sábado, 30 de enero de 2010

MANIFIESTO POR LA SOLIDARIDAD



MANIFIESTO POR LA SOLIDARIDAD

QUIENES SOMOS:

Los que suscribimos este manifiesto somos ciudadanos en el pleno uso de nuestros derechos civiles, y titulares de la soberanía popular, de la cual emanan los poderes del Estado.

Los firmantes nos dirigimos a todos los ciudadanos del mundo, conocedores de la situación de pobreza, hambre y enfermedad en la que se encuentra gran parte de la población humana en un momento histórico, como el actual, en el que se disponen de los suficientes medios políticos, económicos y científicos que pudieran solucionar estos problemas.

Este manifiesto tiene vocación de universalidad, y va dirigido a toda la humanidad, a cada ser humano que habita el planeta, para que tome conciencia de la terrible situación a la que se enfrentan millones de personas y de alguna manera actúe en consecuencia para terminar con esta insostenible situación. Por ello la versión original en español será traducida a diversas lenguas, pues nuestro propósito consiste en hacer oír la voz de la opinión pública en los lugares en las que se toman las decisiones políticas y económicas del mundo.

A QUIÉN NOS DIRIGIMOS:

Nos dirigimos a la clase política gobernante de nuestros países; así como a los más altos mandatarios de las Organizaciones Internacionales, tales como la Organización de las Naciones Unidas, y a los Presidentes y Gobiernos de los países más poderosos económicamente de la Tierra.


LES MANIFESTAMOS:

1.- Que este texto tiene su origen en la constatación de la extrema situación de necesidad y de hambre que sufre una gran parte de la población de la Tierra y en el desigual e injusto reparto de bienes que existe actualmente en el mundo. Entendemos que la ecuanimidad y la armonía en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana, por lo cual es inadmisible que una gran parte de la población mundial tenga que enfrentarse a una realidad tan precaria, a tal grado de injusticia y desigualdad, a tanta hambre, pobreza y desnutrición.

2.- Que consideramos que dicha situación es intrínsecamente perversa y no admisible ni moral ni éticamente, dado que todos los seres humanos nacen libres e iguales. Igualmente, tenemos presente que todos los ciudadanos del mundo tienen esos derechos desde el mismo instante de su nacimiento y no como una promesa futura cuya conquista dependa de la realidad política, social o económica de sus países.

3.- Que defendemos que es completamente injusto, inmoral y un crimen humanitario punible ante los tribunales internacionales y la Historia que, en pleno Siglo XXI, existan seres humanos que pasen hambre en el mundo, y que mueran por ello. Que es un agravante de ese crimen que, existiendo las leyes internacionales suficientes, así como los medios técnicos, económicos y científicos para corregir dicha situación, los que ejercen el poder en el mundo no lleven a cabo las acciones necesarias para solucionar lo que generaciones futuras calificarán de verdadero genocidio en el que serán culpables todos aquellos que, teniendo los medios para solucionar el problema, no los hayan empleado.

4.- Que consideramos que esta injusta situación es contraria al Derecho Natural, a los Derechos Humanos y a las normas de la más elemental ética, y entendemos que ha llegado el momento de que la voz de la opinión pública exija de sus gobernantes el final de tal estado de cosas.

5.- Que el presente manifiesto no es un manifiesto utópico; y que tampoco es un manifiesto político, ni se pretende con el mismo la instauración de un nuevo orden político o socio-económico mundial, ni ningún menoscabo del tejido empresarial, sanitario y social del mundo desarrollado, sino la más elemental justicia con los desfavorecidos.

POR TODO ELLO, EXIGIMOS A NUESTROS GOBERNANTES:

1.- La adopción de medidas inmediatas y urgentes para paliar tal situación de hambre, enfermedad y desnutrición en el tercer mundo. Consideramos que tales medidas no constituyen una utopía, sino que son perfectamente viables y posibles.

2.- Mantener el compromiso de cumplir los Objetivos del Milenio que, establecidos por Naciones Unidas en el año 2000, definen los principios a los que ha de ajustarse la actuación de los países y del sistema económico internacional para superar, con el horizonte fijado en 2015, las injusticias que aquejan a la humanidad.

3.- La realización de acciones solidarias sistemáticas con los países más desfavorecidos y que se establezca un orden lógico y humano de prioridades en la política económica, con proyectos inteligentes que creen riqueza y puestos de trabajo en los países afectados, facilitando un desarrollo sostenible y un progreso que les ayude a la consolidación de una red sanitaria, económica y social estable que haga posible el retorno a una situación de partida igualitaria.

4.- Que se tomen las medidas necesarias para que los países ricos destinen una parte de sus presupuestos a la creación de riqueza, de empresas y de fuentes de trabajo en los países afectados; así como la adopción de un acuerdo internacional, que debería subscribirse en la ONU de obligado cumplimiento para los países desarrollados.

5.- La implantación de un código ético que regule la estrategia de las empresas multinacionales, así como la eliminación de los paraísos fiscales y la aplicación de la tasa Tobin, ú otra similar, a las transacciones comerciales internacionales, que permita crear un fondo de solidaridad gestionado por Naciones Unidas.

6.- No aceptaremos simples declaraciones de principios que no se traduzcan en políticas concretas. En definitiva, APELAMOS al sentido de la generosidad y humanidad de todos, y fundamentalmente de la clase política internacional económicamente poderosa.

Desde la tierra que espera y cree firmemente en la Solidaridad que construya un mundo mejor y más justo, a 30 de enero de 2009"

viernes, 29 de enero de 2010

"se les pasó el día y se les vino la noche... pero un cierto claroescuro que trujo consigo ayudó mucho a la intención de los duques"




"se les pasó el día y se les vino la noche... pero un cierto claroescuro que trujo consigo ayudó mucho a la intención de los duques"

Segunda parte del comentario al capítulo 34,2 del Quijote. Publicado en "La acequia".

La noche se echa encima. Noche de verano, con un claroscuro aliado de las intenciones burlonas de los duques.

Pasó el crepúsculo, ya no es momento de nubes encendidas. Sin embargo, el bosque arde o lo parece. Se oyen cornetas y otros instrumentos bélicos. ¿Pasa la caballería? El resplandor ciega los ojos, el ruido atruena los oídos. Agarenos lelilíes trompetas, clarines, tambores y pífaros. Para poner de punta los nervios más templados.

Pasmado el duque y suspendida la duquesa. Excelentes actores. Don Quijote se admira, Sancho tiembla.

Y, de repente, silencio, un terrorífico silencio. Aparece un espantajo vestido de demonio que hace sonar un cuerno, cuyo ronco sonido espanta a los presentes no conchabados.

Con toda naturalidad, el duque le llama “hermano correo” y le pregunta quién es, dónde va y qué gente de guerra es ésta. Contesta, con voz de dar miedo, que es el Diablo y va a buscar a don Quijote de la Mancha. Los de la guerra son seis tropas de encantadores que traen, sobre un carro triunfante, a Dulcinea encantada que no encantadora. Viene con Montesinos, que dará las instrucciones, a Don Quijote, para desencantar a su dama y volverla encantadora.

Don Quijote pone en duda que sea de verdad diablo. Si lo fuera, hubiera conocido, de un vistazo, al caballero de la Mancha, puesto que lo tiene delante. El del cuerno se disculpa, andaba despistado.

A Sancho le extraña que un demonio diga “En Dios y en mi conciencia”. Con ironía, apunta que es buen cristiano; lo cual demuestra que, incluso en el infierno, hay buena gente. La perspicacia de Sancho es intermitente...

