lunes, 16 de octubre de 2017

"Aventurarse perdiendo" y la firmeza en la mujer.


Comentario a la novela corta Aventurarse perdiendo que forma parte de las Novelas amorosas y ejemplares de María de Zayas Sotomayor. Para la lectura colectiva de La Acequia, dirigida por Pedro Ojeda.

En la entrada anterior, hablábamos de mujeres fugitivas por amores. Imaginábamos tal condición en la hermosa joven de una pintura que nos traía a la memoria a la Dorotea de Cervantes que, a su vez, relacionábamos con Jacinta, la protagonista de Aventurarse perdiendo, de María Zayas. Mirad, por ahí viene Austri, mi habitual compañera de lecturas.

-¿Qué hacías ahí, junto al río?

-Estaba mirando a unos novios que ensayaban poses para las fotos de su boda, aleccionados por el fotógrafo. Parecían escapados de una tarta. ¡Cuánta dulzura!

-Olvida la dulzura que vamos, de nuevo, con doña María de Zayas y su novela Aventurarse perdiendo. Recuerdas que en las Novelas amorosas y ejemplares la ilación se realizaba  al modo "bocacciano", como en el Decamerón, uniendo las historias por medio del artificio de la tertulia reunida que anima cada noche uno de los cinco concurrentes: cinco damas y cinco caballeros. No huyen de la peste sino que se entretienen en un animado "sarao", en honor de Lisis, enferma de cuartanas. 

-¿Sarao?

-Una fiesta con baile y música. Una palabra que yo asocio siempre con María de Zayas porque recuerdo cuando estudiaba, hace unos pocos añitos, en la Historia de la Literatura española de José García López  que traía muy poquita  información sobre dicha escritora y en letra pequeña, como autora de libros de "saraos", vocablo para mí entonces desconocido. No se me olvidó la palabreja, vete a saber por qué, caprichos de la memoria. Tal vez me chocara que el manual diera tan poca importancia a los escritos de una mujer del siglo XVII. 



-¿Cuartanas?

-Sí, fiebre palúdica que se repite cada cuatro días, algo que aquí sólo recuerda la gente muy mayor. 

-Vamos con la novela. La narradora Lisarda, abre el fuego con una presentación que da una cal y otra de arena, a "damas y nobles caballeros". Me imagino a unas y otros sonriendo con intermitencias, al escuchar:

"...veréis cómo para ser una mujer desdichada, cuando su estrella la inclina a serlo, no bastan exemplos ni escarmientos; si bien serviría el oírla de aviso para que no se arrojen al mar de sus desenfrenados deseos, fiadas en la barquilla de su flaqueza, temiendo que en él se aneguen, no sólo las flacas fuerzas de las mujeres, sino los claros y heroicos entendimientos de los hombres, cuyos engaños es razón que se teman, como se verá en mi maravilla..."


-Como decíamos en la entrada anterior, Austri y yo, ascendimos, no sin dificultad, "por entre las ásperas peñas de Monserrate". Subir a una montaña es siempre un reto. La nuestra era una expedición literaria, y un tanto feminista, en busca del personaje de Jacinta, vestida de zagal; la que se aventura por amor una y otra vez y siempre pierde...mas no la firmeza, a pesar de "la barquilla de su flaqueza". 

-Pobre barquilla mía,
y entre las olas sola:...

-Austri, ya sé que te gusta mucho ese poema de Lope de Vega...seguramente a doña María también. Era muy de Lope. El Fénix de los Ingenios  le dedicó la Silva VIII, en su Laurel de Apolo:

¡Oh dulces Hipocrénides hermosas!
Los espinos Pangeos
aprisa desnudad, y de las rosas
tejed ricas guirnaldas y trofeos
a la inmortal María de Zayas,
...

