Mira tita, una abeja.
Variación sobre el cuento "El oso poeta", del libro "Rosa-Fría, patinadora de la luna". Para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.
Era un día de vacaciones, Aitana y yo vivimos el cuento "El oso poeta", de María Teresa León. Como yo esperaba, el oso fue tan buen amigo como la patinadora, la tortuga o el lobito. Lo que no podía imaginar era que nos lo íbamos a encontrar. ¡Sí, al oso! ¡Y que Aitana me iba a pedir una variación del cuento!
Mira títa, me dijo, ahí está "El oso poeta". Y señalaba un cartel con un oso...¡el de la Coca Cola! Iba a explicarle que no era exactamente ese, pero Aitana no albergaba dudas:
¡Tita, porfa, escríbeme el cuento del oso poeta que bebía Coca Cola!
Y así lo hice, María Teresa León me perdonará desde la luna de Rosa Fría. Tomo prestadas algunas de sus hermosas palabras y un poco de su espíritu. Aitana también aportó ideas.
"El oso poeta que bebía Coca Cola"
Era un acartonado oso blanco, muy poco polar, que rascaba una botella con una cuchara como si fuera de esas de anís, algo no estipulado en su contrato de animal publicitario. Marcaba el ritmo y venga a cantar algo que no sabía dónde había aprendido:
"En lo alto del cerro, cerrillo, cerrete..."
Porque su obligación no era cantar ni marcar el ritmo con los relieves del cristal, debía beber y beber aquella famosa bebida
marrón, "la chispa de la vida".
Pero su botella no era como la que cualquiera puede tomar en un bar, no, porque la suya no se acababa nunca y…ni siquiera era Coca Cola. El paciente oso la inclinaba y simulaba deglutir con fruición un extraño líquido pardo, glu, glu, glu, burbujitas incluidas. ¿Se acabó? No porque inmediatamente había de ponerla de pie y vuelta a empezar. ¡Otra vez llena! ¡Era esclavo de aquel estúpido artilugio!
¡Se acabó! ¡Se escapó y se escondió entre las estanterías del supermercado! Buscaba el amor. Era un oso poeta. Incluso se había colocado unas gafas de juguete, perdidas, tal vez, por algún niño. Ahora veía por encima, como una abuelita o como un plantígrado intelectual.
-"¿Dónde vas?-le preguntó la Vaca" que pastaba aburrida en la hierba rosa de una caja de leche desnatada.
A buscar a mi corza dorada.
-"¿Dónde vas?-le preguntó el Barco", uno enorme con muchos pisos, varado en un cartel que anunciaba un crucero por el Mediterráneo.
"A buscar a mi novia"
Y todos los productos del supermercado le preguntaron:
"¿Dónde vas?
Porque son muy curiosos y se cansan de esperar siempre en sus cartones pintados."
- "Eso no es serio" - dijo la lechera de la leche condensada, con el eterno cubo de leche a la cabeza.
- "Claro que no"- contestaron las sardinas de lata pintadas boca arriba y boca abajo.
Pero el Oso seguía cantando contento y "buscaba a su novia, porque hace bonito buscar una novia por el bosque una mañana de primavera". Todos lo sabían, era un oso poeta y su novia era una corza que vivía en la etiqueta de una lata de paté, sin saber para nada qué era eso del paté, pobrecita, mejor desconocerlo.
.
Y le habían visto preguntar, al muy iluso, por el precio del pasaje en aquel barco inmenso, para una paradisiaca luna de miel.
-No te vayas, que te pillará el guardia de seguridad, le decía el Osito mimoso de los suavizantes.
-¿Tú que sabrás de amores, chavalín? Me voy a buscar a mi novia por el bosque una mañana de primavera.
-Ozú, criatura, que por ahí fuera hace caló pa ti, le decía la señora antigua del aceite, siempre sujetando la rama de su eterno olivo.
Todos le advertían de que el bosque no era sitio para un oso polar, aunque fuera tan de mentira como él. Menos la vaca de los quesitos, una mala persona, que reía y reía. Y el chino del flan, ensimismado con su cantinela: "soy el chino capuchino mandalín, chin, chin".
Así que salió por la puerta trasera y nadie se dio cuenta, ni siquiera el de la porra. ¡Al bosque se ha dicho!
"Vente con nosotros" le decían las lilas de abril.
-"¿Conoces los estanques donde se ahogan las hojas los inviernos?- siguieron las margaritas que son muy tiernas?"
