Escucha a los alisos. Eres viento. Allí donde
te encuentres, sea en esta orilla o disertando
sobre el ser y la nada, eres viento...
...
...
(Inicio del primer poema de "La gratitud", Fermín Herrero, colección Visor de Poesía, VISOR LIBROS, ISBN 978-84-9895-878-2014)
En nuestra lectura colectiva del mes de abril, Pedro Ojeda ya nos proporcionó unas útiles orientaciones para esta lectura del mes de mayo: el poemario "La gratitud" de Fermín Herrero. Ahora me han venido bien sus precisiones porque leer poesía no es fácil, al menos no lo es para mí. El profesor nos trazó unos surcos con los cuales he ido entrando en el mundo poético de “ La gratitud”.
Pedro Ojeda nos recuerda que “La gratitud” es un poemario, una unidad, que cada poema sólo se puede entender en relación con el anterior. Que hay una unidad temática, una unidad de imágenes y una misma visión.
Que “La gratitud” es gratitud al paisaje y al paisanaje. Al paisaje que ha hecho a este soriano “hasta las cejas” que vive la tierra en unos versos que saben a tierra, a campo. Campo heredado de sus ancestros que ha de pasar a sus descendientes. Porque el hombre sólo es el eslabón de una cadena: abuelos, padres, hijos…Y debe una enorme gratitud a los suyos. Especialmente sobrecogedor, Pedro Ojeda nos comenta el dedicado a la muerte de su abuela.
Que “La gratitud” nos ofrece una visión de la vida pausada, nada acelerada.
Que las metáforas parten de los ciclos naturales y las iremos desentrañando.
Que muchas de las palabras son las propias del campo soriano.
Y, por último, que Fermín Herrero trabaja las formas clásicas de forma moderna, de manera que los versos alejandrinos no parecen alejandrinos.
En nuestra lectura colectiva del mes de abril, Pedro Ojeda ya nos proporcionó unas útiles orientaciones para esta lectura del mes de mayo: el poemario "La gratitud" de Fermín Herrero. Ahora me han venido bien sus precisiones porque leer poesía no es fácil, al menos no lo es para mí. El profesor nos trazó unos surcos con los cuales he ido entrando en el mundo poético de “ La gratitud”.
Pedro Ojeda nos recuerda que “La gratitud” es un poemario, una unidad, que cada poema sólo se puede entender en relación con el anterior. Que hay una unidad temática, una unidad de imágenes y una misma visión.
Que “La gratitud” es gratitud al paisaje y al paisanaje. Al paisaje que ha hecho a este soriano “hasta las cejas” que vive la tierra en unos versos que saben a tierra, a campo. Campo heredado de sus ancestros que ha de pasar a sus descendientes. Porque el hombre sólo es el eslabón de una cadena: abuelos, padres, hijos…Y debe una enorme gratitud a los suyos. Especialmente sobrecogedor, Pedro Ojeda nos comenta el dedicado a la muerte de su abuela.
Que “La gratitud” nos ofrece una visión de la vida pausada, nada acelerada.
Que las metáforas parten de los ciclos naturales y las iremos desentrañando.
Que muchas de las palabras son las propias del campo soriano.
Y, por último, que Fermín Herrero trabaja las formas clásicas de forma moderna, de manera que los versos alejandrinos no parecen alejandrinos.
Con los surcos trazados, leí la primera parte: “La medida del mundo”. Y no me salía un comentario convencional. Pero una soriana, una persona de especial sensibilidad, alumbró mi camino. Recordaba muy bien a Fermín Herrero…cuando era un niño. Y con su pequeña anécdota, real, breve y muy vivida, me puse a escribir este relato. Imaginé el germen de sus versos. Escrito con todo mi respeto y admiración hacia el poeta Fermín Herrero. Ella me hablaba de...Ferminito.
Ferminito está sentado en el poyo de la casa que da a la carretera. Es un niño que mira con los ojos muy abiertos, unos ojos muy inteligentes. Escuchamos a los alisos, escuchamos a Ferminito.
Ya se ha ido la maestra doña María. Han venido a recogerla en ese coche pequeñito que la lleva a la capital. Se va con las otras maestras, las de los pueblos de aquí cerca. Me dicen que soy un niño muy bueno y muy observador. Siempre pregunto.
