jueves, 11 de abril de 2013

"...en fin, mi señorito me ha dicho que tu coronel le ha dicho que nos enviaba el mejor"

 
 
Comentario a algunos contenidos de la novela "La marca del meridiano", de Lorenzo Silva. Para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.
 
Acabo de redactar y publicar la última entrada sobre "Aurora roja" de Baroja, agotada por la densidad de sus contenidos, inmersa en la problemática obrera en 1904, pero allá voy...al 2012.
 
 Nuestra lectura colectiva aborda ahora un novela muy reciente:"La marca del meridiano", de Lorenzo Silva, premio Planeta 2012.
 
 
El escritor ha tenido una delicadeza que se agradece:  disponemos de una completa, clara y bien estructurada página web que incluye, incluso una zona desdinerarizada. Gracias, Lorenzo. Después de abrirla, no considero necesario recoger aquí información acerca de su vida y de su obra. ¡Ah! Y también tiene un blog: "La mirilla".
 
 
Sin embargo, mi primera lectura de Silva se ilustró con una sucinta información previa:"el autor es de Getafe". Me explico, aquel ejemplar era pasajero del Bibliobús que cada quince días prestaba servicio en la Plaza Mayor de Campo Real, el pueblo de Madrid donde vivía. Y el bibliotecario, además de buen profesional y amigo sincero de los libros, vivía, como Lorenzo, en la citada localidad. El lugar de aparcamiento del libresco vehículo era la sede de una brevísima tertulia literaria de tres lectores: el de la biblioteca, un policia municipal y yo, maestra de adultos en un aula cercana al aparcamiento del libresco vehículo. Qué rápido pasa el tiempo: año noventa y mucho, dos mil y poco. Mi agradecimiento y cariñoso recuerdo a ambos.
 
 
 
 
 
Aquella pareja de guardias civiles, Ruben y Virginia, me parecían unos personajes muy atractivos, tan diferentes a los policias de las novelas, ahí debía radicar  la clave de su gancho. Siguieron los demás de la serie. Y, con la singular pareja, vamos a tener la nueva aventura en la lectura colectiva que nos propone Pedro Ojeda, en "La acequia": "La marca del meridiano".
 
 ¿Cómo son los personajes Bevilacqua y Chamorro? El autor comenta en su página que la Wikipedia les dedica más espacio que a él mismo. Así que disponemos de abundante información, aún sin leer el libro. Pero es mejor que vayamos perfilando su personalidad a medida que leemos "La marca del meridiano".
 
Rubén Bevilacqua nace en Uruguay, hijo de uruguayo y española. A los seis años llega a España con su madre, tras el abandono paterno. Reside en España desde entonces e intenta ser "un caballero castellano de una pieza", a pesar de referirse a los españoles como "los humanos nacidos en el país al que sirvo".
 
¿Ble...bli...va...cua?. Así lo pronuncia el comandante al que se presenta en el dispositivo riojano.  De los españoles  le molesta especialmente "su irritante propensión a trastocar las sílabas italianas para producir engendros que...tienden a emparentarme con alguna forma de vacío". Sus compañeros y jefes directos lo llaman Vila, pero no es su nombre legal y se expone a una amonestación.
 
 
Con gran desparpajo, corrige al comandante y añade:
 
"Be-vi-lac-qua...Para no andar jorobando al prójimo me hago llamar Vila. Si le sirve mejor, atiendo igual. "
 
El comandante pregunta: "¿Eres italiano?". Y aquí le molesta el tuteo, todo inferior tiene derecho al usted, cuando no hay confianza...lo dicen las ordenanzas.
 
Vila contesta: "No. Apátrida con pasaporte español...En realidad, soy sudaca de nacimiento."
 
Y aclara que "lo de la españolidad es un aprendizaje a posteriori. Sigo en ello , pero no termino de avanzar. Estoy en algún lugar a medio camino. Del océano quiero decir".
 