Y el Oso seguía cantando:
"En lo alto del cerro, cerrillo, cerrete,
hay un viejo, viejillo, viejete.
Viejo, viejillo, viejete,
corre y vete."
-"¿Cómo te encuentras tan lejos de tu tela pintada?- le dijeron los patos."
Alguien gritó "¡Oso a la vista". Subió al barco por una escalera y todos le saludaron. Le recibieron como a un oso de negocios. Le dejaban entrar por todas partes y comerse el azúcar que el cocinero iba echando a la crema. ¡Qué rica!
Supo que el barco hacía cruceros por el Mediterráneo, era el del cartel del supermercado. Se puso muy contento cuando vio a una señorita vestida de azul que creyó reconocer. La señorita no se extrañó, no era la primera vez que veía un oso en el barco. Charlaron en inglés y bajaron juntos al comedor. Allí le hicieron bailar al son del pandero, como a todos los osos.
Los tenedores, los cuchillos, la sal, el pan y las servilletas. Eran unos quisquillosos que comentaban que el oso no sabía utilizarlos. "El camarero le volvió, displicente, la cabeza".
El barco iba cargado de naranjas, como todos los barcos de los juegos de prendas. Las naranjas subieron a cubierta, todo se llenó de naranjas. El barco no podía aguantar el peso, se hundía. El oso recordó que era poeta y recitó a la señorita de azul:
Naranjas y más naranjas. Hasta que apareció un cazador: "Yo os libraré del Oso". Entonces las naranjas se volvieron naranjitos para que el oso se escondiera.
Los azahares dijeron al Oso que le salvarían. Y todos los naranjitos se llenaron de flor. "El cazador sufrió un mareo horrible". El Oso le abrazaba, el cazador iba a clavarle un cuchillo. Pero "los clavos olvidados de un columpio le sacaron los ojos y cayó muerto".
El Oso estaba tan contento que sacó confeti de sus botas y se lo echó por encima. "La nieve. Así parecería un terrible oso de los círculos polares".
La nieve secó los naranjos y aparecieron "los renos, los trineos y las morsas". Aquello era el Polo. El Oso preguntó a un pingüino lo de siempre, si había visto pasar a su novia pelinegra. ¿Corzas en el Polo? Este oso era un tonto.
Lo llevaron a un bar debajo de la tundra, a comer helados de limón. No. ¡De fresa! Que a Aitana le gustan de fresa.
El Oso tenía frío, se le habían escarchado los ojos. Encendió una hoguera. La nieve se derretía, se quedó solo encima de un témpano, en medio del mar.
Pero su botella no era como la que cualquiera puede tomar en un bar, no, porque la suya no se acababa nunca y…ni siquiera era Coca Cola. El paciente oso la inclinaba y simulaba deglutir con fruición un extraño líquido pardo, glu, glu, glu, burbujitas incluidas. ¿Se acabó? No porque inmediatamente había de ponerla de pie y vuelta a empezar. ¡Otra vez llena! ¡Era esclavo de aquel estúpido artilugio!
¡Se acabó! ¡Se escapó y se escondió entre las estanterías del supermercado! Buscaba el amor. Era un oso poeta. Incluso se había colocado unas gafas de juguete, perdidas, tal vez, por algún niño. Ahora veía por encima, como una abuelita o como un plantígrado intelectual.
-"¿Dónde vas?-le preguntó la Vaca" que pastaba aburrida en la hierba rosa de una caja de leche desnatada.
A buscar a mi corza dorada.
"A buscar a mi novia"
Y todos los productos del supermercado le preguntaron:
"¿Dónde vas?
Porque son muy curiosos y se cansan de esperar siempre en sus cartones pintados."
- "Eso no es serio" - dijo la lechera de la leche condensada, con el eterno cubo de leche a la cabeza.
- "Claro que no"- contestaron las sardinas de lata pintadas boca arriba y boca abajo.
Pero el Oso seguía cantando contento y "buscaba a su novia, porque hace bonito buscar una novia por el bosque una mañana de primavera". Todos lo sabían, era un oso poeta y su novia era una corza que vivía en la etiqueta de una lata de paté, sin saber para nada qué era eso del paté, pobrecita, mejor desconocerlo.
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Y le habían visto preguntar, al muy iluso, por el precio del pasaje en aquel barco inmenso, para una paradisiaca luna de miel.
-No te vayas, que te pillará el guardia de seguridad, le decía el Osito mimoso de los suavizantes.
-¿Tú que sabrás de amores, chavalín? Me voy a buscar a mi novia por el bosque una mañana de primavera.
