domingo, 22 de octubre de 2017

Pequeña crónica de nuestra reunión en torno a María de Zayas y sus "Novelas amorosas y ejemplares".

Pedro Ojeda (17-10-2017)

Pequeña crónica de nuestra reunión en torno a Novelas Amorosas y Ejemplares de María Zayas. , para la lectura colectiva de La Acequia, dirigida por Pedro Ojeda.

El pasado martes, 17 de octubre de 2017, a las cuatro y media de la tarde, los lectores del Club de Lectura presencial nos encontrábamos en la Facultad de Humanidades y Comunicación, de la Universidad de Burgos. Teníamos por delante el comentario de Novelas Amorosas y Ejemplares de María Zayas. 

En primer lugar, Pedro Ojeda nos recordó que Fernando Aramburu acababa de recibir el Premio Nacional de Narrativa por Patria; una novela leída, disfrutada y comentada en nuestro club.  ¡Merecidísimo premio! Hubo unanimidad. 

Fernando Aramburu 


A continuación, Pedro Ojeda nos informó de las próximas actividades y lecturas. ¡Nos espera un buen curso! 


Vamos con María Zayas, un personaje olvidado. Pudimos acceder fácilmente a su lectura a través de los enlaces: Novelas amorosas y ejemplares y  Desengaños amorosos. 



Pedro Ojeda (P.O.) dialoga con los lectores (L.): 

-(P.O.) ¿Habíais leído a la autora? ¿La conocíais?

-(L.) A través de un programa de televisión: El jardín de Venus.

-(L.) Una calle de Burgos, al final de la calle Madrid.

-(P.O.) Nos llama la atención que esta autora no haya llegado a nosotros. Una autora de best-sellers, éxitos de ventas, con muchas ediciones, traducidas a lenguas europeas. Tiene elogios de Lope de Vega. ¿Por qué desaparece?

-(L.) ¿Tal vez la Inquisición?

-(L.) Es difícil de seguir. Se ha quedado en su época. No encaja hoy su estilo. Lo digo a pesar de ser un defensor de la Zayas (Paco Cuesta).


Foto tomada de La Acequia.

-(L.)  Pasó la época de los personajes pasionales. No tenía tanta importancia la virtud y la honra. 

-(L.) Defensa de la mujer a ultranza. Ve la injusticia de la sociedad y las pone en evidencia. La podían quemar viva por decir verdades.

--(L.) ¿Qué había hecho María Zayas para figurar en letra pequeña, en los libros de texto?



Libro de texto de Literatura, sexto de Bachillerato, años setenta. Fotografía cortesía de Paloma Fernández Villa. 

-(P.O.) Lo sorprendente no es que una mujer escriba, sino que una mujer imprima. Las monjas de los conventos escribían a mano y algunos de sus textos se conservaron, por ejemplo los de la hija de Lope de Vega, pero muchos se perdieron. 


-(L.) La estructura y temática de las novelas es muy parecida, muy de su época, con poemas intercalados. En el Quijote también hay poemas.

-(L.) Tal vez explique más el poema que el resto del texto.

-(P.O.) Es el gusto de la época, necesitaban variedad de cosas, cosas múltiples. Tenían éxito las Misceláneas: un poco de teatro, chistes, poemas...

-(L.) Un "culebrón".

-(P.O.) Sólo en algunas de las novelas se casan. Son culebrones sin final feliz. María de Zayas no creía en los finales felices. Pensaba que la mujer estaba demasiado constreñida, era un objeto de usar y tirar, el hombre tenía muchas libertades prohibidas para las mujeres. Hace que la mujer se vengue de alguna manera. En alguna se venga, incluso lo mata. 


Artemisia Gentileschi. Cuando la mujer se venga es que se venga de verdad.

-(L.) Algunas se meten en el convento con la sana intención de seguir viendo a su amante, como Jacinta con Celio en Aventurarse perdiendo.

-(L.) El tema del padre lo separa. El padre no pinta tanto.

-(L.) Sí pinta, en  Aventurarse perdiendo, al menos, el padre miente a la hija diciendo que su amante don Félix ha muerto, lo cual es decisivo para el relato.



-(L.) Díficil de leer.

-(L.) Pesado de leer, pone ejemplos, le gustaba a la gente leer de esa manera.

-(P.O.) ¿Alguna sorpresa? ¿Alguna novela más interesante?
El jardín engañoso es muy diferente. Es un mundo fantástico, interviene el diablo y ,al final, resulta que el demonio se pica de orgullo: cómo tú eres bueno voy a ser mejor que tú. Hace bueno al demonio. ¡Y hay un asesinato sin castigo, en el siglo XVII!



-(L.) ¿Es una obra didáctica?

-(P.O.) Va contra la moral tradicional, con finales no convencionales. Lo sorprendente es que lo haga una mujer en obras de éxito.

-(L.) Están ambientadas en diferentes lugares, cada novela en uno distinto para que esté contento todo el mundo. Es una mujer viajada, del círculo de la aristocracia, de ahí la protección, acompaña a sus padres a Madrid, Nápoles, Zaragoza, Sevilla, Granada...un recorrido muy interesante. Cuenta cosas que conoce.



-(L.) ¿Cuento o novela?

-(P.O.) En español llamamos novela a todo porque la palabra "roman" se la apropia la poesía, en un género con tanta fuerza como es el Romancero. Como no podemos utilizar la palabra romance para la narrativa, llamamos a todo novela.

-(L.) Se compara con el Decamerón de Bocaccio.

-(P.O.) Es el nacimiento de todo un género en Europa, en el siglo XIV, que no nace de la nada sino a través de traducciones árabes de cuentos persas: Calila y DimnaLas mil y una noches...El origen de las novelas de la Zayas es el Decamerón de Bocaccio: una colección de relatos de ambiente urbano, con un marco narrativo. Unos jóvenes que huyen de la peste, siete mujeres y tres hombres, se refugian en una villa en el campo y cada día uno cuenta una novela. No todas las historias son eróticas, a pesar de su fama, no llegan al 15%. El resto es otra cosa. 


A Tale from Decameron por John William Waterhouse, 1916, Lady Lever Art Gallery,Liverpool.