 
 
El comandante le mira con recelo y el brigada Vila se siente halagado. Al  superior, que seguramente no concibe dudas en lo que toca a la españolidad, le propina una colleja verbal: "Bueno, de qué me extraño...El otro día se me presentó un guardia nuevo y resulta que era panchito. Y moros ya hemos tenido unos cuantos. Nos estamos convirtiendo en una tropa multinacional..."
 
Bevilacqua le ofrece un argumento de consolación, así será más fácil infiltrarse en todos los ambientes. Y contraataca, de paso, con el arma de su formación académica: "Yo sirvo para mimetizarme entre porteños psicoanalizados, si se tercia. Para mayor descrédito, me licencié en Psicología antes de entrar aquí. " 
 
 El comandante se resigna: "en fin, mi señorito me ha dicho que tu coronel le ha dicho que nos enviaba el mejor, y si tu coronel lo dice, será verdad, que para eso le han puesto las estrellas en el hombro". Y remata, en un ataque de sinceridad: "Si lo sé, no asciendo".
 
 
 
Varias mujeres han dejado huella en su vida. La primera es su ex mujer, trata de comprenderla y suele afirmar que ella es mejor persona que él. Su matrimonio fracasó por motivos que se van a dar a conocer en "La marca del meridiano". Está también la misteriosa barcelonesa que aparece en "La reina sin espejo". Además, suele conectar con las mujeres que conoce en sus investigaciones. Pero la mujer con que comparte más tiempo es la cabo, ahora sargento, Chamorro, Virginia Chamorro. Hasta ahora no ha habido ningún acercamiento sentimental, pero hay miradas y silencios...Es un personaje que merece más tiempo, la dedicaré la próxima entrada. La novela comienza así:
 
"Chamorro se dio la vuelta y. mirandome como si quisiera fulminarme, me espetó:
-Tú te estás guardando algo."

Un abrazo para todos de:

María Ángeles Merino


Las palabras en naranja están copiadas directamente de: "La marca del meridiano", Lorenzo Silva, editorial Planeta, primera edición.

miércoles, 10 de abril de 2013

"¡Viva la Anarquía! ¡Viva la Literatura!"

 
"El cielo azul se limpió de nubes; el Guadarrama se despejó de nieblas; un pálido rubor tiñó sus cimas blancas, nevadas, de un color de rosa ideal."

Comentario a algunos contenidos de la novela "Aurora roja", de Pío Baroja. Para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

¡Hola Juan Alcázar!

Esta vez voy a dirigirme a ti, comentaré tu última etapa. En la segunda mitad del libro, tus ideas políticas se van radicalizando al mismo ritmo en que avanza tu enfermedad. Es algo más que "un catarro terrible", toses y presentas "manos ardorosas y rosetas malares en las mejillas". 

Mientras los anarquistas peroráis en la taberna de Chaparro, tu hermano se  torna forofo de los revolucionarios franceses, bajo la influencia de un zapatero republicano ex socialista que le pasa la Historia de Michelet y le hace proclamar: "Danton, Danton, ese era el hombre". Y también le contagia algo de su odio hacia las "adormideras socialistas". Manuel no piensa afiliarse a ningún partido; pero le divierten las apasionadas discusiones que mantienes con Morales, el regente de la imprenta, gran lector de libros y folletos socialistas.


Adormidera campeña silvestre (foto tomada en Campo Real el 22-5-2007)

La lucha de clases, la concentración progresiva del capital, generalizar la propiedad, el progreso, no te interesan las cuestiones económicas. Para ti, el progreso no es más que "la supresión del principio de autoridad por la imposición de las conciencias libres". La autoridad es todo lo malo, la rebeldía es todo lo bueno. No ves la necesidad del Estado, el ejemplo suizo que te propone Morales te parece despotismo, tiranía, vivir uniformados:
 
 
 Ahora, a  la utopía que describe Morales la llamaríamos "Estado del bienestar", ya no es tal y clamamos, precisamente, porque algo de eso conseguimos y lo estamos perdiendo. Pero estamos en 1904 y no en 2013.



