miércoles, 7 de mayo de 2014

"El sí de las niñas": "¿Quiere usted que le haga una cortesía a la francesa señor don Diego?"



Comentario en torno a "El sí de las niñas" de Leandro Fernández de Moratín, para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

Podemos ser espectadores de la obra entera aquí, a través de You Tube. Aunque es una versión televisiva y viejilla, la actuación de Pablo Sanz, como don Diego, merece la pena. Para leer la obra tenemos este enlace de la Biblioteca Virtual Cervantes.



Mi señora doña Paquita:

Os saludo con “una cortesía a la francesa” y paso a tutearos como a una vieja amiga, de ficción eso sí, pero amiga.

¿Qué tal estás, Paquita? Qué bien te conservas, ahí sigues en tus eternos dieciséis años, casi diecisiete, vestida al estilo imperio, napoleónico se entiende, con el talle debajo del pecho.


Te conocí a través de una pantalla en blanco y negro; era uno de los míticos “Estudio 1”, en una televisión única y pública donde cabía el teatro. Allí aparecías y desaparecías, en un decorado muy simple, el que el autor dejó escrito: "una sala de paso con cuatro puertas de habitaciones para huéspedes, numeradas todas. Una más grande en el foro, con escalera que conduce al piso bajo de la casa. Ventana de antepecho a un lado. Una mesa en medio, con banco, sillas, etc". 

El decorador televisivo añadió vigas, ristras, cuerdas, cántaros, capazos, algún carro, pintura sombría, el blanco y negro ayudaba, y ya estábamos "en una posada de Alcalá de Henares". 



Es el  lugar elegido por Leandro Fernández de Moratín (1760-1828) para la contradanza de  siete actores: cuatro señores y tres criados. Tu madre doña Irene y tú con la pizpireta Rita. Don Diego y su Simón más don Carlos, al que llamas don Félix, con el "gracioso" Calamocha.  Entre todos tejeréis "El sí de las niñas" (1806) la " la obra culmen de la comedia española de buenas costumbres".

Las palabras de Simón, el criado de don Diego, amplían el escenario y le añaden ruido de fondo: "...cansa la mugre del cuarto, las sillas desvencijadas, las estampas del hijo pródigo, el ruido de campanillas y cascabeles, y la conversación ronca de carromateros y patanes, que no permiten un instante de quietud". Y  las de Calamocha, el sirviente de vuestro don Félix,  llegan al diminuto mundo de pulgas y chinches: "Ya, ya conozco el tal número tres. Colección de bichos más abundante no la tiene el Gabinete de Historia Natural...Miedo me da entrar". Comparación muy "ilustrada" pero que incita, tal vez,  a rascarse...


Salas del Museo de América en las que se ha recreado, basándose en planos y dibujos originales, el aspecto del Real Gabinete de Historia Natural.

Os moveréis dentro de un único escenario, observando la unidad de lugar. Así que los personajes viviréis eternamente entre esas rústicas paredes, sólo la imaginación del lector te concederá vivir el resto de tus días feliz con el hombre que amáis. Es una dicha que gustosamente te concedemos, Paquita, cómo no.


"La acción empieza a las siete de la tarde y acaba a las cinco de la mañana siguiente". Moratín, tu creador, os concede diez horas para resolver vuestro conflicto amoroso, os podría haber dado veinticuatro, el máximo que la clásica y neoclásica unidad de tiempo permite a un argumento teatral. Y este ha de ser un solo, con muy pocos subargumentos o ninguno; y al no existir aquí otro ditinto al que gira en torno a vuestro "sí", podemos afirmar que otra unidad, la de acción, también se cumple a rajatabla. El viejo Aristóteles aprobaría "El sí de las niñas"... dejémonos de viejos filósofos griegos y de preceptivas literarias y  hablemos de ti, Paquita, la niña que ha de dar el sí que será "sacrílego" o nacido del amor. Tenemos claro al "sí" vencedor, pero no adelantemos acontecimientos.



Pocos años después de conocerte en la pantalla, accedí a la obra escrita a través de  una edición de "Clásicos Castalia" que aún conservo. La ocasión fue un "trabajo" de estudiante que me transmitió  la querencia de volver una y otra vez, por gusto, a tu eterna posada de Alcalá de Henares. Recuerdo que, en aquel curso, también hube de leer y comentar "La perfecta casada" de Fray Luis de León, ya ves qué tema, a ese no he vuelto, sigue en mi estantería. 



La obra comienza "in media res", no puede ser de otra manera si se ha de resolver en menos de veinticuatro horas. Los hechos claves ya han tenido lugar, hay que ir hacia atrás para comprender lo que está pasando en el escenario. 

