miércoles, 3 de diciembre de 2025

Por la mañana y machacando el móvil. Comentando Luces de bohemia.

  


Antes de publicar mi crónica de la reunión del Club de lectura de La Acequia y Alumni UBU, dirigida por Pedro Ojeda, modalidad presencial, quiero recoger mi lectura virtual, un racimo de comentarios sobre Luces de bohemia, en el blog La Acequia.

Veis que me repito un poco, cosas del otoño,  pero quiero guardar, tal cual, la espontaneidad de las palabras que escribo inmediatamente después de leer a Pedro, tan buen comunicador como profesor. 


Por la mañana y machacando letras, escribía: 

He comenzado la lectura y echo de menos los mirtos seculares y los jardines decadentes. Ay, aquella Concha moribunda, rosa marchita y bellísima. 


Aquí nos encontramos con un Max Estrella, en un mísero "guardillón', que no ve más salida que el suicidio e invita a su mujer, la niña Claudinita también incluida. 

Y van apareciendo personajes, a cual más "esperpéntico". Un mago del lenguaje, pero qué tristeza esa España de los veinte.

Años veinte que conocieron mis abuelos.

Esperpento, una palabra que pasó al lenguaje cotidiano, la seguimos utilizando fuera de la literatura, al menos los "boomer". Seguimos.


Aquella aventura lectora quijotesca, inolvidable...

Y del Quijote y Muñoz Molina pasamos a Valle Inclán que también posee su punto quijotesco, cómo no. Cervantes buscó inteligentemente la manera de contarnos, sin contar, la realidad que le tocó vivir y Valle Inclán inventa el esperpento para la suya. 


Te decía que, leyendo "Luces de bohemia", echaba de menos los "mirtos seculares" de las Sonatas, pero pensándolo bien...¿No era acaso esperpéntica aquella Concha moribunda, en su pazo decadente?


Ay, que España más triste, la que vio nacer a mi madre, en 1923. 


Y Valle nos la pinta magistralmente, con las pocas horas que le quedan de vida a Max Estrella, el deambular desesperado de un escritor sin trabajo que ya tiene pensado su suicidio y el de su familia. 


Le salen al encuentro unos personajes indeseables, algunos escritores reales con su nombre tal cual, le roban, le engañan y el mismo cae en la corrupción, no hay remedio para Max, no lo hay para la mísera España de los años veinte. 

Esperpento, espejos de feria que, a veces, son los más reales. Los capítulos del anarquista catalán sobrecogen, una osadía publicarlos. El carlismo y tradicionalismo de Valle debió romperse en pedazos. Estética y ética, ética y estética.


Seguimos, en algunas versiones teatrales ponen al muerto al principio. Pobre Max, pobre país. Leemos.


Ay, hay lecturas. En medio del frío de Burgos, leía del frío de los personajes de Luces de bohemia. Sí, esas son las escenas que dan más frío.


Max Estrella atrapa los billetes del ministro, hambre obliga, de poco le van a servir, ni a él ni a su familia; a su lado el Latino no pierde ocasion, una alimaña.

El anarquista catalán sabe que lo van a matar por la espalda. 

Mucho frío, mucha mugre, miseria moral y física, ni belleza ni justicia, solo el esperpento puede contarlo, no lo contarán los modernistas de la chalina, qué animales, darwinismo al revés. 


Y como vivo pegada a mi madre, pienso en aquel lejano 1923 en que nació, cuando nacía Luces de bohemia, el año de la dictadura de Primo de Rivera, no había esperanza, años después ya sabemos lo que pasó, seguimos arrastrando esperpentos de antaño, ya momificados. 

Nos vemos el martes (nos vimos)




Nada tiene arreglo, cada uno va a lo suyo y a quién le importa el mérito. Estaba cantado, solo la muerte esperaba, ya al comenzar la obra, a Max Estrella, mujer e hija.


Ni Dios, ni patria ni rey, todos esoerpénticos, terrible conclusión para un carlista estético como fue don Ramón.

 Al final, las prisas del cochero de los muertos y las dudas de un "enterao" que plantea la duda de  sí está muerto o cataléptico, el marqués de Bradomín que resucita de los libros, un Rubén Darío también de papel, la calavera shakespeariana del pobre Yorick y todos a olvidar, la taberna es el mejor lugar para ello. 

Todo es esperpento y la vida en España esperpento es. Los años veinte en España desembocarán en tragedia en los treinta y suma y sigue. No sé por qué no dije que Max era ciego, lo era, el país también sufría ceguera.

Después de llegar al "¡Cráneo privilegiado!" del fin, aconsejo volver a leer el libro concentrándonos en las anotaciones de cada escena e imaginar las dificultades escénicas de, por ejemplo, representar "un andaluz  hiperbólico", "una escoba retozona" o un "ratón que saca un hocico intrigante por el agujero". Puro cine. 


La crónica del día 25  va saliendo, fue una jugosa reunión lectora y gastronómica. Poco a poco iré desentrañar los rápidos apuntes 

Seguimos leyendo. Sigo comentando , mi móvil no se queja de momento, mis dedos tampoco. Mi cráneo, sesera en absoluto privilegiada, aguanta los embates de la edad,

Un abrazo a los que pasan por aquí. 

María Ángeles Merino Moya

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