miércoles, 16 de noviembre de 2016

Niebla: "Porque Augusto no era un caminante, sino un paseante de la vida".




La semana pasada, además de una introducción al autor, glosábamos el prólogo y el post-prólogo de Niebla y, al final, sugerí a mi amiga Austri que volviera  a la niebla, que ya le diría cuando tenía que reaparecer. Me contestó, remedando al prologuista Víctor Goti, que mis deseos eran mandatos, que me obedecía cual ente de ficción y, al instante, se disolvió como un azucarillo en agua. ¡Qué bien queda lo de ente de ficción en alguien que ya está un poco mayor para amigas imaginarias!

Se encienden las luces de la tarde. Le doy su ración de pegamento a mi viejo ejemplar de Niebla de la colección Austral, con su lomo siempre despegado. Espero tras la vitrina y simulo hablar con el móvil. 


-¡Austri! Estoy aquí, en una cafetería frente a la Catedral, sentada con un café con leche y nada más. 

-¡Viva la Pepa! ¿Sin magdalenas? ¿Sin el licorcillo aquel?


-No hacen falta, no hay mejores magdalenas de Proust que los clásicos. Como me dice Pedro Ojeda:  Releer los clásicos (son los únicos que soportan una relectura en serio) es una experiencia que nos devuelve a lo que fuimos.

-Tienes razón, que va a hacer un ente de ficción sino dar la razón a su creador. Te dejé tecleando el miércoles pasado, a una velocidad no acostumbrada. La noticia de alcance mundial cayó como agua fría y te refugiabas, nos refugiábamos en la impecable prosa de Unamuno. Nos parecía un bálsamo recrear el enfado de don Miguel con el prologuista Goti, por lenguaraz e indiscreto. ¡Inofensivas amenazas de papel! 

-¡Y tanto! Ahora vamos al primer capítulo, con el protagonista de la nivola: Augusto Pérez. Lo presenta un narrador sarcástico y mordaz que, en lugar de la descripción física del sujeto, abre fuego con la de su pose extravagante: al salir de casa, mira al cielo y extiende el brazo con la palma hacia abajo, en "actitud estatuaria y augusta". 

¿Iba a tomar posesión del mundo haciendo honor a su augusto nombre? No, "era que observaba si llovía". Hay una rebaja desde lo sublime a lo cotidiano.

-No acaba ahí la reducción: "No era que le molestase la llovizna", lo que le molestaba era "tener que abrir el paraguas". Cuando proclama que "un paraguas cerrado es tan elegante como es feo un paraguas abierto", sonreímos e imaginamos sonriendo a don Miguel.


Para remate, nos da una clave filosófica neoplatónica y religiosa: "El uso estropea y hasta destruye toda belleza...Esto cambiará en el cielo cuando todo nuestro oficio se reduzca...a contemplar a Dios y todas las cosas en Él...". Comienza con un `paraguas y concluye hablando de Dios. Se presenta a sí mismo en su monólogo interior, de acuerdo con su personalidad de persona pasiva, esteta y holgazana. ¿A dónde va este filósofo de pacotilla? Mira lo que dice aquí:

"...ensimismamiento...se simboliza la preferencia de Augusto por lo cerrado frente a lo abierto. Pero además el paraguas mismo representa la sexualidad y los problemas que tendrá Augusto en el acto sexual. El paraguas cerrado es un símbolo fálico que se convierte en sexo femenino al abrirse. (M.J. Valdés)"



-¡Hay que ver cómo te lo has preparado, Austri! Neoplatónica, fálico...

Cerrado, ensimismado en sus pensamientos, no va hacia ninguna parte, no sigue ningún camino, pasea envuelto en la niebla de la inconsciencia.

"Y ahora, ¿hacia dónde voy?, ¿tiro a la derecha o a la izquierda?

 El narrador lo define contundentemente: "Porque Augusto no era un caminante, sino un paseante de la vida". 

-Esperará a que pase un perro pero lo que pasa es "una garrida moza". "Tras sus ojos se fue" y nosotros detrás de él, siguiendo su ritmo, compartiendo sus asociaciones peregrinas. 