-(P.O.) Lo imita Cervantes sin marco narrativo. Se muere prometiendo en el prólogo del Persiles una novela que se llama Las semanas del jardín, que era a lo Bocacccio, era casi seguro. El manuscrito ha desaparecido, por ahí puede andar. Las Novelas Ejemplares tienen un impacto, llegan a María de Zayas que recupera el marco: un grupo de jóvenes, cinco y cinco, que no huyen sino que se entretienen con la literatura, disfrutan de las novelas, en un entorno de Navidad. Da un paso más: la novela se mete dentro del marco narrativo, desarrolla una novela entre los personajes que cuentan las novelas. Como en algunas series de televisión: cada uno de los capítulos es una historia pero también hay una historia entre los que la cuentan. ¿Quién inventa esto? María Zayas, hace algo que no había hecho nadie.



--(L.) ¿Qué clase de público?

--(P.O.) El público es burgués o aristocrático, refinado, no habla al pueblo, su estilo es alambicado. María de Zayas se está dirigiendo a los jóvenes de la aristocracia, un público que no tiene que saber nada de literatura, ni siquiera tiene que saber que leer, bastaba con que leyera uno de ellos. Ponen de relieve que los clubes de lectura ya funcionaban en aquella época. Los jóvenes se reunían en casa para comentar novelas y María de Zayas vendía un producto para los clubes de lectura.


-(P.O.) La mayor parte de los argumentos son amorosos y muy carnales. Comentan historias de amor no convencionales que rompen la moral tradicional. La Zayas vendía su producto, las novelas, y los impresores se disputaban una colección de novelas revolucionarias, interesantes para las jóvenes que querían ser libres, adelantándose a padres y tutores. Hay un sector que está deseando que le cuenten esas cosas: por qué me tengo que casar con el que quiera mi padre...Eran libros de bolsillo, un formato que permitía una intimidad no controlada, se podían esconder en el "mundo"o en el costurero. No todo es como nos lo han contado. Se está resquebrajando la moral tradicional y los curas, en las misas, condenan las novelas leídas por las jóvenes. 


Recreación de un estrado en Alcázar de San Juan.

-(P.O.) Durante diez años hubo un decreto que prohibía la edición de novelas (1625-1634). Poco después María de Zayas publica su colección a la que el impresor llama Novelas amorosas y ejemplares, más comercial y atractivo, aunque ella las llama "maravillas", cuestión de censura. Escribe para un público y da a su público lo que quiere:

"¿Quién duda, lector mío, que te causará admiración que una mujer tenga despejo, no sólo para escribir un libro, sino para darle a la estampa, que es el crisol donde se averigua la pureza de los ingenios? "

"¿Quién duda, digo otra vez, que habrá muchos que atribuyan a locura esta virtuosa osadía de sacar a luz mis borrones siendo mujer, que en opinión de algunos necios es lo mismo que una cosa incapaz? "

-(P.O.) Locura, mujer, hombres necios, incapaz...Décadas después tendremos a Sor Juana Inés de la Cruz: 

"Hombres necios, que acusáis
 a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis
..."

-(P.O.) Siempre han leído más las mujeres que los hombres, la novela especialmente. La novela de amor es un género femenino, desde la Edad Media hasta la conocida anécdota de Pío Baroja, cuando Miguel Delibes le comenta sus ventas: ¡Ah, pues, si leen ésas!

¡Ah, pues si leen ésas!

-(P.O.) La colección de María Zayas era para mujeres jóvenes que se reunían en las casas para leer. Los jóvenes que querían ligar iban a las reuniones lectoras. Están escritas para que alguien lea y los demás escuchen, como el Cantar de Mio Cid que fue escrito para la transmisión oral. Por ello, los problemas estilísticos se solucionan si se leen en voz alta.

Las ediciones tienen problemas, al impresor le quemaba, tenía que ir muy rápido porque eran un éxito. En el XVIII los problemas serán aún mayores.

Quería daros a conocer una personalidad poco conocida. María de Zayas se disculpa por ser mujer, no por el tema.

Pedro Ojeda nos propone ir a la calle María de Zayas. Queda pendiente con homenaje lector incluido. 

Un abrazo de María Ángeles Merino para todos los de mi club de lectura, ésas y ésos. ¡Con tilde!


Mi cuaderno de notas

lunes, 16 de octubre de 2017

"Aventurarse perdiendo" y la firmeza en la mujer.


Comentario a la novela corta Aventurarse perdiendo que forma parte de las Novelas amorosas y ejemplares de María de Zayas Sotomayor. Para la lectura colectiva de La Acequia, dirigida por Pedro Ojeda.

En la entrada anterior, hablábamos de mujeres fugitivas por amores. Imaginábamos tal condición en la hermosa joven de una pintura que nos traía a la memoria a la Dorotea de Cervantes que, a su vez, relacionábamos con Jacinta, la protagonista de Aventurarse perdiendo, de María Zayas. Mirad, por ahí viene Austri, mi habitual compañera de lecturas.

-¿Qué hacías ahí, junto al río?

-Estaba mirando a unos novios que ensayaban poses para las fotos de su boda, aleccionados por el fotógrafo. Parecían escapados de una tarta. ¡Cuánta dulzura!

-Olvida la dulzura que vamos, de nuevo, con doña María de Zayas y su novela Aventurarse perdiendo. Recuerdas que en las Novelas amorosas y ejemplares la ilación se realizaba  al modo "bocacciano", como en el Decamerón, uniendo las historias por medio del artificio de la tertulia reunida que anima cada noche uno de los cinco concurrentes: cinco damas y cinco caballeros. No huyen de la peste sino que se entretienen en un animado "sarao", en honor de Lisis, enferma de cuartanas. 

-¿Sarao?

-Una fiesta con baile y música. Una palabra que yo asocio siempre con María de Zayas porque recuerdo cuando estudiaba, hace unos pocos añitos, en la Historia de la Literatura española de José García López  que traía muy poquita  información sobre dicha escritora y en letra pequeña, como autora de libros de "saraos", vocablo para mí entonces desconocido. No se me olvidó la palabreja, vete a saber por qué, caprichos de la memoria. Tal vez me chocara que el manual diera tan poca importancia a los escritos de una mujer del siglo XVII. 



-¿Cuartanas?

-Sí, fiebre palúdica que se repite cada cuatro días, algo que aquí sólo recuerda la gente muy mayor. 

