"Todas estas pláticas de los dos valientes oían el duque y la duquesa y los del jardín, de que recibían estraordinario contento; y queriendo dar remate a la estraña y bien fabricada aventura, por la cola de Clavileño le pegaron fuego con unas estopas, y al punto, por estar el caballo lleno de cohetes tronadores, voló por los aires con estraño ruido"
En este tiempo ya se habían desparecido del jardín todo el barbado escuadrón de las dueñas, y la Trifaldi y todo , y los del jardín quedaron como desmayados, tendidos por el suelo."
Las Pléyades o Cabrillas.
“Y sucedió que íbamos por parte donde están las siete cabrillas …, que así como las vi, me dio una gana de entretenerme con ellas un rato, que si no la cumpliera me parece que reventara… Sin decir nada a nadie, ni a mi señor tampoco, bonita y pasitamente me apeé de Clavileño y me entretuve con las cabrillas, que son como unos alhelíes y como unas flores , casi tres cuartos de hora”
La luna sobre unas históricas almenas burgalesas (antiguo palacio de Capitanía General, el de las placas suprimidas). Los cuernos no se aprecian.
"¿vistes allá entre esas cabras algún cabrón?
—No, señor —respondió Sancho—, pero oí decir que ninguno pasaba de los cuernos de la luna "
Tercera parte al comentario del capítulo 2,41 del Quijote, publicado en "La acequia".
El duque, la duquesa, los del jardín, todos nos regocijamos con las pláticas de los dos valientes. Porque quién duda de que lo sean. Sólo falta pegar fuego a la cola de Clavileño, que el leñoso equino, a diferencia del de Troya, va relleno de cohetes tronadores, que no de soldados griegos.
No volaba, mas ahora sí vuelaaaaa por los aires y da con don Quijote y Sancho en el suelo, algo churruscados.
Doña Trifaldi se volatiliza. Me despojo rápidamente de las tocas, el monjil y las barbas postizas. Ahora vuelvo a ser un fiel mayordomo de palacio. Mi barbado escuadrón se retira y los del jardín tirados por el suelo, como desmayados.
Caballero y escudero, molidos y sorprendidos de verse en el mismo jardín de donde habían salido. ¡Y cuánta gente en tierra!
Y… ¿qué es eso? Hay una lanza hincada en el suelo y, atado con dos cordones de seda verde, un pergamino, con letras de oro.
Dice que el ínclito acabó la aventura de la dueña Dolorida y compañía, solamente con intentarla. Asegura que, a Malambruno le basta con el intento y las barbas de las dueñas quedan mondas. No se olvida del cocodrilo y la mona, don Clavijo y Antomasia vuelven a su prístino estado.
Lo de Dulcinea no se acaba tan fácil, la “blanca paloma” se verá libre de “los pestíferos” que la persiguen. Y su arrullador, don Quijote, la tendrá en brazos. Todo por orden del primero de los encantadores, el gran Merlín. Me quedó bien la redacción de este pergamino... y la presentación con su seda y sus oros.
Don Quijote da gracias al cielo y se va adonde los duques simulan que aún no han vuelto en sí.
Sancho sujeta al duque de la mano, no es mal actor mi amo, no. Despierta poco a poco, como si le costara, mientras se le pide que tenga buen ánimo, que todo ha acabado bien.
La duquesa y todos los tumbados también despiertan, se maravillan y se espantan, qué bien saben todos fingir. Se diría que han pasado la vida en un carro de comediantes.
El duque lee el pergamino y abraza a don Quijote, alabando su buen hacer como caballero.
Sancho me busca y no me ve por ninguna parte. Quiere verme sin barbas, para ver mi hermosura pero le dicen que, en el momento de bajar Clavileño, el escuadrón dueñil desapareció, liso y mondo.
La duquesa pregunta, al escudero, cómo le ha ido en el viaje. Para contestar, le cuenta que, en la región del fuego, quiso destaparse y su amo no lo consintió. Mas él, curioso, apartó un poco el pañizuelo y miró a la tierra.
