jueves, 8 de marzo de 2012

"Sonata de invierno": La Duquesa de Uclés, "divinos labios que desvanecían en un perfume de rezos el perfume de los olés flamencos"

"Arlanzón entre dos luces"

Comentario a mi lectura de "Sonata de invierno" de Valle Inclán, en torno a "la campaña de don Carlos" y  la duquesa de Uclés. Para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

Utilizo un ejemplar de la colección Austral y http://es.wikisource.org/wiki/Sonata_de_invierno

Don Carlos, a pesar del temporal de viento y de nieve, resolvió salir a campaña”. 

Con su caballería, sus trescientos lanceros y sus ayudantes. ¡A jugar a la guerra! Ahí van el Conde de Volfani y el marqués de Bradomín, tan felices, cabalgando con las monturas emparejadas. Dos “grandes amigos, como puede presumirse”. El lector sonríe, tiene en mente la reciente visita del marqués al lecho de María Antonieta, señora de Volfani. Nos divierte imaginar la sonrisilla de don Xavier.

De aquí.

“Ya viene el cortejo! ¡Ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines”. ¡No! Que eso es de Rubén Dario. Aquí:

"Los clarines sonaban rompiendo marcha hay clarines, el viento levantaba las crines de los caballos, y la gente se agrupaba en las calles para gritar entusiasmada: ¡Viva Carlos VII!"


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De aquí.

Una vez en la carretera, hacen alto un instante. El viento azota "bravío", relinchan algunos caballos "encabritados" y unánimemente se afirman en sus sillas. La columna se pone en marcha.

¿Alfonsinos a la vista? No, ni uno, sino la conjunción de viento y lluvia batiendo "con grandes ráfagas". Los ponchos flamean cual banderas y las furiosas boinas se tienden hacia atrás.


"Una gran casería", una humilde casa, en un cruce de caminos, va a hacer las veces de Cuartel Real. Se reúnen en la cocina al amor del fuego. Sientan al Señor Rey don Carlos en la silla del abuelo.


La lluvia bate los cristales. Todos hablan del borrascoso tiempo, si no fuera por ese pérfido enemigo ya castigarían a su gusto a la facción alfonsina.


Se calma el temporal y don Carlos exclama: "¡Bradomín, qué haríamos para no aburrirnos! "

Nuestro marqués se permite responder socarronamente: "Señor, aquí todas las mujeres son viejas. ¿Queréis que recemos el rosario? "




El Rey le mira con expresión de burla, tal vez piensa que el marqués se toma demasiadas confianzas, ahora verá. Le pide que, subido a una silla, les recite el soneto que ha compuesto a su odiado primito Alfonso. Los cortesanos se ríen de la real broma, Bradomín contesta, muy digno: "Señor, para juglar nací muy alto". El Rey le abraza, no ha querido ofenderlo...

Silencio. La cocina comienza "a ser invadida por las sombras"; pero "a través de los vidrios llorosos" ven que "en el campo aún era la tarde".


En los caminos reina una  soledad amenazadora. Don Carlos quiere que Bradomín y Volfani le acompañen a Estella. Nadie ha de enterarse. No, no es preciso avisar a Volfani: "él ha sido quien preparó la fiesta". Esperarán "a que cierre la noche".

Mientras tanto, escuchan las batallitas de dos ancianos militares, las que ganaron y las que piensan todavía ganar.  Se enternecen ponderando las virtudes de sus soldados. ¡Qué decir de los navarros, tan buenos conservadores de "la lealtad, la fe y el heroísmo" de los viejos tiempos! La ironía del viejo marqués carga contra los  ingenuos "que aún esperan de las rancias y severas virtudes la ventura de los pueblos". Los admira, compadece  su ceguera y proclama heréticamente: "¡Los pueblos sólo son felices cuando se olvidan de todo eso!"

Ya es noche cerrada, don Carlos hace un gesto a Volfani y a Bradomín. Salen a la luz de la luna, les esperan con los caballos.


¿Sienten miedo? Leamos:

"Los peñascales que flanquean la carretera parecían llenos de amenazas, y de los montes cercanos llegaba en el silencio de la noche el rumor de las hinchadas torrenteras"


Entran en Estella a pie y se detienen ante el caserón, aquel tan blasonado, de su "bella bailarina elevada a duquesa de Uclés".
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Estella

Un hombre con pata de palo les franquea las puertas. Bradomín lo reconoce: "un famoso picador de toros, hombre de mucha majeza, amigo de las juergas clásicas con cantadores y aristócratas". En otros tiempos, se dijo que sustituyó al marqués en el corazón de la bailarina.

