sábado, 29 de diciembre de 2012

Un famélico hormiguero. Oscuro, maloliente, caótico, ruidoso e inmisericorde. ¿Una fotografía retocada?




MADRID. Estación del Mediodía. Tarjeta postal antigua de Fototipia J. Roig, Madrid.

Comentario en torno al contenido de la novela "La busca", de Pío Baroja, para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

Mi entrada anterior, con el primer comentario a "La busca", concluía cuando al grillo "virtuoso obstinado" le sustituye la codorniz, con la luz del sol. Comienzan las rutinas diarias, el sereno, el panadero, se abren las tiendas, una criada que echa la basura a la acera, se oye vocear un periódico, la calle entra en movimiento.
 
Adelanto el reloj, puesto que el tiempo sólo es un cañamazo para bordar nuestras tonterías. Es por la tarde y la criada Petra se da prisa  en servir la cena a los huéspedes. Veamos que se guisa:
Un guiso al estilo del dómine Cabra del "Buscón"de Quevedo. El hambre se pasea por los pasillos de la pensión de Casiana Fernández. Famélico, el primer adjetivo para calificar al hormiguero.
 

Volvemos a las prisas de Petra. Porque su hijo Manuel, no tardará en llegar “medio dormido, medio asfixiado en un vagón de tercera” a la estación del Mediodía, procedente de “una aldehuela pobre, rodeada de áridas pedrizas, sin árboles ni matas”.

Dibujo de Ricardo Baroja.


 Se le amontonan recuerdos, lejanos y próximos, “fugaces impresiones de Madrid ya medio olvidadas”. Siente “verdadera angustia; un crepúsculo rojo esclarecía el cielo, inyectado de sangre como la pupila de un monstruo; el tren iba aminorando su marcha; pasaba por delante de las barriadas pobres y de casas sórdidas”.


Cielo rojo. Cielo espectacular de Madrid.
Petra le espera en la puerta de la estación, con toda la intención de mostrarse severa; su cuñado le ha dicho en una carta “que allí, en el pueblo, el chico perdía el tiempo, y que lo mejor era que fuese a Madrid a aprender un oficio”. La vuelta desbarata sus planes de que su hijo estudie para cura; pero al verlo lo abraza “con efusión”.
Y prestemos atención al abrazo porque en “La busca” escasean los afectos. Percibimos un hormiguero oscuro, caótico, maloliente, inmisericorde. La lucha por la vida de sus personajes no deja siquiera un hueco para los sentimientos.



A muchos se nos hace muy dura la lectura de "La busca". ¿Por qué la escribió así Baroja? ¿Acaso era insensible ? Busquemos una respuesta en alguien que lo conoció muy bien, su sobrino Julio Caro Baroja:

 "Cuando, después de ensayar en colaboración con otros escritores jóvenes el componer por entregas un folletín misterioso con Madrid como base, se puso solo a la tarea de escribir "La busca",  pensó hacer una obra de observación directa, que él mismo comparaba a una fotografía retocada, "procedimiento que no es, sin duda-añadía-, el mejor para producir una obra de arte". La frialdad y objetividad de "La busca" fueron exageradas por los críticos, al comentarla recién aparecida. El público gustó de esta supuesta característica, pero desde entonces corre también a voz de que Baroja fue un hombre poco sensible, amén de prosista descuidado."


En "La busca" hormiguean doña Casiana dueña de la pensión y su criada Petra, la Isabelona, doña Violante con su hijas busconas, la "mujer cañón" de la portería,  dos comisionistas, un tenedor de libros, un cura que no paga, la Vizcaína, la Baronesa, un periodista, un hombre rubio y muchos más. Abundan las  personas degradadas, venidas a menos... Y entre todos componen el escenario para el protagonista, el adolescente Manuel Alcázar, el hijo mayor de Petra, en su lucha por instalarse socialmente.

El hormiguero ha de ser oscuro, la falta de luz es todo un símbolo de la vida que arrastran personajes y personajillos. Entramos en la casa de doña Casiana, en la calle Mesonero Romanos, antes del Olivo.

"El portal , largo, oscuro, mal oliente, era más bien un corredor angosto, a uno de cuyos lados estaba la portería". Subimos por la escalera "siempre a oscuras".

Nos detenemos en el piso principal. "De día apenas se divisaba, por la oscuridad reinante, una puerta pequeña; de noche, en cambio, a la luz de un farol de petróleo, podía verse una chapa de hoja de lata...Casiana Fernández".

Pasamos dentro de la casa, si es de día nos sumergimos "en las profundas tinieblas". Si es de noche, "a la vaga claridad difundida por una mariposa de corcho que nadaba sobre el agua y el aceite de un vaso" advertiremos "con cierta vaga nebulosidad, los muebles, cuadros y demás trastos..."
Lamparillas de aceite.

Los olores nos guían mejor que las moribundas luces. Al entrar, "lo único que denotaba el cambio de lugar era el olor, no precisamente por ser más agradable que el de la escalera, pero sí distinto".

