miércoles, 20 de noviembre de 2013

"La estafeta romántica": «Paréceme…que aún vivo; pero no estoy seguro de ello. Tú también vives, vienes a desmentir la noticia de tu suicidio...».

El parque del Parral, ayer, de camino a la lectura colectiva dirigida por Pedro Ojeda

Comentario a algunos contenidos de la novela epistolar "La estafeta romántica" de Benito Pérez Galdós (Episodios Nacionales). Para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

Ilustre señor:

Tuve a bien despedirme de vos, en mi última carta, tras vuestras primeras confidencias a don Pedro Hillo, presbítero, buen amigo y consejero, personaje de confianza y paradigma del sentido común. Abrís vuestro corazón pero os cuesta llegar al meollo; tal vez porque todavía os estéis lamiendo la herida. Entretenéis la pluma con la amable pintura de los Maltrana, el tipo de familia culta y cariñosa que a vos os faltó, dadas las circunstancias desafortunadas de vuestro nacimiento.



 
Y proyectáis en las tiernas Nicolasa y Pepita Maltrana vuestro lúgubre estado de ánimo. Os preguntáis para qué las obligan a estudiar tanto, si “las casarán con mayorazgos o con militaritos bien apadrinados que lleguen pronto a generales”. Y serán desgraciadas porque su educación les habrá abierto los ojos. O, peor aún, dada su endeble salud, se morirán “en el paso peligroso de los diez y ocho a los veinte años”. Y, en cuanto a los hijos varoncitos…también se morirán, siguiendo la estela del primogénito, muerto de tisis, en la Villa y Corte. Cásenlas bien y no los condene a tan prematura muerte, don Fernando.

Y, a continuación, la anticipadamente asesinada por vos es la misma patria española que se suicida “con la espada siniestra de las guerras civiles”, en esto algo de razón lleva…la aúltima se vivió cien años después de la primera carlista...Y de la patria a la juventud española, tan romántica que ha de seguir las huellas del joven Werther. Un instinto aniquilador de nuestra raza a la que oís decir: “Puesto que ya no sirvo para nada, quiero darme a la tierra». En todo caso, una minoría de la juventud española, que en su 1837 no era muy elevado el índice de alfabetización y los lectores no abundaban.

Suicidio romántico

Por Dios, don Fernando, el "ignaro capellán" no le tiene a mano para tirarle de las orejas a usted y es una lástima. Una depresión de caballo padece su persona, romántica pero depresión, neurasténico perdido, dicho en palabras más antiguas; no sé si en 1837 existía palabra para su padecimiento.

Conténgase y no extienda su tristeza como el calamar la tinta. Considere el teatro a la manera clásica, en su faceta educativa; tal vez el didáctico mensaje de “El sí de las niñas” cale en las criaturas, y en sus padres, y contraigan matrimonio por amor, ellas solitas, sin que las casen. Y, quizás los aires saludables de Villarcayo, más los higiénicos cuidados, alejen la enfermedad de la descendencia de la ejemplar doña Valvanera, uno de sus ángeles custodios, ya verá usted.



Y, algo de gafe tenéis, porque en esas que llega la noticia de la muerte del padre de su ángel, el carlista simpaticón y vividor don Beltrán de Urdaneta, hundiendo a la ejemplar familia en el lógico dolor. Se queda usted solo con la “cavilación tétrica” que le caldea los sesos, casi hirviendo los tiene.

A ver, suéltelo ya. Que don Fernando Calpena entra en un Bilbao ronco de canciones patrióticas y descubre que…han desaparecido, sí, Aura Negretti y la familia Arratia que la protege. Porque la niña, su novia, se ha casado con Zoilo Arratia, tras recibir la noticia del fallecimiento de usted, comprobado por diferentes testimonios. Los cónyuges han tomado las de Villadiego y embarcarán para Francia. Un complot doméstico muñido por la que usted califica de “marimacho ariscado y astuto”, mamá Prudencia Negretti . …y don Fernando vivito y coleando recibiendo tamaña noticia.