Dejamos para luego a las Hipocrénides y a los Pangeos, que ya te veo con el de la RAE y la Wikipedia. A lo nuestro, vamos a recorrer el mismo camino del personaje Fabio,  el"virtuoso" caballero madrileño que, tras su visita de negocios a Barcelona, busca sustento  espiritual en el entorno de Monserrat, donde visita "devotas celdas y penitentes monjes". ¿Recuerdas? 

-Una situación convencional a la que la escritora da la vuelta: Fabio escucha el canto de un zagal que resulta ser una mujer "desdichada" que narra su larga y complicada historia sentimental. Hoy la calificaríamos de culebrón. La de los monjes sería leve penitencia, tan santos ellos que los paxarillos vienen a sus manos a comer migajas de pan. ¡Qué ternura tan edificante!



-Como Fabio, Austri y yo, después de visitar el templo donde se venera a la Moreneta, nos holgábamos paseando entre riscos, con "animoso brío", a pesar del calor. Exhaustas de subir y bajar por estrechas sendas, nos sentamos “a la margen de un cristalino y pequeño arroyuelo” que "descolgándose con sosegado rumor de una hermosa fuente”, derramaba “sus perlas entre menudas hierbecillas”. Una vez recobrado "el perdido aliento", nuestros sentidos se recreaban en aquel "locus amoenus". Sólo nos faltaba el pastor...o la pastora. 



-Escucha, María Ángeles, alguien canta con voz "tan baxa como triste". ¡Debe ser nuestra Jacinta!
...
Cuando de tus sinrazones
pudiera, Celio, quexarme,
quiere amor que no te olvide
quiere amor que más te ame.
...

-Siguiendo la margen del río, dimos con un "hermoso mozo", recostado "en verdes romeros y graciosos tomillos". Disfrazado con calzón, abarcas, montera y cayado. Un pastor de "blancas manos" y rostro respetado por el sol, acompañado de "una manada de blancas ovejas más por dar motivo a su traje, que por el cuidado que mostraba tener con ellas". El decorado de una égloga de Garcilaso de la Vega, a la que la Zayas da la vuelta, en clave femenina.



Y en la edad pasaba de muchacho y en las pocas señales de su barba no mostraba ser hombre. Nos acercamos pero estaba tan ausente que no se dio cuenta de nuestra presencia. ¡Sí, era la Jacinta que buscábamos! Al oír nuestro saludo, volvió en sí "con un ¡ay! tan lastimoso, que parecía ser el último de su vida". Al ver que éramos mujeres, cesó su temor. Nos preguntaba si conocíamos a un cristiano caballero madrileño llamado Fabio, el cual estimó con respeto su belleza y fue confidente de sus "lástimas y pasiones", "tantas y venidas por tan varios caminos". 

-No lo conocemos en persona, mi señora doña Jacinta; nuestra fuente fue este libro titulado Novelas amorosas amorosas y ejemplares de doña María de Zayas.

-¿Una mujer escribió mi desdichada historia?

-Así es, y con gran éxito: doña María de Zayas y Sotomayor, poetisa y novelista, que escribe en la edición de 1638:

"...si unos la desestimaron, cientos la aplaudieron y todas las buscaron y las buscan, y han gozado de tres impresiones, dos naturales y una hurtada". 



-Mira lo que dice aquí: 


-Jacinta, natural de Baeza, permíteme que te tutee, tal es la costumbre en nuestro siglo. Te presentas con toda la carga misógina de la honra y la deshonra, mas no todo es culpa de la mujer y así lo manifiestas. Educadas para ser débiles y sufrir engaños, mejor nacer ciegas y no enterarse de nada. Murió pronto tu madre y te faltó la vigilancia, tan importante para conservar tu honestidad. Tu padre se descuidó en darte estado, "yerro notable". ¡No falta ironía en la Zayas!

-¿Un refuerzo de las posturas tradicionales o un anuncio de posturas que sólo siglos más tarde serían replanteadas? Pienso que doña María tiene muy claro el derecho de la mujer a elegir marido o a no elegir ninguno...como parece fue su caso. Enamorada, tal vez sí. Hay quien se extraña de un conocimiento de la pasión que sólo puede nacer de una experiencia directa, trágica, infeliz y dolorosa. La llaman "la escritora sin rostro" y algunos suponen que era poco agraciada, dado que no hay loas a su belleza. Ese retrato que circula por ahí es feíto, efectivamente. 