-Vamos con la novela. La narradora Lisarda, abre el fuego con una presentación que da una cal y otra de arena, a "damas y nobles caballeros". Me imagino a unas y otros sonriendo con intermitencias, al escuchar:

"...veréis cómo para ser una mujer desdichada, cuando su estrella la inclina a serlo, no bastan exemplos ni escarmientos; si bien serviría el oírla de aviso para que no se arrojen al mar de sus desenfrenados deseos, fiadas en la barquilla de su flaqueza, temiendo que en él se aneguen, no sólo las flacas fuerzas de las mujeres, sino los claros y heroicos entendimientos de los hombres, cuyos engaños es razón que se teman, como se verá en mi maravilla..."


-Como decíamos en la entrada anterior, Austri y yo, ascendimos, no sin dificultad, "por entre las ásperas peñas de Monserrate". Subir a una montaña es siempre un reto. La nuestra era una expedición literaria, y un tanto feminista, en busca del personaje de Jacinta, vestida de zagal; la que se aventura por amor una y otra vez y siempre pierde...mas no la firmeza, a pesar de "la barquilla de su flaqueza". 

-Pobre barquilla mía,
y entre las olas sola:...

-Austri, ya sé que te gusta mucho ese poema de Lope de Vega...seguramente a doña María también. Era muy de Lope. El Fénix de los Ingenios  le dedicó la Silva VIII, en su Laurel de Apolo:

¡Oh dulces Hipocrénides hermosas!
Los espinos Pangeos
aprisa desnudad, y de las rosas
tejed ricas guirnaldas y trofeos
a la inmortal María de Zayas,
...

Dejamos para luego a las Hipocrénides y a los Pangeos, que ya te veo con el de la RAE y la Wikipedia. A lo nuestro, vamos a recorrer el mismo camino del personaje Fabio,  el"virtuoso" caballero madrileño que, tras su visita de negocios a Barcelona, busca sustento  espiritual en el entorno de Monserrat, donde visita "devotas celdas y penitentes monjes". ¿Recuerdas? 

-Una situación convencional a la que la escritora da la vuelta: Fabio escucha el canto de un zagal que resulta ser una mujer "desdichada" que narra su larga y complicada historia sentimental. Hoy la calificaríamos de culebrón. La de los monjes sería leve penitencia, tan santos ellos que los paxarillos vienen a sus manos a comer migajas de pan. ¡Qué ternura tan edificante!



-Como Fabio, Austri y yo, después de visitar el templo donde se venera a la Moreneta, nos holgábamos paseando entre riscos, con "animoso brío", a pesar del calor. Exhaustas de subir y bajar por estrechas sendas, nos sentamos “a la margen de un cristalino y pequeño arroyuelo” que "descolgándose con sosegado rumor de una hermosa fuente”, derramaba “sus perlas entre menudas hierbecillas”. Una vez recobrado "el perdido aliento", nuestros sentidos se recreaban en aquel "locus amoenus". Sólo nos faltaba el pastor...o la pastora. 



-Escucha, María Ángeles, alguien canta con voz "tan baxa como triste". ¡Debe ser nuestra Jacinta!
...
Cuando de tus sinrazones
pudiera, Celio, quexarme,
quiere amor que no te olvide
quiere amor que más te ame.
...

-Siguiendo la margen del río, dimos con un "hermoso mozo", recostado "en verdes romeros y graciosos tomillos". Disfrazado con calzón, abarcas, montera y cayado. Un pastor de "blancas manos" y rostro respetado por el sol, acompañado de "una manada de blancas ovejas más por dar motivo a su traje, que por el cuidado que mostraba tener con ellas". El decorado de una égloga de Garcilaso de la Vega, a la que la Zayas da la vuelta, en clave femenina.



Y en la edad pasaba de muchacho y en las pocas señales de su barba no mostraba ser hombre. Nos acercamos pero estaba tan ausente que no se dio cuenta de nuestra presencia. ¡Sí, era la Jacinta que buscábamos! Al oír nuestro saludo, volvió en sí "con un ¡ay! tan lastimoso, que parecía ser el último de su vida". Al ver que éramos mujeres, cesó su temor. Nos preguntaba si conocíamos a un cristiano caballero madrileño llamado Fabio, el cual estimó con respeto su belleza y fue confidente de sus "lástimas y pasiones", "tantas y venidas por tan varios caminos". 

-No lo conocemos en persona, mi señora doña Jacinta; nuestra fuente fue este libro titulado Novelas amorosas amorosas y ejemplares de doña María de Zayas.

-¿Una mujer escribió mi desdichada historia?

-Así es, y con gran éxito: doña María de Zayas y Sotomayor, poetisa y novelista, que escribe en la edición de 1638:

"...si unos la desestimaron, cientos la aplaudieron y todas las buscaron y las buscan, y han gozado de tres impresiones, dos naturales y una hurtada". 



-Mira lo que dice aquí: 


-Jacinta, natural de Baeza, permíteme que te tutee, tal es la costumbre en nuestro siglo. Te presentas con toda la carga misógina de la honra y la deshonra, mas no todo es culpa de la mujer y así lo manifiestas. Educadas para ser débiles y sufrir engaños, mejor nacer ciegas y no enterarse de nada. Murió pronto tu madre y te faltó la vigilancia, tan importante para conservar tu honestidad. Tu padre se descuidó en darte estado, "yerro notable". ¡No falta ironía en la Zayas!

-¿Un refuerzo de las posturas tradicionales o un anuncio de posturas que sólo siglos más tarde serían replanteadas? Pienso que doña María tiene muy claro el derecho de la mujer a elegir marido o a no elegir ninguno...como parece fue su caso. Enamorada, tal vez sí. Hay quien se extraña de un conocimiento de la pasión que sólo puede nacer de una experiencia directa, trágica, infeliz y dolorosa. La llaman "la escritora sin rostro" y algunos suponen que era poco agraciada, dado que no hay loas a su belleza. Ese retrato que circula por ahí es feíto, efectivamente. 



-Vayamos contigo, Jacinta. Tenías dieciséis años cuando soñaste con un hombre muy galán, con el rostro cubierto. Deseosa de ver el rostro, le quitaste el rebozo. Él contestó a tu atrevimiento, sacó una daga y te dio un golpe tan cruel en el corazón que te obligó a dar voces. Despertaste con el retrato estampado en tu memoria. Deseabas "hallar para dueño" un hombre así y hallaste enamorada sin saber de qué. 

-¿Dueño? ¿Quién puede desear tener dueño por muy gallardo y dulce que se muestre?

-Perdona, Jacinta, te parecerá impío pero esto que cuentas me recuerda al ángel con el dardo de la transverberación de Santa Teresa. Disculpa la digresión.



