jueves, 14 de febrero de 2013

Manuel se despide de la blanca niña y entra en un sótano negro. Sólo el papel es blanco.

Mala hierba

Comentario en torno a "Mala hierba" de Pío Baroja, para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

Concluimos la lectura de la primera parte de "Mala hierba". Manuel ha sido modelo de escultor, ayudante de fotógrafo, auxiliar del inefable agente de colocaciones Mingote, actor en la farsa del falso hijo de la baronesa Aynant , vestido de marinerito,  y acompañante de la misma desaprensiva aristócrata en su huida a Cogolludo, un poblachón poco parecido a una aldea flamenca.

Cogolludo

Pero trabajar, trabajar, lo que se dice trabajar, como un digno obrero, todavía no lo ha probado.

Comienza  la segunda parte, Manuel está de vuelta de la estación del Norte. Acaba de despedirse de la baronesa y de u hija, la idolatrada Kate. Y, para sorpresa suya, se lleva la mano a los ojos y descubre que está llorando; va a echar de menos las trapisondas de la baronesa y, sobre todo, a la candorosa niña Kate, el amor de Roberto. ¿Enamorado él también? No, sino fascinado.

"Era la muchacha de un candor y de una inocencia inmaculados... sentía verdadera sumisión ante aquella naturaleza aristocrática y elegante; tenía un sentimiento de inferioridad que en nada le molestaba"
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De cara a la Plaza de Oriente y a los atardeceres rojizos, ella le deslumbra hablándole de Londres y de París, él la asusta con historias en cuevas, descampados y tabernas, la vida pobre madrileña. Uy, esa gente debe ser muy mala, piensa la Nena, que procura no rozarse con el pueblo.


Ella siembra orden y belleza, incluso en la destartalada casa de Cogolludo:

"Había arreglado su cuarto con un orden perfecto. Sabía embellecerlo todo. Con la cama, cubierta con la colcha blanca y oculta por las cortinas; los tiestos, en la ventana, en los que empezaban a brotar las plantas; su armario, y los cromos en las paredes azules, su alcoba tenía un aspecto de gracia encantador"



Manuel  obedece ciegamente y a gusto a este "dechado de perfecciones"; pero no se le ocurre enamorarse de ella, es "demasiado buena, demasiado hermosa". No sabe que hay muchas formas de enamorarse...

A pesar de su anglosajón y aristocrático origen, Kate es una flor en medio del estercolero, algo semejante a lo que, un día, quiso Manuel ver en la Justa, la hija del trapero, la que se levantaba las blancas enaguas para no mancharse al pasar por el vertedero. La de las miradas candentes, lo más opuesto a la blanca niña Catalina.

 
Volvamos al comienzo de la segunda parte. Manuel sale de la estación del Norte, acompañado de Roberto que le pregunta por qué no se decide de una vez a trabajar. El muchacho no sabe dónde buscar, insta a su amigo periodista para que le busque algo, en una imprenta estaría bien.


Estación del Norte de Madrid
Ya está, Manuel va  a trabajar de aprendiz, sin cobrar. Hasting le lleva a casa del director de un periódico, un tal Sandoval, hombre grasiento que los recibe desnudo y aostado, a las diez de la mañana, en un cuarto mugriento y desordenado:

"Sobre la cómoda y el estante se amontonaban libros desencuadernados y papeles; en las sillas, enaguas y vestidos de mujer; el suelo estaba lleno de puntas de cigarro, de trozos de periódicos y de pedazos de algodón utilizados para alguna cura; debajo de la mesa aparecía una jofaina de hierro convertida en brasero, llena de ceniza y de carbones apagados."

Roberto consigue que Sandoval escriba una carta para el impresor Sánchez Gómez, recomendando al chico. Y el recomendador  se levanta en calzoncillos, busca el jabón entre los papeles y se lava en una palangana llena de agua sucia en la que nadan " remolinos de pelos de mujer". 