Porque, a  pesar de las tapias y rejas del convento, conociste al que llamas don Félix, te enamoraste como solo puede hacerlo una niña de dieciséis años y, sin embargo, estás dispuesta al sacrificio de casarte con don Diego, un hombre mayor y de buena posición. Todo por imposición de tu madre, doña Irene, que ve solucionada así vuestra estabilidad económica, la tuya y la suya. Déspota, derrochona, calculadora, "gazmoña" y manipuladora...perdona. Y llena de alifafes, consumidora compulsiva de "asafétida","poliquíntida"y demás brebajes esdrújulos. Esto último no es un defecto, pero me encanta escribirlo. Un latazo de señora.




 Comienza la obra y, a través de la conversación de don Diego con su criado Simón, sabemos que tu futuro marido tiene un sobrino llamado don Carlos. Simón deduce de las palabras de su señor que si han ido a buscarte al colegio de monjas de Guadalajara es porque eres la elegida esposa del sobrinito. Algo que don Diego desmiente acaloradamente como si fuera un disparate.

"-¿Para quién juzgaste que la destinaba yo?

-Para don Carlos, su sobrino de usted, mozo de talento, instruido, excelente soldado, amabilísimo por todas sus circunstancias...
...
-"¡Mire usted qué idea! ¡Con el otro la había de ir a casar! No señor...que estudie sus matemáticas. 

-Ya las estudia; o por mejor decir, ya las enseña."

Simón nos ofrece una pintura heroica de don Carlos, un militar aguerrido del que su tío habla como si fuera un colegial. Teniente coronel y con la cruz de Alcántara, nada menos. Y, a continuación, don Diego comenta los informes favorables que ha recibido respecto a ti, jovencita educada y aislada del mundo en un convento de Guadalajara, junto a una "arrugada" tía monja nombrada con el imposible nombre de "Sor Circuncisión" que nos provoca una sonrisa. No es extraño que Moratín tuviera problemas con la Inquisición,  a pesar de haber sido ordenado de "primera tonsura" en Burgos y de ser beneficiario de pequeñas rentas eclesiásticas.


Don Diego nunca te había visto pero, mediante la amistad con tu madre, ha tenido frecuentes noticias tuyas, ha leído tus cartas, ha visto algunas de tu tía monja con la que has vivido en Guadalajara , "una mujer de juicio". Ha tenido cuantos informes pudiera necesitar acerca de tus inclinaciones y conducta. La criada que te acompañó cuatro años en el convento le ha contado que jamás observó en ti "la más remota inclinación a ninguno de los pocos hombres que ha podido ver en aquel encierro"

No hay mención  alguna a ningún tipo de enseñanza, para qué ilustrar a una mujer...¿A qué te dedicabas? Pues a bordar, a leer libros piadosos, a oír misa...y a correr por la huerta detrás de las mariposas y echar agua a las hormiguitas. Una niña, al fin y al cabo.



Don Diego te ha logrado verte, ha procurado observarte en estos pocos días. Y le pareces "muy linda, muy graciosa, muy humilde". Y sobre todo le gusta "aquel candor, aquella inocencia". Y tu "mucho talento". Él no busca dinero, que dinero tiene, sabe que eres pobre. Y ya te ve como apañada ama de casa:

"¿Y sabes tú lo que es una mujer aprovechada, hacendosa, que sepa cuidar de la casa, economizar, estar en todo?...Siempre lidiando con amas, que si una es mala, otra es peor, regalonas, entremetidas, habladoras, llenas de histérico, viejas, feas como demonios...No señor, vida nueva. Tendré quien me asista con amor y fidelidad y viviremos como unos santos...Y deja que hablen y murmuren y..."

Don Diego imagina un hogar idílico y da por descontado que habrá murmuraciones. Ahora quiere ir ganando tu amistad, a ver si logra que te expreses "en absoluta libertad" porque tu madre no te deja hablar, te interrumpe, todo lo habla ella.

Por fin apareces en escena, al comenzar la escena II, con doña Irene y Rita. Venís de la visita a otra tía monja que tienes en Alcalá. Aprovechas cuando don Diego dice que no ha podido dormir para entablar conversación a propósito de los molestos mosquitos. Y le muestras, entusiasmada, lo que traes envuelto en el pañuelo, las "chucherías" piadosas que te han dado las monjitas: rosarios, cruces, estampitas, santos de alcorza...y "una campanilla de barro bendito para los truenos". Una escena de tono irónico por la que Moratín recibió críticas. Para colmo, se rompe la Santa Gertrudis de alcorza y Rita dice que no importa, que se la comerá.


