sábado, 5 de junio de 2010
Cartas, sartas, sayos ...y un queso.
"La sarta de corales es muy buena, y el vestido de caza de mi marido no le va en zaga."
En la exposición "Vistiendo el rito", he visto los presentes de la duquesa: el vestido de caza convertido en saya verde y los corales. Sanchica tan contenta.
Segunda parte del comentario al capítulo 2.52, del Quijote, publicado en "La acequia".
Estamos en que, “para acabar de regocijar la fiesta y dar buen fin a la comida”, entra aquel paje, el portador de cartas y de presentes, que visitó a Teresa Panza, en su aldea. Los duques lo reciben con gran contento, deseosos de que les cuente lo sucedido.¡Cómo se van a reír!
El mensajero prefiere que lean, para sí, dos cartas que pone en manos de la duquesa. Una dice: “Carta para mi señora la duquesa tal, de no sé dónde”. La otra reza: “A mi marido Sancho Panza, gobernador de la ínsula Barataria, que Dios prospere más años que a mí”. La duquesa lee ávidamente la suya, ve que la puede leer en voz alta, es lo que está deseando. La lee.
Mucho contento dio, a Teresa, la carta de su grandeza. Los presentes, la sarta de corales y el rasgado vestido de caza de Sancho, han sido de su agrado. Mucho gusto le ha dado el que su señoría haya hecho gobernador a su marido. Nadie se lo cree allí, piensan que un porro así sólo gobernaría a unas cabras. El cura, el barbero y el bachiller Sansón Carrasco lo creen menos aún. Que digan lo que quieran. Ella misma lo dudaría, si no tuviera en sus manos los corales y el sayo. ¡Qué finura! ¡Qué lana tan bien bataneada!
Y, de pronto, empieza a soñar sus sueños de ascenso social. Dice que está determinada a irse a la corte a lucirse en coche, para que rabien los envidiosos. Y suplica a su excelencia que mande a su marido que le envíe algún dinerillo porque los gastos, en la corte, son grandes; que el pan vale a real y la libra de carne a treinta maravedíes. ¿Cómo sabe eso una aldeana?
Se lo dice a sus amigas y vecinas, que no se aguanta sin cascarlo. Y éstas le siguen la broma, que si Teresa y Sanchica van tan “orondas y pomposas”, luciéndose por la corte, va a ser más famosa la gobernadora que el gobernador.
Siente que este año no se hayan cogido bellotas. Pero se las ha apañado para enviar medio celemín de ellas, recogidas una a una en el monte, algo pequeñicas, pero es lo que hay.
La duquesa lee aquello de “vuestra pomposidad” que Teresa le dedica. Que no se le olvide escribirla, que ella responderá con cuidado, avisará de su salud y de todo lo que se acostumbra poner en las cartas. Queda rogando a Dios que guarde a su grandeza. Que Dios también la guarde a ella, que no va a ser menos. Sancha, su hija, también besa sus manos. ¡Y su hijo varón también! Me sorprende porque de Sanchico se acuerdan poco, tanto el padre como la madre.
Y, antes de firmar como su criada Teresa Panza, nos asegura que tiene más deseo de verla que de escribirla.
Grande fue el gusto de todos, pero nadie se regocija tanto como esta odiosa duquesa, Imaginando divertidísimo su contenido, no se le cuece el pan. Pide parecer a don Quijote…si sería bien abrir la carta destinada al gobernador. El caballero andante la abre , para darles gusto, faltaría más. A nadie parece importarle que Sancho Panza no esté. El que manda, manda.
Las dos cartas de Teresa Panza coinciden, parcialmente, en su contenido, aunque la primera es mucho más comedida. Una le da mucho contento, otra le hace volverse loca de contento. A la duquesa no le comunica que pensó” allí caer muerta de puro gozo”, ni el pis de Sanchica contenta, ni su impresión inicial de que todo era un sueño. Mientras la primera carta expresa la incredulidad de “los del lugar “ante un pastor de cabras, en la segunda es ella misma es la incrédula.
Y si vive más, Teresa piensa ver ascender a su marido. Y lo que le parece la cima del ascenso social es verlo de arrendador o alcabalero, los oficios que desempeñó, tan dificultosamente, el mismo Cervantes. Cómo se ríe de sí mismo, cuando añade: “que son oficios que, aunque lleva el diablo a quien mal los usa, en fin en fin, siempre tienen y manejan dineros”.
