jueves, 11 de julio de 2013

Cipriano Salcedo consigue hidalguía, posición económica y a la Reina del Páramo. ¿Y Minervina?



Comentario en torno a parte de la novela "El hereje" de Miguel Delibes, para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

Aparentemente, al protagonista de esta novela las cosas le van bien:
"Cumplida la mayoría de edad, Cipriano Salcedo se doctoró en Leyes, entró en posesión del almacén de la Judería y de las tierras de Pedrosa y se trasladó a vivir a la vieja casa paterna en la Corredera de San Pablo, cerrada desde la muerte de don Bernardo."


 Son tres los objetivos cumplidos y ahora se propone tres más: "encontrar a Minervina, alcanzar un prestigio social y elevar su posición económica..."

 El principal, el que parece más sencillo, encontrar a Minervina, se convierte en "una utopía irrealizable".  Recorre los pueblos de alrededor y sigue una pista falsa que le lleva a Segovia. Regresa a Valladolid desolado y se entrega a la rutina del almacén de lanas.

Ha de ponerse en contacto con Gonzalo Maluenda, "tratar de mejorar las condiciones de su contrato con él, habida cuenta que le proporcionaba setecientos mil vellones de la vieja Castilla cada año". Le agrada cabalgar y, en dos días, llega a las instalaciones de los Maluenda, en el barrio de Las Huelgas, en Burgos.

Barrio de Huelgas, en Burgos. El Monasterio enfrente.
 
 Con alegría y golpecitos en el hombro, le recibe don Gonzalo Maluenda, el sucesor de don Néstor Maluenda.  Mortifica a Cipriano con sus salidas de tono, la más desafortunada la de recordarle aquella silla de partos flamenca, regalo de don Néstor, que ayudó a venir al mundo a nuestro hereje. Este lo ve como "el típico miembro de esas terceras generaciones de negociantes que, en poco tiempo, terminan deshaciendo la fortuna que sus abuelos amasaron con tanto esfuerzo". ¿Cómo es posible que este chisgarabís se ría al hablar del apresamiento de dos barcos de la flotilla lanera por los corsarios?
 
 
 Cipriano reflexiona, el joven "chiquilicuatro" Maluenda le decepciona y sus errores pueden arrastrarlo. Lo del apresamiento ha de tomárselo como una advertencia. Y, enlaza su reflexión con la determinación de visitar Segovia, ciudad que sabe transformar la lana en paños en lugar de exportarla en bruto. ¿Por qué no intentarlo en Valladolid?
 
Estamos ante lo que hoy llamarían un joven emprendedor. Hay que pensar en una nueva orientación del comercio de los vellones y conseguir un privilegio de hidalguía para reforzar su prestigio personal. Con los buenos informes que dan en Pedrosa, lugar de origen de los Salcedo, y el tío Ignacio que mueve los papeles en la Real Chancillería, obtiene pronto el título de doctor-hidalgo y es redimido de contribuciones.
 
 
El rentero Martín Martín recibe la orden de preparar una fiesta, en Pedrosa, con una docena de corderitos y dos toneles de vino de Rueda. Quedan excluidos los dos labriegos que consideraron a los Salcedo como "explotadores", en lugar de "magníficos y desinteresados", a quién se le ocurre decir eso. Por lo demás, participan todos en el festejo, incluso la burra Torera que muere borracha.
 
 
"Asentada su vida adulta"...pone los cinco sentidos en el comercio con Burgos...Y, aunque don Gonzalo Maluenda no le gustaba, o precisamente por eso, decidió acompañar personalmente a la expedición de otoño...aquella caravana de cinco grandes carros, arrastrados por ocho mulas cada uno, era un espectáculo...seis leguas diarias de camino...se le antojaba una proeza propia de grandes hombres..."
 