Manuel, ecléctico, se pone unas veces de parte de Morales, casi siempre, otras está contigo. No encuentra mal el anarquismo "como necesidad de cambio de valores". A él también le resulta antipático la organización del trabajo por el Estado, su intento de hacer "un Proteo monstruoso" y "convertir al mundo en un hormiguero de funcionarios, marchando todos al compás". Sí, Juan, algo de eso hubo a partir de 1917. Otra vez he adelantado el calendario, quedémosnos en 1904.
 
"...un hormiguero de funcionarios, marchando todos al compás"

"La anarquía hay que sentirla" sueles decir. Manuel no la siente en absoluto y analiza los puntos flacos del anarquismo en sus charlas con los amigos de Morales, todos socialistas. Pero es la voz del narrador la que concluye:


Sin duda, tu creador te incluye entre los "Quijotes de la anarquía". Pero te salva siempre y condena a los "Sanchos", los  editores de  dogmáticos periódicos que " tenían la exclusiva de la buena doctrina", "solo ellos despachaban en su tienda el verdadero paño anarquista".  No me sea injusto con el buen Panza, don Pío, usted sabe bien que el personaje cervantino posee otros matices...bueno, entendemos lo que nos quiere decir, que solo les mueve el interés material.


Se confirma, tu enfermedad es grave. Tienes grandes fiebres y sudas hasta derretirte. La Salvadora y la Ignacia te cuidan, desean que descanses. Pero no paras, diga el médico lo que diga. Te has agenciado veinte o treinta libros anarquistas, ya no vives más que por el ideal anarquista. Vendes tus esculturas, no dices nada a nadie y das el dinero "para la propaganda".

Y Manuel siente celos, se obsesiona:


Un día, tu hermano escucha atentamente a tus camaradas anarquistas, en un largo paseo nocturno. Prats y el Madrileño discuten sobre la superioridad del anarquismo catalán o del castellano, hoy serían del Barça y del Real Madrid.  Evocan, nostálgicos, aquellos tiempos en Barcelona de los "devotos de la Santa Dinamita"; justificando la violencia como una respuesta al terrorismo del Estado. No, no son idealistas pacíficos  como tú, bien lo sabe Manuel.

 

Llegáis junto a una caseta del Hospital de Epidémicos, en el Cerro del Pimiento, se lee: "desinfección". Por fin, la luz:
 
 



Cuando se despide de ellos, Manuel se dice para sí:"Hay algo de loco en todos ellos... Habrá que separarse de esta gente".

Hay que separarse ; sin embargo, tu hermano te ayuda para que cumplas las órdenes del médico y no salgas por ahí, es tu recadero. Desde casa diriges el movimiento de propaganda y tienes correspondencia con anarquistas de provincias y del extranjero. Tu enfermedad aconseja acelerar la celebración de un mitin y Manuel se encarga de los preparativos. No consigue que se celebre en el teatro de la Zarzuela, un mitin anarquista está muy mal visto, tendrá lugar en el modesto teatro Barbieri.


 



Como ves, no se olvida de incluir a un "soñador", como tú. Aunque son mayoría los que arman jaleo, plácidos ni por asomo.

"El público aburrido hablaba en voz alta, y algunos chuscos en el gallinero relinchaban con gran maestría."

El primer discurso, "aprendido de memoria y recitado". El segundo orador "leía trozos con una lentitud desesperante". Y, a partir de ahí, se suceden los discursos demagógicos, enfáticos y enloquecidos. A las armas contestaremos con las armas, esclavos del capital os dejáis engañar por cualquiera, no existen los obreros intelectuales, cuando un pueblo sufre todo esto es un pueblo de gallinas, las necedades de la Biblia como la creación de la luz antes del sol, qué es el alma, habría que ver la peste en el arca de Noé, etc, etc.


