miércoles, 23 de octubre de 2013

"Intemperie": "el rumor de un motor que la brisa traía...una nube de polvo sobre el camino de sirga"


 
Comentario a las páginas 74 -94  de la novela "Intemperie", de Jesús Carrasco. Para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

Habla "Chico", el niño de Intemperie:

Hay luna creciente. El viejo me despierta en medio de la noche, nos dirigimos al norte, cruzamos la llanura bajo la luna. Me siento más descansado, y más tranquilo, y me abandono a mis recuerdos, mecido por el balanceo del burro. Veo, aunque no lo vea, mi pueblo, "levantado sobre el fondo de una rambla chata por la que en algún momento corrió el agua”, con sus casitas arracimadas en torno a  la iglesia y al palacio de cuando los moros y las  huertas que ahora no pueden darnos de comer.
 
Pequeña huerta en la primavera de Campo Real (Madrid) 15-5-2007

“Hubo un tiempo en que el llano era un mar de cereales”. Ahora arcilla rota y polvo.

Trigal en Palacios de Benaver (Burgos) verano 2013

 La vía férrea, la estación, un embarcadero de ganado, un silo de grano, la casa del guardagujas que era la mía; la única de piedra, con sus gallinas y sus lechones. Mi padre asistía al jefe de estación, atendía la barrera, arriba y abajo; los mercancías llegaban vacíos y se marchaban cargados de avena, trigo y cebada. Llegó la sequía, dejó de crecer el grano, cerraron la estación, muchos se fueron; mi familia no tenía pozo ni fortuna, pero se quedó.

Vía de tren abandonada en Oña (Burgos) 10-7-2007
Me parece que ahora el cabrero sí sabe adónde vamos. Con las primeras luces, vemos aparecer en el horizonte el castillo donde tan mal lo voy a pasar. Un muro de piedra y una torre redonda con una figura de Jesús. De pequeño, me contaban que había un castillo en el norte, con un hombre que cazaba chiquillos y les hacía cosas muy malas. Y que de su cabeza brotaban rayos. Todos los niños del pueblo lo sabíamos, ni asomar por allí.
 
 
Bajamos por la vereda que conduce al castillo. Llegamos hasta un punto en que la pared, de caerse, no nos aplastaría. Precaución o miedo, vete a saber. Contemplamos el muro, nunca había visto algo así. La imagen es como la del Sagrado Corazón de Jesús de la iglesia de mi pueblo. El viejo se queda de pie mucho tiempo, con la mirada clavada en las piedras, llego a pensar que se ha dormido. Creo que se enfada porque llamo su atención con un "señor".


Muro en las ruinas de San Pedro de Arlanza (Burgos), junio 2013.
Llegamos y se deja caer contra la pared mientras yo descargo el burro. Lo veo más cansado, me parece que está enfermo. Dice que pararemos dos días porque cerca hay un pozo. No sé yo, aquí las cabras tienen muy poco de comer. El cabrero no puede con sus huesos, está agotado de tanto camino, menea las garrafas y calcula el agua que nos queda.
Desde su cama de piedra con albarda, el pastor me explica cómo ir al pozo y lo que voy a encontrar. Cargo en el burro las garrafas y el cubo de ordeñar. No está muy lejos pero sudo a goterones. Y la que me espera...porque hay unos palos atravesados dentro y no hay hueco para meter el cubo.  Me cuesta mucho levantarlos y sacarlos fuera. Y, una vez abierta una ventanita, dos horas subiendo agua.
Pozo abandonado
Lleno las garrafas pero tengo que tirar la mitad porque no puedo con el peso. Mi corazón se va detrás del agua derramada.


Llego reventado al castillo. Descargo el agua, doy de beber a las cabras. Me siento junto al viejo, la luz del sol cambia de estatura, las palomas van a dormir, cenamos almendras y pasas a la luz de la luna, despejo de piedras un trozo de tierra a dos metros de donde duerme el viejo, encuentro un craneo de liebre, "un trofeo de caza enano", enrollo el ropón, almohada improvisada, huele a burro, no me importa porque estoy muy, muy cansado.

 
Doy al viejo las buenas noches, no contesta, como siempre, tumbado busco las estrellas conocidas, cierro los ojos y el fogonazo de la luna no se va.



