martes, 23 de marzo de 2021

Trafalgar: doña Francisca, la voz del sentido común ante la locura de la guerra.

Mi madre colabora en mis entradas

 Comentario parcial sobre la novela Trafalgar de Benito Pérez Galdós (Episodios Nacionales), para la lectura colectiva de La Acequia y Alumni UBU, dirigida por Pedro Ojeda. 

Recordáis aquel domingo, último día de febrero mocho, en que me sorprendió de nuevo la voz de Austri, cuando miraba unas violetas, no muy lejos del pino donde suelo encontrarla. Ya sabéis, la amiga misteriosa que me sale al paso en mis paseos, sobre todo si me siento a leer en un banco o en la orilla del río. Siempre demuestra estar muy informada de los libros que comentamos en el Club de Lectura de La Acequia. Me consta que los lee, a juzgar por sus comentarios.

El domingo 14 de marzo, primer aniversario del confinamiento de la pandemia, volví a escuchar su voz, cuando miraba los árbolillos floridos de la orilla del río. Pensaba en la primavera del año pasado, cuando el único paisaje fue mi casa, mi calle y el cerro de San Miguel como implacable telón. Y los arbolillos se quedaron sin mirones. 


-¡María Ángeles! ´¿Todo bien?

-¡Austri! Sí, todo bien. Salud y ánimo, compañera de lecturas.

-Amiga, vamos a comentar otro poco Trafalgar (1873), la primera novela de la primera serie de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós, la lectura de marzo...Que, como sueles decir, siempre estoy al día de las actividades del Club de Lectura de La Acequia. 

Recuerdas que el protagonista es Gabriel de Araceli, un anciano que escribe su vida, desde la niñez, en primera persona, y contempla los años pasados "como quien repasa hojas hace tiempo dobladas de un libro que se leyó".  Mientras le dura" la superchería de la imaginación" , le parece como si un genio amigo le quitara de encima la pesadumbre de los años. Es joven, "el tiempo no ha pasado".

-¿Dónde lo dejamos? 

-Era a primeros de octubre de aquel funesto 1805, nuestro héroe volvía a tener catorce años cuando le pilló desprevenido la pregunta de su "noble amo":


-No había tenido tiempo, pero don Alonso Gutiérrez de Cisniega, capitán de navío retirado, le había llamado "hombre" y no podía negar su valor ante "quien había derramado su sangre en cien combates gloriosos". Así que el muchacho contestó "con pueril arrogancia". 


-El bueno de don Alonso, severo y blando, sonrió y le hizo seña de sentarse, le iba a  contar algo importante; pero, en ese momento, entró "iracunda" su mujer, doña Francisca:


-Parece que el chaparrón también cae sobre nosotros, los lectores. La oímos y la vemos imponente: "con su gran papalina, su saya de organdí, sus rizos blancos y su lunar peludo a un lado de la barba". Solo con cuatro pinceladas y el retrato de la doña es completo, incluso un poco cómico. 

-Sí, nos parece ver la enorme cofia y los pelos del lunar. 

-Y las sayas crujen de puro almidonadas. El lector siempre añade algo de su cosecha.

-Don Alonso decía que necesitaba ir, que le había escrito Churruca, que la escuadra combinada debía salir al encuentro con los ingleses y provocar el combate. Doña Francisca replicó, ahora les tocaba a otros machacar duro a "esos perros ingleses"Ahí estaban "Gravina, Valdés, Cisneros, Churruca, Alcalá Galiano y Álava".



-Es la voz del sentido común, como tantas veces lo es la de la mujer, como tantas veces lo es la del pueblo, ante la locura de sus gobernantes. Qué sabía Francisca del sentimiento patriótico y militar de su esposo, qué sabían el ama y la sobrina del espíritu caballeresco. Don Alonso, marino quijotesco, necesitaba ir, no podía eludir la aventura, tenía una cuenta pendiente. Movió el brazo con un gesto forzado que no convencía,  ella seguía chillando. 


-Él no hará ni caso y ella lo sabe, aún así desplegará toda su artillería. No, no irás, allí no hace falta una "estantigua como tú", "ese calzonazos de Marcial" te ha calentado los cascos con las batallas, que vaya él a perder la pierna que le queda. Si "a sus quince" hubiera sabido lo que era casarse con un marino, ni un día de reposo, que viene un despacho de Madrid y se lo mandan "a la Patagonia, al Japón o al mismo infierno"...Y "si no se le comen los señores salvajes" vuelve "enfermo y amarillo" y, como el ama de don Quijote: "no sabe una qué hacer para volverle a su color natural". 

-Había quien se había ganado, tiempo ha; todas las iras de doña Francisca: Napoleón, "ese caballerito que trae tan revuelto al mundo". Llegaron los despachitos y allá que voló don Alonso: a Tolón, a Brest, a Nápoles, acá o acullá, donde le diera la gana al "bribonazo". Ay, si todos hicieran lo que ella dice, pronto las pagaría todas juntas...