Se va doña María porque nadie se queda en Ausejo de la Sierra, mi pueblo.
Solo los que vivimos aquí, qué remedio, como viven padre y madre, y el abuelo y la abuela, y los padres del abuelo y la abuela...Y sigue una cadena hacia atrás que no tiene fin. ¿O sí?
Ahora que doña María se ha ido, entro en casa, madre me dejó la merienda encima de la mesa de la cocina. Un trozo de hogaza y unas nuececillas de la huerta, qué ricas. Lo envuelvo en el pañuelo y me voy junto a mis amigos los alisos, esos árboles que pierden sus tirabuzones, los amentos, como dice doña María.
Me gusta escucharlos, juego con ellos a ser viento, yo también soy viento y le ayudo a mecer las hojas. Aliso, alisio, un árbol que es casi un viento. Me escucho, me hago compañía. Junto al río, pienso en los que ya no están. “Gratitud”, me dicen, no olvides la gratitud a los tuyos, les debes mucho.
No me verá el plantón de encinas que están poniendo en la ladera de la loma...
Le debo mucho a mi abuelo, que puso el plantón de encinas en la loma. Mi padre puso otro para mí. Y yo pondré otro para mi hijo, y mi hijo para el suyo. Habrá sombra y escondite para todos. Es una cadena, yo soy un eslabón, nada más. Es-la-bón, creo que lo digo bien". Pasamos todos. En un libro de la escuela, he leído que "lo nuestro es pasar". Lo dejó escrito un poeta de Sevilla que vivió en Soria.
Le debo mucho a mi abuelo, que puso el plantón de encinas en la loma. Mi padre puso otro para mí. Y yo pondré otro para mi hijo, y mi hijo para el suyo. Habrá sombra y escondite para todos. Es una cadena, yo soy un eslabón, nada más. Es-la-bón, creo que lo digo bien". Pasamos todos. En un libro de la escuela, he leído que "lo nuestro es pasar". Lo dejó escrito un poeta de Sevilla que vivió en Soria.
Si has de hablar, que no sea como
los cuervos que parecen siempre cabreados...
los cuervos que parecen siempre cabreados...
Oigo a los cuervos, "siempre cabreados". Habrán tirado alguna borrica muerta en el muladar. Estarán contentos por la comida, pero no lo parecen. En casa me dicen que no hable nunca enfadado o me pareceré a esos pájaros negros. Y que tenga mucho cuidado el día en que tenga que hablar más allá del monte, donde nadie me conocerá.
Madre me avía cada mañana, con cariño calienta la muda junto a la chapa, para que no la sienta tan fría. Me colma ese calor sobre mi piel. Se las ve muy negras a veces, el tiro no tira, dice.
El sueño de la hierba se renueva en los prados
aunque ya nadie saca el dalle...
aunque ya nadie saca el dalle...
Sueña la hierba, el dalle la siega y se renueva. El sudor hace que crezca más bonita, como cuando me cortan el pelo.
Hay que seguir: cualquier respiro, cualquier
pasión ganada al tiempo...
pasión ganada al tiempo...
Hay que seguir. Padre me dice que todo es un misterio. Pero hay que seguir.
Al lado de la antigua yesería, un talud
de media luna donde anidan las cornejas...
Me acerco a los escombros de la yesería. Las cornejas salen de sus huecos en revuelo y me gruñen. Ni caso. Sorprendo a un conejo que huye a su madriguera, salta entre colchones arqueados. Al conejo le gusta lo blando, qué cómodo el conejo. A mí también me gusta hundirme hasta las orejas en mi colchón de lana.
de media luna donde anidan las cornejas...
Me acerco a los escombros de la yesería. Las cornejas salen de sus huecos en revuelo y me gruñen. Ni caso. Sorprendo a un conejo que huye a su madriguera, salta entre colchones arqueados. Al conejo le gusta lo blando, qué cómodo el conejo. A mí también me gusta hundirme hasta las orejas en mi colchón de lana.
En lo blando, en lo muelle, donde fuere más útil
horadar el refugio, acurrucarse...
horadar el refugio, acurrucarse...
Me gusta acurrucarme en lo blando, acocharme y huir del peligro. No tengo miedo si padre está cerca.
En la niebla cerrada, espesándose, como una aparición
as vacas, tan campantes...
as vacas, tan campantes...