 
Cipriano no se conforma con recibir un estipendio por una mercancía sino que admira al que introduce una innovación en el producto que venga  "de pronto a modificar la voluntad de compra de los clientes". Ha de buscar nuevos caminos, además, porque los riesgos de la flotilla aumentan, los fletes y los seguros se encarecen. Y le asalta "la idea de ennoblecer una prenda tan popular y modesta como el zamarro...mediante unos canesúes estéticamente dispuestos". El sastre Fermín Gutiérrez pondrá en práctica su idea y transformará  una prenda rústica en algo apto para damas y caballeros, todo un éxito. Y cuando lo de los zamarros decae, "cuando la demanda disminuyó , él ya había rebajado la oferta de manera que no tuvo que pasar por el amargo trago de los excedentes".  Leemos esto y nos parece oír al Delibes profesor de Derecho Mercantil, todas las facetas de don Miguel tienen su hueco en esta novela de despedida y cierre, qué pena.
 
 
Cinco años después, la fortuna de Cipriano Salcedo es "una de las más fuertes y saneadas de Valladolid". Nuestro hereje tiene buena vista para los negocios, vamos a ver que no tanto para los amores. Atención, que va a entrar en escena Teodomira, "la Reina del Páramo".
 
 
En el tercer año de iniciado el negocio, Cipriano necesita más vellones y envía un correo a su corresponsal en el Páramo, Estacio del Valle le contesta que, salvo un nuevo ganadero Segundo Centeno con diez mil ovejas y algunos pequeños pastores,  la lana de la zona sigue bajo su control. "Al llegar el buen tiempo, Salcedo subió a Villanubla por el viejo camino". Le informan: se trata de un perulero, recién llegado de Indias, primitivo y tosco, los tejedores moriscos de Segovia compran la lana de sus ovejas y le facilitan las reatas del transporte.
 
Así de tosco me imagino a Segundo Centeno (Plastihistoria)
 
Era un hombre poco sociable y tenía "una hija maciza y blanca de tez llamada Teodomira que, por su maña en el esquileo, era conocida con el sobrenombre de la Reina del Páramo".
 
 
"Alta, sólida y sumamente laboriosa". Los vecinos aseguraban que la Teodomira era un burro de carga, a pesar del título de Reina del Páramo otorgado por su padre don Segundo. Sentada a la puerta en un tajuelo, esquilaba oveja tras oveja, sin desgarrar jamás un vellón.
 
 
 El hidalgo Salcedo "podía hacerse con la lana del Perulero". Pero Estacio le advierte, en el trato es un patán y ha de ir a buscarlo al monte, donde pasa el día entero. Allí encuentra a Segundo Centeno, rodeado de ovejas  y  mastines. Rústico, sucio y con indumentaria anticuada; más atento a una liebre que acaba de divisar que a la visita de Cipriano.
 
"Aguarde un momento" es su primer saludo, a continuación se dirige hacia un hueco abierto en el rebaño, con un cayado en la mano. Y salta una liebre y le lanza el cayado "describiendo molinetes en el aire". Y se apresura a coger al animal y se lo muestra : "¿Se da cuenta? Es grande como un perro".
 
 Salcedo se presenta, le explica su relación con Burgos y el mercado de la lana. Don Segundo Centeno le ataja con ironía:"¿No será vuesa merced, por un casual, Cipriano el del zamarro?" Y, mientras habla, aprieta el vientre de la liebre para que orine, ajeno a la presencia de Salcedo que asiente e intenta adularlo. Ha oído que "con diez mil cabezas no precisa de manos ajenas para esquilarlas, se basta con la ayuda de su hija".
 
 
Centeno sigue hablando de liebres, que si las ve guarrearse entre las teleras...Finge que no le importa la conversación, pero un minuto después coge el hilo bien cogido. Replica que no es cierto que trabaje solo en el monte, que dispone de cinco pastores. "Eso sí, a mi hija, a la Teodomira, no le echa la pata nadie. En lo que ellos pelan una oveja, ella pela dos".
 
Cuando, por fin, el Perulero guarda la liebre en el zurrón, Cipriano intenta de nuevo hablarle de los moriscos de Segovia. Don Segundo se desentiende del tema. Y, al cabo de un rato, afirma que él está muy satisfecho con los moriscos, gente laboriosa y sacrificada. Y que, por si fuera poco, las reatas de acémilas corren por su cuenta. Los Maluenda se quedarán sin la lana de don Segundo, ya tienen mucha...
 