El de los tres cuernos trae un recado del descorazonado Montesinos, para el Caballero de los Leones. Que le espere aquí mismo, que trae a Dulcinea, con orden de darle la receta del desencanto. Toca el cuerno, tutu tutú, y se va.

No sabemos quién queda más escamado, si Sancho o Don Quijote. El escudero, de ver cómo se empeñan en el embuste de una Dulcinea encantada. El caballero porque no puede asegurarse, a sí mismo, si es verdad lo de la cueva de Montesinos. Y ambos esperarán: intrépidamente el caballero y Sancho con reservas, que diablos y cuernos no le hacen ninguna gracia.

Se cierra la noche y, por el cielo, discurren luces como estrellas fugaces. ¿Fuegos de artificio?

Se oyen espantosos chirridos de ruedas macizas, como las que llevan los carros de bueyes; a ellos se unen ruidos de artillería, escopetas, voces de combatientes, lelilíes moros…Parece, que en el bosque, se estuvieran dando cuatro batallas, una en cada punto cardinal. Los duques non han reparado en gastos…

Don Quijote, tan valiente, ha de valerse “de todo su corazón” para sufrir aquel son tan horrendo. En cuanto a Sancho, se desmaya en las faldas de la duquesa, buen lugar para desmayarse. La gran dama recibe al desmayado Muy humana la señora duquesa. Mas “a gran priesa” manda que le echen agua en el rostro. Se espabila coincidiendo con la llegada del primer carro. ¡Qué mujer esta! ¡Lástima haber nacido villano!

Tiran del carro cuatro cachazudos bueyes, vestidos de luto y con un hacha de cera encendida en cada cuerno. Como toros embolaos, más o menos.

Y sobre un asiento alto, un venerable anciano, con luengas barbas blancas y ropa negra de bocací. Será buen tejido…

Lo guían dos feos demonios, tan feos que Sancho cierra los ojos para no verlos. Van a juego con el venerable, ay este adjetivo *.

Bueno, a lo que vamos, se levanta el viejo y se presenta como el sabio Lirgandeo, modestia aparte.

El siguiente carro lleva a otro anciano , igualmente modesto: el sabio Alquife. Nos da el dato de ser “el grande amigo de Urganda la Desconocida”.

El que llega a continuación no transporta a otro venerable sino a un “hombrón robusto y de mala catadura”. Qué miedo, dice ser Arcalaús el encantador. Si los otros dos van de sabios, éste se presenta como “enemigo mortal de Amadís de Gaula y de toda su parentela”.

Pasan los carros y paran un poquito más allá. Cesa el horrendo chirrido y se oye ¡música! Música suave y concertada. Sancho se alegra y opina que “donde hay música no puede haber cosa mala”.

Su venerada duquesa añade que “tampoco donde hay luces y claridad”. El escudero replica que” luz da el fuego y claridad las hogueras”, pero pueden abrasarnos. Muy fino hila el futuro gobernador.

Sancho relaciona siempre la música con la fiesta. No conoce otra…

Veremos, en el próximo capítulo, de lo que va tras la música.“Ello dirá” dice don Quijote.


Un abrazo, a los que pasáis por aquí, de María Ángeles Merino.


Pedro Ojeda Escudero dijo en "La acequia":

"Abejita de la Vega comenta primero la impresión de la Duquesa sobre Sancho para pasar a describir la montería y más tarde la procesión de carrozas y las reacciones de los protagonistas. Después publica la aportación semanal del Sanchico, gracias a Ele Bergón, que defiende a su padre. Para él no es simple, sino un poco pardillo."

Leer más: http://laacequia.blogspot.com/#ixzz0eP9n1VjK
Under Creative Commons License: Attribution Non-Commercial No Derivatives

Pedro Ojeda Escudero dijo en este blog:

"Eso sí es preparar una burla a lo grande.
Me gustan estas fotos: quién sabe si allí aparecerá otras carrozas."

Gracias,Pedro, por tus palabras. Por el páramo de Palacios, una carroza. No sé, no sé. Sor Austringiliana, igual...

jueves, 28 de enero de 2010

"y en viéndole, embrazando su escudo y puesta mano a su espada, se adelantó a recebirle don Quijote"





Cuchillería burgalesa y fiero jabalí listo para ser asaetado por lápices de colores.

Comentario al capítulo 34,2 del Quijote, publicado en "La acequia".

Que cuenta de la noticia que se tuvo de cómo se había de desencantar la sin par Dulcinea del Toboso, que es una de las aventuras más famosas deste libro
El duque y la duquesa se regocijan con las conversaciones quijotescas y sanchescas; pero son insaciables, quieren más y mejor diversión.

Y eso tan interesante de la misteriosa cueva de Montesinos, con el encantamiento de Dulcinea, les viene como anillo al dedo. Van a aprovecharlo para su montaje teatral. Ellos son “grandes” y pueden organizarlas a lo grande.

De lo que más se admira la duquesa es de la simplicidad de Sancho. Se ha tragado lo de Dulcinea encantada, habiendo sido, él mismo, el encantador y el embustero.

Preparan una montería, actividad fundamental en la corte de los Austrias, dinastía reinante en esos primeros años del siglo XVII. Y los “grandes” no van a ser menos que sus reyes. El duque nos explicará por qué es un ejercicio tan conveniente para los “príncipes” ociosos. ¿Se atreve Cervantes a insinuar una velada crítica a la monarquía?

Dan a don Quijote un vestido de monte, pero no se lo pone, de ninguna manera, que un caballero andante no lleva lujos. En cambio, Sancho acepta gustoso ese sayo verde de finísimo y costosísimo paño. Echa cuentas: podrá sacar unos maravedíes de su venta. No es la maleta de Cardenio, pero menos da una piedra.

Don Quijote va armado y en su rocín, Sancho de verde y en su rucio. Se meten en la tropa de los monteros. El cortés caballero andante toma las riendas del palafrén de la duquesa. Llegan a un bosque, donde se reparte la gente por diferentes puestos, y comienza la caza. El estruendo es tal que no se oyen los unos a los otros: ladridos, gritos, voces, el son de las bocinas…Guauuu guauuuu, tusoooo, ahí vaaaa, cuidadooo, tutú tutúuuuu.

La brava duquesa, qué mujer esta, con su venablo, se apea y se coloca en un puesto conocido, a la espera de los fieros jabalíes que han de pasar por allí. No han de pasar,si se les lleva hacia allí como a corderitos.

Don Quijote y el duque, apeados, se colocan a su lado. Y Sancho, detrás y sin apearse. Viene hacia ellos un enorme y fiero jabalí, menudos colmillos luce, qué espumarajos sanguinolentos asoman por su boca. Ay, qué don Quijote, otra vez, es el Cid Campeador ante el león y se quiere plantar ante el colmilludo. Pero este bicho no lleva trazas de darse la vuelta y enseñar los cuartos traseros, como aquel león de la jaula. Y estamos en la segunda parte y don Quijote ya no es lo que era.

También el duque tiene dispuesto su venablo, mas la valiente duquesa procura adelantarse a todos. El duque no se lo permite, a dónde va esta costilla mía tan osada...quieta mujer.

Sancho ve al animalillo y da a correr todo lo que sus cortas piernas dan de sí e intenta subirse sobre una encina demasiado alta. Cuando está a la mitad, cogido a una rama, se desgaja ésta; sin embargo no cae al suelo, quedando asido de un gancho del árbol. Ay, que su valioso sayo verde se rasga y el cerdo peludo puede alcanzarle. Comienza a pedir socorro con unos gritos tan lastimeros que muchos piensan que la fiera ya se ha puesto a la faena de despedazarle. Menudo trabajo tiene el animal...Al pie de la encina, el rucio; la lumbre de sus ojos, valiente y fiel.