¡Qué bonito cuando sale el sol! . Primero a corros, después se alzan los rastrojos, asoman los chopos del Rulaque, el humo envuelve al pueblo.
Por los altos, al comenzar noviembre, un blancor
prematuro, el destemple en las manos, un zarzagán
que afeita en seco...
¡Pronto habrá nieve en los altos! En noviembre, un blancor allá arriba, las manos destempladas y el zarzagán que afeita en seco, como dicen los hombres de por aquí. Muchas veces tengo que apretar el paso, porque me distraigo y se echa la noche encima.
Nieve en los altos sorianos
La leña verde echa un humo negrísimo
y le cuesta prender si prende...
Llego a casa, padre echa leña seca a la chimenea, de la que no cuesta prender.
Porque la leña verde echa un humo negrísimo y le cuesta prender, si prende. Y no hay ardimiento, no hay iluminación. Hay quien tiene que usar leña verde. La leña verde se parece a las palabras falsas.
No diré del otoño la elegía sino
su austeridad. Y su remanso...
Me gusta el remanso del otoño. Los árboles se deshojan lentamente. Las hojas se caen como si volaran, dan vueltas y vueltas antes de llegar al suelo. Las sigo con la mirada.
Este año se han adelantado las aguas. Las aguadas han deshecho las huellas que dejaron mis zapatos. Padre me dice que un día ya no quedará nada de nuestros pasos en la tierra. Oigo caer la lluvia, junto a la ventana.
Me gusta la lluvia y el olor de los membrillos que madre pela despacio, despacio.
Casi siempre, si llego, es muy cansado
y sin preguntas, roto...
El sol se apaga y yo me apago. Pero...en la luz de poniente, estará brillando como nunca el color lila de los brezos. ¡El fulgor que despide a la sierra! Fulgor qué bonita palabra, la encontré ayer en el diccionario gordo de la escuela.
Fulgor del atardecer
¡Adiós sierra! Hasta mañana. Volveré a tomar medidas al mundo, a mi mundo. Pequeño pero es el mío. Cuando sea mayor, escribiré de el, con palabras como las de los poetas, como el de Sevilla.
Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:
María Ángeles Merino
Mi agradecimiento a mi compañera María Jesús Caballero que recordaba muy bien a Fermín Herrero. Ella es la hija de una de las maestras que recogía a doña María, en el coche pequeñito, cree recordar que era un seiscientos. Allí, sentado en el poyo de una casa junto a la carretera, Fermín Herrero tomaba las medidas a su mundo.
Los versos en naranja están tomados de "La gratitud", Fermín Herrero, colección Visor de Poesía, VISOR LIBROS, ISBN 978-84-9895-878-2014.
5 comentarios:
La poesía y su métrica, me parece tan compleja.Pero como apuntas, leerla aun más.
Me ha encantado escuchar este niño, que ya apuntaba tanto sentido común.Cuanta razón tiene que solo somos un eslabón.
Como siempre una recreación pasar por tu rinconcito y descubrir a este estupendo poeta.
Un abrazo Mª Angeles.
Qué buena forma de acercarnos al poemario. Conocer al autor cuando el paisaje y sus habitantes formaban parte natural de él, de su crecimiento. De aquellas raíces, este árbol. Gracias.
Qué bien te ha quedado la entrada. Te costaba penetrar en el mundo de "Ferminito", pero ya sabía yo que el ese mundo rural castellano, impregnado de naturaleza, gratitud y también dolor, te iba a llegar muy dentro, aunque hayas nacido y vivas en la capital.
Besos
Los versos de Fermin Herrero, así como tus comentarios, son evocadores de escenas que yo también viví de niña. Ese padre que calienta su ropa en la cocina económica. El sonido del viento, que a veces nos trae voces. La naturaleza que recibe a una generación, y ésta se encarga de cuidarla y respetarla para que pueda disfrutarla la generación siguiente. La mirada de un niño que graba todo en su cabeza, y que un día decide transformar esas imágenes en bellas palabras, convirtiéndolas en poesía.
Bellísimo.
Un abrazo.
Me alegro de que nos hayas compartido
este mundo de "ferminito" para mi que me crié
en la húmeda pampa argentina, es todo un encuentro
éste de la dura meseta castellana.
El poemario, en sí,
es una belleza.
Besos
Publicar un comentario