-Vayamos contigo, Jacinta. Tenías dieciséis años cuando soñaste con un hombre muy galán, con el rostro cubierto. Deseosa de ver el rostro, le quitaste el rebozo. Él contestó a tu atrevimiento, sacó una daga y te dio un golpe tan cruel en el corazón que te obligó a dar voces. Despertaste con el retrato estampado en tu memoria. Deseabas "hallar para dueño" un hombre así y hallaste enamorada sin saber de qué. 

-¿Dueño? ¿Quién puede desear tener dueño por muy gallardo y dulce que se muestre?

-Perdona, Jacinta, te parecerá impío pero esto que cuentas me recuerda al ángel con el dardo de la transverberación de Santa Teresa. Disculpa la digresión.



-Acepto la disculpa, mi señora, y no me parece impío el símil sino muy hermoso. ¡Y acertado! "Llegó a tanto mi amor..."

-Que hiciste a tu adorada sombra unos versos. Pides benevolencia, dices que una mujer carece de arte y estudios y sólo se vale de su natural. ¡Y a los poetas machos no les pasas ni una, que ellos conocen el arte! 

-Estudios...Algo que reivindica repetidamente doña María es la educación femenina. Fuerzas, entendimiento, defensa y libros. Ella fue privilegiada, perteneció a la nobleza ilustrada, viajó mucho por los destinos de su padre y a la vista está que tuvo acceso a la cultura. 

"...y así, por tenernos sujetas desde que nacimos, vais enflaqueciendo nuestras fuerzas con temores de la honra, y el entendimiento con el recato de la vergüenza, dándonos por espadas ruecas, y por libros almohadillas."


Santa Catalina de Alejandría (Museo del Retablo de San Esteban, Burgos)

-A juzgar por lo que leo aquí, pronto la sombra será de carne y hueso. Y mira tú qué casualidad, que la sombra era de nobilísimo linaje y que, después de tres años de valerosos hechos en la guerra de Flandes, llegó a Baeza al tiempo que tú ocupabas un balcón y reconocías en él al dueño de tu sueño y aún de tu alma. Era don Félix, mira qué casualidad, el hermano de tu amiga Isabel. No lo conocías ni él te conocía a ti, eras muy niña cuando se fue a la guerra. Esto está muy trillado, Jacinta.

Miró don Félix el balcón, tus ojos "hacían fiesta" y amor executó "el golpe de su dorada saeta." Así de paso te dixo: "Tal joya será mía, o yo perderé la vida." Te hubiera gustado decir "ya lo soy", amor tenía dispuesto tu perdición, te iba poniendo lazos y hoyos. 

¿Qué iba a hacer yo? ¡Lo que más deseaba! "¿Qué mujer despreció jamás la ocasión de casarse, y más del mismo que ama...? "



-Perdona, Jacinta, pero no entiendo las ganas locas que teníais por casaros. Tanta que lo considerabais como una oportunidad que no se podía desaprovechar. Como decía Sancho Panza: "Cuando te den la vaquilla, corre con la soguilla". Te digo como Laura, otro personaje femenino de María de Zayas: 

"¿Quién es la necia que desea casarse, viendo tantos y tan lastimosos ejemplos?" 

-"Y sacando la mano por la rexa", tomaste la que te ofrecía tu "dueño". ¡Y dale con el dueño! ¡Cómo te gusta ser propiedad! Se lo dices bien claro, nada de disimulos. Lo quieres y no desde el día que lo viste sino antes. Y para que entienda, le dices lo de tu sueño a tu dueño. Se sentirá muy halagado tu don Félix ante tamañas novedades. 