Finalmente, el jabalí cae acuchillado por una lluvia de venablos, de diversas procedencias.


Don Quijote descuelga al desconsolado Sancho. Ay el sayo desgarrado, ay este sayo que valía un mayorazgo. ¡Qué exagerado eres, escudero!

El poderoso jabalí yace inerte sobre un mulo, cubierto de romero y mirto, como un victorioso despojo. Lo llevan a unas tiendas de campaña donde espera la comida aderezada y puesta en la mesa. Comida a lo grande, dada por “grandes” que no reparan en gastos. ¡Sustanciosas espumas!

¡Qué confianza tiene Sancho con la duquesa! Le muestra su llagado vestido y le manifiesta lo poco que comprende este tipo de caza. No entiende qué gusto se saca de exponerse a perder la vida, como aquel Favila comido por un oso. Don Quijote, muy redicho, ve conveniente aclararle que Favila fue un rey godo. Y Sancho que a eso va, que no querría él que príncipes y reyes se pusiese en tales peligros, para matar a un animal inocente. Monárquico escudero…

El duque interviene para señalar al ejercicio de la caza como el más conveniente para reyes y príncipes. Es como la guerra: hay estrategias, se pasa frío y calor, espabila a los ociosos y dormilones, mide las fuerzas y mantiene ágiles los músculos. Así que Sancho gobernador ha de ocuparse en la caza y le cogerá el gusto.

El aludido no está de acuerdo y parafraseando un refrán machista destinado a las sufridas mujeres casadas: “el buen gobernador, la pierna quebrada y en casa”. Nada de holgarse en el monte, el gobernador ha de permanecer en su puesto, la caza para los holgazanes. Más claro, agua. Ya saben reyes y príncipes:”Ni cazas ni cazos”. ¡Cuidado Cervantes con la monarquía, que es absoluta!

Cartas y bolos, sólo los domingos y fiestas de guardar. Ése es el plan de ocio del escudero gobernador. Y, cuando don Quijote le advierte que “del dicho al hecho hay gran trecho”, comienza a ensartar refranes: las prendas del buen pagador, el que madruga, las tripas y los pies…El galimatías refranesco que tanto suele irritar a su amo.

No sé por qué se enfada, si él acaba de decir, precisamente, un refrán. Pues lo hace, maldito seas, tengan cuidado con él, que les molerá las almas, con sus refranes mal encajados…

Mas la duquesa le defiende, estima más los refranes de Sancho que aquellos bien traídos y acomodados. Con estos me divierto mucho más. Entérese don Quijote. El escudero se derrite de gusto, qué gran señora ésta y cómo habla… (Continúa)


Hasta mañana, un abrazo a todos los que por aquí pasáis.

Pedro Ojeda Escudero dijo en este blog:

"En efecto, la Duquesa quiere divertirse. Lo que más llama la atención es que nos sea tan natural que no parara en derroches para ello: debió ser así en la realidad. Por cierto: no sé yo si a ese jabalí le hubiera dejado matar don Quijote..."

Menudo montaje teatral, Pedro, organizan estos impresentables. Gracias por tus palabras, tan atinadas.

domingo, 24 de enero de 2010

Y a mi padre le han pillao con eso de la Dulcinea, la inventada novia del Alonso


Resumen ilustrado del Quijote

Ele Bergón dijo...

Mi queridos troncos y troncas

Después de una semana en blanco, estoy aquí otra vez.

Es verdad eso que dice mi madre Teresa

-Sanchico, no mientas, que antes se coge a un mentiroso que a un cojo.

Y a mi padre le han pillao con eso de la Dulcinea, la inventada novia del Alonso. Lo que yo sospechaba. No existe, es una alucinación del larguirucho y mi padre le ha seguido el juego.

La Duquesa y mi madre coinciden:
Si uno que dice que no está loco, sigue a otro que lo está, pues los dos se llevan muy poco.

Es que mi padre es la pera, en cuanto le nombran a su ínsula, se vuelve más loco todavía. ¡La cantidad de refranes que va soltando, así porque sí. En fin que la Duquesa le acaba diciendo que a a ver si el engañador es el engañado. ¡Qué gracia! Como me pasa a mi con la del Kiosko, parecía que le gustaba y hace unos días me sóltó que yo era un crío y que la dejase en paz. Cogí un rebote.... que he estado todos estos días enfadado. Así que en clase, me he sentado en mi pupitre, no he hablado a nadie, no he hecho nada de lo que decía la profe y además no he sacado ni los libros. No sé cuando se me pasará.

Hoy he empezado a escribiros. Quizá mañana saque los libros, porque el profe la profe tienen un rebote....

Choque de manos

El Sanchico.

"...créame Sancho que la villana brincadora era y es Dulcinea del Toboso" (2)



¿Cómo se imaginaría Cervantes el castillo palacio de los duques? ¿Algo así?
Esta mañana he conocido este castillo, restaurado y convertido en establecimiento hotelero, en Olmillos de Sasamón (Burgos).

Segunda parte del comentario al capítulo 33, 2 del Quijote, publicado en "La acequia"

Sigue hablando la dueña Rodríguez.

No sé por qué se dirige a mi señora con el absurdo tratamiento de “vuestra altanería”. Querrá decir alteza…Aunque ha recibido un jarro de agua fría, se muestra cristianamente resignado, tal vez suba mejor al cielo como escudero…

Y empieza a ensartar refranes, que si el pan francés, que si los gatos pardos, los estómagos, las avecitas, el paño de Cuenca...el Papa, el sacristán y al meternos en tierra, todos iguales. ¡Qué revoltijo de refranes!

Y si no le dan la ínsula por tonto, no le importa, que podría ser para su mal. ¡Y sabe de reyes godos! Que si Wamba pasó de labrador a rey, don Rodrigo pasó del trono al agujero de las culebras. Demasiado para un labriego, aunque los romances cuentan todo eso…y no mienten. Hablando de esto, intervengo yo, para insistir en que el romance no miente e incluso recito un par de versos. No sé por qué me gusta tanto de eso de “ya me comen por do más pecado había”.

Y hago reír a mi duquesa, cuando afirmo que mejor ser labrador que rey, puesto que a los reyes les han de comer bichos repugnantes. Ahora, tras el varapalo, quiere tranquilizar al escudero y le asegura que el duque es un caballero no andante que cumple con su palabra y, así, cumplirá con lo de la ínsula. Sancho empuñará su gobierno y ella le encarga que mire cómo ha de gobernar a sus vasallos.

Eso de gobernarlos bien, no le parece difícil. Cree que basta con ser caritativo y tener compasión con los pobres. Muy blandito le veo yo. Suelta más refranes, que si es perro viejo y entiende los tus tus…. A los malos no les dará ni pie ni entrada, menos mal. Piensa que todo es comenzar y, a los quince días, pan comido. Cómo puede creerse que va a ser gobernador de verdad, qué habrán preparado para este pardillo…

La duquesa le da la razón, que nadie nace enseñado…Y le hace volver al encanto de Dulcinea, que es de lo que desea hablar. Y deja caer algo que le deja con la boca abierta: la villana brincadora era realmente Dulcinea del Toboso. Si Sancho cree que ha sido una invención suya, es por las malas artes de los encantadores que persiguen a don Quijote. Los duques tienen encantadores benéficos que les informan y por ellos lo han sabido. A los ricos no les falta de nada, incluso tienen encantadores a su servicio.
A la del Toboso, la veremos en su verdadero estado y el escudero saldrá del engaño en que vive. Pero ¿qué majaderías estoy diciendo?