Mi señora le pilla en mentira porque asegura haber visto la tierra del tamaño de un grano de mostaza y los hombres de las avellanas. Mi ama, con una sonrisilla, le replica que, de esa guisa, un solo hombre cubriría la tierra. Él sostiene su mentira y responde que, al verla por un ladito, la vio entera.
La duquesa le advierte que, por un ladito, “no se vee el todo de lo que se mira”. Sancho no sabe por dónde salir…si volaba por encantamiento, por encantamiento lo veía todo.
Una vez dicha la primera mentira, ya no hay empacho en decir muchas más. Sancho cuenta que llegó a palmo y medio del cielo y vió esas estrellas que llaman las siete cabrillas. Como, de niño, fue pastor de cabras no pudo resistir la tentación de entretenerse con ellas. Así lo hizo , mientras Clavileño se estaba quietecito.
El duque quiere saber qué hacía, mientras tanto, don Quijote, el cual no vio nada de lo que su escudero dice. Sintió el aire, menudos bríos daban algunos al fuelle. También tuvo indicios de la del fuego, cómo ardían las estopas aquellas; mas no puede creer que llegaran al cielo, donde están las estrellas llamadas cabrillas. Según sus conocimientos, se hubieran abrasado. Sancho miente o sueña.
Sancho asegura que ni una cosa ni otra, que le pregunten las señas de tales cabras. La duquesa le pide que las diga y así lo hace. Dos encarnadas, dos azules y una de mezcla. Tales son sus colores.
El duque, que no hay cabras de esos colores. Sancho, que son cabras del cielo, no del suelo. Mi señor pregunta, con mucha socarronería, si no vio entre las cabras algún cabrón. Con flema, le contesta que no, puesto que “ninguno pasaba de los cuernos de la luna.”. Después de esta enigmática respuesta, no quisieron saber más de los paseos celestiales del gobernador insular.
Toda su vida rieron los duques esta aventura de la Dolorida. Sancho tuvo para contar siglos, si lo viviera.
Don Quijote le dice algo al oído a Sancho, algo de la cueva de Montesinos. No sé cuál de los dos miente más…
Un abrazo de María Ángeles Merino
Pedro Ojeda dijo en "La acequia":
"Abejita de la Vega comenta el capítulo de la semana en varias entradas. En la primera, además de saber llamar a los ángeles, da voz de nuevo al mayordomo que se las ingenia para motivar al temeroso Sancho. En la segunda, toma recursos cinegéticos. En la tercera termina su comentario resaltando el juego de mentiras. No os perdáis las ilustraciones de ésta. Finalmente, nos publica la nota -me atrevo a decir que admirativa- que envía el Sanchico sobre su padre. Como viene de parte de Ele Bergón, aprovechamos para felicitarla."
Leer más: http://laacequia.blogspot.com/#ixzz0j1Y6yVFd
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Pedro: El mayordomo se ha asomado a la pantalla y te agradece que alguien reconozca su trabajo. No ha parado, de acá para allá. Y vestido con tocas y refajos, que tiene más mérito.
10 comentarios:
Una de las cosas que más destacan de este capítulo, para mí de los mejores vistos hasta ahora, es la puesta en escena, algo que acentúa tu mayordomo de usos múltiples, como también la brillantez de los diálogos.
Sancho se recrea en la broma de las cabrillas, ya sabe que todo es una farsa y se une a ella, le sigue el juego a los duques con un relato pleno de imaginación, precedente de los paseos por la ingravidez de la estratosfera. DQ tampoco se queda atrás con el relato donde demuestra sus conocimientos de astronomía.
Nos has tenido bien entretenidos el fin de semana de entrada de la tan ansiada primavera con tus relatos clavileños.
Tanto miente, miente tanto Don Quijote como Sancho.
Ay no, que no era así jajajajaja. Bueno pero queda bien para lo que quiero decir, así que lo dejo.
Besos
Pancho: mi mayordomo ha sido comediante y director, en una compañía de esas que iban por los pueblos.Domina la puesta en escena.
Sancho coge carrerilla y miente como bellaco, lo de las cabrillas de colores le queda genial. Cervantes ha leído a Ptolomeo y traslada a don Quijote esos conocimientos. Si os tenido entretenidos, estupendo.
