jueves, 23 de febrero de 2012

De las "Sonatas" en general y de la "Sonata de invierno" en particular: "Como soy muy viejo..."

"Luz de invierno" (Río Arlanzón, Burgos)
Primer comentario a mi lectura de "Sonata de invierno", de Valle inclán, en torno al tema de la vejez y otras claves en sus "sonatas". Para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.
En mi anterior entrada, un marqués de Bradomín muy joven abandona precipitadamente el Palacio Gaetani, mientras María Rosario deviene en "sombra trágica y desolada", junto aquella ventana siempre abierta. Valle Inclán deja reposar su pluma para retomarla en "Sonata de invierno", con un marqués envejecido; el mismo cuya voz escuchamos en los tres libros anteriores.

De aquí

Busco en la estantería. El mismo volumen incluye “Sonata de Otoño - Sonata de Invierno". Pertenece a la colección Austral, de la editorial Espasa, en su vigésima sexta edición (9 – XI – 2000).

¿Mi bufanda arropando "Sonata de invierno"? Es una imagen que me viene a la cabeza, tal vez soñada, no sé.


¿Qué es esto? De sus páginas salen volando algunas hojas secas invernales. Grises, agujereadas, sometidas a la intemperie invernal, con su belleza otoñal perdida.


Encima de la mesa, están también “Sonata de Primavera-Sonata de Estío". Busco  la primera oración de cada una:

“¡Mi amor adorado, estoy muriéndome y sólo deseo verte!”


“Quería olvidar unos amores desgraciados, y pensé recorrer el mundo en romántica peregrinación”

De aquí

“Anochecía cuando la silla de posta traspuso la Puerta Salaria y comenzamos a cruzar la campiña llena de misterio y de rumores lejanos.”

“Como soy muy viejo, he visto morir a todas las mujeres por quienes en otro tiempo suspiré de amor”.

De aquí

Las palabras que un día escribió una mujer amada y moribunda, una romántica peregrinación para olvidar unos amores desgraciados, un viaje nocturno en silla de posta a través de una campiña misteriosa y el recuerdo de un anciano hacia todas las mujeres que amó, todas ellas muertas.

Extraemos los temas clave que asoman tempranamente , en las primeras líneas.

“Amor” y “amores” en las de otoño, estío e invierno. Aunque en la de estío sean "amores desgraciados", que sólo merezcan el olvido.


“Muriéndome” y “morir” en las de otoño e invierno.


“Olvidar” en la de estío.


Viajes en las de estío y primavera: “recorrer el mundo” y “cruzar la campiña”.

Romanticismo  en la de estío: "romántica peregrinación".


“Misterio” en la de primavera.


Vejez , mucha vejez, en la de invierno.

En cada una, nos cruzamos con el Amor y la Muerte, en grandes dosis. También , en menor proporción, con el Olvido, la Huida, el Romanticismo, el Misterio y el sentimiento de Vejez. Este último, planea sobre las cuatro obras, al ser de un anciano la voz  del narrador; aunque sólo aparezca explícitamente en las de "Otoño" e "Invierno":

Recordamos que el maduro Xavier, en "Sonata de Otoño",  manifestaba:

“Ninguno de nosotros (Concha y Xavier) quiso recordar el pasado porque las mujeres no se enamoran de los viejos, y sólo está bien en un don Juan juvenil"

Sentimiento que toma protagonismo en la última sonata, donde la pluma de Valle Inclán arranca con la nostalgia del pasado y el pesar por el presente:

A pesar de haber despertado "amores muy grandes", hoy vive "en la más triste y más adusta soledad del alma" y peina con lágrimas "la nieve de sus cabellos".


Sus días se caldeaban antaño "en la gran hoguera del amor".


"Las almas más blancas" le daban su ternura, lloraban sus crueldades, deshojaban las margaritas "que guardan el secreto de los corazones".



Y "el secreto de los corazones" arrastra una terrible confesión que nos pilla desprevenidos:

"Por guardar eternamente un secreto, que yo temblaba de adivinar, buscó la muerte aquella niña a quien lloraré todos los días de mi vejez. ¡Ya habían blanqueado mis cabellos cuando inspiré amor tan funesto!"


Nos adelanta el suicidio de una niña a la que inspiró "un funesto amor". Valle Inclán no es escritor para lectores ávidos de finales inesperados.