Al pasillo dan las alcobas
"en las que hasta muy entrada la tarde solían verse por el suelo calcetines sucios, zapatillas rotas, y, sobre las camas sin hacer, cuellos y puños postizos"

Entre todos los aposentos, el peor de los chiscones es el de doña Violante y sus niñas, no sólo ´se cuelan los olores de la vaquería de abajo, además:

"El cuarto aquel de doña Violante y de sus niñas era infecto; colgaban en las escarpias clavadas en la pared trapajos sucios y, entre la falta de aire y la mezcolanza de olores que allí había, se formaba un tufo capaz de marear a un buey"

Manuel pasa su primera noche allí:

"El muchacho se acostó, y era tan violento el contraste del silencio de la aldea con aquella algarabía de ruido de pasos, conversaciones y voces de la casa, que, a pesar del cansancio, Manuel no pudo dormir"

Oscuro, maloliente, caótico, ruidoso e...inmisericorde. Pronto lo sufrirá Manuel.

La patrona le permite quedarse, a cambio de hacer recados y servir la comida. ¿Se compadecen los huéspedes del pobre chico recién llegado del pueblo?


“Manuel tuvo que aguantar mientras sirvió la mesa…una serie interminablede advertencias, bromas y cuchufletas... unas veces se encontraba tabaco en la sopa, otras carbón, ceniza, pedazos de papel de color en la botella del agua.”

Dibujo de Ricardo Baroja.
Y "uno de los comisionistas... solía levantarse furiosos, cuando pasaban estas cosas, a pedir a la dueña que despachase a un zascandil que hacía tantos disparates"

Es la darwiniana lucha por la vida, el pobre no se apiada del pobre. Manuel se acostumbra, contesta cuando le riñen y busca sus puntos débiles:

"Pronto se enteró de la vida y milagros de todos los huéspedes, y se hallaba dispuesto a soltarles cualquier barbaridad si le fastidiaban"

En este hormiguero, nadie se compadece de nadie. Incluso ´hay regocijo ante la desgracia ajena. Así reaccionan ante el embarazo no deseado de Irene, una de las hijas de doña Violante.

"-¡Anda! ¡Anda a la Casa de Socorro a que te quiten la hinchazón!
...
-¿Quién le ha hecho ese bulto?-decía entre risotadas la vizcaína...
Todos los huéspedes repitieron con fruición y entusiasmo la pregunta..."

Famélico, oscuro, maloliente, caótico, ruidoso, inmisericorde. ¿Una fotografía retocada? ¿Es que la realidad era todavía más dura? ¿O Baroja cargó las tintas?

Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

El texto en letras de color naranja pertenece a un prólogo de Julio Caro Baroja, para la edición ilustrada conmemorativa del nacimiento de Pío Baroja, 1972, editorial Caro Raggio (Madrid).

Las palabras directamente extraídas del texto se corresponden con el enlace:
http://www.escuelahistoria.fcs.ucr.ac.cr/contenidos/biblioteca/esociales/PioBaroja-LaluchaporlavidaI_Labusca_.pdf


7 comentarios:

Merche Pallarés dijo...

Aunque la novela es dura y no pude terminarla, me está gustando mucho cómo la explicas tu :)) Baroja describía muy bien esos ambientes sórdidos. Besotes, M.

Bertha dijo...

Es de verdad un introducirse en el ambiente que de por sí no tiene desperdicio; madre mía que hormiguero nunca mejor dicho.

MªAngeles: eres una narradora imnata lo he disfrutado y ya me apunto a la siguiente...jejeje

Feliz Año 2013 y que podamos seguir visitándonos: que la ilusión no nos falte!

Abrazos.

pancho dijo...

La espera ha merecido la pena. Excelente y laborioso trabajo de análisis e ilustración. La abejita no se aleja de sus parientes que viven a ras de tierra.

De acuerdo con lo que señala Julio Caro Baroja: a Pío Baroja le colgaron un sambenito y con el tuvo que cargar toda su vida. Como si la realidad fuera lo mismo que la literatura. Con ésta se pretende provocar emociones, la realidad es para vivirla.

Un placer leer tu entrada. Me voy que me llaman, que hacemos falta donde no estamos...
Un abrazo y Feliz Año Nuevo.

Gelu dijo...

Buenas noches, Abejita de la Vega:

Difícil tenían salir de esa situación.
Tantos años de guerras y abandono, habían desembocado en la miseria casi generalizada de una parte de las gentes del país.
La única forma en la que un escritor puede contribuir para solucionar algo la situación es dando a conocer la realidad con sus publicaciones.

Abrazos.

Myriam dijo...

Me gusta como marcaste el abrazo que la Petra le dio al hijo y como es una inusitada muestra de afecto de las que no abundan o mejor dicho, fuera de esa, no se ven en la novela.

Besos

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Cuánto me gusta la reflexión central con la que interrumpes tu comentario. En efecto, ¿era insensible Baroja? Tema central de su estilo, sin duda. Necesitaba ese extremar de las cosas para su propósito final, sin duda.

Abejita de la Vega dijo...

Merche: dura y sórdida como la que más.
Bertha: gracias por apuntarte, menudo ambientazo,seguiremos visitándonos.

Pancho: la abejita es solidaria con los bichitos del suelo, aunque den la lata como el grillo. Le colgaron el sambenito de insensible y aún sigue, muchos años después de su muerte.

Gelu: pues es verdad que esa puede ser la única contribución posible de un escritor.

Myriam: Petra abraza a su hijo y su gesto, tan normla, destaca entre tanta inmisericordia.

Pedro: no quería creerme la insensibilidad de Baroja...

Besos, amigos, gracias por entrar aquí.