-Acepto la disculpa, mi señora, y no me parece impío el símil sino muy hermoso. ¡Y acertado! "Llegó a tanto mi amor..."

-Que hiciste a tu adorada sombra unos versos. Pides benevolencia, dices que una mujer carece de arte y estudios y sólo se vale de su natural. ¡Y a los poetas machos no les pasas ni una, que ellos conocen el arte! 

-Estudios...Algo que reivindica repetidamente doña María es la educación femenina. Fuerzas, entendimiento, defensa y libros. Ella fue privilegiada, perteneció a la nobleza ilustrada, viajó mucho por los destinos de su padre y a la vista está que tuvo acceso a la cultura. 

"...y así, por tenernos sujetas desde que nacimos, vais enflaqueciendo nuestras fuerzas con temores de la honra, y el entendimiento con el recato de la vergüenza, dándonos por espadas ruecas, y por libros almohadillas."


Santa Catalina de Alejandría (Museo del Retablo de San Esteban, Burgos)

-A juzgar por lo que leo aquí, pronto la sombra será de carne y hueso. Y mira tú qué casualidad, que la sombra era de nobilísimo linaje y que, después de tres años de valerosos hechos en la guerra de Flandes, llegó a Baeza al tiempo que tú ocupabas un balcón y reconocías en él al dueño de tu sueño y aún de tu alma. Era don Félix, mira qué casualidad, el hermano de tu amiga Isabel. No lo conocías ni él te conocía a ti, eras muy niña cuando se fue a la guerra. Esto está muy trillado, Jacinta.

Miró don Félix el balcón, tus ojos "hacían fiesta" y amor executó "el golpe de su dorada saeta." Así de paso te dixo: "Tal joya será mía, o yo perderé la vida." Te hubiera gustado decir "ya lo soy", amor tenía dispuesto tu perdición, te iba poniendo lazos y hoyos. 

¿Qué iba a hacer yo? ¡Lo que más deseaba! "¿Qué mujer despreció jamás la ocasión de casarse, y más del mismo que ama...? "



-Perdona, Jacinta, pero no entiendo las ganas locas que teníais por casaros. Tanta que lo considerabais como una oportunidad que no se podía desaprovechar. Como decía Sancho Panza: "Cuando te den la vaquilla, corre con la soguilla". Te digo como Laura, otro personaje femenino de María de Zayas: 

"¿Quién es la necia que desea casarse, viendo tantos y tan lastimosos ejemplos?" 

-"Y sacando la mano por la rexa", tomaste la que te ofrecía tu "dueño". ¡Y dale con el dueño! ¡Cómo te gusta ser propiedad! Se lo dices bien claro, nada de disimulos. Lo quieres y no desde el día que lo viste sino antes. Y para que entienda, le dices lo de tu sueño a tu dueño. Se sentirá muy halagado tu don Félix ante tamañas novedades. 


-¡Ay, Jacinta, Jacinta, que todavía en mis años de juventud, los setenta del siglo XX, nos desaconsejaban dar tan pronto el  "te quiero"!  Eso...mucho después y primero que lo diga él. Mira, niña, que la mujer tiene las de perder. Te precipitaste, el "te quiero" podía y debía esperar. Te aventuraste, Jacintita. 

-Así que don Félix, agradecido, cómo no, no hacía sino besarte la mano. Os despedís "con mil ternezas", con el propósito de veros "todas las noches en la misma parte". Al criado  vencerás con oro, ay qué peligro, y habrás de pasar delante de tu padre y hermano, para salir de tu aposento. Doña Isabel dará gusto a su hermano y servirá  "de fiel tercera". 

No contabas, Jacinta, con la llegada de Adriana, la hermosa y rica prima de don Félix que se enamora de él y enferma gravemente al ser rechazada. Persuadido por su tía, "mi niña está muy malita", don Félix le da palabra de matrimonio a Adriana para que se ponga buena. Él te asegura que romperá su compromiso con Adriana y tú te arrojas al mar de los deseos y te entregas "en cuerpo y alma".

-¿En cuerpo y alma? Sí, soy una mujer desdichada, no me bastan "exemplos ni escarmientos". Mas no soy como la Beatriz de El prevenido engañado que intenta reanimar a su esclavo negro para que la sacíe y éste la rechaza porque se está muriendo extenuado. Y no digo nada de la que se esconde en un humilladero donde reposan los restos de los ajusticiados y la que pare a escondidas con toda facilidad y abandona a la criatura...Doña María las vitupera pero las defiende, son mujeres y desdichadas.

-Seguimos con la prima de don Félix. Jesús, qué culebrón. A Adriana le receta el médico un jarabe acerado por el mal de la opilación, enfermedad de las damas que comían barro para mantener su palidez. Ante el desamor de su primo, se suicida añadiendo solimán al medicamento; pero antes le escribe a vuestro padre diciéndole que vele por su honor. Don Félix y tú sois sorprendidos y os refugiáis en un convento. Don Félix sale del convento, mata a tu hermano en defensa propia y sale para Flandes. Sigue, amiga, que no puedo más con esta historia. ¡Qué agotamiento!

-Tu padre se apodera de las cartas de don Félix y te notifica falsamente que tu amante ha muerto. Los hombres engañan, incluso los padres...Tomas el hábito de religiosa y estás tan ricamente en el convento hasta que, al cabo de seis años, regresa don Félix a España y se oculta contigo en el convento. Envía un criado a Roma para obtener un Breve del Papa. El Papa ordena a don Félix que se presente ante él y allá vas tú, Jacinta, a acompañarlo en el viaje. El Papa os casa con la penitencia de no juntaros en un año. La cancioncilla de los pelegrinitos, mamita, aunque no sois primos, mamita...

-Regresáis a España pero don Félix parte de nuevo para cumplir la penitencia. Muere en el extranjero, como en tu famoso sueño, Jacinta. Termina tú, anda, que es tu historia.



-Me enamoré de otro galán llamado Celio y le seguí cuando él se marchó para Salamanca. El guía me dejó abandonada después de robarme. En lugar de Salamanca, llegué a Barcelona. Me disfracé de pastor y entré a servir a los monjes de Monserrat, cuidando el ganado, tal y como me encontró Fabio. Aquí estoy, sin hacer caso a las ovejas. Soy Salicia y Nemorosa a la vez. Tuve que hacer frente a la muerte de don Félix, como Nemoroso la de Elisa. Ahora lloro el abandono de Celio, como Salicio se queja de la infidelidad de Galatea.

