sábado, 28 de febrero de 2009

El oidor ninguna vez había sido tan oidor



Comentario al capítulo 1, 42 del Quijote, publicado en "La acequia", en la entrada titulada "El cautivo en familia", correspondiente al día 26 de febrero de 2009.

Cervantes comienza el capítulo llamando nuestra atención acerca de la historia que acabamos de oír, mirad qué bien me ha quedado parece decirnos, tanto en el fondo como en la forma. Lo pone en boca de Fernando, el personaje de más alta alcurnia, que afirma: “el modo con que habéis contado este estraño suceso…iguala a la novedad y estrañeza del mesmo caso”.

Estaban con corteses ofrecimientos al cautivo cuando llegan unos hombres a caballo, pidiendo posada. No hay sitio; pero para un “oidor” tiene que haberlo. La güéspeda, la que hospeda, se turba al oír el cargo del huésped, el que se quiere hospedar. Faltaría más, se saldrán de su aposento los venteros. El oidor trae cama, así se hará. Imaginad lo que sería ahora viajar con la cama, de aeropuerto en aeropuerto, además de la perdible maleta. No termina de salir mi cama por la cinta transportadora…

El oidor viaja vestido de oidor, con su incómoda ropa larga de mangas arrocadas. Imaginaos a un juez de viaje, con su toga y sus “puñetas”.El magistrado trae de la mano a su joven y bella hija que, ésta sí, “va vestida de camino”. Dorotea, Luscinda, Zoraida y Clara…cuatro bellezas en la venta, aunque Cervantes no nos ha descrito minuciosamente su físico, lo deja para nuestra imaginación.

Don Quijote los recibe con una prolongación de discurso de las armas y las letras, más unas galantes palabras para la recién llegada que sólo un caballero andante es capaz de decir: “esta fermosa doncella, a quien deben no sólo abrirse y manifestarse los castillos, sino apartarse los riscos, y devidirse y abajarse las montañas, para dalle acogida”.El señor magistrado diagnostica rápidamente la clase social de los presentes. Son “gente principal” y eso le agrada; sólo” el talle, visaje y la apostura de don Quijote le desatinaba”. ¡Vaya tipo raro! Y… ¿qué está diciendo?

El cautivo ve al oidor y reconoce en él ¡al hermano que siguió el camino de las letras! La información que le da un criado se lo confirma. Y, además, se entera de que su hermano va de oidor a las Indias y ¡qué suerte tuvo! Porque su mujer murió de parto de aquella hija y “había quedado muy rico con el dote que con la hija se le quedó en casa”. ¡Qué sensibilidad más exquisita la de este servidor!

Como el hermano soldado y pobre teme que su hermano magistrado y rico se avergüence., dejará que el cura le abra camino. En la conversación de la cena, en esa segunda cena cuyo plato principal es el gazapo, nombra a un capitán con el mismo nombre, qué casualidad…El buen sacerdote cuenta la historia del Pérez de Viedma leonés y añade de su cosecha un comentario que tiene su miga: “a no contármelo un hombre tan verdadero como él, lo tuviera por conseja de aquellas que las viejas cuentan el invierno al fuego”. Si ya decía yo que eso del padre con tres hijos sonaba a cuento…

Al oír el nombre se produce la anagnórisis esa y el oidor “ninguna vez había sido tan oidor como entonces”, incluso le crece de tamaño la oreja de tan abierta. Saquemos el pañuelo porque empiezan los cuatro ¡oh!, dedicados al cura narrador, al cautivo, al padre y a Zoraida. .El primero de ellos:” ¡Oh, señor, si supiésedes las nuevas que me habéis contado, y cómo me tocan tan en parte que me es forzoso dar muestras dello con estas lágrimas que, contra toda mi discreción y recato, me salen por los ojos!”. Recibimos noticias del padre y del hermano que nos falta, el de las Indias: está en el Pirú, riquísimo, tanto que ha podido dar dinero al anciano para que dé rienda suelta a su ser natural derrochador. El último para la morita: ¡Oh Zoraida hermosa y liberal, quién pudiera pagar el bien que a un hermano hiciste!; ¡quién pudiera hallarse al renacer de tu alma, y a las bodas, que tanto gusto a todos nos dieran!

Que cesen las lágrimas, que todos se abracen. Don Quijote no dice nada y todo lo atribuye a quimeras de la andante caballería.

En Sevilla se reunirán con su padre y bautizarán a Zoraida, antes de que el oidor parta para las Indias. Todos contentos, es ya muy tarde y habrá que recogerse. Don Quijote hará la guardia por si aparece un mal andante follón o gigante, que con tanta hermosura junta ya se sabe…

Como anticipo del siguiente capítulo, nos enteramos que a Sancho le costará caro el haberse acomodado sobre los aparejos de su jumento. Y una bella y entonada voz masculina se oye. ¿Quién canta? Dejémoslo para la semana que viene.

Un saludo para Pedro y todos los paseantes.


11 comentarios:

pancho dijo...

Lo de “escotadura intertraguica” (así escrito) me ha llegado al alma. No me imaginaba que tuviéramos tantas cosas en las orejas.
No tenía nada de qué avergonzarse El Cautivo, tenía el amor de Zoraida que valía mucho más que todo el dinero y posición de los otros hermanos. Divertida interpretación , monologada, del capítulo. Muy bueno lo de la cama en el aeropuerto. pancho

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Qué divertido comentario: no falta nada, ni la ropa del oidor ni la ropa...
Y lo de la anagnórisis ésa...
Qué gusto compartir esta lectura contigo.
Un abrazo.

Manuel de la Rosa -tuccitano- dijo...