Y "un peine grasiento, algún cepillo de dientes gastado y rojo por la sangre de las encías; un cuello postizo con ribetes de mugre..." Manuel lo observa todo con curiosidad, tanta guarrería rompe sus esquemas.

Con la carta en la mano, se dirigen a la imprenta de Sánchez Gómez, el "animal" que ha de enseñar el oficio a Manuel. Cuando se lo piden, proclama que "como no le enseñe yo la...". Y suelta una tanda de barbaridades y blasfemias.

El taller no es menos sucio que su dueño: "entraron en un sótano negro, iluminado por la puerta de un patio húmedo y sucio. Un tabique recién blanqueado, en donde se señalaban las huellas impresas de dedos y de manos enteras, dividía este sótano en dos compartimientos. Se amontonaban en el primero una porción de cosas polvorientas; en el otro, el interior, parecía barnizado de negro; una ventana lo iluminaba; cerca de ella arrancaba una escalera estrecha y resbaladiza, que desaparecía en el techo." Sólo el papel sobre la máquina "parecía blanco como la nieve".


Operarios en una imprenta

Manuel abandona la golfería, aprende a trabajar en las cajas por las mañanas y en la máquina por la tarde y la noche. Va progresando: duerme en el taller, consigue un salario, aprende a componer. Ascendido a cajista, puede pagarse un cuartucho en la Ronda de Toledo. Y así Baroja encuentra un hilo conductor, para mostrarnos los distintos escalones de la pobreza, a través de los vecinos del nuevo obrero.

El escritor aprovecha las notas que ha tomado en su cuaderno de campo, yo así me lo imagino. Manuel es más un personaje guía que un protagonista.


 El carpintero y su mujer que maltratan a una niña porque es suya y hacen con ella lo que quieran. Dos gitanos viejos y ladrones, una ciega que canta flamenco y se mueve "con convulsiones de epiléptica", "dos hermanas muy golfas, muy zarrapastrosas, pintadas, chillonas, embusteras, liosas, pero alegres como cabras". Don Pío va apuntando la miseria física y también la moral. Suciedades del cuerpo y del alma.


Los de la Conferencia de San Vicente de Paúl y su ineficaz caridad, la mujer hidrópica, la Salvadora y su hermanillo viviendo debajo de una escalera, la Sinforosa amancebada con su hermano el cajista Jesús, amigo de Manuel...Y otra hermana, la Fea, maltratada por su familia, violada, dará a luz como un animal. En la paleta del novelista hay mucho más negro que blanco. Bueno, está el papel triunfante en su blancura.

Seguiremos, mucho nos tememos que Manuel abandone el trabajo y vuelva a las andadas.

Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

16 comentarios:

Bertha dijo...

Me gusta esta observación: que Manuel es mas un personaje guía que protagonista.

Parece que las cosas se van encauzando en la vida de este muchacho;por lo menos tiene un trabajo que le permite cambiar un poco su mala suerte.

Un abrazo Mª Angeles.

Merche Pallarés dijo...

Sí, a ver que le depara la vida a Manuel... Por ahora, tiene trabajo :) Besotes, M.

Unknown dijo...

De nuevo me asombra, gratamente, tu forma de ver y exponer las andanzas de Manuel. Guía del escritor, más que protagonista, al igual que tú, en tus entradas, que nos llevas al meollo del la historia.

Muchas maneras de enamorarse, dices que hay y Manuel se enreda con los sentimientos. Creo que ama más a Kate que a La Justa, a quien solamente deseaba. ¡Que fácil confundir el amor con el deseo!

Los tipos raros con los que se cruza Manuel, siguen estando en nuestra sociedad, gente a la que no le importa maltratar a sus hijos, a sus mujeres o a los seres humanos en general, pensando solamente en ellos mismos y justificando su comportamiento diciendo: ¡Así es la vida! Como si no fueran responsables de sus actos. ¡Hay tantas formas de maltrato!

Paco Cuesta dijo...