El craneo de la liebre, un trofeo, la galería de trofeos en la casa del alguacil, mi padre y el alguacil, "es un niño hermoso", dice mi padre. Soy yo el trofeo. Y el recuerdo me raja los ojos, sangro, me muerdo los labios, sorbo los mocos, hago ruido, que no me oiga el viejo. Me oye. Su voz brota de la mismísima tierra:

"No temas. Aquí no te va a pasar nada"


Cráneo de liebre
Me despierto pegado al cuerpo del cabrero, no lo entiendo, el viejo no se ha alejado de mí. Siento su olor, tan apestoso como el mío, pero menos conocido. Me pide que le acerque una cabra. 

De aquí
Desayunamos, me pide que le monte un tenderete en la muralla, con la manta, para protegerse del sol de la mañana. Me siento junto a él, aunque fuera de la sombra, respeto su autoridad y espero órdenes. Me canso y me voy a la sombra, al otro lado del muro. Duermo. Comemos algo, nos queda muy poco. Hambre.


 

 El viejo pasa la tarde leyendo una Biblia muy gastada, señala las palabras con el dedo y las lee a pedacitos, como en la escuela. No imagino al cabrero como amigo de los curas.



Mientras él lee, yo recorro los alrededores del castillo y el perro va detrás. Me pregunto dónde habrán ido a parar las piedras, tan bonitas, las que faltan.Y encuentro lagartos secos y bolas de esas que escupen las aves carniceras, con huesecitos y pelos. E-ga-gró-pi-las decía el maestro, el que me meó en el agujero. Y plumas, y tiras de piel retorcidas, comer o ser comido, no hay otra salida.


Ruinas de la ermita de San Pelayo, junto a San Pedro de Arlanza (Burgos), junio 2013.
Al otro lado del muro, encuentro una pendiente con muchas madrigueras de conejos. Voy y le cuento al viejo que hay huellas y cagadas por todas partes. Y le hablo de mis cacerías, de hurones, liebres y perdigones. Me gusta contar lo que sé a este hombre tan sabio. Me dice que de nada serviría cazar un conejo porque el fuego atraería a los que me buscan. Me desinflo.

Me voy a la pendiente de las madrigueras mientras él sigue con la Biblia y el dedo. Vuelvo a su lado, con el sol ya puesto.


Traigo una estaca en una mano y un conejo en la otra. El viejo se ha hecho daño en los dedos partiendo almendras, pero se pone a desollar el conejo y lo deja listo para asar. Y  prepara el hogar mientras yo busco leña. Cenamos en silencio, no dejamos ni una hebra de carne. Hago desaparecer los restos de la fogata y de la comida; ahora recuerdo lo de los peligros de encender fuego. Revuelvo con la bota la tierra.


El cabrero orina de espaldas, con una mano en el muro. Se queda quieto y callado cuando yo le arrojo: "¿Cómo sabe que me buscan unos hombres?" Cuando se da la vuelta, hay humedad en sus pantalones y...lo que me hace salir corriendo: "de la bragueta, asomaba rosado su...". Su capullo. No sé llamarlo de otra manera. Recuerdo al alguacil cuando me obligaba a ...ya sabéis.





 
Tropiezo, paso delante del pastor dando patadas a las piedras. Huyo en dirección al pozo. Tumbado en medio de la noche, noto como se me va hinchando el pie. Me calmo un poco. "La imagen del viejo girándose torpemente..." hacia mí ocupa mi pensamiento.

Me hago un dibujo falso en mi cabeza. Esta parada no es otra cosa que un punto de encuentro, el viejo me va a entregar, aquí, al alguacil. Imagino al cabrero contemplando como mi enenigo me martiriza delante de la muralla. ¿Cómo pude imaginar una barbaridad así?

A la mañana siguiente, me despierta el perro, metiéndome el hocico por el cuello. Tiene colgada del cuello la lata que el cabrero me dio la primera vez. Quiere hacer las paces.Volvemos al castillo, el perro y yo.



 
Encontramos al viejo tumbado, sin humedad en la entrepierna, ya no le asoma nada. Me quedo de pie, me mira y...nunca le había oído tantas palabras seguidas. Creo que es nuestra primera conversación.

Siéntate no quiero, no te voy a hacer nada, sabe que me buscan, va a entregarme, no es esa mi intención, la intención es la de todos, te equivocas...

Dice que me ha traido hasta aquí para que no me vean, que cualquiera podría delatarme. Le ataco: "como va a hacer usted...para tener algo que cobrar, supongo".

Me muevo como si me hiciera pis. El viejo me arroja: "Yo no sé por qué huyes ni quiero saberlo...Lo único que sé es que el alguacil no tiene jurisdicción aquí".


