Último convento fundado por Santa Teresa |
Que sí, Pedro Ojeda Escudero, que no podemos fallar a Santa Teresa, este martes, en el Club de lectura de La Acequia.
Hubo un día en que quise llegar al último convento que fundó, el de Burgos en la Quinta, para leer junto a las piedras que la conocieron, ya muy malita y avejentada; pero la lluvia agitada con el viento no me permitió cruzar el puente Gasset y me dedique a las digresiones: un colegio, un grafiti, un mercado y un perro perdiguero. ¡Cosas de jubilada!
Al día siguiente salió el sol y allá que fui, con el saco de "herejías" que me sugería la lectura de "El libro de la vida" de Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada, santa y doctora de la Iglesia.
Y el caso es que Teresa siempre me cayó bien. En el colegio nos contaban lo de la niña Teresa con su hermano Rodrigo, que se escaparon de casa para ir a tierra de moros a morir por Cristo y, mira qué bien, derechitos al cielo, qué barato les parecía.
Las enciclopedias escolares nos pintaban a una monja con ĺa aureola de santa, una pluma enorme de ave y un libro muy gordo. Y mi maestra que canturreaba, con voz de falsete y lágrimas en los ojos: "Véante mis ojos dulce Jesús bueno, véante mis ojos, muérame yo luego". ¡Qué prisa por morirse!
Luego, en el instituto, leíamos lo de "Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero que muero porque no muero", paradoja, sí. Era casi la unica mujer escritora que trataban los manuales de literatura.
Una señora que se hizo valer en un mundo de hombres, "no es mujer, es varón y de los muy barbados", eso no recuerdo quien lo dijo. Me caía bien.
Cuando di clase a los chavales de EGB, el texto que casi siempre me ofrecía Lázaro Carreter , si no era el de la huida con su hermano era el de cuando, en una de sus fundaciones, ella y sus monjas tuvieron que ser albañilas y buscar tablones y clavos para improvisar un lugar donde adorar a "Su Majestad". Apañada y mística, que lo uno no quita lo otro.
Y, a ver, María Ángeles, profesora de EGB, cómo explicas lo de la "unión mística" del alma con Dios. Don Lázaro nunca dio clases a treceañeros. Luego estaba San Juan de la Cruz que hablaba de la Amada y el Amado, bueno eso provoca alguna sonrisilla. Y Santa Teresa lo llamaba "medio fraile".
A Juan sí lo leí de mayorcita, un gran poeta. La verdad es que con Santa Teresa no me había puesto en un libro enterito. Leí con agrado, eso sí, la doble biografía, literaria e histórica, que trazaron sobre Teresa, los muy grande Jimenez Lozano y Teófanes Egido. Fue cuando leímos "El mudejarillo" y la de Ávila, tratada con cariño por esos dos, me daba buenas vibraciones.
Ahora estamos leyéndola en el Club de lectura de La Acequia y el martes nos reunimos, a ver...
Con "El libro de la vida" de Santa Teresa, se me ocurrían "herejías", vamos a llamar así a mis salidas de tono, a mis ocurrencias. Junto a las viejas piedras, me puse a leer un texto al azar y...
María Ángeles Merino seguirá con Santa Teresa.
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