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De aquí

Su corazón  palpita cuando aparece la Duquesa. Don Carlos, impaciente,  pregunta si ese alguien que espera ha venido ya. No tardará.

Pasan al salón grande y frío, don Carlos extiende sus manos sobre el rescoldo de un brasero. La Duquesa envía una sonrisa a Bradomín. Él, al verla con tocas de viuda, recuerda a la dama del negro velo que vio en el cortejo de doña Margarita.

"Fernanda con mantilla negra", Picasso

Se oyen voces, tras el toc toc de la pata de palo. "Entran dos mujeres muy rebozadas y anhelantes". Don Carlos se acerca a una de ellas, unas palabras en voz baja y sale acompañándola. La otra hace una seña a Volfani que se levanta y la sigue.


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Don Carlos María de Borbón y Austria Este.

La Duquesa se ríe ¿Acaso las conoce el marqués? Él desea besarle las ducales manos, ella las retira con una sonrisa y le regaña: "Ten formalidad. Mira que somos dos viejos".

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Detalle de foto Ele Bergón

La galantería de él no se hace esperar: "¡Tú eres eternamente joven, Carmen!". "Maliciosa y cruel" le replica: "Pues a ti no te sucede lo mismo". Para restañar la herida provocada le atrapa con "su boa de marta" y "le ofrece los labios como un fruto". Recuerda:

"¡Divinos labios que desvanecían en un perfume de rezos el perfume de los olés flamencos! "

 

Un pasado de olés y un presente de rezos. Se aparta "vivamente", el golpe de la pata de palo ha despertado  "los ecos del caserón" y los de su dueña. ¿Qué temes? pregunta él. Ella protesta ante la insinuación:
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De aquí.

"¡Nada! ¿También tú crees esa calumnia? "

Besa gitanamente la cruz de sus dedos, jura y protesta, jamás ha tenido nada con ése. Explica demasiado: "somos paisanos y le guardo ley". Lo recogió "cuando un toro le dejó sin poderse ganar el pan".
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De aquí.

Para borrar aquel recuerdo, la Duquesa cambia bruscamente de tema con un amoroso e inesperado reproche: "¡Ni siquiera me has preguntado por nuestra hija!"

Las palabras del viejo marqués no pueden ser más cínicas. Dice quedar "turbado, porque apenas hacía memoria". No se atrevió, no quería nombrarla "viniendo en ventura con el Rey".

"Una nube de tristeza pasó por los ojos de la madre". No la tiene aquí, está en un convento.



El de Bradomín dice sentir "de pronto el amor de aquella hija lejana y casi quimérica". ¿Se parece a su bella madre? La respuesta de la Duquesa es poco maternal: "No... Es feúcha".

Temiendo una burla, se ríe y pregunta osadamente: "¿Pero de veras es mi hija? "

De aquí.
La Duquesa no se siente ofendida, vuelve a jurar con los dedos en cruz. Pero "entonces su juramento me pareció limpio de toda gitanería".

Le mira fijamente "con sus ojos morunos" y , "con un profundo encanto sentimental...el...que hay en algunas coplas gitanas", asegura:

"Esa criatura es tan hija tuya como mía. Nunca lo oculté, ni siquiera a mi marido. ¡Y cómo la quería el pobrecito! "

Sólo falta el rasgueo de una guitarra que acompañe  a la declaración de la de Uclés.


"Se enjugó una lágrima", el pacífico Duque de Uclés murió "oscuramente"al comienzo de  la guerra. ¿Oscuramente?

La Duquesa sigue fiel todas las tradiciones:

 "La antigua bailarina, fiel a la tradición como una gran dama, se estaba arruinando por la Causa. Ella sola había costeado las armas y monturas de cien jinetes".

Con qué cariño habla de su "precioso" príncipe don Jaime y de la infanta doña Blanca, tan "barbiana". Como si también fueran sus hijos. ..Su hija de verdad, la "feúcha" está en el convento.



De pronto, resuena la voz del Rey:

 "A Volfani acaba de darle un accidente. Ya se habían ido esas damas y estaba hablándome, cuando de pronto veo que cae poco a poco, doblándose sobre un brazo del sillón"

"Deshecho, encogido, doblado y con la cabeza colgante...De su boca inerte, caída, hilábanse las babas". La Duquesa las limpia "caritativa y excelsa como la Verónica".

