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Ahí tenéis una marciana, no sé si de Ganimedes o de Reticulí. Lee y saca fotos, en su cabeza unos extraños papeles de aluminio, tal vez le sirvan de antenas.
Bromas aparte, cuando un libro nos lee, nos metemos de cabeza en él y no lo dejamos ni a sol ni a sombra, ni en la peluquería.
Estoy con El verano de Cervantes de Antonio Muñoz Molina. El Quijote lee al escritor de Úbeda y el de Úbeda me lee a mí, doble lectura.
De nuevo con el gran libro que me lleva leyendo...ni sé cuántos años, el muy malandrín.
Siempre en verano, aunque sea invierno. Y aquella lectura colectiva del Club de lectura de La Acequia, dirigida por Pedro Ojeda Escudero, qué verano aquel, duró más de dos años.
No hace frío en el Quijote, nunca. O casi nunca.
María Ángeles Merino
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