Sí. Entre tamaño maremágnum, Baroja introduce a Kate como elemento estabilizador.
Un abrazo

Myriam dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Myriam dijo...

Bueno, al fin en esta imprenta, Manuel aprende el oficio de cajista, un oficio que le gusta.

Besos

Myriam dijo...

Ah, y muy bueno tu acompañamiento fotográfico...

pancho dijo...

Excelente la imagen del yerbajo de cabecera, con el punto de vista que le has dado parece un roble. La flor amarilla es considerada también mala hierba, pero es bonita cuando sale.

El estado natural de cualquier enamorado/a es de inferioridad. Todo se perdona, todo te parece bien por conseguir la concordia. Los problemas afloran cuando no hay armonía entre las dos inferioridades.

Kate es un producto de la fogosidad tropical y la calculada frialdad flamenca de Flandes.

Pocos papeles se le quedaban en blanco a don Pío. Qué personajes tan bien trazados nos regala. Efectivamente, Manuel es la excusa para ir mostrando abundantes personajes de la fauna madrileña. Recurre a estereotipos conocidos - de ahí mucho de su éxito-, pero siempre adornados con su humor peculiar de estirpe barroca y exagerados por su curiosidad y capacidad de observación incansable.

Un abrazo. Otro soberbio relato.

Gelu dijo...

Buenas tardes, Abejita de la Vega:

Manuel tiene un fondo noble. Es agradecido y leal, y Roberto es su amigo. A Kate la ve como a una estrella, que con él –por suerte- es amable; cosa rara, acostumbrado como está a recibir palos.
Manuel no estaba enamorado de Kate. Don Pío, soltero por propia elección, analista y observador sabe delimitar muy bien los sentimientos de los demás.
Has seleccionado unas ilustraciones perfectas para esta entrada.
Pío Baroja debía ser muy friolero. Y en sus habitaciones, además, no debía sobrar el calor. Siempre con abrigo, y concentrado en su mundo, como aparece en la fotografía, mientras escribía, incansable, para dejárnoslo en sus libros.

Abrazos.

P.D.: ¡Yerbajo! ¡Ah!, y rompo una lanza por los ‘claveles silvestres’, que aunque los "jardineros" los consideren mala hierba tienen muchas propiedades; si bien hay que reconocer la belleza de ese clavel fucsia, de la ventana, en Burgos, y en febrero.

Gelu dijo...

Buenas tardes, de nuevo, Abejita de la Vega:

Se me había volado el comentario anterior, y al reconstruirlo he puesto equivocado el enlace del “yerbajo” que dice pancho.

Más abrazos.

María dijo...

Excelentes imágenes y texto, Abejita.

Un beso.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Siempre me ha gustado la fotografía de Baroja que hoy publicas: un hombre con el pie en la tierra escribiendo con esmero.
¿Trabajar Manuel? ya sabes que no le tenía afición, por mucho que Roberto se empeñe.

Antonio Aguilera dijo...

Querida Abejita, quise poder acompañaros en estss lecturas de Baroja que son imprescindibles, pero la realidad puede mas que el deseo.
Solo dejar costancia de que no os olvido.

Besos

Pamisola dijo...

Hola, sigo diciendo que tus entradas son un complemento del libro.
Yo también estoy leyendo pero voy algo más atrasada, así es que hay cosas que todavía no me suenan.

El almendro te lo regalo hasta que florezcan en tu tierra.
Besos.

Ele Bergón dijo...

Pensé que te había dejado comentario en esta entrada, pero veo que no.

Ya sabes que en estos días pasados estuve por tu tierra y la mía.

Manuel, como siempre, de allá para acá. Le viene muy bien a Boroja este personaje tan "flojo" en el sentido de ese dejarse llevar.

Un abrazo

Luz

Myriam dijo...

Perdona, pero cada vez que veo esta entrada tuya estoy tentada de ponerte ésto y hoy no me he podido contener:

jajajaja menos mal que el papel es blanco, ¿te imaginas limpiarse el c.... con papel carbónico? jajajaja

Besos