-No sabemos muy bien qué solución proponía Francisca. Don Alonso, ante la ingenuidad de su mujer, miraba sonriendo una estampa mal pintada del Emperador Napoleón, clavada en la pared. Gabriel había dejado de verlo como un contrabandista, ahora se lo representaba de cardenal, con su famoso redingote colorado y subido a un caballo verde.



-El pacifismo no estaba muy bien visto en tiempos de Galdós y don Benito aprovecha el personaje de Doña Francisca para despacharse a gusto. El mar es una de las mejores obras de Dios pero los barcos de guerra no merecerían sino ser quemados. No se puede expresar mejor la inutilidad de la guerra:


-Es algo que se podía poner en boca de una débil mujer, no en la de un aguerrido varón. Se le estremecían las carnes cuando oía un cañonazo, convertiría los cañones en campanas, mujer tenía que ser, ajena al varonil ardor guerrero, tan insensato. 

-Al final de la bronca, lo que más le podía escocer: 

"Mira, Alonso...me parece que ya os han derrotado bastantes veces. ¿Queréis otra? Tú y esos otros tan locos como tú, ¿no estáis satisfechos después de la del 14?"

-El 14 de febrero de 1797 fue un triste recuerdo, don Alonso reprimió un juramento de marino, por respeto a su esposa. La dama estaba cada vez más furiosa pero no quería seguir hurgando en la herida. Desvía la culpa al "picarón de Marcial",el "endiablado marinero" que quería embarcarse con "su pierna de palo, su brazo roto, su ojo de menos y sus cincuenta heridas, que vaya en buena hora". 
-A continuación suavizó el tono, asomó el cariño. No irá porque está enfermo, ya ha servido bastante al Rey y no le han recompensado, muchos galones y ni siquiera le hicieron almirante. 


-Don Alonso estaba decidido: debía ir a la escuadra, no podía faltar a ese combate, tenía una cuenta pendiente con los ingleses. 

-Enfermo y medio baldado, don Alonso irá a la batalla de Trafalgar, Gabriel le acompañará. 

-Un adolescente y dos minusválidos se escaparán de casa, a la manera quijotesca, para embarcarse en una cruenta batalla naval que ni siquiera era cosa de España, arrastrada por una alianza forzada y forzosa con la Francia de Napoleón, el genio de la guerra que el niño Gabriel imaginó como contrabandista en potro jerezano. Galdós no podía contar mejor el triste momento histórico que vivió España a principios del XIX.
-

-El "amor santo de la patria" todavía hacía llorar al anciano Gabriel de pluma temblona. Nos contará una catástrofe y muchas más, pobre España en manos de tan malos gobernantes. Enganchan los Episodios Nacionales. Galdós cuenta la historia insuflándole vida, la de la gente corriente, la que no figura en los manuales. 

-A ti te han enganchado, de tal manera que, mientras tratabas de confeccionar una entrada sobre Trafalgar, andabas con la lectura de El 19 de marzo y el 2 de mayo. Y, claro, cuando tenías que subir al Santísima Trinidad en Cádiz, estabas en el motin de Aranjuez, mucho ruido. Últimamente, escribes poco y te cuesta más. O estás más perezosa.

-Así es. No he escrito nada de Rosita, la hija de don Alonso y doña Francisca, el primer amor de Gabriel. Amor infantil, pero amor. Luego será Inés...

Niños inflando una vejiga (Goya)

¡Austri! 

Ha desaparecido.

Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

Enlaces:

Libro: Trafalgar. La Corte de Carlos IV. Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós. Espasa Calpe para Grupo Unidad Editorial. 2008.

6 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Doña Paquita, como muchas otras mujeres de estas novelas galdosianas, es la voz del mundo doméstico, que no comprende la necesidad de las zarandajas históricas en las que anda los maridos y teme lo que se avecina.
(Dale las gracias a tu madre.)

Sor Austringiliana dijo...

Así es, la voz más sabia. Mi madre te envía un abrazo.

Bertha dijo...

-Como bien dice doña Paquita: malditos ingleses y el "estantigua" ya no le quedaba nada que perder , por edad y que era terco como una mula .Y entre Napoleón y los ingleses esto no tenía paragón.Estos tres y con la misma afición.



Bueno Sor ha sido un placer seguir a Austri y a vos en esta nueva entrada.

Un abrazo




Sor Austringiliana dijo...

Malditas guerras, ojalá hubiera siempre Paquitas entre los gobernantes del mundo.
Feliz domingo, Bertha.

La seña Carmen dijo...

¡Qué bien esas citas entresacadas del texto!

¿Cómo pasaría Austri el confinamiento? ¿Qué horizontes tendría?, preguntas que me hago ahora.

Sor Austringiliana dijo...

Austri es muy misteriosa pero seguro que lo pasó leyendo y paseando por el pasillo.
Las palabras de Galdós son un tesoro, a la doña Francisca la ves y la oyes. Tiene mucha vida.
Siempre hay horizontes. Besos.