miércoles, 24 de diciembre de 2014

“Mi querido corazón: “¡Ya está aquí la bella primavera!”


Comentario a una carta de la novela "La sonrisa robada" de José Antonio Abella. Para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

Hay una carta de Edelgard que emociona a José hasta las lágrimas. La lee una y otra vez recostado en su litera del cuartel, o en las noches de guardia en el hospital militar de Ceuta. Es una carta desconcertante en la que se mezclan, extrañamente, una súbita alegría de vivir y un sombrío pesimismo:

Flensburg, 13 de mayo de 1950.

“Mi querido corazón:

“¡Ya está aquí la bella primavera!”

Y Edelgard, vestida de rayos de sol, quisiera abarcar en un abrazo la primavera toda y “besar, besar, besar”. “¿No es verdad que Edelgard está loca, completamente loca?” pregunta.

Desearía compartir con José la llanura chispeante, el manzano florecido, el nido de estorninos, el césped de mil flores, las mariposas ligeras, las abejas zumbonas y golosas; la primavera nórdica bajo el inclemente sol africano.

“¡Oh, oh, la primavera! ¿O será el amor? “¡Y bien la primavera es el amor y el amor es Dios y Dios es la Naturaleza!”. Dios es todo y todo es Dios, dice esta mujer.¿Se tambalearán las rígidas creencias religiosas de José?

Ha de decirle que no puede resistirse “a la llamada del sol en primavera”, que se deja “seducir por él con gran placer! “ ¿Por el sol?

La carta venía acompañada de una florecilla blanca de seis pétalos, la wind blume o flor del viento, milagrosamente conservada hoy. Y de viento va a hablar ahora Edelgard; es el “fiel compañero” que, en su paseo, juega con cabellos y faldas. Demasiado impetuoso, ha de regañarlo a veces. “Oh, oh, estos hombres”, bromea.



Edelgard dice caminar despreocupada, su único deseo es “beber a copa llena” la belleza que la primavera extiende. Flores y más flores, en el suelo, en su cabeza, en su regazo. Se sienta contra un abedul y sueña rodeada de “mariposas acariciantes”. No va a revelar el sueño, los hombres no debéis saberlo todo.

Piensa, sería encantador vagabundear a través del bosque, cogida de la mano de José. Y jugar:

“Me escaparía de vez en cuando y no te sería fácil alcanzarme. Dime, José, qué harías con la desobediente Edelgard, cuando la alcanzaras?”

O también sería maravilloso escuchar un concierto o una ópera, en su compañía. Uno de Beethoven o el “Tristán e Isolda” de Wagner. Hasta aquí las palabras exultantes.

“Sin embargo, querido José...” La carta da un giro brusco e inesperado:

“…sueños demasiado hermosos para que sean realidad algún día”

“…un sueño es un sueño y la vida es la vida”.


José, su “buen corazón”, la ama y desearía llegar a hacerla suya enteramente. Cierto. Pero…qué duro lo que viene a continuación:

“¡Ah José… ¿no has considerado también que: 1º yo soy alemana, 2º no soy católica (para mí la Naturaleza es Dios) y que, 3º y lo más esencial: yo estoy enferma todavía?”

Primero, segundo y tercero. Alemana, no católica y enferma. ¡Edelgard! ¡No importa!

"A menudo pienso que jamás perteneceré a ningún hombre, porque no lo deseo...". "Tengo que decirte todo esto, porque yo, como tú, amo la sinceridad y la lealtad".


José no tiene consuelo. Sigue leyendo. “…guardaré siempre tu precioso corazón…en él existiré yo siempre para ti”. ¿No sentirse desilusionado? ¿Repetir para sí que no espera nada de Edelgard? ¿Cómo puede pedirle Edelgard tales imposibles?

Un día, pronostica ella, José amará “a una encantadora joven española” y pensará en la joven alemana como se recuerda un bello sueño. Y está segura: “¡tú no me olvidará jamás y una parte de tu corazón me pertenecerá por siempre!”

"¡Oh, Dios, cuántas cosas bellas, profundas, ciertas y terribles!" Los sueños sueños son, pero José también está seguro; nunca podrá olvidarla y siempre le pertenecerá una parte de su corazón. En lo más íntimo de su alma, permanecerá un rincón consagrado a ella, a su recuerdo “maravilloso e ideal”. 


Que no, que no se resigna y le pide a Dios no morir sin llegar a conocerla. “¡Sería tan
maravilloso!”


Porque José y Edelgard son prisioneros de un sueño, un imposible. Como las polillas de la luz.





Un abrazo de: 


María Ángeles Merino


¡Feliz Navidad!

7 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Esta es, en efecto, la historia de un sueño: un sueño real que impulsa la vida de los protagonistas, de todos aquellos que conocieron la historia y de los que ahora la leen convertida en materia literaria. Hermosa entrada.

PENELOPE-GELU dijo...

Buenas noches, Abejita de la Vega:

Los sentimientos dejados en las cartas, son como un diario. Su lectura, interpretada al cabo de los años, da un justo valor a situaciones que -a veces, por circunstancias ajenas a los protagonistas-, no tuvieron finales felices.

Abrazos

Ele Bergón dijo...

Por lo que voy leyendo, creo que resumes muy bien lo que va contando la novela "mezclar, extrañamente , una súbita alegría de vivir y un sombrío pesimismo.

Ya he llegado al capítulo 15 y me ha parecido crucial, sin menospreciar los anteriores, donde la intensidad y fuerza narrativa va aumentando a medida que el autor te va seduciendo con esta novela de varias lecturas.

Besos

Edurne dijo...

El género epistolar es con el que más me identifico como "escribidora".
he de agenciarme este libro como sea!

Me encantan tus entradas, de verdad!

FELIZ AÑO!
Besotes!
;)

Bertha dijo...

Que este nuevo año que ya esta en puertas venga cargadito de buenos propósitos y que todas tus expectativas se cumplan.

¡FELIZ AÑO 2015!

Un abrazo.

Pamisola dijo...

Tengo claro que este libro lo tengo que leer. Las cartas me llaman mucho la atención. A ver si lo encuentro, mientras te voy leyendo.

Besos, Mª Ángeles y Feliz Año nuevo.

Paco Cuesta dijo...

El amor es religión, ambos profesan la misma creencia sentimental.
Besoso