Sancho relaciona lo que le está diciendo la duquesa con el suceso de la cueva de Montesinos, que si don Quijote decía que Dulcinea llevaba el mismo traje y hábito que Sancho dijo… que llevaba… cuando la encantó…por su gusto…No entiendo a este villano. Luego dice que fingió aquello por escapar de una riña, no por ofenderle…

Mi señora pide que le cuente lo de la cueva de Montesinos. Y punto por punto se lo cuenta. Y la duquesa saca en conclusión que era la misma y verdadera Dulcinea, la de la cueva y la de la salida del Toboso.

Esta mujer va a volver loco al villano, el cual se defiende como gato panza arriba. Que si Dulcinea está encantada, peor para ella. Con encantadores no ha de meterse, que son gente peligrosa, allá su amo… Él vio una labradora y si era la del Toboso metamorfoseada…no es culpa suya; que le dejen en paz y no anden con dimes y diretes. Que Sancho no es un “quienquiera”, que anda ya en libros, según le dijo un tal Sansón, bachillerado por Salamanca.

Se me hace difícil creer que haya un libro que se ocupe de este majagranzas, aunque mi señora me lo asegura y la he visto con uno titulado “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha “. Creo que todo este teatro que han montado viene de ese maldito libro…Y el duque nunca le vi reír con tanta gana…

El villano vuelve al punto de su interés, puesto que posee buena fama, que le encajen ese gobierno y verán maravillas.

La duquesa suelta algunos latinajos de ésos que aprendió con el dómine. Mi padre, aunque hidalgo, no me proporcionó instrucción…Que si sentencias catonianas, que si un tal Verino que era florentino…

Las apariencias engañan y “debajo de mala capa suele haber buen bebedor”, pero lo entiende como si la duquesa le estuviera llamando borracho. Y se defiende, sólo bebe por sed o cuando se lo ofrecen, por cortesía. Además, yendo por ahí, de escudero andante, agua y gracias. Buenos tragos dará a la bota, como si lo viera…

Tras asegurarle que lo cree así, le manda a descansar, que ya hablarán de encajar el gobierno. El escudero le besa las manos de nuevo y le suplica que tenga buena cuenta con…su rucio. ¿Qué tendrá este hombre con su asno? La duquesa pregunta por el animalito, ya no se acuerda de cuando me llamó vieja por no atender a su rucio. O si se acuerda…

Sancho le cuenta lo de mi enfado y añade que lo de pensar jumentos es algo propio y natural de las dueñas. Pero…qué sabrá este borrico, nunca mejor dicho, de dueñas, la autoridad en las salas de la nobleza. Y que un hidalgo de su lugar…¡majadero!

Mi señora me manda callar, amén. Y para que se sosiegue el señor Panza, el rucio queda ¡a cargo de ella misma! Dice que lo pondrá sobre las niñas de sus ojos.

Todavía le queda un poco de juicio en esa cabezota y declara que eso no lo consentiría, de ninguna manera. Y, como le recuerda la de las niñas, cuando sea gobernador podrá llevarle con él, regalarle e incluso dejarlo descansar.

Y la última que suelta, produce el efecto de hacerla casi estallar de la risa. Va y dice que él ha visto “ir más de dos asnos a los gobiernos, y que llevase yo el mío no sería cosa nueva.”. En esto sí que anda atinado…lo reconozco.

Mi señor y mi señora preparan otra burla, le contaré a vuestra merced.

Un abrazo a Pedro, preciosa voz, y a los que pasáis por aquí.


Pedro Ojeda Escudero dijo en "La acequia":

Abejita de la Vega ha decidido sentarse en una silla baja de forma muy cervantina (¡qué retrato quijotesco para la colección!) para comentar el capítulo de la semana. Después lo desgrana en varias entradas, como siempre, para que disfrutemos más. De nuevo es la voz de la dueña Rodriguez la que comenta lo que sucede en la cámara de la Duquesa, incluso la forma en la que su ama le saca toda la información a Sancho. También nos cuenta la opinión del Sanchico, vía Ele Bergón, que ve cómo a su padre le han pillado con la mentira.

Y yo digo:

Puedo prometer y prometo que todas las semanas hago firme propósito de escribir menos, pero cada vez escribo más...Desgrano en varias entradas, como tú dices...
Gracias, Pedro, por seguir a esta dueña Rodríguez, cincuentona y cascarrabias.
¿Diez meses! ¿Y después?

Un abrazo de María Ángeles Merino

"...créame Sancho que la villana brincadora era y es Dulcinea del Toboso" (1)





Encantadores dibujos infantiles, sacados de un "Resumen ilustrado del Quijote"

Primera parte del comentario al capítulo 33, 2 del Quijote, publicado en "La acequia"

¡Otra vez la dueña Rodríguez! A ver qué me dice esta vez.

Saludo a vuestra merced y le cuento…que el limbo de los secundarios es muy aburrido y tengo ganas de hablar.

Mi señora, la duquesa se ha vuelto tan mentecata como esta pareja, doctorada ciertamente en mentecatería; la cual tiene a bien honrarnos con su presencia, en este señorial palacio. Hablo, ya me entienden vuestras mercedes, del que se hace llamar don Quijote, al cual, por orden de mi señor, hay que tratarle como a un antiguo caballero andante, tal y como lo cuentan esos librotes que merecían ser quemados. Y hablo de su escudero, ese ignorante que tuvo la osadía de ordenarme a mí, una Rodríguez de Grijalva, que cuidara de su sucio asno.

Me quedo de piedra cuando le oigo decir, dirigiéndose al llamado Sancho Panza, que “si no tenía mucha gana de dormir” , viniese a pasar la tarde con ella y con sus doncellas en una muy fresca sala”. Y el osado labriego responde que, privándose de sus cinco horas de siesta, por servirla, acudiría a su mandado.

Sancho termina de comer en el tinelo, junto a los pícaros de la cocina, me cuentan que éstos no le dejaban en paz con sus gracias de mal gusto, y se presenta en el estrado de la duquesa, una sala muy fresca. Allí nos reunimos doncellas y dueñas de la casa, con nuestra labor en la mano y la lengua suelta, en las calurosas tardes del estío, para la acompañar, como las damas que acompañaban a doña Alda, aunque no seamos trescientas y lo que hilamos sea lana, que no oro.

El falso escudero no se atreve a sentarse en la silla baja que se le ofrece; pero “accede a sentarse como gobernador y hablar como escudero”, según le indica mi señora que sentaría a este destripaterrones en el escaño del Cid. ¡Lo que hay que oír!

Todas, doncellas y dueñas, le rodeamos en silencio. La duquesa toma la palabra y se dirige al “señor gobernador” para que le “asolviese” ciertas dudas que tiene sobre la historia del gran don Quijote impresa. Una gran dama imitando las disparates de un iletrado, qué ganas de burla tiene mi niña, perdón… mi señora. Para mí, sigue siendo aquella chiquilla que se escondía debajo de mis tres sayas. Y sigue con sus chiquilladas…

El buen embustero Sancho cambia la color cuando mi señora le plantea que, si nunca vio a Dulcinea, si nunca le llevó la carta de don Quijote, cómo pudo contar que la halló cribando trigo; siendo todo mentira y daño para la buena fama de la del Toboso, además de incompatible con la fidelidad escuderil.