Si este montón de cosicas tenemos en la oreja por fuera...no te quiero decir como se tiene que llamnar pormenorizadamente lo de dentro...en los aeropuertos, ya no son novedad las camas..son una necesidad...besos

Merche Pallarés dijo...

Como dice TUCCI, pronto tendremos que llevar una cama cuando viajemos en avión... Excelente tu relato. Muchos besotes, M.

Antonio Aguilera dijo...

ZZZZZnnnnnn, ¡Hola Abejita, soy el moscardón! jajaja, discúlpame la broma, y que haga un par de semanas que no te visito (mejor dicho que no te comento, porque tus textos los imprimo y me los llevo a casa. Allí no tengo Internet, estoy en la oficina).

Y tú dirás: "y el loco éste para qué me cuenta a mí su vida" jajaja

Es que acabo de ver una entrevista a Vila-Matas, en la que dice que el que no sabe reirse o tomarse la vida con humor y hacer ironía de ella; el que no lo hace es tonto o tiene el cerebro mal amueblado.
Conque ya sabes Abejita, nos tenemos que reir ( aunque sea sin ganas a veces).

Me hace bastante gracia el empeño que tiene Cervantes en mostrar la mujer ideal de antaño como blanquísima: La del blanco pie, blanca mano, y la doncella que llega con El Oidor, que no sabemos si es blanca de piel, pero de nombre sí es Clara.

Divertido tu análisis.....e instructivo; pues como carezco de estudios superiores tengo que leeros con atención para que se me vaya pegando algo.
Besitos Abejita

Anónimo dijo...

Hola Marian, el oido me suena mucho, y todas sus partes también, ¿te acuerdas cuando estudiamos enfermería contigo?, y ¿las risas que nos pasabamos con Tomás?, cuando nos tocaba el aparato reproductor, jajajajaja, aprediamos muchos y también nos reimos muchisimo, aquellos maravillosos años......

Totalmente de acuerdo con Antonio Aguilera, antes las mujeres blanquisimas como la nieve, menos mal que yo vivo en estos días, porque si no, me tendrían encerrada para que no me diera una pizca el sol, ya ves los tiempos cambian.Saludos.

Abejita de la Vega dijo...

Pancho: yo tampoco sabía que una oreja tuviera escotadura y demás.Hay que ver lo que descubrimos tirando del hilo quijotesco.Buscaba una oreja de oidor y mira lo que ha salido...
El cautivo tiene algo que, si se diera en la vida real, valdría más que la fortuna del millonario más millonario.Esperemos no tener que llevarnos la cama, menudo follón, aunque un saquito sí que llevan algunos. Gracias por tus palabras.

Manuel:¡la de cosicas que tendremos dentro! Mi Silvia me ha descubierto. Tuve una etapa de aprender ,para luego enseñar, las cosicas de dentro. Aunque los detallicos de la orejas, o pabellones auditivos, no los vimos.
¿Ya hay camas en los aeropuertos?
Un abrazo y viva Andalucia

Merche: me alegro de que lo hayáis pasado bien con mi comentario.
Un abrazo y sigo la historia de las autoestopistas de los 60.

Silvia:veo que recuerdas con alegría, cuánto me alegro,esa etapa en que,dada la demanda, me puse a preparar pruebas libres de FP (Auxiliar de Enfermeria y de Jardín de Infancia), en el aula de Adultos..Me lo estudiaba y os ayudaba a aprenderlo. Lo pasamos bien con aquello ¿verdad Ele?
Un abrazo, Silvia

Abejita de la Vega dijo...

Antonio: creo que en este capítulo me ha salido más la vena humorística.Razón lleva Vila-Matas.
Toda blancura eran esas señoras,el bronceado no estaba bien visto, era propio de las pobres currantas: campesinas, pastoras, lavanderas.Aunque ahora hay están las "góticas" que se visten de negro y no toman el sol.Estas son las sucesoras de aquellas.

La abejita, María Ángeles Merino, no es especialista en Literatura. Eso sí, me encanta...Soy maestra y he dado dado muchas clases de Lengua y Literatura, en Primaria y en Secundaria.Aparte de eso, me gusta mucho leer,como a ti.Todos aprendemos de todos, eso es lo bueno de esto. Un abrazo.

Ele Bergón dijo...

Hola.

Estoy enfadado y podrás ver su porqué en El Acorde AZul.

Bueno a lo que íbamos. ¡Qué gracia me hace eso del oídor! Oir oía, pero ¿escuchaba? Eso me dice mi madre que yo oigo, pero no escucho. Y luego lo de los nombrecitos de la oreja se las trae. Ja, ja, ja, vaya palabrejas que se utilizan y dicen que el lenguaje de los adolescentes no hay quién lo entienda, pues anda que la de los que estudian estas cosas. Por cierto, en Natu ¿yo voy a tener que estudiar todas esas majaderías? A mi me sobra con saber lo de las las trompas de Falopio,¡ah que no, que esa trompa es de las mujeres, es la de Eustaquio. Vaya nombrecitos...

Como estoy enfadado no os digo más.

Adiós.

El Sanchico.

Kety dijo...

Sanchico no te quejes, sólo trata de la parte exterior del oído, si profundizamos encontramos; yunque, martillo, estribor...

Referente a la mujer blanca, antiguamente las mujeres se tapaban la cara cuando iban a trabajar al campo. Debía tener relación con las clases sociales.-Creo yo-.

Abejita, no dejas de sorprendernos.
Un abrazo

Abejita de la Vega dijo...

Kety ¿verdad que Sanchico no tiene que enfadarse? Es muy bonito que haya una calle Dulcinea.

Un beso