-Caballero como Félix o estudiante como Celio, el resultado es el mismo. No hay disputa entre Elena y María. La Zayas se atreve a jugar con la materia literaria tradicional para afirmar que...

-...la firmeza amatoria sólo está en la mujer. Yo le diría que la confianza no está en los hombres, ni en las mujeres, que está en el tronco de los laureles. Así dice una canción...

-Fabio, que resulta conocer bien a Celio, otra casualidad, te ayudará como hermano y te acompañará al convento. Tan comprensivo con las pasiones femeninas que te dice:

"Y si no puedes vivir sin Celio, yo haré que Celio te visite, trocando el amor imperfecto en amor de hermanos".

-Amigas que, en este monte de Monserrate me visitáis, os repito mi decisión, la que manifesté a Fabio:

"La entrada en el Monasterio aceto; sólo en lo que no podré obedecerte, será en tomar uno, ni otro estado, si no se muda mi voluntad, porque para admitir esposo, me lo estorba mi amor, y para ser de Dios, ser de Celio, porque aunque es la ganancia diferente, para dar la voluntad a tan divino Esposo es justo que esté muy libre y desocupada. Bien sé lo que gano por lo que pierdo, que es el cielo, o el infierno, que tal es el de mis pasiones; mas no fuera verdadero mi amor, si no me costara tanto. Hacienda tengo; bien podré estarme en el estado que poseo, sin mudarme dél. 



-Un hombre bueno es Fabio. Podías intentarlo Jacinta.

-No, escuchénme bien, señoras mías:

"Soy Fénix de amor, quise a don Félix hasta que me le quitó la muerte, quiero y querré a Celio hasta que ella triunfe de mi vida. Hice elección de amar y con ella acabaré. Y si tú haces que Celio me vea, con eso estoy contenta, porque como yo vea a Celio, eso me basta, aunque sé que ni me ha de agradecer ni premiar esta fineza, esta voluntad, ni este amor; mas aventuraréme perdiendo, no porque crea que he de ganar, que ni él dexará de ser tan ingrato, como yo firme, ni yo tan desdichada como he sido, mas por lo menos comerá el alma el gusto de su vista, a pesar de sus despegos y deslealtades."

-Eso de ver al antiguo amante en el convento, no debió gustar a la Santa Inquisición. Se empieza con la vista y luego van detrás los demás sentidos. 

-Ya la bella Lisarda probó "en su maravilla la firmeza de las mujeres cifrada en las desdichas de Jacinta". 

-La firmeza en un amor no correspondido, aunque se hayan aventurado y hayan perdido. 

María de Zayas merece un mayor espacio y una letra más grande, aunque sólo sea por defender la igualdad de la mujer, su libertad y su derecho a la educación. 

Un abrazo de María Ángeles Merino
Y Austri.

sábado, 30 de septiembre de 2017

Las "Doroteas": la de Cervantes, la de María Zayas y tantas que van por el mundo. ¡Y la de Rioseras!

Rioseras (Marceliano Santa María)

Comentario nostálgico en recuerdo de aquella inolvidable lectura del Quijote que vivimos en La Acequia, dirigida por Pedro Ojeda. 

Pequeña introducción a la novela corta "Aventurarse perdiendo" que forma parte de las Novelas amorosas y ejemplares de María de Zayas Sotomayor.

Para la lectura colectiva de La Acequia, dirigida por Pedro Ojeda.

Un tarde de agosto, había quedado con mi amiga Austri, en el Arco de Santa María. Había leído mi entrada sobre la exposición "Marceliano Santa María. Un paseo por la provincia" y, picada de la curiosidad, me pidió que la acompañase. Subimos las antipáticas escaleras y nos detuvimos delante del cuadro "Rioseras". Nos miraba una muchachita descalza, con delantal y pañuelo muy blanco, junto al puente de un río espejeante y patoso. Posiblemente no era la mejor obra, pero fue la que guió caprichosamente el albur de nuestros pensamientos: 

-Mira, Austri. ¡Una Dorotea en Rioseras! 

-¿Cómo sabes el nombre de la chica del cuadro?


-No lo sé, en Rioseras, un pueblecito del Alfoz de Burgos, la conocen. Era de una familia de allí  y murió hace años. 

-¿La bella Dorotea? ¿La de Cervantes? ¿Qué tiene que ver con esa jovencita que pintó Marceliano Santa María? Aquí no hay intrincadas y lejanas sierras para huir, solo un río a un paso de su casa. 

-Ya sabes que, en verano, vuelvo a  a leer parte del Quijote, al mismo tiempo que repaso, en La Acequia, las explicaciones de Pedro Ojeda en cada capítulo y algunos comentarios de los lectores y blogueros. El paso del tiempo enriquece la lectura colectiva, le da distinta perspectiva. 

-Y, como sueles decir, siempre encontramos algo nuevo en el Quijote. 



-Siempre encontramos algo nuevo y ya no somos los mismos."El Quijote no se termina nunca", lo decía mi abuela y me lo acaba de recordar mi madre. 

-El año pasado ibas por ahí leyéndolo con el móvil, dejándote la vista, chocando con los árboles o las farolas  y algunos pensaban que ibas a la caza de "pokemons", como una cría.

-La lectura callejera  ha sido ahora mucho más cómoda, he entrado en la nueva era lectora con mi libro electrónico. 

-Pero tú dices siempre que eres de papel.

-Y sigo siéndolo; pero aprecio las ventajas del invento, para el Quijote, especialmente. Siempre es un tomo grueso y pesado, incómodo para llevar por ahí. Esto, ves, no pesa, abulta poco más que un móvil y se pasa página con un toquecito del dedo. Puedes poner la letra del tamaño que quieras e incluso leer con la luz apagada. ¡Pero sigo siendo de papel! 


-
Chocolate sin azúcar y libro sin papel

Vamos con Dorotea. Mira, aquí, en el capítulo 2.28  "que trata de la nueva y agradable aventura que al cura y al barbero sucedió en la misma sierra". 

-¿Era esa la sierra donde don Quijote se retiró a hacer penitencia? 