El fingido escudero, como respuesta, se levanta despacito y, con el dedo sobre los labios, levanta los doseles, para asegurarse de que no nos escucha nadie a escondidas. Parece un cómico de esas disparatadas comedias, tan alabadas hoy en día.

A continuación, nos revela que, aunque algunas veces diga cosas sensatísimas, tiene a su señor “por loco rematado”. Y, a pesar de ello, le hace creer cosas sin sentido como la respuesta de la carta o lo de Dulcinea encantada. ¡Qué poca vergüenza gasta este villano!

Ruega mi señora que le cuente la novedad del encantamiento y Sancho obedece. ¡Con qué gusto lo escuchamos doncellas y dueñas! ¡Y no es menor el regocijo de nuestra ama!

En sus ojos brilla una chispa de malicia y pasa a exponer, al desvergonzado escudero, un escrúpulo de conciencia que le habla al oído: si don Quijote es mentecato, Sancho lo conoce y, con todo, le sigue y va atenido a sus vanas promesas, debe de ser más loco que su amo. Y pone el dedo en la llaga cuando concluye que si no sabe gobernarse a sí mismo ¿cómo gobernará a otros?

Sancho reconoce que el razonamiento duquesil es correcto, pero…es de su pueblo, ha comido su pan, le quiere bien, le dio sus pollinos ¿Qué va a hacer este estómago agradecido sino seguirle hasta la muerte? Bueno…reconozco que asoma el cariño hacia su amo, en las palabras de este bruto.
(Continúa)
Un saludo de María Ángeles Merino a los que pasáis por aquí.

viernes, 22 de enero de 2010

Sentada en una silla baja, leo: "soy perro viejo y entiendo todo tus, tus"




Sentada en una silla baja, como Sancho, en el capítulo XXXIII, leo: "soy perro viejo y entiendo todo tus, tus". No sé por qué me acordé de esta foto veraniega. Curry: ¿Te querían engañar?


Acerca de "soy perro viejo y entiendo todo tus, tus"CVC dice:
"Hace referencia al refrán «A perro viejo, no hay tus tus»

Estoy con el comentario, al capítulo XXXIII, del Quijote: "De la sabrosa plática que la duquesa y sus doncellas pasaron con Sancho Panza, digna de que se lea y de que se note".
La dueña Rodríguez está en ello...
Un abrazo

jueves, 21 de enero de 2010

El encuentro de los gatos (Palacios de Benaver)




Caminaban por las calles vacías
Los dos buscan el cobijo deseado
El corazón les latió acelerado
Al percibir obtener compañía

Uno, aceleró su paso incesante
Su semejante inerme descansaba
Igual su alma se hallaba desolada
Por la partida de un alma constante

Al aproximarse uno junto al otro
Sintieron ese calor necesario
Laten dos alientos de amor precario

Un corazón precisa escuchar de otro
El constante latido obligatorio
Y vital cobijo de uno junto a otro

Kety Morales

miércoles, 20 de enero de 2010

SÓLO UN GATO, UN GATO SOLO



Este gato inspiró a Kety.


Este otro gato, del mismo pueblo, para que le haga compañía.

Kety Morales , la del blog "Los cuentos de la abuela", me envía este poema, inpirado por este gato que cacé , con mi cámara, estas Navidades, en Palacios de Benaver (Burgos). Gracias, amiga.

Dice Kety : "Una vez más, una foto de Mª Ángeles Merino
me inspiran estas palabras."


SÓLO UN GATO, UN GATO SOLO

Sólo él vaga por las calles desiertas
En busca de alguien que le de cobijo
Un poco de amor, de ternura y abrigo
Un regazo tierno tras las murallas

Vaga por callejuelas solitarias
Pero en las chimeneas el humo fluye
Olor a lumbre por rendijas huye
Delatando que hay vida tras las tapias

Desamparado, con un rumbo incierto
Caminando incansable, anhela un lugar
Una puerta abierta donde descansar

Sueña con su hallazgo en breve momento
Con un alma humana e invite a pernoctar
Mientras, camina sin un viento cierto.

lunes, 18 de enero de 2010

La garza en el Arlanzón. A río revuelto, ganancia de pescadora.






Bueno, creo que era una garza esta ave impasible que estaba plantada el jueves, en el río Arlanzón. Ella quería pescar y yo la pesqué con mi cámara. Llovía...

sábado, 16 de enero de 2010

viernes, 15 de enero de 2010

"...la doncella del jabón le manoseó las barbas con mucha priesa, levantando copos de nieve, que no eran menos blancas las jabonaduras..."



Segunda parte del comentario al capítulo 32,2 del Quijote. Publicado en "La acequia".

El duque acaba ya su larga risa y se dirige al de los Leones, ya ha aprendido su nuevo apelativo, para dar por cerrada la confrontación con el eclesiástico. Su respuesta ha sido “altísima” y completa, para un agravio sólo aparente que, al igual que las mujeres, no agravian los eclesiásticos. ¡Otra vez con lo mismo!

Y don Quijote responde que así es: mujeres, niños y eclesiásticos no pueden defenderse, aunque sean ofendidos, por lo tanto no pueden ser afrentados. Parece ser que, entre el agravio y la afrenta, hay una diferencia que nos ha de explicar con sesudos y bien traídos ejemplos. A estas alturas, el lector se pregunta cuándo dejará, nuestro querido hidalgo, el asunto éste de las afrentas. Menos mal que no se siente agraviado en su persona “porque quien no puede recebir afrenta, menos la puede dar”. Eso sí, quisiera haberle podido sacado del error garrafal en que se encuentra, pensando que no han existido ni existen los caballeros andantes. Mal lo hubiera pasado el sermoneador si se entera Amadís u otro de su linaje.

El escudero confirma lo que dice su señor, especificando lo que hubiera hecho un Amadís o similar: rajarle como a una granada o melón. Buenos son esos para aguantar “semejantes cosquillas”. Y si lo oye Reinaldos de Montalbán, la que se arma. Pero Sancho… ¿cómo sabes tanto de libros de caballerías? ¿No eras labriego, analfabeto y con poca sal en la mollera? También es verdad que has hecho un curso intensivo, al lado de tu señor.

La duquesa “perece” de la risa y su favorito es el escudero, al que tiene por más gracioso y más loco que su señor. Su parecer es compartido por “muchos”… ¿Quiénes son esos “muchos”?

Al fin de la comida, el de los Leones se sosiega. Ya no ruge, digo ya no tiembla ni se le enreda la lengua. Cuatro doncellas llevan lo necesario para lavar las manos. La fuente y el aguamanil es de plata, las toallas son blanquísimas y riquísimas, el jabón redondo y napolitano. La de la fuente, muy desenvuelta ella, la encaja debajo de la barba de don Quijote y éste, un hidalgo de aldea al fin y al cabo, supone que será usanza de la tierra el lavar las barbas, en vez de las manos. Tiende la suya todo lo que puede, llueve del aguamanil y la doncella del jabón le manosea las barbas. Se las enjabona con rapidez, formando mucha espuma. No sólo las barbas, enjabona también la cara y los ojos. Tanto jabón le entra en éstos que le obligan a cerrarlos.

Los duques esperan en qué ha de pagar el extraño lavatorio, no saben nada de ello. La “doncella barbera” finge que se le ha acabado el agua y manda por ella. Deja a don Quijote cegado por el jabón. Los presentes disimulan, con gran esfuerzo, la risa. Las doncellas de la burla tenían los ojos bajos, no se atreven a mirar a sus señores. La cólera y la risa libran una batalla en el cuerpo de estos odiosos duques. No saben si castigar el atrevimiento de las muchachas o premiarlas, por haberles hecho reír tantísimo.