-Ozú, criatura, que por ahí fuera hace caló pa ti, le decía la señora antigua del aceite, siempre sujetando la rama de su eterno olivo.
Todos le advertían de que el bosque no era sitio para un oso polar, aunque fuera tan de mentira como él. Menos la vaca de los quesitos, una mala persona, que reía y reía. Y el chino del flan, ensimismado con su cantinela: "soy el chino capuchino mandalín, chin, chin".
Así que salió por la puerta trasera y nadie se dio cuenta, ni siquiera el de la porra. ¡Al bosque se ha dicho!
"Vente con nosotros" le decían las lilas de abril.
-"¿Conoces los estanques donde se ahogan las hojas los inviernos?- siguieron las margaritas que son muy tiernas?"
Y el Oso seguía cantando:
"En lo alto del cerro, cerrillo, cerrete,
hay un viejo, viejillo, viejete.
Viejo, viejillo, viejete,
corre y vete."
"...las margaritas que son muy tiernas"
-"¿Cómo te encuentras tan lejos de tu tela pintada?- le dijeron los patos."
-"Corre y vete" era la respuesta cantada del oso
De pronto, entre sus manos, la botella se convirtió en un ciervo y las gafas de juguete en una mariposa. Tenía que elegir entre el ciervo y la mariposa. ¿Cuál de los dos le llevaría hasta su corza "ojizarca, con las patas paticojas y el rabito parado enrevesado" ?
Siguió al ciervo, luego a la mariposa. Era muy torpe, uf, se sentó en el suelo a partir nueces con la rata. Y seguía preguntando:-
-"¿Has visto pasar a mi novia...ojizarca, con las patas paticojas y el rabito parado enrevesado" ?
¡Ay, no! La rata no sabía nada de novias ojizarcas. El oso lloraba. Un cerdito sentimental le decía, gru, gru, que no llorase.
Empezaba a oscurecer. "Buscaba a su novia y encontraba las zarzas y la pena desgarrada de los eucaliptos".
"...encontraba las zarzas"
"Lloraba de miedo, porque oscurecía"."Lloraba porque es el momento de llorar...porque es la hora en que , poco a poco, los fantasmas se congelan". "Y porque tiemblan las luces de ganas de encenderse y ninguna mano se atreve a prenderlas". "Y porque es hora de recordar sin saber lo que recordamos"."Y porque todo es y no es". "Y porque nada llegó y todo se espera"
"Y porque tiemblan las luces de ganas de encenderse y ninguna mano se atreve a prenderlas".
"Con llanto fue haciendo una cascada, con la cascada un río, con el río un mar. Se encontró sentado en el mar, sobre el mar, entre olas verdes..."
"Con llanto fue haciendo una cascada..."
Y vio un pez y el oso seguía con su pregunta cantinela.-"Pececito de plata y oro, dime ¿has visto...?" No, la novia paticoja no pasó por las olas verdes. Y el oso no huyó de ningún cazador, huía de sí mismo y la vida cartelaria. Se echó a andar porque hacía sol y porque era poeta.
El oso y el pececito se hicieron muy amigos, hablaron de redes, anzuelos y peligros, de cocos y niños que no se asustan, "de las velas que vacilan antes de hincharse de cielo". La luna los miraba. Y seguía mirando cuando apareció un barco.
Alguien gritó "¡Oso a la vista". Subió al barco por una escalera y todos le saludaron. Le recibieron como a un oso de negocios. Le dejaban entrar por todas partes y comerse el azúcar que el cocinero iba echando a la crema. ¡Qué rica!
Supo que el barco hacía cruceros por el Mediterráneo, era el del cartel del supermercado. Se puso muy contento cuando vio a una señorita vestida de azul que creyó reconocer. La señorita no se extrañó, no era la primera vez que veía un oso en el barco. Charlaron en inglés y bajaron juntos al comedor. Allí le hicieron bailar al son del pandero, como a todos los osos.
Los tenedores, los cuchillos, la sal, el pan y las servilletas. Eran unos quisquillosos que comentaban que el oso no sabía utilizarlos. "El camarero le volvió, displicente, la cabeza".
El barco iba cargado de naranjas, como todos los barcos de los juegos de prendas. Las naranjas subieron a cubierta, todo se llenó de naranjas. El barco no podía aguantar el peso, se hundía. El oso recordó que era poeta y recitó a la señorita de azul:
Los azahares dijeron al Oso que le salvarían. Y todos los naranjitos se llenaron de flor. "El cazador sufrió un mareo horrible". El Oso le abrazaba, el cazador iba a clavarle un cuchillo. Pero "los clavos olvidados de un columpio le sacaron los ojos y cayó muerto".