Y comienza su relato: acababa de llegar a Estella, a la Corte del rey pretendiente, durante la tercera guerra carlista.

Museo carlista de Estella

Tras una vida en continua búsqueda de "riesgos y azares", siente algo desconocido: "un acabamiento de todas las ilusiones, un profundo desengaño de todas las cosas...el primer frío de la vejez, más triste que el de la muerte".



De golpe y porrazo, al quijotesco Bradomín se le acaban las ilusiones con el yelmo de Mambrino todavía puesto. Ha sonado la hora en que "las pasiones del amor, del orgullo y de la cólera...se hacen esclavas de la razón". Pero el marqués no sometió sus pasiones, no supo hacerlo y se lamenta.


Aquel día llega  a la Corte de Estella, disfrazado de fraile.

De aquí.

Asiste a la Misa del Rey, el que pretendió ser Carlos VII y nunca fue. Una vieja pseudocorte que huele a rancio y a pobretón. Valle Inclán  disimula el olor con un panegírico que es , en realidad, un pregón de sus evidentes carencias:

"La arrogancia y brío de su persona, parecían reclamar una rica armadura cincelada por milanés orfebre, y un palafrén guerrero paramentado de malla. Su vivo y aguileño mirar hubiera fulgurado magnífico bajo la visera del casco adornado por crestada corona y largos lambrequines. Don Carlos de Borbón y de Este es el único príncipe soberano que podría arrastrar dignamente el manto de armiño, empuñar el cetro de oro y ceñir la corona recamada de pedrería, con que se representa a los reyes en los viejos códices"

De aquí

Ante los tercios vizcaínos y toda la Corte, un fraile predica en euskera, viejas palabras que le causan "una impresión indefinible":

"Aquellas palabras ásperas, firmes, llenas de aristas como las armas de la edad de piedra...primitivas y augustas, como los surcos del arado en la tierra ...Sin comprenderlas, yo las sentía leales, veraces, adustas, severas"

De aquí

Los reyes salen de la iglesia. Al lado de la reina Doña Margarita "camina una dama de aventajado talle, cubierta con negro velo". Sin verla, el marqués adivina la mirada de unos ojos que le reconocen. El recuerdo viene y se va, como luces fugaces.

"Fernanda con mantilla negra, Picasso.
En la sacristía, "dos clérigos viejos conversaban en un rincón, bajo tenue rayo de sol, y un sacristán, todavía más viejo, soplaba la brasa del incensario en frente de una ventana alta y enrejada".

De aquí.

Allí va a producirse el encuentro de Xavier con su amigo Fray Ambrosio de Alarcón, un viejo guerrillero,  "un gigante de huesos y de pergamino", que "ante el asombro de los clérigos", proclama: "¡Este reverendo se llama en el mundo el Marqués de Bradomín! ".

El sacristán deja de soplar, los clérigos se ponen "en pie sonriendo beatíficamente". Le miran "con amor" y "con una sombra de paterno enojo". El marqués tiene su momento de vanidad, al comprobar su fama "entre la gente de cogulla". Esos entienden...

Todos le rodean, es preciso que cuente la historia de su hábito monacal. Fray Ambrosio ríe jovial, los clérigos le miran "por cima de los espejuelos, con un gesto indeciso en la boca desdentada". El sacristán no pierde ripio y muestra su disgusto por las interrupciones.

A Fray Ambrosio no le cabe en la cabeza  que el de Bradomín saliese de un monasterio adonde le hubiesen llevado "los desengaños y el arrepentimiento". Se vuelve a los clérigos murmurando que no le crean,  que es solo  una "donosa invención".

Cuando el inventor lo afirma solemnemente, Fray Ambrosio decide seguirle el cuento, aparentando convencimiento. Vivir para ver, "jamás hubiera supuesto ese ánimo religioso en el Señor Marqués".

Este replica a su amigo: "El arrepentimiento no llega con anuncio de clarines como la caballería...Llegó mirándome al espejo, y viendo mis cabellos blancos". Falso, pero convincente.

Clarines de caballería

Los dos clérigos y el sacristán callan y sonríen, son viejos que viven como viejos. Algo que el de Bradomín, el mismo Valle Inclán, no acepta, lo detesta.

"El uno extendía las manos temblonas sobre el rescoldo, y el otro hojeaba su breviario. El sacristán entornaba los párpados dispuesto a seguir el ejemplo del gato que dormitaba en su sotana"

De aquí.