Os aconsejan que deis por terminado el asunto, que no persigáis a la pareja recién casada, que vuestra prolongada ausencia provocó el complot. Intentáis olvidar y empezáis a echar tierra, mas el cadáver no se cubre y resucita…Nunca habéis sido un llorón y no os encaja lo de ser un “Werther sin suicidio”, no deseáis provocar la conmiseración burlona de los amigos. No, no desistís de investigar…decidís seguir a Espartero por el interior de Vizcaya buscando el rastro de “la res perdida”, pasáis a Balmaseda y de ahí al dulce destierro en Villarcayo, por orden inexcusable. “Bendito sea el despotismo” clama un liberal como vos. Ya os habéis autodiseccionado, ha sido doloroso. Antes de seguir, reprocharle lo de la res, mala metáfora para una mujer. Hombres...


En la siguiente carta, os dirigís a don Pedro como “desocupado sacerdote”, a la manera cervantina. Y le contáis que Larra se os ha aparecido en sueños. Es el Larra que vos tratasteis hace año y medio, estáis en un bosquecillo de Villarcayo, veis a Mariano más barbudo y sólo de cintura para arriba; los sueños son así de extraños, convierten la realidad en un batiburrillo incomprensible. Pero eso le pasa a todo el mundo, don Fernando...



Nuestro admirado Fígaro os mira fijamente tal y como lo hacía cuando antaño tramaba una broma. Tiene los ojos como de haber llorado. Le saludáis con un “Hola Mariano, dichosos los ojos…” y él se lamenta: “Fernando, no sé qué me pasa; no me encuentro sin oír hablar mal de mí... Verdad que ya no oigo palabra buena ni mala, porque me he quedado enteramente sordo. Háblame por señas. Y tú, ¿por qué lloras? ¿Por mí acaso?».

Le respondéis que no lloráis “por él ni por nadie”. Larra os dice que habéis hecho mal en mataros tan joven. Y le contestáis: «Paréceme…que aún vivo; pero no estoy seguro de ello. Tú también vives, vienes a desmentir la noticia de tu suicidio...».

 

Os desvanecéis y aparecéis en el comedor, los dos. Ni él ni vos tenéis piernas y él os aconseja con triste sonrisa: «Debemos matarlas a ellas…y a nosotros no. ¿Qué culpa tenemos nosotros de sus traiciones?”. Muy guasón el pobrecito hablador. Y práctico...el romanticismo debe perderse en el más allá.
 




Y os habla de sus obras, Larra sólo recuerda “El día de difuntos" y "Nadie pase sin hablar al portero”. A sus dudas de si era buen escritor, vos le manifestáis vuestra admiración: “habéis sido único, Mariano”. Y le nombráis algunos títulos, él asiente, todo eso fue suyo, pero la pólvora mata la memoria y no hay medicina para ello. Os toca con su mano fría, un témpano de hielo. Tiembla agónicamente, os contagia. Y despertáis con frío glacial, enredado en la colcha. Pasáis el resto de la noche “angustiado, febril y tembloroso”, temiendo ser sorprendido por la presencia del fantasma del glorioso escritor. 
 

 
Estáis a punto de romper lo que habéis escrito a don Pedro acerca de vuestro encuentro con Larra, cambiáis de opinión, pensáis que no hay que menospreciar estas aberraciones de la mente, por ridículas que os parezcan. Preparáis a don Pedro para lo que vais a escribir a continuación, le pedís que no se ría. O que no piense e buscaros una institución para enfermos mentales...

Se os ocurre que la aparición en sueños del escritor es como un vaticinio para el encuentro real que tenéis con un tal Churi, un sordo que habla. Qué casualidad, igualito que el Larra de vuestra “idolopeya”, en el mismo bosquecillo villarcayés del sueño, qué casualidad…Vuestros sesos hierven. Churi fue quien os anticipó la traición que os preparaban en Bilbao. Y viene a informaros de que la traidora Aura no lo fue por voluntad propia sino por el maleficio con que la trastornó el tal Zoilo y que él podría ayudaros a quebrantar el encantamiento. Una tentación irresistible que rechazáis, lo pensaréis. Reconocedlo, estáis loco, las brasas se han avivado.



