Ruinas de Numancia, al fondo monumento a la sitiada ciudad y a sus celtibéricos héroes. |
En mi entrada anterior, os anticipaba el contenido de la presente: la visita a las ruinas de Numancia y la constatación de que su resistencia fue, cómo no, numantina. Buen tema para este convulso verano que, estoy segura, ninguno de nosotros olvidará en toda su vida. Ahora vamos por: "España cercada por los mercados, veta las operaciones especulativas". La situación tiene visos numantinos, aunque no tengamos clara la identidad de los "romanos".
Primas de riesgo |
Aquel día, 27 de junio, tras la contundente comida en Valonsadero llega una reposada sobremesa bajo los chopos. Se acabó, hemos de dirigirnos a las ruinas de Numancia, a un collado tan mustio como el de Itálica famosa. El cerro de la Muela de Garray, a siete kilómetros de Soria, se nos muestra como "campo de soledad" bajo un fuerte sol de junio. Añoramos aquellas arboledas...
Cerro de la Muela de Garray |
Entramos en el recinto turístico. Tras asistir a la proyección de un vídeo, recorremos el circuito programado. Contamos con las documentadas explicaciones de una buena conocedora del tema, arqueóloga y profesora de nuestro centro.
La Historia nos relata que "Los celtíberos, encabezados por Numancia, la ciudad más poderosa de los arévacos, mantuvieron una dura resistencia de veinte años, entre el 153 y el 133 a.C., venciendo sucesivamente a los generales romanos, hasta que Roma finalmente, envió al más famoso, Publio Cornelio Escipión, que cercó Numancia, disponiendo siete campamentos y fuertes en los cerros próximos, uniéndolos con un sólido muro de 9 kilómetros de perímetro, defendido por delante, con un foso y una estacada de madera,y disponiendo dos fortines en el punto de encuentro de los ríos Tera y Merdancho con el Duero para controlar sus aguas.Después de once meses de duro asedio la ciudad cayó por inanición, en el verano del 133 a.C.,tomándose la muerte cada uno a su manera y siendo vendidos los supervivientes como esclavos. La ciudad fue arrasada y repartido su territorio entre los indígenas que habían ayudado a Escipión."
Mapa de Numancia |
Schulten |
Contemplamos los molinos de mano con los que molían el grano o las bellotas. Los más simples son los "barquiformes": "una piedra fija, en forma de quilla de barco, y otra superior más pequeña, con la que se ejercía un movimiento de vaiven".
Muele que te muele, los numantinos ganaban el pan con el sudor de su frente y con el agotamiento de sus brazos. Y cuando los molinos ya estaban muy desgastados, los aprovechaban para empedrar las calles. Lo peor vino cuando ya no había nada que moler, los romanos esperaban que se rindieran por hambre.
Entramos en una casa reconstruida. Es de planta rectangular y tiene "las paredes de base de piedra y recrecidos de postes de madera y adobes, rematada con un techado de vigas de madera, cubiertas de paja..."
La habitación central servía para dormir, comer y reunirse en torno al hogar. Allí hablarían de sus preocupaciones cotidianas y de esos romanos que no cesaban en su empeño de invadirles.
Sus objetos cotidianos no son tan refinados como los romanos pero no les falta su vajilla decorada en blanco, negro y rojo. Eran también buenos orfebres y metalúrgicos. Aún así, los romanos les consideran salvajes.
La estancia delantera la usan para hilar, tejer y moler. Labores de numantinas que, concentradas en su telar, tal vez olvidaban el peligro que acechaba su ciudad.
Al ver este telar me acordé de nuestra amiga Penélope Gelu. |
Otra estancia trasera servía de almacén y despensa. También guardaban sus aperos de labranza, no muy diferentes de los que se conservan aún en los desvanes de las casas de pueblo.
Me llama la atención este símbolo , trazado en una ventana, porque se parece mucho al lauburu vasco, sólo se diferencia en que tiene tres brazos en vez de cuatro. Es un trisquel, un símbolo sagrado celta. Colocado en puertas y ventanas, ahuyentaría los peligros, pensarían.
Telares, aperos, molinos...y cómo no, las armas. Con lanzas y escudos guerrearon con los romanos, aunque tenían todas las de perder. Veo un escudo semejante a la rodela de don Quijote.
Salimos de la casa celtibérica, sorteando piedras. "La casa de las columnas", al estilo romano, contrasta con la celtibérica que acabamos de visitar. Una cultura venció a otra.
Abandonamos Numancia, dejamos atrás la tierra soriana. Como despedida las palabras de Antonio Machado, que tanto la amó:
Un abrazo para todos los que entráis aquí de:
María Ángeles Merino