jueves, 25 de julio de 2013

"Las lágrimas asomaron a los ojos del Doctor ...Cipriano, en cambio, se sentía resuelto y decidido, capaz de todo"


 
Comentario en torno a parte de la novela "El hereje" de Miguel Delibes, para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

Muy señor mío, don Cipriano Salcedo de Bustamante, protagonista de la novela “El hereje” de Miguel Delibes.


Sigo el relato de su vida,  tan ficticia que se vive como realidad, a sabiendas de que no lo es; tal es el hechizo de una buena novela, pura o histórica, lo mismo da.
En mi escrito anterior, me dirigía a su esposa doña Teodomira Centeno, para comentarle regresivamente lo que ella vive al lado de vuesa merced, desde su entierro en la iglesia de Peñaflor hasta el momento de clavar en voacé aquella primera mirada, “intensa, dulce y afable”, en la rústica casa del Perulero.
Ahora he de seguir la última etapa de su vida, la que comienza con la muerte de Teo y finaliza cuando su cabeza se ladea y las llamas devoran sus ojos enfermos. Aunque, como ya precisé en el caso de su esposa, su inmortalidad está en función de la existencia de lectores. Larga vida a la obra de Miguel Delibes y larga vida a voacé, a pesar de la muerte física y literaria.
Tras la muerte de “la Reina del Páramo”, entra vuesa merced en “una fase de actividad enfebrecida”: la tienda, el taller, el nuevo contrato con el rentero, la transformación de sus negocios y, como no, la herejía. Busca un remedio para la soledad y, lo que es peor, el pensarse a sí mismo. Miguel Delibes vivió una dolorosa viudedad y conoce bien esos sentimientos; los expresó en “Señora de rojo sobre fondo gris”.
Se le van las tardes conversando con el tío Ignacio, un apasionado de las nuevas formas de negocios industriales: los empleados pasarían a ser socios, incorporaría al personal no cualificado a los beneficios, “una auténtica revolución económica” en Valladolid. Conforme delega en su tío, se intensifican las relaciones con los Cazalla, pero vuesa merced ahora está más interesado en el luteranismo  que en el mercantilismo.

El doctor Cazalla le reafirma su confianza y se refugia en voacé cuando muere su madre, doña Leonor de Vivero, toda una autoridad en la familia y en el conventículo. El ambiente de la “secta” es de temor a la traición  delatora, clima que se acrecienta después de la muerte repentina de la matriarca. Porque, en el atrio de San Benito, en el momento de las condolencias estalla una voz “firme, culta y educada” que pide: “¡Doña Leonor de Vivero a la hoguera!”. Dos semanas de presunciones y conjeturas. ¿De quién podría ser aquella voz?
Iglesia de San Benito
Una tarde, el doctor se derrumba y se sincera: aquel grito vengativo se ha fraguado en salones de la alta sociedad vallisoletana, tal vez en los de la princesa de Salerno, enemiga de Cazalla por haber ridiculizado este, en cierta homilía, a una amiga suya, aya de don Juan de Austria, nada menos. No imaginabais, Cipriano, el alto rango de sus enemigos.
Unas letras pintadas de rojo, en lo bajos de su casa, con la leyenda  “Doña Leonor a la hoguera”, acaban de desequilibrar al doctor. Vos, Cipriano, sois ahora el paño de lágrimas de Cazalla.

Muerto Lutero, desconectados de la casa madre alemana, el Doctor veía muy poco futuro para la causa. Por supuesto, Cipriano Salcedo será capaz de viajar a Alemania por el grupo, con el pretexto de los zamarros. Os entrevistaréis con su sucesor Melanchton, traeréis información, libros, publicaciones, tal vez la promesa de “una ayuda quimérica”…ilusos.

El Doctor se anima, os indica nombres y direcciones. Podréis regresar a España en el barco del marino luterano Berger, navegando por los puertos del norte. Sí, el viaje en la galeaza “Hamburg”, el que el escritor coloca al principio del libro, como carta de presentación de vuesa merced y vuesa herejía. Delibes enlaza  la página 46 con la 387, una estructura poco convencional la de esta novela. Y, al mismo tiempo, en un libro  compendio y  despedida, rinde tributo a la parte de su vida y su obra que vivió de cara al mar.