-¡Ay, Jacinta, Jacinta, que todavía en mis años de juventud, los setenta del siglo XX, nos desaconsejaban dar tan pronto el  "te quiero"!  Eso...mucho después y primero que lo diga él. Mira, niña, que la mujer tiene las de perder. Te precipitaste, el "te quiero" podía y debía esperar. Te aventuraste, Jacintita. 

-Así que don Félix, agradecido, cómo no, no hacía sino besarte la mano. Os despedís "con mil ternezas", con el propósito de veros "todas las noches en la misma parte". Al criado  vencerás con oro, ay qué peligro, y habrás de pasar delante de tu padre y hermano, para salir de tu aposento. Doña Isabel dará gusto a su hermano y servirá  "de fiel tercera". 

No contabas, Jacinta, con la llegada de Adriana, la hermosa y rica prima de don Félix que se enamora de él y enferma gravemente al ser rechazada. Persuadido por su tía, "mi niña está muy malita", don Félix le da palabra de matrimonio a Adriana para que se ponga buena. Él te asegura que romperá su compromiso con Adriana y tú te arrojas al mar de los deseos y te entregas "en cuerpo y alma".

-¿En cuerpo y alma? Sí, soy una mujer desdichada, no me bastan "exemplos ni escarmientos". Mas no soy como la Beatriz de El prevenido engañado que intenta reanimar a su esclavo negro para que la sacíe y éste la rechaza porque se está muriendo extenuado. Y no digo nada de la que se esconde en un humilladero donde reposan los restos de los ajusticiados y la que pare a escondidas con toda facilidad y abandona a la criatura...Doña María las vitupera pero las defiende, son mujeres y desdichadas.

-Seguimos con la prima de don Félix. Jesús, qué culebrón. A Adriana le receta el médico un jarabe acerado por el mal de la opilación, enfermedad de las damas que comían barro para mantener su palidez. Ante el desamor de su primo, se suicida añadiendo solimán al medicamento; pero antes le escribe a vuestro padre diciéndole que vele por su honor. Don Félix y tú sois sorprendidos y os refugiáis en un convento. Don Félix sale del convento, mata a tu hermano en defensa propia y sale para Flandes. Sigue, amiga, que no puedo más con esta historia. ¡Qué agotamiento!

-Tu padre se apodera de las cartas de don Félix y te notifica falsamente que tu amante ha muerto. Los hombres engañan, incluso los padres...Tomas el hábito de religiosa y estás tan ricamente en el convento hasta que, al cabo de seis años, regresa don Félix a España y se oculta contigo en el convento. Envía un criado a Roma para obtener un Breve del Papa. El Papa ordena a don Félix que se presente ante él y allá vas tú, Jacinta, a acompañarlo en el viaje. El Papa os casa con la penitencia de no juntaros en un año. La cancioncilla de los pelegrinitos, mamita, aunque no sois primos, mamita...

-Regresáis a España pero don Félix parte de nuevo para cumplir la penitencia. Muere en el extranjero, como en tu famoso sueño, Jacinta. Termina tú, anda, que es tu historia.



-Me enamoré de otro galán llamado Celio y le seguí cuando él se marchó para Salamanca. El guía me dejó abandonada después de robarme. En lugar de Salamanca, llegué a Barcelona. Me disfracé de pastor y entré a servir a los monjes de Monserrat, cuidando el ganado, tal y como me encontró Fabio. Aquí estoy, sin hacer caso a las ovejas. Soy Salicia y Nemorosa a la vez. Tuve que hacer frente a la muerte de don Félix, como Nemoroso la de Elisa. Ahora lloro el abandono de Celio, como Salicio se queja de la infidelidad de Galatea.

-Caballero como Félix o estudiante como Celio, el resultado es el mismo. No hay disputa entre Elena y María. La Zayas se atreve a jugar con la materia literaria tradicional para afirmar que...

-...la firmeza amatoria sólo está en la mujer. Yo le diría que la confianza no está en los hombres, ni en las mujeres, que está en el tronco de los laureles. Así dice una canción...