Lo que ve le devuelve una imagen de sí mismo que le disgusta y comienza una cadena de imágenes y justificaciones:

Un chiquillo "tirado de bruces", de seguro mira a una hormiga. La hipócrita hormiga sólo se pasea y nos hace creer que trabaja. Ese gandul "que va ahí, a paso de carga" y no tiene nada que hacer. "Es un vago, un vago como...¡No, yo no soy un vago! Mi imaginación no descansa..." . Todo se lo dice él. El refrán dice que el que se pica, ajos come. 

-Augusto se defiende, no es un vago , que hay que ver como se le cansan los sesos de tanto pensar. Ni comparación con ese chocolatero exhibiendo su dale que dale al "rollo majadero". "¡Hipocresía". "Para trabajo el de ese pobre paralítico que va ahí medio arrastrándose". 
Al cruzarse con él, le sale un "Perdone hermano", espontáneo y en voz alta.  "¿Hermano en qué?" se pregunta. La respuesta lo delata: "¡En parálisis!". Ha dado en el clavo sin darse cuenta. 

-Vuelve a las divagaciones, ahora son los hijos de Adán y el automovilista Joaquinito que viaja  por "topofobia",  que no por "filotopía". ¡Por huir que no por gusto! Refunfuña de los viajes y del paraguas. De pronto: 

"...se detuvo a la puerta de una casa donde había entrado la garrida moza que le llevara imantado tras de sus ojos". Y entonces se dio cuenta Augusto de que la había venido siguiendo". a


- ¡Hasta ahora no se ha dado cuenta! 

La portera, "esta Cerbera", le ha mirado "con ojillos maliciosos", está aguardando que le pregunte por la señorita, es lo que procede. No puede dejar su "seguimiento sin coronación", no soporta lo inacabado, lo imperfecto. Saca del bolsillo un duro, tal vez demasiado, pero no era cosa de ir a cambiarlo. El gesto no pasa desapercibido por la interesada. 

-Cesa el monólogo y comienza el primer diálogo de la novela. Se produce un choque de mundos y de lenguajes. El de la portera es cotidiano, a años luz del de Augusto que parece seguir con su diálogo para dentro, en un ensimismamiento extremo. 

Interpela a la "buena mujer": "¿podría decirme aquí, en confianza y para inter nos, el nombre de esta señorita que acaba de entrar?".  Como no es "ningún secreto ni nada malo", faltaría más, la portera le informa: Eugenia Domingo del Arco, soltera, huérfana, vive con unos tíos y se dedica a dar lecciones de piano. 

-El diálogo de Augusto con la mujer es de antología. Las preguntas del señorito pertenecen a un mundo incomprensible para la sencilla mujer que se defiende muy dignamente. A la señora Concordancia no la podemos olvidar. 

-¿Domingo? Será Dominga...
-No, señor, Domingo; Domingo es su primer apellido.
-Pues cuando se trata de mujeres, ese apellido debía cambiarse en Dominga. Y si no, ¿dónde está la concordancia?
-No la conozco, señor.

Pregunta si los tíos son paternos o maternos, si toca bien el piano...¿Cómo puede preguntar esto de una mujer que no conoce? Sólo tuvo una visión fugaz de sus ojos y nada más. 


-La portera recibe el duro "por la molestia" y se ofrece para algo más. Puede el caballero disponer de ella y "cuente con una absoluta discreción". Augusto ha quedado comprometido con "este dechado de porteras". Apunta el nombre en su libro de memorias, para que no se le olvide. "Y la portera, ¿cómo se llama la portera?" Margarita...

-Augusto se marcha al Paseo de la Alameda. Cesa la llovizna, cierra y pliega su paraguas. Se sienta en un banco, está mojado, coloca un periódico. Blande su pluma estilográfica, "un chisme utilísimo", con lápiz podría borrarse el nombre. ¿Y la imagen? ¡No la conoce! Sólo sus ojos...