Que lo sepa este porro de marido. La señora duquesa ya está avisada, Teresa quiere ir a la corte y en coche.
El cura, el barbero y el bachiller no pueden creer lo de gobernador. Incluso se incorpora un desconocido sacristán al grupo incrédulo de fuerzas vivas del pueblo. Tal vez por el refrán que dice: “el cura, el sacristán, el barbero y su vecino, todos muelen en un molino; ¡y qué buena harina harán! “. Cosas de tu amo don Quijote, encantamientos. Y el bachiller Sansón que ha de ir a buscar a los dos, para sacarles de los cascos esas locuras.
Teresa se ríe, mira la sarta y piensa en cómo metamorfosear el sayo desgarrado en vestido, para su Sanchica ¿Os acordáis de Sancho colgando en la rama, enganchado a su traje de caza verde? En cuanto a las bellotas, le hubiera gustado que fueran de oro, todo es poco para su “pomposidad”. Pero tú, marido, envíame unas sartas de perlas, si las hay en la ínsula esa.
Y a continuación, la crónica de cotilleos aldeanos. La del pintor de mala mano, que se casa con la Berrueca hija y cambia el pincel por la azada. La demanda de Minguilla al clérigo que le dio palabra de casamiento. Los soldados que se llevaron a tres mozas del pueblo, pero volverán y no faltarán quienes no hagan ascos y las tomen como mujeres. Y las escaseces, ni vinagre ni aceitunas.
Y lo apañada que es Sanchica, hace puntas de randas y gana ocho maravedís limpios. Los guarda en una alcancía para su ajuar. Aunque ahora que es hija de gobernador, se lo dará su padre y no tendrá que afanarse meneando los bolillos. La fuente que secó, el rayo en la picota, nada trascendente escapa a su carta. Espera respuesta a la carta y a lo de la corte. Que Dios te guarde, a ella también y se despide.
Cartas muy reídas por el coro de burladores. Para rematar la diversión, el correo trae la de Sancho que, al leerla, pondrá en duda la sandez del gobernador. ¡Qué desilusión!
La duquesa coge al paje por su cuenta, para que le cuente extensamente lo que sucedió en el lugar de Sancho, sin obviar un detalle. Recibe las bellotitas y un queso que Teresa considera como mejor que los famosos de Tronchón, que debían gustar mucho a Cervantes.
www.tronchon.info/tro/que/queso3.htm
Dejamos a la duquesa, no sabiendo qué hacer con el queso en la mano. Nos anuncian que veremos el fin del gobierno insulano.
Un abrazo para todos de María Ángeles Merino.
Pedro Ojeda dijo en este blog:
"Esta aparición de lo cotidiano engrandece la novela y la enriquece atándola a la realidad de su época, sin duda."
Pedro Ojeda dijo en "La acequia"
"Abejita de la Vega inicia su comentario del capítulo con el desafío ilustrado... y con el regreso de doña Rodríguez, que vuelve a usurpar el ordenador de Abejita. Después, nos da un ejemplo de cartas, sartas y... un queso con la continuación de excelentes y oportunas ilustraciones, centrándose en la aparición de lo cotidiano. Finalmente, publica la nota del Sanchico -gracias a Ele Bergón-, que no es que ande muy bien de geografía el muchacho, pero estalla de contento al saber que existe..."
Leer más: http://laacequia.blogspot.com/#ixzz0qHTkpw4B
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La realidad de una época, tan bien reflejada aquí. Otro abrazo.
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10 comentarios:
que bien traído ...mi jartible amiga...debe ser una delicia...besos
Buenos días, Arañita Campeña:
¡Qué ilusión vestir ese traje!.
Cómo me gustaría que mi nieta, algún día, quisiera lucirlo, con el sentimiento de lo que representa y el gusto con que lo llevé yo, por estas fechas.
¡Hace ya tantos años!.
Saludos. Gelu
Pobre Teresa.....como para no engañarse con esos regalos.
Besos
Vaya decepción que se va a llevar Teresa cuando cuando sepa que su marido Sancho Panza, gobernador de la ínsula Barataria,no es tal sino simple y llanamente Sancho Panza alias "el porro".
Besos
Y como bien dices el pobre Sanchico más tirao que una colilla. Ya veras ya, cuando escriba.