Asun: tanto mienten, mienten tanto,Isabel como Fernando. No, que esos montaban, no mentían...Tan embustero el caballero como el scudero. Me ha salido la rima.
Un abrazo, amigos.
Como dice PANCHO, nos entretienen mucho tus personajes secundarios y me/nos arrancan bastantes carcajadas. Muy bueno, como siempre. Hoy a ver si leo el LXII que, como dice ANTONIO AGUILERA es más cortito. Besotes, M.
ABEJITA:
Clavileño se retrasa, puede que se haya arrepentido Malambruno, o puede que hubiera mucho tráfico aéreo en candaya... por el puente de san José, si es que allí se celebra.
Tomas prestada la frase de la hermana de Azarías en Los Santos Inocentes “A mandar, que para eso estamos”. Estos cimarrones criados envueltos en yedra son muy obedientes y cumplidos con sus señores los duques.
No le faltan excusas a Sancho: que van a pensar sus insulanos con su gobernador volando por ahi.
Pero el duque es convincente, pone a Sancho la gobernabilidad de la isla bajo la espada de Damocles, pende de un fino hilo; Sancho se pone llorón y mete prisa a su amo para subir al caballito.
Don Quijote pide a su escudero que “se azote un poquillo, sólo unos quinientos azotes, a cuenta...”.
Pero mira que pedirle su amo estas cosas, ¡con lo dura que es la madera del caballito!, sus tiernas carnes...(dices): “las posaderas del señor gobernador son delicadas”... no lo soportarían.
Realizado el viaje, con el tormentoso aterrizaje con explosión incluida, empiezan los duques a interrogar a Sancho sobre las incidencias del viaje. Sancho que se había calado la farsa y el montaje que los duques hacían con ellos, el mismo se convierte en embustero compulsivo. Que si La Tierra es como un grano de mostaza, los hombres como avellanas; una piarilla de cabras pastando verde hierba del profundo universo. Buena referencia esta de las cabritillas, Sancho de niño pastor de ellas. Aunque ABEJITA, al mayordomo que cuenta tu historia, al describirlas, olvidó mencionar a las dos verdes.
Yo, como tú, también pienso que a ver quién miente más ahora, amo o criado. Ellos sellan un pacto
de mutuo encubrimiento. Descubrieron también el juego sucio de los duques, veremos si influye esta circunstancia en los siguientes capítulos.
Abejita, que la primavera te sea propicia y te colme de polen
Un abrazo
Todos mienten, aunque cada uno con sus razones.
Cómo me gustan las ilustraciones: y cabritillas burgalesas...
Muy apropiada la foto de las cabrillas, desde luego muy alto apuntaron nuestros amigos. Lo que no entiendo es cómo Sancho pudo jugar con éstas sin darse un buen tozolón ;D
Saludicos
Merche: mis secundarios te saludan... Efectivamente el XLII es cortito, se agradece.
Antonio: igual había mucho tráfico aéreo en Candaya, hora punta para los caballeros andantes.
Me has pillado la frase de Régula, el entrañable personaje de Delibes, a mandar, para eso estamos. Bueno,no sólo en la Literatura, también en la vida real, qué remedio.
El duque le pone la espada de Damocles, al pobre Sancho que no quiere monturas tan duras y si se elevan, peor todavía. Así que, la final, el escudero sube todo decidido.
Qué imaginación mintiendo, las cabrillas celestiales y el antiguo cabrerizo, jugando con ellas. Sí, se me olvidaron las dos verdes, despistes, estás en todo.
Mentiroso el amo, mentiroso el escudero y mentirosos los duques. Pero hay que seguir con el juego.
Espero una primavera con mucho polen que libar, llover ha llovido lo suyo.
Un abrazo
Alatriste: tolozón, buena palabra.
Pedro: cabrillas burgalesas, uy, si yo te contara las que hay...
Un abrazo
A Sancho le pierde su condición de hombre de campo hasta tal punto que se apea del caballo en marcha para jugar con las cabritillas. Sabe que no le pueden contradecir y toma a su modo venganza de cuanto está sucediendo.
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