jueves, 9 de febrero de 2017

Patria: "¿Te has enterado? Dicen que lo dejan, que no van a atentar más"



Comentario al arranque de  la novela Patria, de Fernando Aramburu, para la lectura colectiva de La Acequia, dirigida por Pedro Ojeda.

Aquel día de otoño, había comprado Patria de Fernando Aramburu y , en su compañía, me fui de paseo al parque de la Isla, mi vieja costumbre, a pisar hojas secas y pilongas. Iba como una niña con zapatos nuevos. Aquel libro prometía y no resistí la tentación, me senté en un banco para leer cómodamente un poquito de mi nuevo libro. Un perrillo desconocido se sentó junto a mí y empujaba con el hocico, feliz, entusiasmado,  una acharolada castaña. Hola amigo, ya somos dos con nuestro nuevo juguete. Jugamos. Comienzo la lectura, tu amita no para de hablar con sus amigos. Tú y yo a lo nuestro.

Son dos párrafos con el pensamiento de Bittori, una mujer vasca y sencilla, viuda de una víctima de ETA, el Txato, madre de la huidiza y algo egoísta Nerea y del médico Xabier, refugiado en su profesión. Las primeras palabras de un buen libro siempre nos dan una pista. El escritor mira al mar, aunque el título hable de un parquet y unos tacones.

"Ahí va la pobre, a romperse con él. Lo mismo que se rompe una ola en las rocas. Un poco de espuma y adiós."

Durante años, muchas olas se rompieron en la roca o la roca les rompió. Era un espejismo, pero allí seguía con su canto de sirenas. Joxe Mari fue a romperse en la roca y la roca mató al Txato.



Hoy vuelvo al banco, hace mucho frío para sentarse pero allí está Austri, mi amiga de lecturas y comentarios. 

-¡Hola Austri!

-¡Hola María Ángeles!

-¿Estás enfadada conmigo?

-No. ¿Por qué iba a estarlo?

-Porque la semana pasada no te busqué para leer y comentar Patria juntas, como hemos hecho con otros libros. Los visitantes de mi blog ya te conocen.

-Lo entendí. Diste sobre una parte de tu vida, ahora que estás un poco sensible en lo que toca al paso del tiempo.

-Los sentimientos me desbordaron y preferí escribir el comentario en soledad. Patria es una novela que toca fibras.

-Decías que es la historia de dos familias distanciadas que fueron muy amigas: la de el Txato, pequeño empresario víctima del terrorismo etarra y la de Joxe Mari, el presunto asesino. Son nueve personajes: Bittori y el Txato con su hijos Nerea y Xabier, Miren y Joxian con Joxe Mari, Arantxa y Gorka. El autor quiso que toda la novela se sostuviera en mujeres vascas fuertes, las dos madres y también sus hijas, las que tienen la potestad de la palabra, en contraste con la torpeza del varón vasco para verbalizar sentimientos. Una historia en un pueblo vasco, no muy grande, donde todos vigilan a todos. Se impone el silencio nacido del miedo. 

-Es un libro largo que no se hace largo. Repite pero no se repite. A los pocos capítulos ya sabemos un poco de casi todo pero queremos saber más y no paramos hasta dar con el final . Ni siquiera nos molesta que el orden cronológico esté alterado. Vivimos las perspectivas de los nueve personajes principales y algunos secundarios: las parejas y ex parejas, los hijos e hijastros, los compañeros de trabajo, los vecinos, algún comerciante, el cura, qué malo el cura,  e incluso Ikatza la gata tiene su papel. Nueve narraciones distintas para el asesinato de Txato y un final que ya presentíamos como leve esperanza. ¿Y el narrador? 

-El narrador, a pesar de su omnisciencia, se somete a la tiranía de los personajes que le cortan sin piedad, aunque no haya terminado el párrafo. Sus pensamiento y sus palabras invaden, no se conforman con lo que va precedido por el guión. Invaden y se funden, el lector no se da cuenta, al menos en la primera lectura, en la relectura la cosa cambia. La técnica no debe notarse, decía el escritor. ¿Recuerdas la entrada anterior con la entrevista de Iñaki Gabilondo?

"La mujer del tiempo había anunciado sol. Y ella, ay, qué vieja me estoy haciendo, volvió a mirar la calle y el taxi ya se había perdido de vista"

El resultado de la fusión puede ser chocante e incluso sonar a incorrecto:

"Añadió que se iba a fumar un cigarrillo a la calle mientras habláis".