Campanilla de barro bendito

Tu madre no para de hablar, lo contentas que están las tías monjas con lo que ella llama "nuestra elección". Don Diego asiente, es verdad pero  "sólo falta que la parte interesada tenga la misma satisfacción que manifiestan cuantos la quieren bien". Doña Irene tajante: "Es hija, obediente, y no se apartará jamás de lo que determine su madre". Que si eres de buena sangre, que si el honor, que si una niña bien educada...Te impacientas, te quieres ir, no me extraña, yo huiría.

Su cháchara es insoportable. Que si eres como tu abuela, la cual se hizo un retrato para enviárselo a su tío carnal "el padre fray Serapión de San Juan Crisóstomo, electo obispo de Michoacán". Y que murió en el mar el buen religioso. Y sentimos tanto su muerte, particularmente el primo Cucufate, menudo nombre. Y murió en olor de santidad, ya se le está escribiendo la vida, nueve tomos lleva ya el sobrino de su hermano político, canónigo de Castrojeriz; uno para cada año de vida del venerable que murió a los ochenta y dos años, tres meses y catorce días. ¡Socorro! Moratín carga aquí las tintas irónicas...y anticlericales, a pesar de tonsuras y rentas. Y dicen que conoció a una doña Irene en la vida real.


Primer obispo de Michoacán

Decides marcharte de una manera que agrade a tu madre:

"¿Quiere usted que le haga una cortesía a la francesa señor don Diego?"

Don Diego quiere, hacéis la cortesía y doña Irene está que revienta de satisfacción. 

Don Diego exultante: ¡Viva la Paquita! ¡Viva!

Una cortesía para don Diego y un beso para tu mamá. ¿Cuánto tiempo seguirás con el papel de niña ingenua? De momento, vas a migar un bizcocho para dar de comer a don Periquito. 

Un abrazo para todos de:

María Ángeles Merino



8 comentarios:

Bertha dijo...

La" gazmoña" de la madre si que sabe entretejer los hilos:para que instruir una hija si con un buen matrimonio...-La España casposa y famélica de un tiempo pasado.

Gracias por dejar este enlace me encanta el teatro y cuando tenga un hueco lo disfruto!

Besos MªAngeles.

Edurne dijo...

Ay, aquellos "Estudio 1" de la tele, que para nosotros eran como el maná... yo me los veía todos, eran como magia!
A ver si éste si puedo leerlo, mecachis, que siempre me pilla el toro, o los descatalogamientos (se dirá así...?)

Lo cuentas todo tan ameno, que pica mucho la curiosidad y las ganas de leer se instalan desde ya!

Besosss
;)

PENELOPE-GELU dijo...

Buenas tardes, Abejita de la Vega:

Un estupendo trabajo.
¡Menuda suerte hemos tenido las mujeres que hemos nacido más tarde!

Abrazos.

Paco Cuesta dijo...

Tomo buenísima nota. No he empezado con la nueva lectura, en parte por adecuarme al Club presencial y en mucho por falta de tiempo. Gracias.
Besos

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Me gusta que te dirijas a la protagonista... le hace falta. Yo también recuerdo aquel Estudio 1. Cuánto teatro vi en televisión de niño y de joven.

Pamisola dijo...

hola, vengo a saludarte, y a felicitarte por las entradas tan completas y estupendas que haces.
Este libro lo leí hace tiempo, no recuerdo casi nada. Bueno lo de Alcalá, claro.

Besos

pancho dijo...

También tengo la obra de Castalia, pero otra edición diferente a la tuya, al menos la portada es distinta.

Interesante saber que el autor tuvo primera tonsura, me encanta esta palabra desde que la conociera usada por Valle-Inclán.

No había llegado la fiebre turística que llenó de fondas la geografía de la vieja España, incluidos los incómodos inquilinos...

Irene es de esas mujeres interesadas que llevan una calculadora debajo de la falda como decía Sabina en una canción, pero no le sale mal del todo la jugada con el sí de la niña al final.

Excelente recorrido por los prolegómenos de la obra de teatro, amena, se deja leer bien.

Un abrazo.



Ele Bergón dijo...

Qué bien conoces a esta Doña Paquita con la cual conversas y a todos los personajes que la acompañan, a la vez que nos das una pequeña lección de lo que era el teatro de estos años, donde un buen representante parece que fue Moratín.

La jovencita , en un principio es prudente y discreta, después... ya veremos.

Un abrazo

Luz