Por fin, la del aguamanil aparece con el agua y aclara las barbas y la cara a don Quijote, devolviéndole el sentido de la vista. Le limpian y le secan despacio, muy despacio; que así es más divertido. No acaba ahí la burla, falta una grande y profunda reverencia para retirarse. Pero el duque no quiere que el enjabonado caiga en la burla, llama a la de la fuente y le ordena que también a él le lave las barbas; pero que no se le acabe el agua.

Así lo hace la “aguda y diligente” doncella. Lava, enjabona la ducal barba y se retira con reverencias. El duque hubiera castigado “su desenvoltura”, menudo era el duque…

Sancho mira atónito los lavatorios y piensa, como su señor, que será usanza de la tierra. En Dios y en su ánima que lo ha de menester, una buena jabonadura y si se las rapasen, miel sobre hojuelas. Pero, al muy pardillo, se le ocurre decir, en voz alta, que pasar por un lavatorio así “antes es gusto que trabajo”.

La duquesa, qué más quiere. Está dispuesta a ordenar que lo laven y que le metan en colada. Sancho, de momento, se contenta con las barbas, más adelante…

El maestresala se lleva a Sancho, quedándose en la mesa los duques y don Quijote, hablando de diversas cosas. Es el momento de tirar de la lengua al caballero respecto a su Dulcinea…

Están con su coloquio en torno a la del Toboso cuando se oyen voces y ruido. Entra Sancho asustado, con un trapo sucio a manera de babero. Tras él, una comparsa de pícaros de cocina y gente menuda. Uno trae una artesa pequeña llena de agua de fregar, grasienta y maloliente. Persigue al escudero y pretende encajarle la batea debajo de la barba. Otro se la quiere lavar.

La duquesa pregunta con sorna qué quieren con ese buen hombre, si no consideran “que está electo gobernador”. El pícaro barbero contesta que no quiere dejarse lavar como lo hizo el señor duque y el señor su amo.

Sancho, colérico, contesta que querría sí, pero con toallas limpias, lejía clara y manos menos sucias. Que tanta diferencia no hay de él a su amo, que a él le lavan con “agua de ángeles” y a él con “lejía de diablos”. Él tiene las barbas limpias y está dispuesto a dar un puñetazo a quien le toque un pelo. Menudos agasajos los de este palacio…

La duquesa no puede más de risa de oír a Sancho; pero don Quijote viendo tan mal aliñado a su criado, sale en su defensa. Hace una profunda reverencia a los duques y, con voz reposada, pide a la comparsa del sucio lavatorio que le dejen y se vuelvan, que su escudero limpio es. Y “ni él ni yo sabemos de achaques de burlas”.
Sancho manifiesta que no aguanta más burlas, que traigan un peine y le almohacen la barba y que le trasquilen, si sacan alguna cosa…debe referirse a aquellos bichillos que emigraban al llegar al ecuador. ¿Os acordáis de lo que se extrajo del muslo, a orillas del Ebro?

La duquesa, riéndose, le da la razón y “reprende” a los de la artesa guarra, “ministros de la limpieza”. Han sido descuidados, en vez de traer fuentes y aguamaniles de oro puro con toallas alemanas, han usado artesas, dornajos…Les dice que son malos y mal nacidos, son unos malandrines que no saben disimular la ojeriza que tienen a los escuderos de los caballeros andantes.

Los apicarados y el maestresala creen que la señora habla de veras y se retiran, confusos y avergonzados.

Sancho se arrodilla, agradecido, ante la duquesa. La gran merced que la gran señora le ha hecho no puede pagarse sino con desear verse armado ¡caballero andante! Así podrá dedicarse a servir atan gran señora. Quijotizado del todo está nuestro escudero. Aunque, a continuación, desciende a la realidad y declara ser labrador, casado, con hijos y escudero. Mande la señora lo que quiera, que él tardará menos en obedecer que ella en mandar.


Un abrazo a todos los que pasáis por aquí, de María Ángeles Merino Moya


Pedro Ojeda Escudero dice en "La acequia":

Para la primera parte de su comentario, Abejita de la Vega elige la defensa de la caballería andante de don Quijote, con ilustración oportuna. Después se centra en las atenciones que les prestan las doncellas a nuestros personajes: no os perdáis la imagen, con espuma de afeitar y todo.


Leer más: http://laacequia.blogspot.com/#ixzz0d5qJ6le9
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También dice en este blog:

¡Cómo juega con nosotros y nuestras emociones Cervantes en este capítulo!

Dejémosle jugar...Un abrazo

"...yo, inclinado de mi estrella, voy por la angosta senda de la caballería andante..."



Fotos: Estrella. "Una angosta senda", tomada en Palacios de Benaver, por María Ángeles Merino.

Comentario al capítulo 32,2 del Quijote. Publicado en "La acequia"

De la respuesta que dio don Quijote a su reprehensor, con otros graves y graciosos sucesos

Don Quijote tiembla de pies a cabeza y se le traba la lengua. Ha de dar la réplica a su grave y eclesiástico reprehensor, con todos los respetos, los pasados y los presentes, a la sacratísima institución que representa. Y con todos los acatamientos hacia el lugar en que se halla, un palacio propiedad de la más alta nobleza. Ante estos dos estamentos, no nos extrañe la tiritona y la lengua impedida.

Los “togados”, al igual que las mujeres, no empuñan más arma que la lengua. Con ella entrará don Quijote en batalla, en justa reciprocidad. No es un arma tan inofensiva, puede ser de doble filo…

El primer disparo: “de un religioso antes se esperan buenos consejos que infames vituperios”. A continuación le recuerda, es de suponer que no lo ignora, que las reprehensiones “santas y bien intencionadas” han de realizarse en privado y teniendo conocimiento del “pecado” por el que se reprehende, asentándose mejor sobre blandura que aspereza. Ninguna de estos tres “puntos” fueron cumplidos por el severo religioso que le llamó públicamente, “sin más ni más”, mentecato y tonto.

Tres circunstancias, por cierto, que debieran tenerlas en cuenta todos los educadores que , en este mundo, son y serán. Nunca en público , con conocimiento de la falta y mejor sobre blandura que aspereza. ¿Figuran estas palabras de don Quijote en algún cursillo, curso, cursazo , mastercillo, máster o masterazo de esos que capacitan pedagógicamente a profesores? Debieran …aunque parezcan obvias.

Don Quijote quiere saber por cuál de sus “mentecaterías” se le vitupera, mandándole a su casa a gobernar casa, mujer e hijos. ¿Mujer e hijos? ¿Por qué no pregunta primero si los tiene o los deja de tener?

Nuestro caballero no puede sufrir a este "togado" que se mete, sin consideración alguna, como quien tiene el derecho, en las vidas ajenas. Y se atreve a dar leyes a los caballeros andantes, él, el que no ha andado más allá de treinta leguas.

¿Y le parece mal buscar las asperezas del mundo para ganarse un asiento en la inmortalidad? Es lo que predican sus colegas en los púlpitos.