 
Os aconsejo que las apaguéis de una vez, don Fernando. Estáis contento, no estáis contento, llamo a Churi, no le llamo...Os encontráis en un estado nervioso tal que da la impresión de que os están achicharrando vivo. Presagiáis las mayores desdichas, receláis de todo el mundo, os entregan una carta y no os decidís a abrirla...Os reclaman para seguir con el ensayo de “El sí de las niñas”, no os acordabais, tan concentrado estabais abriendo vuestro corazón en la carta a don Pedro. Ha sido doloroso, pero necesario

No os preocupéis, se va a poner en marcha un mecanismo benefactor en torno vuestro, femenino para más señas. Doña Pilar de Loaysa escribe a doña Valvanera de Maltrana y viceversa. Escriben y escriben, doña Pilar se califica a sí misma como la “Tostada”, en recuerdo de aquel “Tostado”que tanto escribía.
Doña María Tirgo y doña Juana Teresa no os quieren mal, pero os quieren lejos, desean impedir el acercamiento de vuestra persona a la sin par Demetria. Porque estorbáis su acariciado objetivo de unir las casas Idiáquez y Castro Amézaga, a través del matrimonio de la mayorazga con Rodrigo de Urdaneta Idiáquez. Que estáis en Babia y desconocéis las fuerzas que os quieren alejar de Cintruénigo y las niñas, fijaos en Gracia que es…más graciosa. Y, además, que todo viene bien, es mayorazga al cincuenta por ciento, gracias a la generosidad de su hermana Demetria.


 
Y desconocéis la existencia del maternal resorte que desea mejorar vuestra condición social, aunque el sacrificio suponga abrir cajas  secretss celosamente guardadas, ante quien peor lo pueda recibir, un marido de 1837.

Dos fuerzas femeninas en sentido contrario, Pilar de Loaysa tirará de la cuerda más fuerte que doña María y doña Juana Teresa.Todavía no os revelo qué mueve a Pilar a buscar tan celosamente una posición social y un matrimonio adecuado para vos. Un gran personaje de mujer, nacido de la pluma de vuestro creador, don Benito Pérez Galdós, un gran conocedor del alma femenina. No sé si tenéis noticias de una tal Fortunata, o Jacinta, o Benigna, o Marianela. Grandiosas, pero no creo que se tropiecen con vos, son de otro tiempo.
 
Aparcad el romanticismo exaltado y seréis ´menos infeliz, aunque mucho me temo que, buscando a vuestra Aura, vais a representar, en vivo, toda una obra romántica, con cementerio y muerta desenterrada incluida.


Me despido de vos, don Fernando. La semana que viene he de escribir a doña Pilar.

Un abrazo de:

María Ángeles Merino

8 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Y es que cuando dos mujeres como estas se ponen a lo suyo, alguien como Fernando lo tiene perdido...

Bertha dijo...

Bueno,bueno,bueno... me ha encantado este ir y devenir. Fernando esta bien desorientado con sus devaneos románticos.Le tienen la sesera alterada.

Espero las siguientes cartas con impaciencia: esto esta muy interesante MªAngeles.

Besos.

Myriam dijo...

Te sigo atentamente. El sueño con Larra que lo viene a visitar es impresionante.

Te quiero pedir que por favor, de ser posible, no uses letra negra sobre tu fondo azul, me tuve que esforzar mucho para leerte ¿volverías al blanco? Gracias.

Besos y voy a la siguiente carta

Myriam dijo...

Veo que aún no la has publicado, tendré que esperar ;-)

Besos

Merche Pallarés dijo...

Te sigo, te sigo... Besotes, M.

pancho dijo...

El parque burgalés tan limpio y exento de toda maleza es romántico, pero carece del componente lúgubre que don Benito le quiere dar al pasaje del sueño. Pero para eso está la imaginación de cada lector que se imagina el lugar como bien le viene al pensamiento o lo asocia a algo que tiene más a mano.
También ayer pasamos las de Caín para leer la letra tan pequeña. Hoy mucho mejor, que la edad no perdona y la vista menos.
La querida señora Prudencia que tiene de todo menos prudente...
El quebrantamiento del encantamiento también tiene aires cervantinos: los tres mil azotes que Sancho tanto se resiste a dar para desencantar novias de otros.
Se nota que Galdós tiene mucho que comentar.
Un abrazo.

Paco Cuesta dijo...

Nadie como Fernando puede ratificar aquello de: Las mujeres al poder.
Besos

Ele Bergón dijo...

Este D. Fernando necesita de tus palabras, pues ni tan siquiera tiene valor para suicidarse, así que las mujeres estarán al quite para manejarlo a su antojo.

D. Benito sabía, como bien dices, del alma femenina, pues tuvo contacto y muy íntimo con unas cuantas.

Me han encantado las fotos.

Yo lo leo bien

Besos

Luz