¿Qué te parecen los personajes, a ti que viviste en el País Vasco?

-Son muy vascos, muy guipuzcoanos y muy de carne y hueso. Nos caen bien o mal enseguida, sobre todo las mujeres. Creo haber conocido alguna Miren, qué amarga es esa mujer. Vamos con el arranque de la novela:

Comienza la novela: "Ahí va la pobre" y la pobre es Nerea. Los tacones agujereaban el parquet lo mismo que Nerea agujereaba el alma de su madre Bittori. Los tacones y los labios rojos y el viaje a Londres, todo para contentar al modernísimo yerno Quique, "más tradicional que el arroz con leche", y salvar su matrimonio en un último intento. Bittori no tragaba al "Nolotrago" que deseaba un varoncito que se le pareciera, nada de adopciones. Y Nerea tragará, no tenía derecho "a exigirle que sea infeliz". Está "chalada":

"Alquilará un vientre pagando lo que haya que pagar. Lo que es por mí le ayudaría a encontrar una mujer sana que le cumpla el antojo".

Madre e hija "rozaron mejillas". Nerea "dijo algo sobre la mala suerte, pero que no debemos renunciar a la alegría". Madre e hija no podían estar más lejos. ¿Que no renuncie a la alegría? "Bah, una chorrada que se les dice a los mayores para subirles el ánimo". ¡Y que cambie el felpudo! 


-Y tan lejos porque la joven Nerea, la predilecta de su padre, estudiante de Derecho en Zaragoza, no asistió al funeral ni al entierro del Txato, asesinado por ETA. Bittori le dirá a la foto de su marido, después de ensayar unos pasos de baile:

"Contraeré el alzhéimer, olvidaré que te mataron, olvidaré mi nombre; pero te juro que mientras arda una bombilla en mi memoria me acordaré de que nos negó su compañía cuando más la necesitábamos"

-Pero no te adelantes. Vamos poco a poco, es en el segundo capítulo donde vamos a aterrizar al suceso en torno al cual gira toda la novela. Algo muy grave había pasado a Bittori si su hija le hablaba de mala suerte y derecho a la alegría. Desde el felpudo, qué misterio el del felpudo, pasamos a la pérdida de fe y ahí por fin:

"Antes de lo del Txato creía, pero ahora no cree"

Era muy devota, "hasta estuvo en un tris de profesar". Iba a meterse monja, "ella y aquella amiga del pueblo de la que más vale no acordarse". De la amiga que ya no era amiga al obispo y sus palabras "haciendo como que " que tanto la irritaron. Pero no se atrevió a negarle la viscosa mano. Lo miró a los ojos para expresarle su falta de fe porque "nada más ver al Txato en el ataúd, su fe en Dios reventó como una burbuja". 

-El escritor nos va a conducir desde el funeral al día de octubre benigno en que recibió la noticia : "Dicen que lo dejan, que ya no van a atentar más". 



Bittori no cree pero de vez en cuando va a misa, se sienta en el último banco y practica un ateísmo silencioso. Niega para sí todo lo que el sacerdote afirma: "Oremos. No. Este es el cuerpo de Cristo". No. " Cuando se cansa, echa una discreta cabezada. Como aquel día...

-Aquel jueves de octubre benigno, por la tarde, "salió de la iglesia de los jesuitas,en la calle Andía, con el cielo ya oscuro". Vio una cara conocida, cambió de acera y terminó en la plaza de Guipúzcoa. "Se entretuvo mirando los patos...Recordó cisnes negros que ahora no se ven". "Din don din", el carillón, las ocho. Recordó lo que le dijo Nerea aquella misma mañana, que no hay que renunciar a la alegría. ¿Alegría? "Si inventaran una máquina de resucitar a los muertos y me devolvieran a mi marido". "¿Olvidar? ¿Qué es eso?"





Olía a algas y a humedad, el olor donostiarra, hacía una tarde estupenda, iría a casa andando. Oyó su nombre, no quiso volverse, aceleró pero de nada le sirvió. La alcanzaron por detrás: "Bittori, Bittori".  Era la misma vecina que tantas veces la había evitado en la escalera o en el portal. Le soltó: "¿Te has enterado? Dicen que lo dejan, que no van a atentar más". Mintió, dijo que ya lo sabía. Y ella, la "sinsorga": qué buena noticia, la paz, ya era hora, me alegro, lo habéis pasado tan mal, que pare y os dejen tranquilos...Y como Bittori no mostraba ganas de hablar, la vecina se despidió precipitadamente, tenía prisa, le había prometido a su hijo salmonetes para cenar, si iba para casa, la acompañaría. ¡Sinsorga e hipócrita!