"Verónica" (El Greco)

Volfani les mira, o parece que les mira, "con sus tristes ojos mortales". ¿Qué van a hacer con él? Se impone un traslado secreto como aquel que Bradomín realizó con el cuerpo de Concha. Volfani no puede morir donde ha muerto.

El de la pata de palo todavía dice: "¿Pero estamos seguros de que no es vino lo que tiene?"


La Duquesa, indignada, le impone silencio.

Iremos en busca de la feúcha.

Un abrazo para todo los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

9 comentarios:

Delgado dijo...

A Don Carlos se le mueren los suyos, vetusta resulta su corte, aunque henchida de romanticismo y casticismo. Esa es causa perdida es la que abraza nuestro marqués

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Como bien has resaltado en esta entrada, todo es hipocresía: la fanfarria de los uniformes y las relaciones entre los personajes.
Hipocresía: lo que dicen que hacen y lo que hacen.
Qué sabiduría la de Valle para dejarlo claro.

pancho dijo...

Los trozos que seleccionas son una bella muestra del intento de fusión de Valle de la Literatura con la realidad a través de las palabras exactas y el ritmo tan cuidado de su prosa.

Bien destacada la descripción que hace de la lluvia. Como buen gallego que ha sido testigo de muchas tormentas, describe las borrascas como nadie.

La lidia no es esa foto tan anticuada que has buscado en que todo parece desorden y caos en la arena. Nada hay más reglamentado, pleno de liturgia y emocionante que una buena faena.

Me ha encantado la coda final que le añades a los ecos del caserón que despierta la pata de palo del picador.

Excelente y detallado análisis, de nuevo.
Un abrazo.

Manuel de la Rosa -tuccitano- dijo...

Valle... fue un adelantado para su tiempo...y un arriesgador...geniales tus fotos...pero me quedó con la primera...preciosa...beso

Gelu dijo...

Buenas noches, Abejita de la Vega:

¡Qué bien ilustrada la lectura!.
Me ha gustado el torero según la pintura de Botero.
No sé si te lo creerás, pero tuve en mis manos, en casa de mi hijo, un clarín que le regaló mi padre hace años y pensé fotografiarlo para mi resumen. Cuando ví el tuyo, no me lo podía creer. Lo veréis en la próxima lectura. Tuvimos telepatía.

Abrazos.

P.D.: Mañana dejaré un comentario en el blog de Ele Bergon, que ha puesto unas entradas estupendas, y desde hace días quiero contarle "otra casualidad"

Ele Bergón dijo...

Bradomin, y Volfani "¿ amiguitos del alma"? Muy amigos, sí pero comparten mujer.

En etas lineas que tan bien has ilustrados se ve claramente que Carmen, la Duquesa viuda de Uclés, no es Maria Antonieta, pero si lo lees deprisa como me pasó a mi y sin atención pues puedes conundirlas. Aquí está bien claro quién es quién.

Me pasa como a Gelu, me quedo con la primera foto.

Ánimate y vente el sábado

Un abrazo

Luz

Paco Cuesta dijo...

Un mundillo absolutamente peculiar, retratado de forma que nos hace sentirlo.

Abejita de la Vega dijo...

Delgado: y tan vetusta pero Valle disimula.

Pedro: fanfarria, hipocresía y Valle lo deja claro sin hacerlo a las claras.

Pancho: bellísimas muestras. Se nota que Valle es de tierra lluviosa, conoce su música. a mí los toros sólo me dan pena,los animalitos. Ese toc toc de la pata es importante, sí.

Manuel: mi río ofrece bellas imágenes, así es. No tengo ni idea de fotografía, pero mis fotos obedecen siempre a un impulso. Luego las voy aprovechando, me gusta encajarlas, me divierte.

Gelu: ya se oyen los claros clarines, me acordaba de eso. Nunca he tenido en las manos un clarín, pero Internet ofrece de todo. Telepatía con Ele y conmigo, telepatía burgalesa.

Ele: tan amigos, Volfani no sospecha nada. Ya nos aclaramos con las dos mujeres, Valle se presta a confusión.

Paco: nos sumergimos en ese mundillo.

Gracias a todos. Besos.

Kety dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.