Tonto, le ha llamado tonto. Sería una afrenta que le tuvieran por sandio “los caballeros, los magníficos, los generosos, los altamente nacidos”. Escuche bien el de la sotana: ni magnifico, ni generoso ni altamente nacido. ¿En qué categoría lo incluye? En la de los estudiantes, esos “criados en estrecho pupilaje” que jamás han pisado las sendas de la caballería. No le concede don Quijote una categoría superior a la de bisoño estudiantillo. Y eso, a pesar de que el grave eclesiástico debe tener una grave edad…

Apunte, apunte el severo religioso. “Ambición soberbia”, “adulación servil”, “hipocresía engañosa”...esos caminos siguen algunos. ¿Todos? No, menos mal, algunos van “por el de la verdadera religión”.

Mas don Quijote, inclinado de su estrella, va “por la angosta senda de la caballería andante”, acrecentando su honra y no su hacienda. Agravios, tuertos, insolencias, gigantes, vestiglos…con todo eso ha cumplido.

Y enamorado porque “es forzoso que los caballeros andantes lo sean”. ¡Ay Dulcinea! Ahora resulta que se enamora de ti porque de alguien se tenía que enamorar, que era obligatorio. Y frío como un pez, nada de vicio…Platónico y continente. Menos mal, tobosina, que no existes porque un enamorado así…

Y nuestro caballero andante concluye la réplica. Sus intenciones siempre han sido” hacer bien a todos y mal a ninguno”. El que obra así no merece ser llamado bobo. De todas maneras, si fuera así, díganlo los excelentes duque y duquesa. Como son tan excelentes pueden decir incluso que la noche es día.

Sancho aplaude, con un ¡Bien, por Dios!, las palabras de su señor. Le pide que no insista más, que si el reprehensor niega que haya caballeros andantes…qué va a saber.

Y, entonces, repara el estirado eclesiástico en la presencia del escudero. Le pregunta si es el tal Sancho Panza, al que su amo tiene prometida una ínsula. Él, siguiendo sus refranes, se arrima a un buen señor y será como él. Y junto a él, no le faltarán ínsulas que gobernar.

El duque ve llegado el momento de seguir con la broma y, ¡faltaría más!, le ordena el gobierno de una ínsula que le sobra por ahí, una de las buenas...

Don Quijote le ordena hincarse de rodillas y besar los pies al duque, por la merced concedida. Sancho lo hace así y el grave eclesiástico no puede más, se levante mohíno de la mesa. Está por decir, pero no lo dice, que es tan sandio “Vuestra Excelencia” como los dos “pecadores”, amo y señor. Y amonesta a la pareja ducal por canonizar las locuras de los locos, siendo ellos cuerdos. Ya no come más y se va a su casa, así no tendrá que reprehender en vano. No consiguen detenerle los ruegos. Pocos ruegos los del duque, puesto que la risa se lo impedía.


(Continúa)

lunes, 11 de enero de 2010

Burgos: "Retiradas las placas de Capitanía que recordaban a Franco y al general Mola"


gentedigital.es/ L.Sierra
11/1/2010 - 13:18

"Las placas situadas en el edificio de Capitanía que conmemoraban el nombramiento de Franco como jefe de Estado en el año 1936 y la que recordaba al general Mola, fallecido durante la contienda militar, han sido retiradas hoy por orden del Ministerio de Defensa."

Muchos burgaleses no entendíamos qué "pintaban" estas placas y nos daba una vergüenza... La de Franco, ya la veis en mi foto. La de Mola decía:

"En este Palacio cuna del Glorioso Alzamiento Nacional residió durante los heroicos de su comienzo el Ilustre General y bienhechor de la Patria Excmo. Sr. D. Emilio Mola Vidal. Desde aquí dirigió las primeras operaciones que culminaron en la brillante campaña de Vizcaya durante la cual encontró honrosa muerte por Dios y por España el día 3 de junio de 1937 al lograrse su magno empeño de liberación de todo el norte hispano. El pueblo de Burgos rinde a este heroico y ejemplar soldado de España su más ferviente homenaje, 21 de octubre de 1937. II año triunfal".

Prometo poneros, en el blog, las nuevas placas. No tienen nada que ver.

Uno más en la familia



De momento le llamamos Shiro, aunque vete a saber como le llamaremos al final.



Ahora olemos a perro, y Suri se mosquea con nosotros.

¡Guau!

domingo, 10 de enero de 2010

Vaya, vaya, cómo son recibidos el Alonso y mi padre, ni que fuesen de la alta alcurnia.



Ilustración de Gustavo Doré

Ele Bergón dijo:


Hola troncos y troncas.

Se terminan las vacas y otra vez al insti para aguantar a los profes y ver a los coleguis.

Vaya, vaya, cómo son recibidos el Alonso y mi padre, ni que fuesen de la alta alcurnia. Aunque les obligen a pasar por el agua. No sé el Alonso, pero a mi padre no le gusta nada eso de lavarse.Seguro que en el tiempo que andan por ahí pocas veces se habrán duchado. Se parecen a mi hace algunos años. Ahora no, ahora me regañan porque gasto demasiado agua, pero es que quiero estar limpio para que me vea Nerea, aunque estos días con el frío que hace y las nevadas que caen, no puedo perder el tiempo en el kiosko. Me pasmo. ¡Qué rollo!

¿ A qué ton tiene que llamar mi padre vieja a esa señora tan peripuesta? Con razón el Alonso le echa una buena bronca por ello.

Por cierto que el larguirucho desnudo tiene que ser la pera. Ja, ja, ja yo es que me parto.

Me parecen un poco pardillos los duques ( yo se de una que nació en Pardilla, así que ella lo debe ser de nacimiento) mira que creerse todas las tonterías que inventa el Alonso..aunque no es tan tonto como parece pues sabe que puede sacar tajada con esto de los duques, por eso tiembla cada vez que mi padre abre la boca, como la tontería de cuento que suelta allí, delante de todos y que no dice ná.

Buenos consejos le da el cura al Alonso. Es lo que tenían que hacer volverse ya a casa que ahora las carreteras no están para que anden por ahí a la buena de Dios, claro que de momento si están con los duques pues bueno, no están mal.

Choque de manos.

Por cierto abejita, por si no lo sabes, aunque quizá lo hayas mirado ya, Tembleque es un pueblo de Toledo donde hay una de las plazas más bonitas de España y el nombre viene de temblor por el miedo que pasaban sus habitantes.

Besos para ti de la ele.

Muchas y grandes cosas: doncellas, una camisa, una bronca, un cuento, un grave eclesiástico…



Un grave eclesiástico, en mi ciudad hay muchos, de piedra y de carne y hueso...

Tercera parte del comentario al capítulo 31,2 del Quijote, publicado en "La acequia"

Una vez que el duque deja zanjado el tema del rucio, introducen a don Quijote en una riquísima sala donde seis doncellas, bien aleccionadas, lo desarman. Saben bien cómo le han de tratar, para que se sienta como un auténtico caballero andante, algo que ni él mismo se cree. Están obligadas a reprimir la risa, por orden de sus altísimos señores. Un hidalgo avejentado, sequísimo, flaquísimo y larguísimo, con sus escasos greguescos y su jubón, con sus quijadas prognáticas que se besan por dentro…Si las muchachas pudieran, darían rienda suelta a sus carcajadas.

Le ruegan que se deje desnudar, han de ponerle una camisa. El honestísimo y castísimo Don Quijote no lo consiente, delante de seis mujeres, jamás. Solicita que se la entreguen a Sancho y se encierra con él, no sólo por la camisa…ahora a ver ese deslenguado.

El escudero ignora el chaparrón que le va a caer encima, menuda filípica. Lo del burro no va aquedar así. Don Quijote está indignadísimo: en ese preciso y dulce momento en que, ¡por fin! , es tratado como un caballero andante, al truhán y majadero de Sancho sólo se le ocurre acordarse ¡del rucio!