No sé bien qué es jurisdicción, supongo que es mandar mucho, pero oír la palabra "alguacil" en su boca me abrasa por dentro. Me veo "desnudo frente al viejo y frente al mundo". Llego a pensar que precisamente, sin  la ju-ris-dic-ción del alguacil, pueden hacerme lo que les dé la gana. Sólo las piedras que son mudas.

Digo que me voy y me contesta que haga lo que quiera. Guardo la lata del agua, acaricio al perro, me aprieto la cuerda que sujeta mi pantalón. Me voy, no vuelvo la mirada al pastor ,camino hacia el norte. El perro me sigue, el pastor le silba, le digo cosas al oído para que vuelva con su amo.



 
Noto "una brisa caliente en la nuca". Respiro para darme ánimos y es entonces cuando escucho "el rumor de un motor que la brisa traía...una nube de polvo sobre el camino de sirga". Busco con la mirada al cabrero y lo encuentro "de rodillas, haciendo visera con la mano en dirección de la nube de polvo". El aire revuelve las hojas de su Biblia, en el suelo. Me hace señales con la mano para que me agache. No tengo escapatoria, vuelvo al muro a cuatro patas y el pastor me pide que me esconda.

 
Me arrastro junto al muro, lo recorro entero para pasar al otro lado. Los guijarros se me clavan. El alguacil en su moto y dos hombres a caballo. El perro me sigue, el muy tonto, no me delates, amigo.

¿Dónde me escondo? ¿Encontraré en el castillo algún rincón donde esconderme? ¿Es el cabrero mi salvador?

Os lo contaré.

Un abrazo de.

María Ángeles Merino

8 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

La voz del niño nos lleva al centro del dolor de esta novela. Reflejas bien esa desorientación del muchacho.
Y qué maravilloso trabajo de ilustración minuciosa del relato...
Gracias.

Bertha dijo...

Vamos a ver, si el cabrero no se la juega y lo delata: espero que no.

MªAngeles estas reliquias y en el mes que hiciste las fotos son de puro profesional.Tiene razón el chuiquillo cuando se pregunta: donde han ido a parar las piedras que faltan?.

A ver en que queda estas maniofestaciones contra la Lomce?

Feliz semana.

pancho dijo...

El influjo dañino de la luna, siempre en cuarto creciente, cuando no arroja ni luz ni sombra sobre la tierra, es una constante a lo largo de todo el relato. Bien que lo aprovecha el autor.
Las vías enfrascadas de zarzas, ortigas y malas hierbas es una de las señales más evidentes del abandono de grandes zonas del interior. La despoblación ha golpeado con fuerza nuestros pueblos. La fuerza productiva ha emigrado a otras tierras dejando tras de sí miseria, tristeza y soledad.
El sol cambia la estatura de la sombra de continuo...
El autor se mete en la piel del muchacho para mostrarnos la realidad a través de su mirada de asombro. Como tu nos haces en este giro del punto de vista narrativo.
Otro despliegue ilustrador de categoría.
Un abrazo.

Paco Cuesta dijo...

La jurisdicción no cuenta para un alguacil motorizado con escolta de caballería. Todo un símbolo de caudillaje.
Besos

Ele Bergón dijo...

Creo que lo que has sabido transmitir muy bien con tus palabras reflejadas en el niño, e la desolación que siente éste al quedarse así, al Intemperie.

La imagen de las vías la conozco. Ya te mandaré la que yo hice cuando paseamos contigo en Oña.

Un abrazo

Luz

MIMOSA dijo...

Estoy con los compañeros en cuanto a las imágenes que aportas, no conozco nada de esa zona,así que me viene fenomenal situarme, tardando estoy ya, diría yo, en ir a visitarla...

Desde el momento en que emprendiste este caminar en la piel del niño, se observa con otro talante la historia. Se nos pega en el alma su desesperación por permanecer oculto ante la incipiente llegada del verdugo.

Veamos que más nos tiene que contar.

Besos

Pamisola dijo...

Hola, veo que tu sigues disfrutando con estas entradas tan completas que haces.
He visto que has puesto una nueva entrada pero me sale esta, y aquí te dejo mis saludos.

Besos.

Gelu dijo...

Buenas noches, Abejita de la Vega:

Como bien dice el profesor nos haces notar la desorientación del Chico. Hasta el momento no ha podido confiar en nadie, y aún teme que el viejo sea otro como los demás.
Salvando las diferencias de edad de los personajes, he pensado en Juan el hermano de Manuel Alcázar de 'La lucha por la vida' de Pío Baroja. También en el Niño y el Corcel de 'El Hereje' de Delibes.

Abrazos.