miércoles, 10 de mayo de 2023

Busco los hilos en "Solo triste de oboe" de Yolanda Izard. El hilo de la madre en "El barranco", primer relato.


Comentario al libro de relatos Solo triste de oboe de Yolanda Izard,  para la lectura de La Acequia y Alumni UBU, dirigida por Pedro Ojeda. 

Esta entrada se me quedó en el tintero, quiero decir en el borrador. Fue la lectura de enero. Ahora lo vuelvo a leer y pienso que merece la pena darle al "Publicar". Gracias, Yolanda Izard, por tu libro.

"No fue la intención de su creadora pergeñar esta treintena de relatos sobre un hilo común y, sin embargo, todos ellos laten con la misma intensidad, atisban lugares insospechados del alma humana y sueñan con crear de nuevo el mundo desde la extrañeza y sus abismos." (José Ignacio García)

"Pues lo hermoso no es otra cosa que lo insospechado, lo extraño, lo abismal y lo terrible."  (Rilke) 


He leído Solo triste de oboe de Yolanda Izard. Estoy de acuerdo con el crítico literario José Ignacio García y con Rilke, pero me permito sacar algún hilo más. 

Si buscamos los "hilos" a estos relatos encontramos: sufrimiento, abandono, muerte, vejez, infancia, madre, padre, relaciones familiares conflictivas, fantasmas, muertos, literatura, mundos distópicos con paisajes áridos y prohibiciones...Incide especialmente en el tema de la madre, que puede ser un padre con sentimiento maternal o una no madre al que le toca ejercer de ello. ¿Es madre la escritora? Sí, ya veo en la dedicatoria que tiene tres. 

El hilo de la madre aparece ya en el primer relato: El barranco

Alguien habla en segunda persona: le dijiste, escuchaste, no trataste, subiste. Pensé en el viejecito abandonado en una gasolinera, algo que se contó hace años y no sé si es verdad o leyenda urbana. Aquí ni gasolinera, un paisaje áspero y desértico, una carretera y un barranco. Un familiar desalmado de mirada torva, ahí te quedas viejo y el anciano pierde el equilibrio y va cayendo agarrándose a los hierbajos. Y ya no es el de la gasolinera, ahora es el moribundo en el luminoso túnel que tantos aseguran haber visto cuando estaban casi muertos. Y mucha paz, todos dicen que mucha paz, recuerdo a un médico pijo con ínfulas de escritor que , en su UCI de enfermo de Covid, en vez de túnel atravesó dos hileras de setos bien podados. A lo que íbamos, al barranco. Es una caída lenta, es "la travesía inversa de la vida", a la infancia y a la nada. Va quemando los últimos cartuchos de su vida y compruebas, a buenas horas, la falta de sentido de todo.  

¿Su vida? Hay de todo. Bueno y malo. El hombre va descendiendo, pasa lo bueno y lo malo de su vida. Las bombas de la guerra y la enfermedad de su amada, los paisajes vividos hasta llegar al fondo. Y no se ha muerto todavía, Ahora es "un ser pequeño, candoroso y desvalido". Está en brazos de su madre que carga a la vez con un saco de tomates, son tiempos difíciles. Una caricia en su coronilla de bebé. Y llega "Águeda con su pelo raído por la quimioterapia y le recoge en sus brazos". El amor da la vez al amor. Solo el Amor, con mayúscula".

De ahí al sosiego y a la nada.

María Ángeles Merino

3 comentarios:

La seña Carmen dijo...

Interesante relato, sin duda. Otro modo de ver el túnel.

Abejita de la Vega dijo...

A saber lo que pasa por nuestro cerebro en esos últimos momentos. Es un tema inquietante. Si es un barranco...vale.

Ele Bergón dijo...

Sí, también lo leí, unos cuentos me gustaron más que otros, como suele suceder, según te lleguen más por su temática o su forma de presentarlo. Cómo hace tiempo que los leí no tengo ahora el libro y aunque recuerdo su temática, no me he quedado con los títulos exactos de los mismos

Besos