"¿Se borrará su imagen de mi memoria? ¿Pero cómo es? ¿Cómo es la dulce Eugenia? Sólo me acuerdo de unos ojos...Mientras yo divagaba líricamente, unos ojos tiraban dulcemente de mi corazón"

-Sigue dándole vueltas a lo de Domingo y Dominga. Su loca fantasía le lleva hasta el apellido que han de llevar "nuestros hijos varones". Apunta en su cartera el nombre y la dirección. Encima de la apuntación había dos endecasílabos:

De la cuna nos viene la tristeza
Y también de la cuna la alegría


Eugenita, la profesora de piano, le ha interrumpido "un excelente principio de poesía lírica trascendental". ¡Toda una carrera de poetastro! Ahora tiene algo que hacer, tiene que escribir a Eugenia. Lo hará desde su casa, "desde el hogar"

-¿Hogar? No, su casa no es hogar, es "un cenicero" donde su madre guardó la ceniza de los últimos puros fumados por su difunto padre. Mamá ha muerto recientemente, ha de tomar las riendas de su vida, salir de la nebulosa, ser un caminante,no un mero paseante. ¡Ay, su Eugenia que ha dado "un hito de término" a sus "vagabundeos callejeros" !

Ahora sabe a dónde va, tiene a dónde ir.  Ya tiene "casa que rondar" y "una portera confidente". Su nuevo papel será el de solterón en busca de pareja. Y si hay un rival, luchará. Augusto será un romántico. 

Desde el prólogo sabemos...

Un abrazo de María Ángeles Merino y Austri, su ente de ficción.

Niebla, Miguel de Unamuno,edición de Mario J. Valdés, Cátedra, Letras Hispánicas, quinta edición, Madrid 1985, ISBN 84-376-0347-1.
Niebla, Miguel de Unamuno, colección Austral, edición de 1971.

https://es.wikisource.org/wiki/Niebla

https://www.youtube.com/watch?v=9dkymbo5zZ4

11 comentarios:

La seña Carmen dijo...

¡Pobre Augusto! Ya no cae bien ni a los comentaristas. Menos mal que le queda el amigo ese del prólogo.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

A este paso terminaréis quién de las dos soñó a la otra o si ambas sois sueño de Unamuno...

pancho dijo...

Austri, el personaje imaginario, ya parece de la casa, lo haces tan bien que ya me hacías dudar si era de verdad o de mentira...
No sé, no sé, pero hay que tener bastante imaginación para comparar un paraguas a todas esas cosas que cuenta el experto, yo también lo leí en el libro de Cátedra. Más connotación sexual tiene lo de Dominga...
Las pobres hormigas, hipócritas; con lo trabajadoras que son. A veces me paro a mirar el ajetreo de un hormiguero. Lo peor es cuando hay muchas y se te meten en casa.
Bien completa y expuesta la lectura.
Un abrazo

Bertha dijo...

Ya tiene casa en que rondar y portera confidente; a ciertas edades cuando ya las ilusiones están defenestradas: como el caso de este paseante de la vida (que debe de tener unos cuantos añitos , que hasta el paraguas le da que pensar:si abierto o cerrado...)

Hasta la próxima un beso para las dos...

Ele Bergón dijo...

Ya estoy terminando de leer Niebla y ya tengo una visión más global de todo lo que quiere decirnos Unamuno en esta novela tan fresca, llena de humor unida a la filosofía.No no en vano Unamuno era poeta y decía, algo así, te lo escribo de memoria y no literal que toda poesía es filosofía.

Pues sí, Augusto Pérez ha salido como paseante a buscar un perro, pero se ha topado con un enamoramiento que no esperaba y que le va alegrar y desesperar en ese nuevo rumbo que ha decidido tomar. ¡Cosas de este viaje al que nos va llevando el enamoramiento y no digo el amor, porque ambos aunque tienen cosas en común, no son idénticos. El amor viene después del enamoramiento en el que se encuentra este personaje soñado por Unamuno o no se sabe muy bien si es Augusto Pérez que le sueña a Unamuno escribiendo su propio personaje.

Besos

Abejita de la Vega dijo...

Enamoriscado que no enamorado, como le dice su amigo Víctor. Ya te comenté que yo veo a Augusto diciendo: ahora voy y me enamoro.

Abejita de la Vega dijo...

Ya tiene con que llenar el enorme agujero que es su vida.

Abejita de la Vega dijo...

Eso del paraguas me parece peregrino, cosas del especialista..Austri es sę casa y os saluda.

Abejita de la Vega dijo...

A saber...

Abejita de la Vega dijo...

Un vago muy sesudo. Se cree que pensar es un duro trabajo.

Abejita de la Vega dijo...

Gracias a los visitantes por compartir.