Hola troncos y troncas
¡Ya esta otra vez el Alonso con lo de partir a Zaragoza. Yo ya no se en realidad en que lugar de España andan. Me tienen despistao.
Me temo que la doña Rodriguez le volvera a liar al iluso del Alonso¡Como si lo viera!
Parece que ya han llegado las cartas que escribio mi madre hace unos dias. Estas han tardado menos que las otras.
Los vecinos se lo han tomado un poco a cachondeo eso de que mi padre es gobernador de Barataria y preguntan con guasa que por donde esta es famosa isla o insula o lo que sea. Sin embargo, mi madre y mi hermana se lo han creido a pies juntillas y no hacen mas que repetir sobre todo mama eso de "La mujer y la hija de Sancho Panza, gobernador de la insula de Barataria" y las dos se olvidan por completo de mi. En fin las dejo con sus delirios de grandeza, ya casi ni me importa, porque estan muy contentas y viven en otro mundo, asi que a mi me dejan en paz. Hasta mi madre se fue a buscar bellotas para la duquesona. Le ha costado, pero al final las ha encontrado creo que en un monte perdido que hay algo lejos de casa. ¿No se da cuenta que le estan tomando el pelo? Yo no le puedo decir nada, ya caera del burro.
¡Existo, si existo! "Sancha mi hija y mi hijo besa a vuestra merced la mano" Asi queda escrito.
De la carta de mi madre a mi padre pocos comentarios. Ellos son asi. Mi madre cree toda esta historia porque tiene pruebas, en eso si lleva razon. Siempre ha sido muy realista. Lo demas cotilleos del barrio y lo maja y trabajadora que es Sanchica y de mi, nada. Mejor, porque le va a decir lo mal que voy en los estudios . Asi que mejor.
Choque de manos.
El Sanchico
Excelente colección de vestuario que no les envidia nada a las de la Pasarela Cibeles. Lo clásico perdura siempre.
Las dos enlutadas como "frascos de tinta" (o cucarachas, les llamo yo que soy mas cruel), hacen que nuestro hidalgo deje de comerse el coco por estar ocioso, contrario a las leyes de caballería.
Alta misión le encargan: lo difícil es tornar a su prístino estado lo de la chica...
Que vuelva la chica a ser la doncella que otrora fue, según tu dices. Misión imposible; pero bueno, de utopías vivió nuestro don Quijote y algunos quisiéramos irle a la zaga.
Quedo admirado, como siempre de tus "luengos" comentarios, no por ello, menos enjundiosos.
Un abrazo
Esta aparición de lo cotidiano engrandece la novela y la enriquece atándola a la realidad de su época, sin duda.
Manuel: gracias, jartible amigo.
Gelu: leo que luciste, hace no tantos años, un traje de burgalesa, como los de la exposición. Tu nieta te escuchará y querrá lucirlo, ella también. Son trajes castellanos del siglo pasado y , sin embargo, yo los he relacionado con la Mancha, en el siglo XVII..Milagros del Quijote.
Myriam: pobre, qué ingenua...
Asun: y dirá: si es lo que yo decía...
Alatriste: tirao el pobe, ya ves como contesat.
Sanchico: ya te colgué la entrada y te puse un mapa, a ver si te aclaras. Me parece que tu padre no va a poder comprarte adoquines del Pilar.
Antonio: fashion, fashion. Vuelve la moda refajo. Cucarachas kafkianas, como tú dices,esas dos enlutadas. Lo del prístino estado, milagros a Lourdes. Pobre caballero andante, qué cosas le piden.
luengos y enjundiosos, me enrollo como las persianas, sí.
Pedro: Cervantes desciende magistralmente al mundo de lo cotidiano. Teresa aprovecha el sayo roto para convertirlo en vestido, para Sanchica...Los corales son de los buenos. .. El precio de la carne y del pan, en esa corte de sus pecados... Y remata con su queso favorito, el de Tronchón. Bueno, el de Teresa no es de Tronchón pero es todavía mejor.
Esa exposición de viejos trajes me ayudó a meterme en el mundo cotidiano de Teresa y Sanchica, aunque no coincidiesen ni el lugar ni la época. En cuanto vi esos corales me imaginé a las Panza,jugueteando con ellos.
Un abrazo a todos y gracias por pasar por aquí.
Teresa y Sanchica se han auto-transformado en pomposidades y grandezas. La ilusión hace milagros
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