Tu discurso no tiene nada que ver con nada de eso, no va a hacerles rugir; tus palabras hablan de un mundo idílico:

"La anarquía...no era odio, era cariño, era amor; él deseaba que los hombres se libertasen del yugo de toda autoridad, sin violencia, sólo por la fuerza de la razón."

"Sólo lo libre es hermoso...al pájaro se le envidia en el aire y se le compadece en la jaula"

Caruty interrumpe, grita: "¡Viva la Anarquía! ¡Viva la Literatura!"

 
 

 La mayoría de sus entusiastas son jóvenes anémicos, tímidos y...escrufulosos, el adjetivo que tanto debió usar don Pío en su breve práctica médica. Anemia y escrófulas acompañan a una deficiente alimentación...Al salir te estrechan la mano apasionadamente.

Caruty había dado, sin querer, la nota verdadera de tu discurso: "¡Viva la Anarquía! ¡Viva la Literatura!" Manuel busca la conexión entre las dos palabras, sabe que alguna hay. Para Baroja está muy clara, lo cuenta en sus memorias; la anarquía era, por entonces, cosa más literaria que política.


 
Tu fama se extiende y eres invitado a participar en una revista anarquista nueva, impulsada por  un periodista, un sociólogo y un militar. Ácudes a una reunión pero no hay entendimiento, los escuchas y cortas por lo sano: "¡Vámonos!". Manuel te dice que te abrigues, es ahora lo que importa. Como reza el titular del capítulo: "Esnobismo sociológico. Anarquistas intelectuales. Humo".

Un día, el Libertario advierte a Manuel de los manejos de un intrigante llamado Trascanejo, dedicado a difundir bulos. Deja circular que hay un complot para matar al rey y propone un plan para hacer caer a los anarquistas más cándidos, como tú, Juan. Recibes la carta de un amigo de París, llamado Passalacqua. Te anuncia su llegada a Madrid.
 
Lo acoges en  casa y Salvadora observa que llega seguido de dos hombres. Sospecha de él, abre su maleta y descubre una bomba, cuchillos y recortes de prensa. Salvadora siempre tan salvadora. Manuel, Perico Rebolledo y ella se deshacen de todo eso y de las cartas que podían comprometerte. La bomba era ingeniosa, pero el vecino electricista no lo es menos.

¡Ah, ya comprendo lo que es!-dijo Perico-. Esto-y señaló un tubito de cristal...lleno de un líquido amarillento-debe tener un ácido. Si se quiere que estalle la máquina, se le da la vuelta, el ácido corroe este corcho, lo que da tiempo al que pone la bomba de escapar; luego entra el ácido dentro y provoca la explosión."

A la mañana siguiente, te detienen y registran la casa. Prestas declaración, no encuentran nada y obtienes la libertad, te has librado por los pelos. Manuel no comprende como has podido tomar parte en un proyecto así. Tú contestas que hay que sacrificarse por la revolución.

"Por los niños, por los débiles...Y por ellos hay que destruir la sociedad actual  basada en la iniquidad; por ellos hay que cauterizar brutalmente la llaga social"

"La revolución soñada", "la aurora del nuevo día", "la aurora de la justicia". Manuel no sabe qué contestar a un fanatismo así, se resigna, espera a que estés algo más tranquilo para hacerte saber el engaño, Passalacqua es de la policia. Eres un ingenuo, Juan.


"Aurora Roja"

Tu hermano consigue su sueño de ser el propietario de su taller. Antes de abandonar España, Roberto Hastings le perdona la deuda y le regala su parte. Le aconseja que se case con Salvadora. Y será padrino de su hijo si le pone por nombre Roberto. Manuel vence en su lucha por la vida, gracias a este personaje que se cruzó en su camino, y a la Salvadora que estuvo al quite. Ha sido, como diría Roberto "la ley natural de la concurrencia". O lo que es lo mismo:"Que a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga». En ese mundo liberal, no hay esperanza para los débiles. Vuelvo a pensar en mi tiempo, en este 2013 tan despiadado con los más  pobres.