-No deseaba tal compañía, la esperaban "aquí cerca". Cruzó a la otra acera para perderla de vista. Anduvo sin rumbo por los alrededores. Si llegaba a casa pronto, la sinsorga pensaría: "tate, no quería estar conmigo". Una voz de dentro le advertía: "Estás cayendo en el rencor y ya te he dicho muchas veces que". Se contestó: "Vale, déjame en paz". 

Fíjate que posaba sus manos en un árbol, en las paredes, en el mobiliario urbano...al mismo tiempo que susurraba:"gracias por tu humanidad". Remedaba las palabras hechas y huecas que le dedicaron los que le daban la mano mecánicamente el día del funeral.

Llegó a su casa y subió descalza los tres pisos para que no la oyera la vecina. Estaría con sus salmonetes y el cretino de su hijo. Una mirada al felpudo, qué verá de malo Nerea en él, giró la llave en silencio. Ikatza la gata negra dormitaba en el sofá. 

-Sonó el teléfono. Esperó a que se extinguiera el sonido. Reconoció el número, lo marcó. Era su hijo Xabier, excitado. 

"Ama, ama. Que encendiese el televisor"

No iba a poner la tele, pero pudo más su curiosidad. Vio en la pantalla a los tres encapuchados con boina, "estética del Ku Klux Klan". "Sentía viva repugnancia". No podía soportar las imágenes, le revolvían las tripas. Apagó el televisor. Cambió el agua a la gata y se acostó antes de lo acostumbrado, sin cenar. 

-Ya en camisón, le había dicho a la foto del Txato: "Mañana subiré a contártelo. no creo que te alegres; pero, en fin, es la noticia del día y tienes derecho a conocerla". 

No podía llorar, sus ojos estaban secos. "Y Nerea sin llamar". 

-Al día siguiente, Bittori fue al cementerio de Polloe, a contárselo. Detestaba la antipática inscripción del arco de la entrada pero era incapaz de entrar sin leerla:

PRONTO SE DIRÁ DE VOSOTROS, LO QUE SUELE AHORA DECIRSE DE NOSOTROS: ¡¡MURIERON!!


¡Muy antipática! Le sobraba el abrigo. "Se lo había puesto nada más que por vestir de negro". Ya no vestía de luto pero le parecía una falta de respeto andar entre muertos vestida de colores. Bittori es una mujer con sus convencionalismos, aunque acepte que somos "polvo sideral". Se sentó sobre la losa, protegida del frío y de la mugre por el cuadrado de plástico que llevaba siempre en el bolso. 

-Se puso a hablar a Txato, le contó que la hija estaba en Londres, que daba por supuesto que estaría bien puesto que en la tele no habían dicho nada de un accidente de avión. Los dos, hija y yerno, "estarán dale que te pego a ver si salvan el matrimonio".

Como si el Txato hubiera dicho algo, contestó: "Hablo como me apetece y nadie me lo va a impedir, tú el que menos. ¿Que si bromeo? Ya no soy como cuando vivías. Me he vuelto mala. Bueno mala, no. Fría, distante. Si resucitas, no me reconoces...tu hija de tu alma, tu preferida, tiene mucho que ver con este cambio mío. Me pone de los nervios...". 

-¡Es esta manera de hablar a un muerto? Bittori me recuerda a la Menchu de Cinco horas con Mario de Delibes. A lo que íbamos, le dio la gran noticia:

"Lo otro que quería decirte es que la banda ha decidido dejar de matar...Maten o no, a ti de poco te va a servir. Y a mí no creas que de mucho más. Tengo una gran necesidad de saber...Nadie me va a parar...Eres el único que lo sabe. No me interrumpas. El único que sabe que voy a volver. No, a la cárcel no puedo ir. Ni siquiera sé en cuál está el malvado. Pero ellos seguro que siguen en el pueblo...Tú tranquilo, Txato, Txatito..."

Bittori necesitaba saber. Esa misma tarde iba a volver al pueblo, a la casa que abandonó en una "mudanza a oscuras". Ya te informó, Txato. "Ahí te quedas". En tu tumba. ¡Qué ateísmo más creyente el de esta mujer!