-Sí. Allí estaba don Quijote y Sancho con el cura, el barbero y el loco Cardenio que penaba por su Luscinda. Oyeron una voz "con tristes acentos" que decía:

"¡Ay Dios! ¿Si será posible que he ya hallado lugar que pueda servir de escondida sepultura a la carga pesada deste cuerpo, que tan contra mi voluntad sostengo? Sí será, si la soledad que prometen estas sierras no me miente. ¡Ay, desdichada, y cuán más agradable compañía harán estos riscos y malezas a mi intención, pues me darán lugar para que con quejas comunique mi desgracia al cielo, que no la de ningún hombre humano, pues no hay ninguno en la tierra de quien se pueda esperar consejo en las dudas, alivio en las quejas, ni remedio en los males!"

-¡Era la bella Dorotea, con sus cuitas y "vestidita de varón"!

-Espera: "detrás de un peñasco vieron, sentado al pie de un fresno, a un mozo vestido como labrador, al cual, por tener inclinado el rostro, a causa de que se lavaba los pies en el arroyo que por allí corría, no se le pudieron ver por entonces."



-¡Ahora entiendo lo de la Dorotea de Rioseras! Mira aquí pintó el Arlanzón y esas manchas de color en la orilla eran lavanderas, una imagen habitual en aquellos años, sin agua corriente en las casas. 



Pero a esta chica, la pinta con todo detalle. Se nos muestra descalza, sentada junto a un arroyo, más sorprendida que desdichada. Vamos a fantasear un poco. ¿Qué hace la del pañolón blanco? 

-Se apoya sobre un codo y se gira para mirar al espectador. No hay ropa ni tabla de lavar, el sol le da en la cara y acaricia sus pies descalzos. ¿Los metió en el agua? ¿Huía del trajín de la cocina o de la era? No había tenido tiempo de quitarse el delantal; mas la blusa rosa de puños blancos era la de los domingos. ¿Esperaba encontrarse con alguien bien conocido? 

-Don Marceliano iría cargado con su maletín y su caballete. Buscaría un paisaje castellano: un trigal o un cebadal, un cuadro de alfalfa, un barbecho pardo, una hoz al aire, seres humanos encorvados. 



Como no llevaba suficiente amarillo, cambió el esquema: cerros en la lejanía, Rioseras, los chopos, el arroyo, agua y luz bajo el puente,  unos patos...¡Y una hermosa adolescente de pies rosados! 

-Estás fantaseando con un viejecito Marceliano Santa María suspenso ante la belleza de unos jóvenes pies. Como el cura, el barbero y el loco Cardenio, en la sierra penitencial de don Quijote: 

"Y ellos llegaron con tanto silencio que dél no fueron sentidos, ni él estaba a otra cosa atento que a lavarse los pies, que eran tales, que no parecían sino dos pedazos de blanco cristal que entre las otras piedras del arroyo se habían nacido. Suspendióles la blancura y belleza de los pies, pareciéndoles que no estaban hechos a pisar terrones, ni a andar tras el arado y los bueyes, como mostraba el hábito de su dueño..."

Y, ya puestos, ahora imagina a la chavalita rubia de Rioseras desprendiéndose del recatado y blanquísimo pañuelo de cabeza, como Dorotea con la varonil montera:

"... y, sacudiendo la cabeza a una y a otra parte, se comenzaron a descoger y desparcir unos cabellos, que pudieran los del sol tenerles envidia...Los luengos y rubios cabellos no sólo le cubrieron las espaldas, mas toda en torno la escondieron debajo de ellos; que si no eran los pies, ninguna otra cosa de su cuerpo se parecía: tales y tantos eran."

-¡Tan largos que la cubrían por completo! No sino unas apretadas trenzas o un práctico moño que me parecen más propios de una chica de pueblo de los años cincuenta del siglo XX. ¡Y ese arrebato tipo Gilda! ¡No, mujer! Eran tiempos muy recatados, era la posguerra. La de Rioseras no era la Venus de Botticelli, ni la que inspiró a Garcilaso, cuyo cabello "el viento mueve, esparce y desordena".



¡Ni la modelo de un anuncio de champú! Bueno, quédate con lo de los pies descalzos, fuera del agua ¿eh? Como dice Pedro Ojeda: "el simbolismo sexual de sus pies en el arroyo"En cuanto a lo de la larga melena, y centrándonos en el personaje cervantino, mira lo que nos dejó escrito nuestro amigo bloguero, el periodista Fernando Portillo Hombre, en los comentarios de La Acequia, a próposito del capítulo 2.28 del Quijote:

"Cervantes vuelve una vez más a abrirnos las mentes y en este caso los gustos de los hombres de su época en materia de féminas para darnos cuenta de que son universales y propios de todos los tiempos. Así, mientras las mujeres, siglo tras siglo, se afanan en cortarse, rizarse, moldearse, cardarse, freírse y teñirse el pelo; en maquillarse y pintarse las uñas de los dedos de los pies y en seguir modas en las ropas interiores y exteriores tan extravagantes y cambiantes que no pocas veces se dan la mano con la ortopedia, los caballeros del siglo XVI ya se veían seducidos como Humbert-Humbert en el XX por una melena rubia que se desploma sobre los hombros de una muchacha..."

-Los afanes femeninos y la seducción...genial Fernando Portillo. Recuerdo su participación en la lectura del Quijote, con sus cultos y jugosos comentarios, y  su autorretrato quijotesco. 


-No dejes de leer el comentario completo, el que comienza por: "Más que requetesobada, como queda la atribulada Dorotea por el pícaro Fernando, es la morcilla o “historia dentro de la historia” que nos mete Cervantes en el capítulo XXVIII. Trátase de una historia de marcado corte erótico para inspiración de caballeros en la más estricta intimidad..."


-Doroteas, mujeres que huyen por amor. ¡Tantas que van por el mundo! Hemos comenzado con la niña de Rioseras que, posiblemente, no huía de nada grave. ¿O sí? 

-No podemos saberlo. Mira, acabo de empezar la lectura de las "Novelas ejemplares y amorosas" de María de Zayas. ¡Y me he encontrado con otra "Dorotea"! 

-¿En el libro que vais, vamos, a leer en septiembre? 



-Sí, en una novela  que se titula "Aventurarse perdiendo". La "Dorotea" se llama Jacinta y se refugia "por entre las ásperas peñas de Monserrate". Un "virtuoso mancebo", el discreto Fabio, oye las quejas de amor de un "hermoso zagal" que resulta ser, cómo no, una mujer enamorada.

-¿Enamorada de quién?