Salvadora acepta y Manuel la besa en los labios. Una historia con final feliz, demasiado caramelo para Baroja. El lector piensa que nos va a dar detalles de tan ansiada ceremonia. No. Se casan y, sorprendentemente, la boda ocupa una frase:

"No se varió nada en la casa con el matrimonio, que se celebró sin ceremonias de ninguna clase"


Después, el escritor os injerta en un pedazo de historia viva. El día de la Coronación de Alfonso XIII, asistís los dos hermanos a los desfiles, por las calles de Madrid. Vais con los amigos anarquistas, todos decepcionados porque no se produce la sublevación popular que esperaban.

Cuchillos del maüser brillando al sol, palafreneros con vistosas casacas, coches dorados, lacayos tiesos y empelucados, caballos hermosos petulantes, señoras ajadas con diademas y perlas, uniformes vistosos en hombre insignificantes, medallas y cruces...

 

Un aprendiz sentencia, señalando a las damas gordas, las de las "tetas espachurrás":

"Pues esas son las que hacen subir los garbanzos" Y un hombre de malas trazas añade: "Y que el pueblo no pueda vivir".
 
Las infantas, los príncipes de Asturias, la rígida regente y ahí está el rey, un chaval de dieciséis años, "hundido en el coche, con el aire fatigado e inexpresivo". Se comenta su delgadez y su aspecto enfermizo.
 
 

"Aquí no hay nada...esto es una raza podrida... aquí todo es m...Puede ese niño abatido y triste recorrer su ciudad. Lo puede hacer y puede andar si quiere a latigazos con esta morralla. Ese rebaño de imbéciles no se incomodará."

Vuestro compañero de tertulia casera, el señor Canuto va a perder la vida el día de la Coronación. En la Puerta del Sol, un teniente le oye decir "El trapo glorioso...el símbolo del despotismo y la tiranía". Quiere obligarlo a quitarse el sombrero al paso de la bandera, se niega, da vivas a la anarquía, lo detienen y sabemos que lo llevan herido de muerte al hospital.


Ese día llegas a casa en brazos de Manuel, desmayado y cubierto de sangre. Llaman al médico, te dan morfina, sigues tosiendo y echando sangre. La tuberculosis está muy avanzada, te pronostica pocos días de vida. Duermes tranquilo, Salvadora y Manuel pasan la noche en tu cuarto, te observan. A la mañana siguiente, la Ignacia se va a misa y Manuel a la imprenta. Tu hermana ha avisado a un cura para que te confiese, piensa que como has sido seminarista...

Cuando te enteras de la ocurrencia de Ignacia, le dices a Salvadora que no lo dejes entrar, buscas su mano y le pides:

 "¡Defiéndeme, hermana mía! Quieren turbar mis últimos momentos. ¡Defiéndeme!"

La Salvadora despacha como puede al cura, el cual  insiste en que su obligación es salvar tu alma, has sido seminarista y es necesario que te retractes.


Tiendes una mano a la Salvadora y otra a Manuel, te sientes feliz, ves venir la muerte "como una cosa vaga, tan dulce". Pasas el día hablando con tus hermanos "de la infancia, de sus ideas, de sus sueños..."

Te despides de tus compañeros anarquistas:

"Ahora estoy soñando cosas hermosas, muy hermosas. ¡Adiós, compañeros! Yo he cumplido mi misión, ¿verdad?... Seguid trabajando...Ahí os dejo mis papeles... Si creéis que son útiles para la idea, publicadlos... ¡Adiós!"

Anarquistas de hoy y del pasado.