En cambio...ahora es Centeno el que propone a Salcedo un negocio. Le ofrece miles de pieles de conejo para sus zamarros. Cipriano replica sinceramente que el conejo es ordinario y poco apreciado. Siguen hablando de conejos y de zamarros que no sean para la gente encopetada de la ciudad. Nuestro hereje le deja a su aire, no se cree que los moriscos carguen con los gastos de las reatas. Piensa que, sin forzar las cosas, Centeno podría terminar siendo su nuevo cliente en el Páramo. "El sol se ponía en la llanura como en el mar".
 
 
 
Entran en la casa del Perulero, "de una austeridad conventual". No se sienta, otro día seguirán conversando. Cuando se disponía a salir, entra en la sala la Reina del Páramo: "una muchacha alta, pelirroja, fuerte, vestida al uso de las campesinas de la región...un rostro excesivamente grande para el tamaño de sus facciones".
 
"Saluda escuetamente. Pero lo que más sorprendió a Salcedo fue la palidez de su carne, especialmente extraña en una campesina; un rostro blanco, no cerúleo, sino de mármol como el de una estatua antigua..."
 
Cuando don Segundo le presenta como "el señor de los zamarros", ella le felicita por ennoblecer una prenda desprestigiada. "Entonces la miró de frente y ella le miró a su vez y, bajo su mirada intensa, dulce y afable, se enterneció. Nunca le había sucedido a Salcedo una cosa así...fuera de la expresión de sus ojos y de su presencia amparadora, no descubría en la muchacha  especial encanto..."
 
Cipriano se alegra de haber prometido volver. La muchacha le tiende la mano "blanca y dura como el mármol".
 
El señor Centeno repite lo de  los conejos  y lo de fundar entre los dos "una comandita", palabra que me trae ecos de aquel personaje de Delibes, Lorenzo el de "Diario de un cazador", que emigra a Chile , en "Diario de un emigrante", y le proponen varias desafortunadas "comanditas". Bueno, ya he dicho que todo Delibes está aquí. Dicen que Delibes es repetitivo, yo también...
 
 
Seguiremos con esta mujer de mirada cautivadora y de aspecto protector.
 
Un abrazo de:
 
María Ángeles Merino
 
Nos vemos.
 
  

5 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Cipriano es un ejemplo de persona emprendedora e inquieta pero con las suficientes preguntas interiores para cuestionarse la vida tal y como parecía presentársele. La falta de amor de su padre y la ausencia de Minervina, junto al final de Teo son las cosas que le dejan un íntimo dolor del que no logará curarse.
Delibes trabajaba muy bien toda esta labor productiva aprovechando los bienes materiales de Castilla.

Gelu dijo...

Buenas noches, Abejita de la Vega:

El Cipriano Salcedo que nos muestra Delibes, es un hombre fuerte, y acostumbrado al trabajo duro desde el ingreso en el colegio de los niños expósitos, desempeñando la labor de limosnero y luego con los efectos de la peste por medio y demás.
Consigue realizar todos los objetivos que se va marcando, menos el de encontrar a Minervina
Qué bien descrito está el encuentro con don Segundo Centeno y la primera impresión al ver a su hija.

Abrazos.

P.D.: Estupendo el enlace con el cuadro vivo de ‘El esquileo’. Estoy preparando una entrada dedicada a D. Marceliano Santamaría.

Merche Pallarés dijo...

Te leo ABEJITA... Me ha encantado, como siempre, tu sinopsis y ¡las fotos! Besotes, M.

Bertha dijo...

Cipriano: con todo lo que ha pasado en su infancia es un ejemplo de superación y ahora nos demuestra que tiene un fino olfato para los negocios.

Bueno ahora comienza su etapa amatoria a ver que tal le sale la moza...

Me encanta esta lectura guiada y sobre todo tus comentarios que muchas veces me haces sonreir.

Besos feliz verano espero que te funcione güifi;)

Paco Cuesta dijo...

Minervina es, a mi juicio, el personaje más entrañable de la novela.
Un abrazo