domingo, 20 de diciembre de 2009
"...desde la punta del espinazo hasta la nuca del celebro le dolía de manera que le sacaba de sentido."(2)
"...sustentándome con rajas de queso y mendrugos de pan..."
Segunda parte del comentario al capítulo 28,2 publicado en "La acequia"
Caballero y escudero, los dos sobre Rocinante. Se emboscan en una alameda cercana, no vaya a ser que vuelvan los rebuznadores apaleadores.
¡Ayyyyyyy, el espinazo! ¡Ayyyyyyy, por aquí en medio ! ¡Ayyyyyyy, mis lomos! ¡Ayyyyyyy, el cogote! A Sancho le duele toda la parte que va del espinazo al cerebro. Y, para sacarle de dudas, ahí tiene a don Quijote que se lo explica: te duele justamente, qué casualidad, donde te dio el palo, en la espalda y no en otra parte. ¿A que en el tobillo no te duele? El escudero se enfada ante tamaña perogrullada y se queja amargamente de la escasa empatía que muestra su amo. Bueno, Sancho desconoce esa palabrota, propia de los psicólogos de esta era, pero le duele que a su amo no le duela.
Como a su señor le suelen irritar los refranes, abre fuego con uno: “el mal ajeno de pelo cuelga”. ¿Qué futuro le espera? Al apaleamiento pueden seguir manteamientos, como aquel de la venta, y “muchacherías” peores. Harto mejor haría en volverse a su casa, con su mujer y sus hijos. Nos pinta un rápido cuadro de su vida escuderil: andar sin rumbo, beber mal, comer peor y dormir en colchón de tierra. Maldice al primer caballero andante y al primer escudero que sirvió a “tales tontos”. Deja claro que no está hablando de los presentes, de vuestra merced nooooo, Dios me libre de faltarle al respeto, ay que ver señorito con lo que vale usted.
Don Quijote apostaría que a este escudero, tan charlatán él, no le duele nada y le invita a que diga todo lo que se le ocurra. Prefiere oír impertinencias “a trueco de que a vos no os duela nada “. Vaya, ahora asoma la famosa empatía. Y si Sancho desea volver a su casa con su familia, no se lo impedirá. Lleva sus dineros, puede calcularlo y pagarse él mismo el salario de esta tercera vez. Comienza la negociación salarial.
Cuando Sancho servía a Tomé Carrasco, ganaba dos ducados al mes más la comida. Por mucho que trabajase, a la noche cenaba olla y dormía en cama. Con don Quijote, ha dormido en la dura tierra, alimentándose con mendrugos de pan y rajas de queso, bebiendo el agua de arroyos y fuentes. La casa de don Diego de Miranda, las ollas espumosas de Camacho y la casa de Basilio fueron las excepciones, duraron poco…
Don Quijote confiesa que eso es verdad y le pregunta cuánto debe darle de más, con respecto a lo que le daba el padre del Bachiller. Sancho dice que, con dos reales más cada mes, se tendría por bien pagado. Pero lo de la ínsula no se le ha olvidado y en concepto de ínsula prometida, sería justo sumarle otros seis reales. Las cuentas del escudero no coinciden con las mías. Dice que son treinta reales y, a mí, me salen veintiocho. Son dos ducados, a once reales cada uno. Veintidós reales más seis dan veintiocho reales. No me hagáis mucho caso, que soy de letras…
Don Quijote está de acuerdo con el salario indicado. Hace veinticinco días que salieron de su pueblo. Sancho ha de calcular la parte proporcional y pagarse de su mano; mas no está de acuerdo en multiplicar veinticinco por treinta y ya está. Lo de la ínsula prometida ha de pagarse desde el día en que se lo prometió hasta ahora.
Y, según el escudero, hace más de veinte años de eso. ¡Veinte años! Su señor se da un manotazo en la frente y se ríe. Si, en la anterior salida, apenas anduvo dos meses y ésta no llega a un mes. ¿Qué dice este majadero?
Crece el enfado de don Quijote que comienza su plan de chantaje emocional. Estaría contento de verse sin blanca a cambio de verse sin tan mal escudero. Este prevaricador de las ordenanzas escuderiles de la andante caballería, que no existen, por cierto… ¿Dónde ha visto que haya que pagarles mensualmente?
Este malandrín, este follón, este monstruo…que busque, que indague. A ver si encuentra, en las novelas de caballerías, a un escudero con sus pretensiones. Si encuentra uno, me puede hacer cuatro mamolas en la cara. Que dé la vuelta, coja el camino para su casa, que no ha de pasar más adelante conmigo. Desagradecido, bestia más que persona, yo que pensaba ponerle en tal categoría que le llamasen señoría. Ahora se va, ahora que le iba a darle una ínsula de lo mejorcito. No es la miel para un asno como él, asno es y asno será. Llegará su muerte y no habrá caído en la cuenta de lo bestia que es.
Menudo rosario de vituperios. Ay, que Sancho no puede más, que el chantaje emocional ha hecho efecto y se le salen unos lagrimones como garbanzos.
El pobre escudero, apabullado por las palabras de don Quijote, confiesa que, para ser burro del todo, le falta el rabo; si su merced quiere ponérsela, le servirá como jumento de por vida. Y pide perdón, se veía venir. Mire vuestra merced mi mocedad, mire que es enfermedad y no malicia. ¿Sancho mozo y enfermo?
Y “quien yerra y se enmienda, a Dios se encomienda”, se maravillaría don Quijote “si no mezclara algún refrancito”. Y le perdona, sí, con la condición de no mostrarse tan interesado y esperar con paciencia el cumplimiento de las promesa. Así lo hará, aunque tenga que sacar fuerzas de donde no las hay.
Se meten en la alameda y se acomodan en un olmo y un haya, árboles con pies. Sancho pasa mala noche, el varapalo se hace sentir. Don Quijote da vueltas a sus “memorias”. Al final, les vence el sueño a los dos.
Al alba siguen su camino buscando las riberas del Ebro. Con qué rapidez pasarán de la Mancha a las riberas del Ebro.
Un abrazo para todos.
Pedro Ojeda Escudero dice en "La acequia":
Abejita nos muestra otra imagen de don Quijote y Sancho como reclamo comercial en Burgos. Después inicia el comentario del capítulo con un ejemplar de la antigua colección Austral deshojado y saca provecho a la situación para afirmar lo indefendible de la defensa de Benengeli. Lo continúa con el dolor de espinazo de Sancho y un buen pan con queso.
Leer más: http://laacequia.blogspot.com/#ixzz0aRmOlLTz
Under Creative Commons License: Attribution Non-Commercial No Derivatives
Gracias, Pedro, y como tú dices: unamos el Quijote con los buenos deseos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
Sancho no cuenta lo que se ríe con su amo, también cuenta. No todos son desdichas y dormir al pie de un olmo o sauce.
Se le olvidan todos los males al escudero cuando empieza a hablar del jornal, esto da que pensar.
Lo que viene a corroborar que también algunos de letras saben de números y cuentas.
A la espera de la última entrega de la divertida serie.
Qué buen pan, qué buen queso. Uvas con queso saben a beso, decían los mayores. Es Navidad: juntemos el Quijote a los buenos deseos.
Pancho: Menuda negociación colectiva la de Sancho. Me encanta que pida el concepto ínsula prometida.
Pedro: las uvas se me olvidaron.Como tú dices, juntemos el Quijote y los buenos deseos.
Un abrazo
seguramente Sancho acostumbrado a su tradicional familia...añora lo que ahora le falta (el condumio) y la buena cama...y odia lo que le sobra...los palos...un abrazo
Publicar un comentario