Nunca habíais viajado más al norte de Miranda de Ebro, no conocíais a Echarren, el navarro que os pasará a Francia. Realizáis el viaje con éxito; regresáis con libros, informes y buenas noticias. Don Agustín Cazalla recupera su entusiasmo proselitista que será fugaz.
Porque siete meses después, en vuestra reunión, oís los zapatazos de un caballo a toda carrera. Es don Carlos de Seso, os anuncia que Cristóbal Padilla ha sido detenido, lo han denunciado al Santo Oficio, está preso en la cárcel secreta de la Inquisición. Habéis de deshaceros de documentos comprometedores y huir si consideráis que vuestra vida está en peligro. Se produce la desbandada, una vez que interroguen al imprudente Padilla…pies para qué os quiero.
Vos peligráis de una manera especial, don Carlos os dice que debéis huir inmediatamente. Vuestro viaje a Alemania y vuestra entrevista con Melanchton os hacen especialmente vulnerable. El Emperador, desde Yuste, ha instado al inquisidor Valdés “para un pronto y terrible escarmiento”. Tal vez conozcáis el apoyo que los poderosos príncipes alemanes han dado a la Reforma, precisamente para hacer frente al Emperador; Felipe II no será menos inflexible que Carlos y el Papa ha concedido más atribuciones al Inquisidor. Los intereses políticos encubiertos con disfraz religioso, terrible y cruel mezcolanza. Y Cipriano el del zamarro convertido en emisario político, sin pretenderlo.

Así celebró Valladolid el bautismo de Felipe II.


Delibes traza con vos la pintura de un hombre fuerte, en contraste con la debilidad del Doctor. Mientras este llora, vos os mostráis “resuelto y decidido, capaz de todo”. Quemáis libros y  papeles comprometedores y os disponéis a partir hacia la frontera; pero os anuncian la visita de Ana Enríquez. Ana os oprime las manos e insiste: hay que darse prisa, aquí tenéis una dirección… ¿Y ella? Ana sonríe: “Un hombre, aunque tenga faldas, se compadece de una mujer…”. Os besa en la mejilla…camino de la deseada frontera piensas en ella. ¿Será posible que tan bella muchacha…? En medio de un viaje angustioso encontráis tiempo para acariciaros el lugar de aquel beso. ¿Amor?
Viajas a caballo reventado, cambias de montura en las casas de postas, dejas unas monedas como compensación cuando consideras que has salido ganando con el trueque, honrado incluso en situaciones límite. A medida que avanzan las páginas del libro, el pequeño Cipriano va creciendo, vais adquiriendo tintes épicos. El verdadero héroe es el antihéroe, está proclamando don Miguel.
Llegas a Cilveti, el pueblo navarro donde te espera Echarren. Entras en su casa y allí te están esperando: “En nombre de la Inquisición, daos preso”. Serás el más grande de los detenidos de aquel famoso Auto de Fe. Porque no delatarás a nadie y seguirás fiel a lo que has llegado a creer,  a pesar de la tremenda brutalidad de la Inquisición. Concluiré la carta...

Un abrazo de:

María Ángeles Merino

Dificultades técnicas me han impedido incluir imágenes nuevas en esta entrada. Lo que hay es un copiar y pegar...El páramo y la wifi del móvil no dan más de si. Espero que todos estéis pasando un feliz verano.

9 comentarios:

Myriam dijo...

Igual me gustó mucho recorrer contigo de nuevo estas imágenes. Tú si que haces honor a tu apodo: trabajando en medio del páramo burgalés, con medio wifi y teléfono móvil a media hasta... jajajaja . Felicitaciones y feliz verado para ti.

Besos

Bertha dijo...

...tengo un problema: para mí que te he enviado dos comentarios por la duda del primero pero me da a mí; que no entran?

Bertha dijo...

...tengo un problema: para mí que te he enviado dos comentarios por la duda del primero pero me da a mí; que no entran?

Bertha dijo...

Por fín!

Cipriano: se sentía resuelto y capaz de todo.Ahora el pobre lo tiene crudo.

MªAngeles; a pesar de estas dificultades ténicas sabes sacar lo mejor de esta intrigante novela.Me encanta tu forma de adentrarnos en ella.

Un beso feliz verano!

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Dan igual las dificultades, de páramo a páramo...
Espero ansioso la conclusión.

Paco Cuesta dijo...

Nunca con tanta propiedad se puede decir que fiel hasta la muerte.
Un abrazo

Gelu dijo...

Buenas noches, Abejita de la Vega:

Cipriano Salcedo es la personalización literaria del castellano honrado, del que te puedes fiar. Y además es sacrificado y valiente.
Al principio de sus asistencias a las homilías de los viernes en la iglesia de Santiago, preguntó a su tío por el doctor Cazalla.
Don Ignacio, responde las preguntas que le hace su sobrino y, en la conversación, hace un buen retrato de don Agustín, a quien conocía bien, pero no le admiraba: “A mi juicio Cazalla es hombre de grandes palabras y pequeñas ideas. Una mezcla peligrosa”
Luego, tras las palabras de Cipriano, añade:
“...¿No será que plantea problemas que no resuelve? “

Abrazos.

Merche Pallarés dijo...

Estoy con MYRIAM, Abejita. Excelente relato :) Besotes, M.

Pamisola dijo...

Hay que felicitarte, porque si con las herramientas a medio rendimiento sacas estas entradas, ya me dirás.
Sigues con la apasionante historia de Cipriano. Con tus conclusiones tan interesantes.

Felices vacaciones, Mª Ángeles.

Abrazos