-Te leo un poco: 

"¿Quién vio, Fabio, amar una sombra, pues, aunque se cuenta de muchos que han amado cosas increíbles y monstruosas, por lo menos tenían forma a quien querer. Disculpa tiene conmigo Pigmaleón que adoró la imagen que después Júpiter le animó; y el mancebo de Atenas, y los que amaron el árbol y el delfín; mas yo que no amaba sino una sombra y fantasía ¿qué sentirá de mí el mundo? ¿quién duda que no creerá lo que digo, y si lo cree me llamará loca?"

-No sé si he entendido bien. ¿Amar a una sombra? 

-El hombre que conoció en un sueño, un amor "onírico". ¡ A Freud le hubiera gustado! ¡Erótico y onírico!

-Una "Dorotea" un tanto extraña, nos ponemos manos a la obra, digo a la lectura. Viajamos al áspero Monserrate. No sé si mañana es buen día: primero de octubre.

-Hasta la semana que viene, Austri. Seguiremos hablando de la mujer que se aventura perdiendo. 

Un abrazo para los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

¡Perdonadme la superentrada! ¡Un beso a todos!

miércoles, 6 de septiembre de 2017

"Nos sentimos en Burgos presa de una dulce emoción que no podemos definir...¿Será porque ya gravita sobre nosotros la Catedral antes de haber traspuesto sus umbrales?"


Catedral de Burgos al atardecer (foto de Agustín Merino)

San Lesmes, el río Arlanzón, el pintor burgalés Marceliano Santamaría, el Cid Campeador y ahora, cómo no en un libro titulado La cabeza de Castilla, vamos a ver qué escribe Azorín de la Catedral...de Burgos. Recuerdo que una amiga me comentó lo poco que el de Monóvar había pateado Burgos: llegó, quería visitar la Catedral y la encontró cerrada, pasó a  la Llana, se fijó en unos granos de trigo entre las piedras, vio un poquito la Catedral y se acabó. ¿Se merecía un homenaje por parte de los burgaleses? 

Cuando Pedro Ojeda nos leyó el capítulo XI del, para mí desconocido, libro La cabeza de Castilla, junto a las ruinas de San Francisco, me dije: "parece que sí lo merece":

"Nos sentimos en Burgos presa de una dulce emoción que no podemos definir...¿Será porque ya gravita sobre nosotros la Catedral antes de haber traspuesto sus umbrales?" (1946)



Al día siguiente, lo saqué de la biblioteca y tuve que llegar al "Epilogo en Burgos", en el capítulo XXV, para dar con lo de la Llana y los granos de trigo. Azorín realizó, al parecer, un viaje relámpago en automóvil que incluía paradas en Briviesca y en Burgos, con sensaciones de "déjà vu": 

 "Sí; iba corriendo el automóvil, y yo me regodeaba por adelantado con las sensaciones que iba a experimentar en Briviesca. La fuente que yo había imaginado no la vi. Todo lo demás estaba en la ciudad, tal como yo lo había intuido...

Treinta minutos después me hallaba en Burgos. A las dos y media fui a ver la Catedral. Estaba cerrada. No la abrían hasta las tres. Por una calle que corre al costado de la Catedral pasé a un vasto ámbito...Leí instintivamente la placa que rotula la plaza...Hay en Burgos una calle de la Llana de adentro y otra de la Llana de afuera...Indudablemente me encontraba yo, al estar en esa plaza, en la llana de adentro...Ahora veo que entre los guijos del empedrado se veían granos esparcidos...

Las sensaciones de mi viaje, de mis minutos en Briviesca, de mi hora en Burgos, ahora las percibo en toda su profundidad. El epílogo de Burgos llega a producirme angustia. No había yo estado nunca en aquella plaza y, sin embargo, la había visto con claridad antes..."(1935)

¡Unos minutos en Briviesca, una hora en Burgos y sensaciones anticipadas! ¡Y, en vez de admirar las "grises torres de aire y plata de la catedral" que nutrieron a García Lorca, todo su interés se concentra en la campesina placita de la Llana de Adentro, con su placa y sus granos de trigo! 


En descargo de Azorín, fijémonos en la fecha. Es un artículo de 1935 y en 1946, en el capítulo XI que nos leyó Pedro Ojeda, leemos:

"La Catedral nos está esperando. ¿Y por qué puertas entraremos en la Catedral? Dudamos si entraremos por la puerta de la Coronería o por la del Sarmental; las dos nos son simpáticas; las dos tienen nuestras preferencias."

Por la de Coronería no, maestro Azorín, que está cerrada desde 1786 y cuentan que fue Napoleón, en 1808, el último en pasar por ella y bajar la Escalera Dorada. Sólo en alguna obra de ficción hubo quien pasó por ahí, buscando la puerta...del Purgatorio. La del Sarmental puede ser, también la de Santa María que es la principal. Jamás por la de Pellejería. ¿Se fijó usted en los tormentos de los condenados, tras la pesa de almas que hace el arcángel? ¿Y en los evangelistas en sus pupitres, como escolares aplicados, a las órdenes de Cristo en Majestad?


Puerta de la Coronería

Entremos, maestro Azorín.  En el capítulo VIII, titulado "Pasado y futuro", fechado en 1945, escribe usted:

"Pero no podemos detenernos: hemos traspuesto los umbrales de cualquiera de las puertas de esta Catedral y van sonando nuestros pasos en el vasto ámbito, es ésta una hora en que la Catedral está desierta."


Puerta del Sarmental

"Toda catedral es una enciclopedia; toda catedral es un compendio de historia de las artes. Y con las artes está el espíritu de España; artífices que han trabajado en las catedrales no eran españoles; hemos de confesarlo; pero el ambiente de España los captó. Su arte se convirtió en genuino arte español."

Alejandro descubre la Catedral

Ahora no es fácil el silencio. Las horas de visita suelen ir acompañadas de la algarabía de los turistas, atiborrados de la información que les ofrecen los guías y las audioguías. El Martinillo pone orden y todos a abrir la boca más que el Papamoscas. De niña, sí, yo oía mis pasos en la Catedral, tan accesible entonces. Entraba y salía como Pedro por su casa. Bueno...era la casa de enfrente, en la calle de la Paloma. La enciclopedia estaba siempre abierta. Ya, ya sabemos que es nuestra vieja gabacha, comprendo que en 1945 había que hablar de "genuino arte español". 