Nada que ver con el viejo Marqués que asegura haber conseguido dominar todas las pasiones, "menos el orgullo". Porque "debajo del sayal " se acordaba de su marquesado. 

Fray Ambrosio alza los brazos y proclama teatralmente:

"El César Carlos V también se acordaba de su Imperio en el monasterio de Yuste"






Carlos V en Yuste.
Esa comparación le place. Porque no  imaginamos al viejo marqués, al amor de un brasero, entornando los párpados, con un gato dormido sobre las rodillas.

Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

Podéis leer la "Sonata de invierno" aquí.

Pedro Ojeda dijo en "La acequia":

"Mª Ángeles Merino encuentra una perspectiva aguda y útil para comenzar con Sonata de invierno: cotejarla con otros inicios, con la muerte y el amor presente en ellos y la cercanía, ahora, de la vejez."

10 comentarios:

Myriam dijo...

¡La foto del Arlanzón, que encabeza tu entrada, es bellísima!

Me encanta, Abejita, como has entrelazado el inicio de las 4 sonatas con su leitmotiv. Lo disfruté mucho.


Besos

Delgado dijo...

Una de tus mejores entradas al respecto de las sonatas, muy inteligente esa recopilación de pasajes de los números anteriores.

De tus fotos me quedo con la del libro abufandado y señalado de hojas vetustas.

Saludicos.

Paco Cuesta dijo...

Corren malos tiempos para Bradomín, el hábito no hace al fraile pero le sirve para ser ignorado

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Qué buena perspectiva de análisis para comenzar la Sonata de invierno: amor y muerte. Y ahora, más que nunca, la cercanía de la última y el alejamiento del primero. La vejez, presente.

Manuel de la Rosa -tuccitano- dijo...

Sabes que en esta lectura no participo...pero me sigue admirando la forma que tienes de estudiar los comentarios...me encantó la foto de los vestigios...me recordó mi época de arqueólogo aficionado....

pancho dijo...

Bien poco dejaste descansar la pluma colgada en la espetera. En lugar de hacerlo más liviano, profundizas en la expresión poética, sin olvidar la analítica. Me encanta la imagen de peinar con lágirmas la nieve de los cabellos.

No es fácil buscarle repeticiones o lugares comunes a la prosa de Valle-Inclán. Para mí que ése fue un aspecto que trabajó con toda su alma con el fin de evitar monotonía y aburrimento. Pero alguno le has encontrado en estos comienzos que son obras de arte. Un modelo para quien quiera dedicarse a escribir.

Excelente y detallado resumen, que habla de todo menos de cansancio.

Un abrazo.

Ele Bergón dijo...

¡Qué trabajazo el enlazar todas las Sonatas y además hecer las fotos que están preparadas por ti! Me gusta la del libro con la bufanda.

Me voy ahora para el pueblo. Ya te llamo

Un abrazo

Luz

Gelu dijo...

Buenas noches, Abejita de la Vega:

Una vez más te felicito por tu trabajo.
Tu fotografía del Arlanzón me llevó a buscar la mía.
En esta ocasión las ilustraciones son perfectas.
Gracias, por tu tiempo.

Un abrazo

P.D.: El libro con la bufanda, parece vestido para la ocasión de Carnaval, enmascarado con un pañuelo rosa de tuareg.

Salvador Pliego dijo...

Bastante ingenioso este escrito. Gracias por compartirlo.

Saludos.

Abejita de la Vega dijo...

Myriam: es fotogénico este río. Es curioso el embrión que vive ya en la primera frase.

Delgado: abufandado porque Burgos es muy frío, las hojas se colaron a ver si pillaban el calor de la calefacción.

Paco: y tan útil, salva el pellejo así el de Bradomín.

Pedro: ay qué perspectiva, también para nosotros, la vejez tan cerca...

Manuel: es interesante la Arqueología, buscarías vestigios tuccitanos, claro.

Pancho: es que la semana se pasa volando. El canoso de la foto todavía no las peina llorando, je, je. Siempre hay obras de arte que encajan en estos comentarios, expresan sentimientos universales.

Ele: el libro queda así muy invernal. Abrígate si vienes para esta nuestra provincia.

Gelu: nuestro Arlanzón querido y un tuareg rosa.

Salvador: Gracias por tu visita y tus palabras.


Gracias y besos a todos.