-Así arranca la novela. ¿Qué te parece si volvemos a "aquella amiga del pueblo de la que más vale no acordarse". Habían sido amigas de merendar y meterse a monjas juntas. Veamos Últimas meriendas.



Bittori era más de tostadas y descafeinado, Miren de chocolate con churros. Se llevaban muy bien, eran íntimas. Si un sábado tocaba cafetería de la Avenida, al siguiente iban a una churrería de la Parte Vieja. Siempre a San Sebastián. "Decían San Sebastián como decían Donostia. No eran estrictas". Conversaban en euskera, pasaban al castellano y vuelta al euskera. 

-Se reían de cuando iban a ser monjas. Hacían recuento de las habladurías del pueblo, criticaban al cura por faldero, despellejaban a las vecinas, se contaban todo de casa y cama, tanto la espalda peluda de Joxian como las cochinadas del Txato. Todo. También que Joxe Mari, el hijo mayor de Miren, estaba en Francia, qué disgusto, no sabían en qué pueblo, tenía prohibidas las visitas, ahora no se podía pasar como antes a verlos y llevarles ropa y lo que haría falta. Ahora habían de andar con cuidado que los fascistas iban detrás suyo. 

Entre bocados a la tostada y sorbos al descafeinado, Miren recitaba la lección como un autómata:

"Que entendía la militancia como un sacrificio para la liberación de nuestro pueblo y que si alguien les venía al aita o la ama con el cuento de que se había metido en una banda de criminales, que no se lo creyeran, que él lo único que hacía era darlo todo por Euskal Herría y también por los derechos de esos que se quejan y luego no hacen nada. Eran muchos gudaris...lo mejor de la juventud vasca..."

-Bittori se lo contaba a la gata: "Pues verás, Ikatza..." Le apenaba que el hijo de su mejor amiga  hubiera dejado todo por entrar de pistolero en una organización dedicada al asesinato en serie. Comprendía la transformación de Miren, aunque no la aprobara. Entre una merienda y otra, Miren cambió. De repente, había tomado partido por su hijo, se había fanatizado por instinto materno. Tal vez ella, en su lugar, se hubiera comportado igual. 


"Hasta entonces, Miren no se había interesado lo más mínimo por la política". "¿Nacionalistas esos? Ni por el forro"

No creía que Miren y Joxian hubieran educado a sus hijos en el odio. "Los amigos, la cuadrilla, las malas compañías le metieron el veneno...Es de los duros. De los duros o de los brutos. No sabe ni cómo se abre un libro."

Porque fue el sábado siguiente cuando la notó cambiada. Se encaminaron a la parada del autobús y ¿qué vieron?

"Una manifestación de tantas en el Bulevar. Lo de siempre, pancartas, independencia, amnistía, gora ETA. Bastante gente. Dos o tres caras del pueblo, lluvia y paraguas. Y en vez de esquivar a la muchedumbre, Miren dijo: hala, guapa, vamos. La cogió del brazo...y se metieron las dos dentro del gentío...coge Miren y se arranca a corear a voz en cuello las consignas...Vosotros fascistas sois los terroristas. Y Bittori a su lado, un poco extrañada, pero bueno, allá fue".



-Miren la arrastró. Bittori no sabía nada, el Txato no le había dicho nada de las cartas que había recibido en las que ETA le exigía el pago del llamado impuesto revolucionario. No se le pasó a Miren por la cabeza que su amiga no lo supiera y metió la pata: "...si podríamos ir ya le diríamos: habla con los jefes, que hagan algo para que dejen al Txato tranquilo"

¿Dejar tranquilo a su marido? Miren le dijo que por lo de las cartas. "¿Cartas, que cartas?"

Ahora, para terminar, María Ángeles. ¿Te trae algo a la memoria esta entrada?

-Recuerdo las cafeterías del Bulevar y de la Avenida de la Libertad, en San Sebastián. Eran lugares de ambiente relajado donde siempre había grupos de señoras muy bien arregladas que merendaban tranquilamente y charlaban sin tregua, como Miren y Bittori. En los años ochenta, eran habituales las manifestaciones en el Bulevar, con  barricadas y ruedas quemadas, cuando no era un autobús entero, lo cual traía por el camino de la amargura al alcalde Odón Elorza que llegó a perseguir personalmente a los jóvenes que quemaban los carísimos vehículos municipales. ¡Que eran de todos! 