Pasas la noche con la preocupación de ver el alba. A las cuatro comienza a amanecer, duermes un rato y despiertas cuando ya es de día. Pides que abran el balcón y te levanten la cabeza. Ha llegado el momento:

"-¡Oh! Ahora estoy bien -murmuró el enfermo.
El reflejo rojo del día daba en el rostro pálido del enfermo. De pronto hubo una veladura en sus pupilas, y una contracción en la boca. Estaba muerto."

Todo lo demás ya está fuera de ti, te visten, hay un ir y venir de compañeros. Manuel entra a contemplarte:

"¡Quién le había de decir que aquel hermano a quien no había visto en tanto tiempo iba a dejar una huella tan profunda en su vida! "

Rendido, se duerme y sueña con una extraña procesión anarquista. Estaba enredado en el sueño cuando le despierta la Salvadora. Es la policia que dice que hay una reunión anarquista en la casa. Y dicen que vienen a prender a Juan Alcázar. Manuel les informa de que has muerto y les muestra el velatorio. Le advierten:

"A usted le conviene que no haya atropellos, ni escándalos, ni ninguna manifestación en el entierro"

Ya ves, Juan...

A las dos tu entierro, camino del Cementerio Civil, con una bandera roja sobre el ataud, la gente se para a mirar el cortejo. Municipales y guardias a caballo vigilan.


Un rayo de sol sobre la lápida. Se baja con cuerda la caja, el Libertario echa un poco de tierra y te dedica unas palabras:

"Compañeros: Guardemos en nuestros corazones la memoria del amigo que acabamos de enterrar. Era un hombre, un hombre fuerte con un alma de niño... Pudo alcanzar la gloria de un artista, de un gran artista, y prefirió la gloria de ser humano. Pudo asombrar a los demás, y prefirió ayudarlos... Entre nosotros, llenos de odios, él sólo tuvo cariños; entre nosotros desalentados, él sólo tuvo esperanzas. Tenía la serenidad de los que han nacido para afrontar las grandes tempestades. Fue un gran corazón, noble y leal...; fue un rebelde, porque quiso ser un justo."

Paletadas de tierra. Todos van saliendo. "Había oscurecido".

´

Un abrazo de:

María Ángeles Merino

 

jueves, 4 de abril de 2013

"...de eso no se puede reír nadie, a no ser que sea un canalla. Matar así de una manera tan bárbara..."



Máquina plana tipográfica de imprimir Heidelberg año 1900.
Comentario a algunos contenidos de la novela "Aurora roja", de Pío Baroja. Para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

¡Hola Manuel Alcázar!

Ya estás bien aclopado al engranaje, te estás aburguesando, dice tu hermano Juan. No te puedes despistar con la imprenta. A quién se le ocurre dejar a  Jesús de suplente. Estabas enfermo de  fiebres intermitentes, preocupación y  depresión nerviosa. Regresas y  ves a todos los del taller en procesión, vestidos de mamarracho, celebrando la primera "curda" del aprendiz, seguida de un bautismo burlesco, con neófito de palo y vino de bota.


"En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo—gritó—, te bautizo y te doy el nombre de Curda I, rey de todas las Cogorzas, príncipe de la Jumera, conde de la Tajada y señor de la Papalina."

"Los borrachos" o "Triunfo de Baco", Velázquez
Después, lo alojas en tu casa, tiene dinero; de dónde lo saca si no trabaja. La Ignacia y la Salvadora descubren que se dedica a  saquear los cementerios clausurados de la vecindad. Mármoles, metales, todo se aprovecha...menos los muertos. Un día vas detrás de él y lo compruebas, no se les escapa nada a las mujeres. Afeas su conducta, le adviertes de que la policia está avisada. Él tiene su particular punto de vista, también el fraseólogo y veterinario señor Canuto anda metido en esto, una buena persona:

"¿No se puede ser una buena persona y aprovecharse de lo que no sirve para nadie? ¿Para qué quieren ellos el cobre, las lápidas, ni lo demás?"

