miércoles, 4 de junio de 2014

"El sí de las niñas": "¿Y a quién debo culpar? ¿Es ella la delincuente, o su madre, o sus tías, o yo?"




Simón acercó la luz. Era inevitable, se produjo el encuentro entre don Diego y su sobrino don Carlos. Porque no lo sabías, pero tu galán era el sobrino…qué sería del teatro sin estas felices coincidencias. Ya has visto, al tío le incomodaba su presencia, precisamente cuando estaba a punto de concertar la boda, contigo, con doña Francisca, la niña del “sí”, del terrible “sí”. Más tarde lo sabría, mas ahora estorbaba. ¿Temía acaso que los ojos del apuesto teniente se posaran en ti? ¿O eran los tuyos el problema? Si es así, no andaba descaminado.



Lo reprendió como a un chiquillo ¿Qué haces aquí, lejos de tu guarnición en Zaragoza? ¿Qué has hecho? ¿Desafío, deudas, algún problema con tus jefes? ¿No? Aquí tienes dinero, paga el gasto, vete con los caballos al mesón de afuera y mañana con la fresca tomarás la de Aragón, la puerta de los Mártires, no la de Madrid, no te desvíes, no hagas como la última vez que… tus soldados esperan a su oficial, que para eso te puso el Rey allí. 




Y tu don Félix, sumiso, le besa la mano y obedece…demasiado. Este chico es "una malva", tanto que don Diego enjuga una lágrima:

“Demasiado bien se ha compuesto dispuesto... Luego lo sabrá enhorabuena... Pero no es lo mismo escribírselo que... Después de hecho, no importa nada... ¡Pero siempre aquel respeto al tío!... Como una malva es.”

"Como una malva es"

-Cuéntamelo tú, Paquita.

-Así lo haré, mi señora que escribe. 
Mi don Félix desapareció... Cuando supe que el oficial y el criado se habían ido para Zaragoza, los que ocupaban la habitación 3... temblaba, no comprendía, me preguntaba en qué le había podido ofender. 

“ ¿Pues no le quise más que a mi vida?... ¿No me ha visto loca de amor?
“Que no me ha querido nunca, ni es hombre de bien... ¿Y vino para esto? ¡Para engañarme, para abandonarme así! “


¿Celos? ¿Miedo de su competidor? ¿Algún otro motivo? No, ni Rita ni yo alcanzábamos a comprender. Pérfido, monstruo, cruel…duros calificativos salían de mi lengua.



Nos recogimos, qué noche más calurosa, y más triste, sin poder conciliar el sueño.

Dieron las tres en la iglesia de San Justo…oímos  tres palmadas y un punteo de guitarra. ¿Sería algún barberillo buscando amores con alguna Maritornes? ¡Era don Félix! 

Nos acercamos a la ventana, a oscuras, tanteando la pared. Volvió a sonar la sonata que tan bien conocíamos, la seña no podía mentir. Rita abrió la vidriera y dio otras tres palmadas. Cesó la música. Me asomé a la ventana y pude, por fin, hablar con mi galán:




Yo soy... Y ¿qué había de pensar viendo lo que usted acaba de hacer?... ¿Qué fuga es ésta?... ¿Para siempre? ¡Triste de mí!... Bien está, tírela usted... Pero yo no acabo de entender... ¡Ay, Don Félix! Nunca le he visto a usted tan tímido... 

Mas no me explicó el misterio. ¿Y no he de saber yo hasta que llegue el día los motivos que tiene usted para dejarme muriendo?... Sí, yo quiero saberlo de boca de usted. Su Paquita de usted se lo manda... Y ¿cómo le parece a usted que estará el mío?... No me cabe en el pecho... ”

Tiraron una carta que cayó por la ventana, yo la buscaba, ansiosa, la oscuridad la ocultaba a mis ojos.
¡Infelices! No sabíamos que don Diego y su Simón habían oído el rasgueo de la guitarra y las palmadas, que habían seguido tras la puerta nuestra aventura, que sabían lo de la carta arrojada. Y Simón la buscó, la encontró y se la entregó a su amo. ¡Ay! Un farol y la leerá, ay Dios mío, mi madre me matará con sus propias manos.