Yo no vivía en San Sebastián, Legazpi está a una hora de tren, y sé solo lo que decían los periódicos pero recuerdo una tarde, en una cafetería del Bulevar. Desde dentro observé, alarmada, que estaban colocando estratégicamente unos neumáticos, me puse nerviosa y se lo comenté a unas señoras que disfrutaban de sus tartas de fresa. Me tranquilizaron, no se preocupe, que todavía hay tiempo, esto no empieza hasta las...La barricada tenía su horario, no había que preocuparse. Desde entonces cada vez que oía hablar de violencia callejera en el centro de San Sebastián recordaba a aquellas mujeres con su dulce y reposada merienda. Y a Odón Elorza con la chaqueta abierta, gritando: ¡Cobardes! Tarta de fresa y neumáticos quemados, una extraña mezcla.



¿Madres de etarras como Miren? Sí, conocí a una y lo tenía muy a gala. Imponía respeto...o miedo. 

Hasta otro día, Austri. Seguiremos con Patria. 

Un abrazo de María Ángeles Merino.

16 comentarios:

La seña Carmen dijo...

Muy bien traído ese ambiente del centro de San Sebastián.

Comentando esta novela con unos amigos hace poco hablábamos de lo "normal" que resultaba oír sobre atentados en Madrid. Ello por no hablar de manifestaciones y carreras, a las que ya les vas cogiendo el truqui. Sobre los atentados, algunos nos rozaron muy de cerca, y cuando pasas por esos lugares no puedes por menos que recordarlos y mirar para arriba.

Bertha dijo...

Desde luego este libro ha caído de pie por qué sobre estos acontecimientos se ha escrito y mucho.No cabe duda que ha sabido plasmar esas vivencias de una forma sutil; hasta él ,esta extrañado del éxito en ventas...

Lo estoy leyendo.-Por lo menos Austri es comprensiva y buena amiga, ese monólogo interior de revivir esas tensiones y solo le pertenece a cada uno y más si se ha vivido tan de cerca.

Muchas gracias por enriquecernos cada entrada con vuestras reflexiones.

Un abrazo grande para las dos.

Myriam dijo...

Me gusta como Austri se da cuenta de la tiranía con la que los personajes someten al narrador omnisciente, ¡Si no lo sabrá ella!

Me imagino como debiste sentirte ese día en la cafetería y la tranquilidad de esas dos mujeres te debió parecer surrealista, gracia por compartir este recuerdo tuyo.

Besos

Pedro Ojeda Escudero dijo...

¡Vuelve Austri!
Gracias por seguir, de alguna manera, con tu testimonio y ponernos ante nuestras propias reacciones ante unos hechos que, de una manera u otra, vivimos todos.

María Pilar dijo...

Me ha gustado mucho leerte.Realmente tienes una capacidad extraordinaria para sintetizar y esa manera tuya tan agradable de contar, lo haces muy ameno.
¡Feliz fin de semana!

Merche Pallarés dijo...

Como siempre ¡genial!

Ele Bergón dijo...

Qué casualidad encontrarte a otra vez a Austri y parece que lleva razón tu amiga: La novela la llevan las fuertes mujeres vascas, donde nueve voces narrativas, de los principales personajes, nos dan nueve puntos de vista, con nueve formas de responder al mismo hecho.

Es verdad que estos personajes despiertan en el lector sus filias y sus fobias porque la historia en sí, que ya sabemos, nos importa menos que los sentimientos que producen en nosotros, por sus reacciones.

La parte final de tu escrito es la más emotiva porque ha sido vivida por ti y Austri, pues quizás, mientras tú andabas por el País Vasco, se entretenía con las castañas y los perros.

Besos

Besos

Abejita de la Vega dijo...

Lo anormal se vuelve normal e incluso rutinario.

Abejita de la Vega dijo...

Revivimos las dos.

Abejita de la Vega dijo...

Todavía no es hora de barricada. Sigamos con la tarta y la charla. Surrealista situación.

Abejita de la Vega dijo...

Austri me ayuda a recordar.

Abejita de la Vega dijo...

Me enrollo como las persianas.

Abejita de la Vega dijo...

Gracias Merche.

Abejita de la Vega dijo...

Las dos caras de una misma persona. La niña y la adulta.

Abejita de la Vega dijo...

Las dos caras de una misma persona.

Abejita de la Vega dijo...

Gracias a todos por la visita y por vuestras palabras. Besos.