domingo, 14 de agosto de 2011

"...al valeroso vizcaíno y al famoso don Quijote con las espadas altas y desnudas"

Imagen de San Benito (Benedictinas de Palacios de Benaver, Burgos)




Comentario a los capítulos 1,8 y 1,9  del Quijote, publicados en "La acequia", en las entradas tituladas "De cómo Cervantes, de un plumazo, pasa de escribir una obra maestra a la mejor novela de todos los tiempos (1.8)""El autor del Quijote, un traductor y el personaje Cervantes, mientras que don Quijote pierde parte de su oreja y gana una batalla (1,9)" correspondientes a los días 3 y 10 de julio de 2008.

Mientras los frailes de San Benito huyen haciéndose cruces, don Quijote habla con la  dama vizcaína del coche, tal y como lo haría un  caballero andante de libro:” La vuestra fermosura señora mía, puede hacer de su persona lo que más le viniera en talante, porque ya...”


¿Qué ocurre? ¡Lo de siempre! La pantalla del ordenador se subleva. ¿Personajes secundarios quijotescos? Es el momento de la vizcaína, pero no creo que sea ella porque Cervantes no le concedió voz. Será…

Egunon, señora mía, Sancho de Azpeitia para servir a vuesa merced. Dar pues mi versión de lo acontecido con ese don Quijote que mal ande. Caballero  no dejar pasar  coche adelante y mandar  mi señora ir al Toboso. Asirle la lanza hice y decir que si no deja el coche matarle ha este vizcaíno. Entender bien y con sosiego decirme que si  fuera caballero  castigarme ha.
Todo vizcaíno es  hidalgo y yo no puedo sufrir que  niegue mi condición de caballero. Le digo que si arroja la lanza y saca la espada verá como me llevo el gato al agua. Como puede comprobar voacé un vizcaíno puede hablar en perfecto castellano, aunque ese Cervantes me haga hablar como fingido vizcaíno de comedia.



Saca su espada, embraza su rodela y me arremete. Sin poderme apear de la mala mula, voy hacia él con mi espada. A falta de escudo , me protejo con una almohada.  Me voy para él y no atiendo a los pacificadores.


 Estoy dispuesto a matar al que me estorbe. Me siento como un  "Amadís ", las horas que yo también he pasado con esos libros. Me enfrentaré al caballero andante, nunca pensé hallar uno de ellos. ¡ Jaungoikoa! ¡ El Gran Íñigo de Loyola me proteja!


Mi asustadiza señora  desea ver la contienda, pero desde una prudente distancia. Don Quijote recibe de mí una cuchillada en el hombro. Si no es por la rodela, le rajo hasta la cintura. Al sentir el golpe,  pide socorro a una invisible señora Dulcinea. Aprieta la espada, se cubre bien y arremete contra mí.


Todos los circunstantes temerosos y colgados de lo que había de suceder, mientras las mujeres rezan y se ofrecen a todo el santoral. Pero...¿qué pasa aquí? Me he quedado con la espada en alto. Todos, don Quijote también, estamos paralizados. Así quedamos, en esa incómoda postura, durante un tiempo indeterminado.


 Luego supe que , en ese preciso momento, el narrador no puede seguir con la historia  porque " no halló más escrito destas hazañas de don Quijote, de las que deja referidas". Se disculpa , mas no se desespera , bien seguro está de hallar su continuación; como efectivamente lo hace, más tarde, en el Alcaná de Toledo, gracias al favorable cielo y...¡ a un muchacho vendedor de papeles viejos! Ya nos dará voacé, señora amanuense, cumplida cuenta de ese hallazgo, de su traducción y demás.

La segunda parte de esta historia comienza donde la dejamos. Dice:"Puestas y levantadas en alto las cortadoras espadas de los dos valerosos y enojados combatientes". Yo me adelanto, descargo un tremendo golpe. Le hubiera matado, pero la espada se me desvía un poco.  Le acierto en el hombro izquierdo y, de camino, le llevo  media celada y media oreja.



Mas don Quijote, rabioso, descarga sobre mí con furia inesperada y acierta en la almohada ¡y en mi cabeza! Sangro por la boca, por los oídos y por la nariz. Me abrazo a la mula, que  tras unos pocos córcovos me tira, dando  a correr por el campo. Estoy vencido.

Salta de su caballo, me pone la punta de la espada en  los ojos y me dice que me rinda o me cortará la cabeza. No puedo contestar y las señoras del coche ruegan  me perdone la vida. Si no es por estas buenas mujeres, lo pasara muy mal, tan ciego estaba don Quijote.

Don Quijote les responde, con la gravedad de un verdadero caballero andante, que está contento de hacer lo que le piden. Pone la condición de que yo vaya al Toboso y me  presente ante una señora sin par llamada Dulcinea, para que haga de mí lo que fuere de su voluntad.  A saber dónde está ese lugar.


Mi ama tiene tanto miedo que , sin preguntar quién es esa del Toboso, le promete que haré todo lo que me mande. Don Quijote manifiesta que no me hará más daño, aunque me lo tenga merecido.

Muy mal parado quedé de aquella pendencia, mis heridas tardaron en sanarse. No fui al Toboso sino que seguí mi camino a Sevilla, que mi señora tenía prisa por reunirse con su esposo. Aunque , a veces, me pesa no haber cumplido con lo prometido.

Se despide de vuestra merced un personaje del Quijote que pasa por ser el único que toma en serio a Don Quijote. Agur.

Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

Pedro Ojeda dice en "La acequia":

Mª Ángeles Merino, Abejita de la Vega, comenta los capítulos 8 y 9 de la Primera parte. No os perdáis la versión del vizcaíno del combate que tuvo con don Quijote...Después, nos cuenta cómo el Béjar cervantino puede ser un buen refugio en agosto...

3 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Ya tenía yo ganas de escuchar la versión desde la boca del vizcaíno. Este hombre, además, seguro que tiene pasado y presente y que, a su manera, es otro don Quijote...

pancho dijo...

Este vizcaíno fue duro de pelar para Don Quijote, vendió cara la derrota. Los dos quedaron malparados de la batalla.

Excelente versión del relato y bien ilustrado.

Un abrazo.

Abejita de la Vega dijo...

Pedro: es un Quijote vasco, seguro.

Pancho: fue duro de pelar, resulta curioso que a don Quijote le preocupa más la media celada que la media oreja.


Gracias, amigos,un abrazo