-Sí, Paquita, don Diego la leerá, se preguntará:

“¿Y a quién debo culpar? ¿Es ella la delincuente, o su madre, o sus tías, o yo?... ¿Sobre quién... sobre quién ha de caer esta cólera, que por más que lo procuro no la sé reprimir?... ¡La naturaleza la hizo tan amable a mis ojos!... ¡Qué esperanzas tan halagüeñas concebí! ¡Qué felicidades me prometía!... ¡Celos!... ¿Yo?... ¡En qué edad tengo celos!... Vergüenza es... Pero esta inquietud que yo siento, esta indignación, estos deseos de venganza, ¿de qué provienen? ¿Cómo he de llamarlos?”

-No, no soy culpable, no soy yo la delincuente, señora mía. Así me educaron, para que disimulara mis sentimientos y me sometiera a los deseos de mis mayores. Mi madre, las tías monjas con sus sermones...me inculcaron el silencio, el temor, el disimulo del esclavo. Me criaron como al tordo enjaulado...sí, sí, sí...piaré que sí en el momento adecuado.


Me daba lástima mi señor don Diego,  a pesar de todo, es un hombre de bien.  Decepcionado, colérico, avergonzado y ¿celoso? ¿a su edad? Si no son celos, era algo que se le parecía mucho. 

-De vuestro señor don Diego vendrá la solución, se resolverá vuestra contradanza, pero no adelanto acontecimientos. De momento, ordenó a Simón:

"Mira, y haz que ensillen inmediatamente al Moro, mientras tú vas allá. Si han salido, vuelves, montas a caballo y en una buena carrera que des, los alcanzas... ¿Los dos aquí, eh? Conque, vete, no se pierda tiempo."

No había tiempo que perder. Iba a amanecer, se haría la luz, se salvarían los obstáculos. Asistiremos al desenlace, Paquita. 

Pasará mucho tiempo; pero llegará el día en que se salven también " los obstáculos que han impedido frecuentemente en España el progreso rápido de las luces". Don Leandro lo soñó así.




Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

5 comentarios:

Bertha dijo...

A ver, si esa luz ya entra de una vez y se descubre este embrollo.-Celoso a su edad; porque no, el que ama siente celos o por lo menos inquietud.

Estos líos de amor que siempre han existido y más en una época que la mujer estaba obligada a ser obediente; aunque la niña Paquita, es de aúpa...a la chita callando.

Un abrazo Mª Angeles

Pedro Ojeda Escudero dijo...

¿Hemos llegado ya a ese momento? Quién sabe...

Ele Bergón dijo...

Al final te hice caso y releí El sí de las niñas y ahora me alegro, pues creo que le he sacado algo más de sustancia de lo que tenía en mi recuerdo.

Creo que no hay culpables, en principio porque no me gusta esa palabra, pero sí creo que hay ocultamientos por todas las partes , incluido el D. Diego que aunque da la talla moral al final, si el sobrino no se entera, mejor.

Es lógico que la enamorada Paquita dude, en este estado todos los sentimiento se sobredimensionan

El fallo de la carta lo resolverá todo y además bien porque así lo quiere Moratín y porque es una obra de teatro didáctica, pero me pregunto como Pedro que si en esta sociedad de hoy en día se han salvado todos los obstáculos. En la sociedad española, quizá sí, pero en otras de distintas parte del mundo, rotundamente no.

Un abrazo.

Luz

pancho dijo...

El siglo XIX en España es muy complejo, casi todo el en guerra, así es poco menos que imposible la superación de las ideas radicales que surgen de los conflictos extremos. El acuerdo requiere de sosiego para negociar y lo que había era agresividad y gritos.
Buen recorrido de la parte final de la obra.
La primera imagen, el joven rodilla en tierra, refleja perfectamente el mensaje que el autor quiere lanzar.
Un abrazo.

Paco Cuesta dijo...

Culpemos a la situación social, que en definitiva esta creada por los miembros de esa sociedad.
Besos