Era un hombre, un hombre fuerte con un alma de niño... Pudo alcanzar la gloria de un artista, de un gran artista, y prefirió la gloria de ser humano. Pudo asombrar a los demás, y prefirió ayudarlos... Entre nosotros, llenos de odios, él sólo tuvo cariños; entre nosotros desalentados, él sólo tuvo esperanzas. Tenía la serenidad de los que han nacido para afrontar las grandes tempestades. Fue un gran corazón, noble y leal...; fue un rebelde, porque quiso ser un justo."

Paletadas de tierra. Todos van saliendo. "Había oscurecido".

´

Un abrazo de:

María Ángeles Merino

 

6 comentarios:

Myriam dijo...

Has entablado un diálogo muy tierno con este personaje. Juan era soñador, idealista y muy humano
(solidario) en su cotidianidad.

Le has dado una emotiva despedida a la Trilogía, si ésta es como supongo, tu última entrada.

Besos

Ele Bergón dijo...

Te ha quedado estupenda esa foto tuya de Aurora Roja. Este personaje de Juan me atrae mucho. Al final lo leeré. Estoy segura.

Al fina fui al Cementerio Civil. Mariano no tuvo incoveniente en acompañarme y llevarme hasta allí. A él le gustan los cementerios, debe ser por la paz que se respira allí, aunque ya ha quedado dentro de la ciudad.

La mosca ya sabes que anda por Suecia, espero que nos cuente su viaje.

Besos

Luz

Kety dijo...

Don Pío Baroja puede estar orgulloso, no has olvidado detalles, y has aportado fotografías para cada párrafo.
Genial como siempre.
Besos.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

El núcleo del anarquismo humanitario de Juan, al que aludes -y ese grito que une la anarquía y la literatura- está en el centro del pensamiento de la trilogía barojiana: la utopía anarquista, irrealizable en un mundo dominado por lo material...
Excelente.

pancho dijo...

Largo, pero merece la pena llegar al final para leer tu emocionante narración del final de Juan.
A mi modesto parecer la mejor aportación de Baroja a la tradición anarquista española es hacer literatura legible los tochos teóricos sobre el asunto, aptos solo para iniciados.
Discursos a la contra para los ya de antemano convencidos, poco hemos avanzado. En general, aquí somos muy radicales en asuntos políticos, no hay quien ceda ni un milímetro en un debate de besugos. Hay un gran trabajo pendiente por hacer en asuntos de debate de ideas.
Pasalacqua - Bevilacqua. Bien vistas las semejanzas, al menos en la sonoridad del nombre.
El beso de Manuel a la Salvadora cuando estaba malo vale más que todos los chismes de la boda.
Juan muere relapso como los herejes convencidos.

Excelente y extenuante trabajo con ilustraciones incluidas de muchos quilates, sobre todo este pintor, Martín Rico, que desconocía.

Un abrazo.

Pamisola dijo...

Me estoy pensando, si no será mejor leer tus entradas que el libro.

Interesantisimas siempre, Mª Ángeles,y preciosa la despedida de Juan, como cierre de los tres libros de Baroja.
Vamos a por el siguiente.

Besos.