Del blog "Los cuentos de la abuela" de Kety Morales
Nuestra amiga Kety, natural del Toboso, nos hace esta recreación magnífica e informática con el caballero de la Mancha.
En un lugar de la casa cuyo rincón no importa, se hallaba ese artilugio llamado ordenador, el cual don Alonso –exdirectivo de un banco afamado-, prejubilado, sin saber por qué, se había enganchado de una forma tal, que hasta su mujer le había abandonado.Don Alonso ofuscado por su descubrimiento, apenas se percataba de la lejanía de su mujer, que andaba con sus amigas disfrutando de los baños en la playa junto al mar.Pinchó una vez más en la página que le tenía trastornado. De seudónimo, Dulcinea, según su perfil; ni guapa ni fea, ni alta ni baja, ni tonta ni lista, en fin, que don Alonso recordó esa frase que dice: “En la medianía está la verdadera felicidad” y con ese pensamiento siguió buceando en su página.
Habitaba Aldonza, la tal Dulcinea en una casa blanca con veleta, heredada de sus antepasados. Salió como todas las mañanas con su cesto al supermercado. Cogió un carro como era usual y comenzó el trasiego rutinario por los pasillos. Ese día la gente se arremolinaba en corrillos cuchicheando algo que ya había llegado a sus oídos.Al llegar a la caja, Sanchica, hija de Sancho, la miró de reojo esquivando mirarla frente a frente, su padre, le había advertido ser cauta y discreta. Al fin y al cabo él era autónomo y se ganaba el sustento acudiendo donde le llamasen, pues sabía de todo un poco y lo mismo arreglaba un grifo, que transportaba muebles..., esto le daba opción a saber los entresijos de muchas casas.El último encargo que había tenido Sancho, Fué transportar unas cajas con libros -algunos de informática, que don Alonso había adquirido para el manejo del ordenador-, al chalet de la sierra, temía que un día su mujer en un arrebato de ira hiciese un estropicio.En casa de Sancho empezaban a estar preocupados, no sabían nada de él.
(Kety Morales Argudo)
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