El Oso estaba tan contento que sacó confeti de sus botas y se lo echó por encima. "La nieve. Así parecería un terrible oso de los círculos polares".
La nieve secó los naranjos y aparecieron "los renos, los trineos y las morsas". Aquello era el Polo. El Oso preguntó a un pingüino lo de siempre, si había visto pasar a su novia pelinegra. ¿Corzas en el Polo? Este oso era un tonto.
Lo llevaron a un bar debajo de la tundra, a comer helados de limón. No. ¡De fresa! Que a Aitana le gustan de fresa.
El Oso tenía frío, se le habían escarchado los ojos. Encendió una hoguera. La nieve se derretía, se quedó solo encima de un témpano, en medio del mar.
Abrió los ojos. Despertó en lo de siempre, en el supermercado. Vuelta a la rutina de hacer como que bebía un líquido marrón. Glu, glu, glu, la chispa de la vida.
-¡Vaquita del cartón rosa! ¡Lechera de la leche condensada! ¿Cómo está usted señora del olivo? ¡Sardinillas! ¡Mandarín del flan! ¡Cartel del crucero! ¡Estoy aquí, otra vez con vosotros!
Se oía el ruidito de las cajas registradoras al abrirse, el rodar de los carritos. ¿Ticket para el parking? ¿Necesita bolsas? ¿Una moneda para el carrito? La rutina de siempre.
-"¿Dónde estáis? He hecho un largo viaje, tengo miedo. Os prometo no hacer versos ni extraviarme más...Quiero ser de cartón como vosotros...No me iré nunca más. Fueron locuras de juventud. ¡Escuchadme! "
Pasaron carros y más carros. Todos pudieron ver como un muchacho colocaba junto a la boca del oso una pegatina con una lata azul, la de la competencia. ¡No, azul no! ¡Rojo sí! ¡Si me ven mis jefes me mataaaan!
Y aquí termina el cuento de "El oso poeta que bebía Pepsi Cola", digo "El oso poeta que bebía Coca Cola!
Un abrazo para Aitana y para los que pasáis por aquí de:
María Ángeles Merino
7 comentarios:
Jesús, "mija", qué agotamiento con tanto viaje!
Pues vaya la que has montado con el pobre oso, eh!
Muy bien, la imaginación al poder, está claro, ay, si la usáramos más.. las cosas tan bonitas que nos saldrían, como este cuentito...
Besotes!
;)
¡Deberían patrocinarte el texto! Esto sí es una invitación a que los niños le acompañen a uno a hacer la compra... ¡si lo hubiera tenido hace unos años!
Se lo leeré a mis nietos. Como ando rezagada por otro asuntos no estoy leyendo el libro de "Rosa Fría, patinadora de la luna" A ver si lo consigo.
Besos. Escritora.
La imaginación al poder... gracias a ella; este oso anuncio,poeta y enamorado: nos ha dado un buen paseo...-Lo hemos disfrutado porque se lo iba leyendo a mis enanas y les ha encantado!
Gracias a las dos por este momento tan entrañable.
Besos feliz 1º DE Mayo.
Te escribí el comentario desde el móvil, en el tren, cuando venía de la Mani, pero no salió.
Te decía algo así
He viajado con el que bebía coca-cola y además era poeta, también los poetas tienen sed y he viajado contigo y con Aitana.
Me gusta la idea del supermercado. Es muy original
Un abrazo
Me voy a Carabaña, me están esperando
Excelente. Si me lo paso bien yo leyéndote, qué decir de tus lectores pequeños. Solo te faltó el burrito de Norit...
Qué buena forma de hacernos mirar los dibujos de las cosas de las tiendas, a la vista está que tienen sorpresas. Los miraré a partir de hoy a ver si me viene la inspiración.
Menudo trabajo, y doble con las ilustraciones
Un abrazo
Buenas noches, Abejita de la Vega:
He venido varios días, a leer tu versión del cuento, y me tranquilizaba ver, al final, el oso-poeta feliz con sus gafas de sol, después de tanto llorar y llorar, buscando a su novia pelinegra, ojizarca,...
Aitana, desde el comienzo encantada con sus ilustraciones de flores y mariposas de colores, y con lo que quería escuchar de tu relato.
Abrazos.
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