 
Al final, te pide diez duros para irse "al moro", a Tanger, y desaparece. Punto y final del escritor para un personaje con una trayectoria opuesta a la tuya; recuerda que lo conociste como honrado cajista, cuando eras aprendiz , recién aparcada la golfería.
 


Utensilios de cajista

Y te hizo entonces la fatídica pregunta, si no te daba asco "esta vida tan igual y tan monótona". Tu respuesta, un "¡psch".  Ya adquirías ligereza componiendo líneas que luego veías impresas , eran para ti motivo de orgullo. Pero te arrastró y hubo un largo deambular por cobertizos, casuchas abandonadas y asilos. Baroja lo despacha y así te quita de en medio la tentación.
 

Tienda Asilo

Una vez engranado, tu creador te va a hacer testigo del movimiento anarquista en Madrid. En el mundo obrero comienza a cristalizar una conciencia de clase social y, como consecuencia, la organización de socialistas y anarquistas. Los socialistas, "socialeros", nunca merecieron la atención del escritor. Sin embargo, nos sorprende el profundo conocimiento de Pío Baroja acerca del mundo anarquista, su ideario, los habituales debates en las reuniones, los activistas libertarios, los atentados terroristas, las infiltraciones de la policia...Incluso llega a imaginar un atentado que nunca fue, el día de la Coronación de Alfonso XIII.
 
Coronación de Alfonso XIII, 1 junio 1902
 
 Conoces las tertulias anarquistas a través de tu hermano. Juan descubre la taberna "La aurora", un dia que pasea con un amigo pintor , el "Libertario", un "fanático",  a pesar de su apariencia de hombre que todo lo toma a broma.
 
 Allá en la hondonada que la ciudad rellena con escombros, junto a volquetes y canteros, en una urbe entonces a medio hacer, casi rural, donde "rebaños de cabras escuálidas" pastan los escasos hierbajos. Allá, en un solar, está la taberna, junto a una churrería y un juego de bolos.
 


Juan y el "Libertario" se sientan en el emparrado de la taberna, el pintor trata de convencer a tu hermano. Para él, "lo principal en el anarquismo era la protesta del individuo contra el Estado; lo demás, la cuestión económica, casi no le importaba...Él no quería obedecer". Juan escucha y calla, desengañado de los artistas, "una gente mezquina e indelicada", con todas las malas pasiones burguesas.

Sorolla, "amigo" de Baroja.

Y, "como en Juan las decisiones eran rápidas y apasionadas, al retirar su fe en los artistas la puso de lleno en los obreros". "El obrero era para él un artista con dignidad, sin la egolatría del nombre y sin envidia". Y, a continuación, don Pío Baroja nos ofrece un juicio muy severo acerca de los obreros, tal vez fruto de su bregar con los de la tahona:

"No veía que la falta de envidia del obrero, más que de bondad, dependía de indiferencia por su trabajo; de no sentir el aplauso del público, y tampoco notaba que si a los obreros les faltaba la envidia, les faltaba también, en general, el sentimiento del valor, de la dignidad y de la gratitud."

1907. Asalto a una tahona en Madrid.
Manuel, tú tienes clara tus ideas. O existen unas consecuencias prácticas o sólo es palabrería.

"-Hombre, a mí la anarquía me parece bien, con tal de que venga en seguida y le dé a cada uno los medios de tener su casita, un huertecillo y tres o cuatro horas de trabajo; pero, para no hacer más que hablar y hablar, como hacéis vosotros, para llamarse compañeros, y saludarse diciendo: ¡Salud!, para eso prefiero ser sólo impresor."

De todas maneras, vas a "La Aurora", a la reunión bautizada como "Aurora Roja". Irás a ver lo que es eso, aunque pienses que el día menos pensado acabarán todos en la cárcel. Celebráis la reunión en le invernadero, el cuarto es demasiado chico. Se habla en voz baja, escuchando el repiqueteo de las gotas de lluvia sobre el cristal.


Casi todos los domingos, hay presentación de un compañero en "Aurora roja". Los dos más exóticos fueron un francés y un ruso.