Aitana descubre la Catedral

"Los catedrales tienen su luz, que va variando con la progresión de día y con su decrecimiento; cuentan con sus ruidos especiales; el olfato, último sentido llegado al arte, tiene aquí también en qué satisfacerse: el pabilo y el incienso dejan su efluvio en las anchas naves y en las recónditas capillas. Llega un momento, en estas horas de soledad catedralicia, en que perdemos toda noción del tiempo. ¿Dónde está el concepto de camino, representativo camino, que habíamos imaginado? ¿Soñamos o estamos en vigilia? La Catedral nos ha hechizado dulcemente...de pronto, suena a lo lejos el chirrido de una verja; despertamos de nuestro ensueño..."(1946)

El mosaico de colorines que el rosetón pintaba en el suelo. La luz cenital que se filtraba sobre las esculturas del cimborrio. ¡Mirabilia! ¡Qué sencilla la losa del Cid, ahí abajo! Sonaba el llavero del sacristán. Olía a velas espabiladas y a incienso agitado. Una mujer de negro bisbiseaba rosarios y soledades. Un cura soñaba en el confesionario. Un peregrino andrajoso contaba que venía de muy lejos. De pronto, chirriaba la verja y los niños salíamos corriendo. No se juega al escondite, ni a pillar, en la catedral. Tan negra y churretosa, amenazaba ruina y, aún así, hechizaba. Tuvo que caer San Lorenzo...¡Qué sorpresa cuando nos la lavaron la cara! 


Cimborrio (Catedral de Burgos). Foto cortesía de Begoña Sánchez Manero.

Volvemos al capítulo XI, después de elegir la puerta:

"Y, al fin, por una u otra, penetramos en el vasto ámbito. Y en el vasto ámbito vamos recorriéndolo despacio. Llegamos a donde queríamos ir: a la capilla de la Purificación o del Condestable. Y de la capilla pasamos a la sacristía. En la sacristía nos detenemos extáticos, ante la Magdalena, maravillosa, de un pintor a lo Vinci. El cuadro es atribuido a Giovanni Pietro Ricci, llamado Giovanni Pedrini. Burckhardt dice que este pintor pintaba "medias figuras de expresión dolorosa". Esa expresión nos parece que tiene esta Magdalena: una expresión de apacibilidad inefablemente melancólica. Toledo está, estéticamente, bajo el influjo de El entierro greciano; Burgos lo está bajo la figura leonardesca de este cuadro."

Sería una herejía recorrer deprisa el "vasto ámbito", aunque la capilla del Condestable sea algo grandioso. Una pequeña catedral adosada a una gran catedral, no se conformaba con menos doña Mencía de Mendoza y Figueroa, esposa de don Pedro Fernández de Velasco, para su última morada. Él y ella, yacentes, en mármol de Carrara, magníficamente vestidos y enjoyados. Él con espada, ella con rosario y perrillo fiel , un libro hubiera estado bien en la hija del marqués de Santillana. A los niños que nos colábamos en la capilla, entre los turistas, nos hubiera gustado pasar el dedo por la piedra, solo un momentito.


Sepulcro de los Condestables (Catedral de Burgos). Foto cortesía de Begoña Sánchez Manero.

Mas, usted maestro Azorín, no dedica ni una palabra al imponente sepulcro, ni a los magníficos retablos, ni a la bóveda estrellada. Va derecho a la sacristía donde se guardaba antaño la Magdalena atribuida a Giampietrino, un pintor que pintaba "a lo Vinci", tal vez colaborador de Leonardo. ¡Y nos coloca a Burgos bajo la influencia estética de esa "figura leonardesca" con su "expresión de apacibilidad inefablemente melancólica"! No sé, con todos los respetos, señor Azorín, no creo que ese cuadro sea tan importante para Burgos, tanto como "El entierro del Conde de Orgaz" para Toledo. Me acuerdo bien, eso sí, cuando nos aseguraban que era tan de Leonardo como la mismísima Gioconda. 


Magdalena de Giampietrino (actualmente en la Capilla de los Condestables, Catedral de Burgos)

En el capítulo XVI, titulado "Variantes en Burgos", vuelve a la capilla del Condestable, para llamar nuestra atención sobre la enorme piedra de jaspe preparada para sepulcro del hijo de doña Mencía y don Pedro; pero Iñigo Fernández de Velasco, IV Condestable de Castilla, sería sepultado en Medina de Pomar.

"¿Qué concepto merece a los burgaleses la piedra de la capilla del Condestable, en la Catedral? Esa piedra es una de las curiosidades de Burgos. Por ser una curiosidad, nadie repara en ella. Pesa dos mil novecientas cincuenta y seis arrobas, y tiene de longitud once pies y cinco pulgadas; de latitud, cinco y cinco; de espesor, uno y cuatro y medio. Cuando se labró el sepulcro de los fundadores, se colocó-como está ahora-en el centro de la capilla, junto al sepulcro: el de algún descendiente de los condestables. No ha llegado todavía el caso; la piedra, como es piedra, puede esperar."


Sepulcro de los Condestables y piedra de jaspe rojo vacía a su lado (Catedral de Burgos). Foto cortesía de Begoña Sánchez Manero.

Supo de las arrobas y las pulgadas, pero no le contaron la historia del buey Garrudo. Verá.
Garrudo era el guía de la boyada encargada de transportar, sobre rodillos, la mole de jaspe, a través de una rampa preparada en el Sarmental. El peso venció a los demás bueyes, sólo Garrudo consiguió, clavando las rodillas en tierra, que la losa no se deslizase sobre la pendiente. El animal sangraba por el hocico, debido al enorme esfuerzo. El Condestable dio la orden : "desuncidle y desde hoy determino que no trabaje más y que paste a su albedrío sin ser molestado por naide". 

Con razón decimos en Burgos "termino como el buey de la Catedral". Ahora he sido yo la que le ha contado una "curiosidad de Burgos". Aquí lo dejamos y doy por finalizada esta serie de entradas, escritas para homenajearlo, en el quincuagésimo aniversario de su muerte. ¡Y para desmentir que estuvo muy poco, o casi nada, en Burgos! ¡Y que echó mano de alguna guía!

Un recuerdo para mi maestra, doña Felicidad Portillo, lectora de Azorín, que me hizo llorar su muerte. A mí y a mis cuarenta compañeras de clase, aquel lejano día de 1967.

Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de María Ángeles Merino.

Textos en rojo tomados de: La cabeza de Castilla, Azorín, editorial Espasa Calpe, colección Austral, segunda edición, 1967.