-Fabio, que resulta conocer bien a Celio, otra casualidad, te ayudará como hermano y te acompañará al convento. Tan comprensivo con las pasiones femeninas que te dice:

"Y si no puedes vivir sin Celio, yo haré que Celio te visite, trocando el amor imperfecto en amor de hermanos".

-Amigas que, en este monte de Monserrate me visitáis, os repito mi decisión, la que manifesté a Fabio:

"La entrada en el Monasterio aceto; sólo en lo que no podré obedecerte, será en tomar uno, ni otro estado, si no se muda mi voluntad, porque para admitir esposo, me lo estorba mi amor, y para ser de Dios, ser de Celio, porque aunque es la ganancia diferente, para dar la voluntad a tan divino Esposo es justo que esté muy libre y desocupada. Bien sé lo que gano por lo que pierdo, que es el cielo, o el infierno, que tal es el de mis pasiones; mas no fuera verdadero mi amor, si no me costara tanto. Hacienda tengo; bien podré estarme en el estado que poseo, sin mudarme dél. 



-Un hombre bueno es Fabio. Podías intentarlo Jacinta.

-No, escuchénme bien, señoras mías:

"Soy Fénix de amor, quise a don Félix hasta que me le quitó la muerte, quiero y querré a Celio hasta que ella triunfe de mi vida. Hice elección de amar y con ella acabaré. Y si tú haces que Celio me vea, con eso estoy contenta, porque como yo vea a Celio, eso me basta, aunque sé que ni me ha de agradecer ni premiar esta fineza, esta voluntad, ni este amor; mas aventuraréme perdiendo, no porque crea que he de ganar, que ni él dexará de ser tan ingrato, como yo firme, ni yo tan desdichada como he sido, mas por lo menos comerá el alma el gusto de su vista, a pesar de sus despegos y deslealtades."

-Eso de ver al antiguo amante en el convento, no debió gustar a la Santa Inquisición. Se empieza con la vista y luego van detrás los demás sentidos. 

-Ya la bella Lisarda probó "en su maravilla la firmeza de las mujeres cifrada en las desdichas de Jacinta". 

-La firmeza en un amor no correspondido, aunque se hayan aventurado y hayan perdido. 

María de Zayas merece un mayor espacio y una letra más grande, aunque sólo sea por defender la igualdad de la mujer, su libertad y su derecho a la educación. 

Un abrazo de María Ángeles Merino
Y Austri.

4 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Has mencionado una de las claves: como si fuera un dramón de los de ahora. Estamos en el inicio. Zayas es uno de los escritores que lo construyen. Por una parte, de forma interesada, para dejar contentos a sus impresores ganando público. Por otra, más inteligente, para llegar mejor a la mente de sus lectoras...

La seña Carmen dijo...

Os habrá costado a la amiga Austri y a ti llegar arriba de las peñas de Montserrat, pero le habéis sacado gusto a la postre, y además habéis tratado de adoctrinar a Jacinta muy al estilo del siglo XX. La pobre debe andar boquiabierta con estas viajeras del tiempo.

Paco Cuesta dijo...

Era una carrera de obstáculos y la salvó con éxito lamentablemente no bien reconocido.
Besos

Ele Bergón dijo...

Repito comentario que no sé qué tecla he pulsado y ha desaparecido.

Ya sabes que leí esta novela por la lectura de tu anterior entrada y así lo especifico en la mía. Me parece que como os siga leyendo a ti y a Austri, que sabes lo haré, a este paso, voy a entrar de lleno con doña María y eso que en otras ocasiones he intentado leerla y me ha parecido muy espesa y no he continuado.

La verdad que Aventurarse perdiendo, ahora comprendo mejor el título, donde está implícita la novela, la he leído bien, pero... sí parece un culebrón, no obstante creo que tiene aportaciones muy interesantes sobre las vivencias del amor.

Todo trabajo tiene su recompensa y tú lo has conseguido conmigo.

Besos querida amiga.