Caruty, el francés, era malamente entendido por los contertulios, le preguntan por su familia y contesta que quisiera verlos ahorcados. Y rompe a cantar, simulando que tiene los brazos atados. Es lo que cantaba el anarquista  Ravachol, camino de la guillotina, insultando a los burgueses, con el repetido estribillo "Nom de Dieu".

Ravachol
La conferencia del ruso, Ofkin, es todo ciencia. Os quedáis asombrados escuchando que "la cuestión social era una cuestión de química, de creación de albuminoides por síntesis artificiales. Transformar pronto las substancias inorgánicas en orgánicas: ésta era la base para resolver la lucha por la vida". Pensaste que " la anarquía de aquel señor era también algún producto químico, encerrado en un frasco". El protylo no entusiasmó a nadie.
Cosas de química.
Pero se rememoran atentados terroristas: Angiolillo, Pallás y Salvador. A los contertulios les gusta escuchar sus detalles.  Todos están encantados coreando el "dynamitons":

"Dame dynamite que l'on danse vite chanton et buvons et dynamitons dynamite, dynamite dynamitons."

Te repugna la violencia que oyes describir, condenas los asesinatos y eres recriminado por lo demás. Te consideran un redomado burgués, nada menos que propietario de una imprenta. Así lo manifiestas:

"...de eso no se puede reír nadie, a no ser que sea un canalla. Matar así de una manera tan bárbara..."


Bomba del Liceo de Barcelona (Santiago Salvador)

Nadie puede matar de una manera tan bárbara, tampoco en nombre de la Justicia, la dama de la toga negra que: "en vez de personas dignas a su alrededor, está rodeada de curiales, alguaciles, escribanos, relatores, prestamistas, corredoras de alhajas, hombres buenos, abogados de fama y abogados de poyete..., una larga procesión de sacacuartos y escamoteadores, que empieza muy alto y acaba en el verdugo, que es un escamoteador de cabezas."

Justicia
Te repugna oír al  juez que trata así el caso del Bizco, condenado a muerte:

"-¡Nada, nada! -exclamó el viejo de la barba blanca-; hay que hacer un escarmiento. Hemos quedado en que se fije la fecha del recurso para después de mayo, no vaya a ser indultado por el santo del rey."

Juan y tú estáis más en sintonía con el joven togado que repone tímidamente al barbudo:

"-En estos casos... es cuando se pregunta uno si la sociedad tiene derecho para matar; porque, indudablemente, este hombre no ha estado nunca en posesión de su conciencia, y la sociedad, que no se ha cuidado de educarle, que le ha abandonado, no debía tener derecho..."

El Bizco sólo desea que le digas al verdugo que no le haga daño. Y así lo haces.

Garrote vil.
Hablas con el verdugo que "hará todo lo que se pueda". Ha ejercido muchos oficios, padre de familia, moría de "jambre" y por eso lo hace. Ha ejecutado "unos catorse o quinse". No bebe y los trata bien, "aunque esté mal desirlo. No como el de antes, que les hasía sufrí a posta. " Como iba bebido...
 
"El aparato...muy sensiyo. Do planchas de asero que se ajuntan. Se ponen así -y el verdugo cogió el frasco de vino por el cuello con su mano ancha y velluda—, y luego se hace ¡crac!, y ya está."
 
Y el hombre no se siente responsable de sus actos.

"Soy yo el que lo manda mata?, ¿soy yo el presidente de la Audiensia, que pone su firma en la sentensia de muerte? Entonse, ¿por qué me despresian a mí?"

Juan se seca el sudor frío, mientras Caruty recita a Villon. Tu hermano enferma gravemente, sus ideas se radicalizan. Merece que le dedique otra entrada.

Un abrazo de:

María Ángeles Merino

Palabras textuales tomadas de:
http://www.gutenberg.org/files/40544/40544-h/40544-h.htm