Por Dios le pide que se reporte, que no descubra su villana y grosera hilaza. Porque si califican mal al criado, calificarán mal al señor; pensarán que es un caballero de mohatra, o sea de mentira. Ay, que sus inseguridades le delatan.

Don Quijote pulsa la tecla adecuada, le advierte que han de mejorar en tercio y quinto en hacienda. Para ello, ha de enfrenar la lengua y rumiar las palabras antes de soltarlas. Y Sancho lo promete “con muchas veras”, “que nunca por él se descubriría quién ellos eran.” Lo curioso es que, ante estas palabras de complicidad, el viejo hidalgo calla… ¿Amo y criado conchabados?

Se viste y se adorna. El tahalí y la espada, imprescindibles a la hora de la comida. También, el mantón y la montera. En la gran sala, las doncellas le ofrecen aguamanos con reverencias y ceremonias. Luego doce pajes con el maestresala, han de llevarlo a comer, lleno de pompa y majestad, donde los duques le aguardan. Un cortejo de trece personas para un caballero andante de guardarropía. Ya está dispuesta una rica mesa, con cuatro servicios. Sancho, como criado que es, no se sentará a la mesa.

La duquesa y el duque salen a recibirlo, y con ellos un nuevo y siniestro personaje: un grave eclesiástico. Y, de golpe y porrazo, el autor, nos sorprende con unas valentísimas pinceladas, cinco “destos que”, para darnos una rápida visión crítica, de como es éste y como suelen ser los religiosos que gobiernan las casas los “príncipes”. Ineptos en su labor educativa sobre la nobleza, convierten a sus nobles educandos en miserables, estrechos de ánimo…no se calla, no, este Cervantes. Aunque, tal vez, debiera, que el Santo Oficio siempre está afilándose las uñas. Seguro que el escritor piensa en un eclesiástico concreto, muy concreto.

Después de muchas finezas, se sientan a la mesa. Don Quijote rehúsa sentarse a la cabecera, pero el duque insiste y el de los Leones ha de aceptar. Sancho contempla atónito tanta ceremonia y, ante los ruegos del duque para hacer sentar en la cabecera a don Quijote, le viene a la memoria un cuento y no se aguanta sin decirlo. Sonríe maliciosamente, va a ver su amo lo bien que encaja…

Sancho pide licencia para contarlo y don Quijote tiembla, teme que suelte alguna necedad inconveniente. Sancho entiende la preocupación de su amo e intenta tranquilizarlo, asegurando que no ha olvidado sus consejos sobre hablar bien o mal…
Don Quijote dice que no se acuerda de nada de eso, que diga lo que quiera, pero rápido. Caballero y escudero discuten: digo verdad, miente lo que quieras, pero mira lo que dices, remirado lo tengo y, al final, “echen de aquí a ese tonto que dirá mil patochadas”.

La duquesa tiene ganas de diversión y no consiente que se aparte al “discreto” Sancho, su personaje favorito y si dice patochadas, mejor que mejor.

Tras lanzar un “viva” a la duquesa, a “su santidad”, por lo bien considerado que le tiene; el escudero se pone a contar, de forma enrevesada y larga, dando detalles innecesarios, un cuento muy simple y muy corto; pero tan mal contado que irrita y se presta a confusión. Trata de un hidalgo de su pueblo, el de Sancho, que invita a comer a un labrador pobre. Éste insiste en que el hidalgo ocupe la cabecera de la mesa y, a su vez, el hidalgo desea que el labrador la tome, porque en su casa se hace lo que él manda. Al invitado le parece una descortesía y se niega. El cuento acaba cuando el hidalgo le pone la mano en los hombros y le dice: “Sentaos, majagranzas, que adondequiera que yo me siente será vuestra cabecera”.» O sea, te pongas como te pongas, mando yo.

Don Quijote se pone de mil colores, qué mal le sienta el cuentecito, tan a propósito. Los señores entienden la malicia del escudero y disimulan la risa. Es preciso cambiar de tema y la duquesa se interesa por la señora Dulcinea y si le había enviado presentes de gigantes o malandrines vencidos. Don Quijote se lamenta de sus infortunios, Dulcinea está encantada y vuelta en feísima labradora, los vencidos no la pueden encontrar.

Sancho da su versión de los hechos, para satisfacer a esta duquesa que aprecia su “discreción”. Dice que a él le pareció la más hermosa, que, al menos, en el brincar no le gana un volteador, ni un gato…No sabe mentir, la imagen de la labriega saltarina es la que conoce y a ella se rinde.

El duque, buen lector del libro, le pregunta si la ha visto encantada y responde que la vio el primero; para luego exclamar ambiguamente: “¡Tan encantada está como mi padre!”

El grave eclesiástico cae en la cuenta de que estaba ante el mismísimo don Quijote de la Mancha, cuya historia tanto leía el duque y él le decía “que era disparate leer tales disparates”. Colérico, se dirige al duque en un tono de sermón, le hace responsable ante “Nuestro Señor” de lo que hace “don Tonto”, así lo llama. Le está convirtiendo en más mentecato de lo que verdaderamente es, dándole ocasiones…

Y se dirige a don Quijote, llamándole “alma de cántaro”. Le pregunta quién le “ha encajado en el celebro” eso del caballero andante y demás. Debe volver a su casa y cuidar de hacienda e hijos. Debe dejar de vagar por ahí, dando que reír. ¿Dónde hay caballeros andantes, gigantes, malandrines, Dulcineas y todas esas “simplicidades”?

Atento está nuestro héroe a las razones del venerable, ay venerable, mi palabra favorita…Pero va a explotar, se pone de pie, airado y dice…lo que dice en el siguiente capítulo.

Un abrazo para los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

Pedro Ojeda Escudero dijo en "La acequia"

Del ordenador de Abejita de la Vega salta otro secundario excelente de tantos que nos ha regalado: ahora es la dueña doña Rodríguez, que da su versión de los hechos narrados, para terminarla más adelante, pero antes había comentado -y con video- el necesario acto de perfumar a don Quijote tras tanto camino... Después, el Sanchico, vía Ele Bergón, comenta -un tanto orgulloso, para qué negarlo- lo bien que son recibidos en casa de los Duques su padre y don Quijote y lo poco que le gusta a su padre el agua para lavarse...

Gracias,Pedro. Hay que ver lo que se asoma en mi ordenador. A ver cómo se porta y si yo puedo con ello.

jueves, 7 de enero de 2010

"Advertid, Sancho amigo, que doña Rodríguez es muy moza y que aquellas tocas más las trae por autoridad y por la usanza que por los años."




A la dueña Rodríguez me la imagino así como la reina Mariana de Austria, vestida con las tocas monjiles propias de las viudas.

Segunda parte del comentario al capítulo 31,2 del Quijote , publicado en "La acequia"

Miro la pantalla de mi ordenador y veo algo muy extraño. ¿Qué imagen es ésa? ¿Alguna extraña publicidad de esas que emergen en Internet? ¿La de un detergente para lavar prendas de color negro? ¿Un disco de música gregoriana? No, no es un anuncio ¡Es una mujer vestida monjilmente, con ropajes negros y enorme toca blanca ! ¡Es tal y como yo me imagino a doña Rodríguez, la “reverenda dueña” ! ¡Está ahí dentro, en la pantalla de mi ordenador! Parece que quiere decirme algo, así que subo el volumen del altavoz y escucho lo siguiente:

“Ruego a vuestra merced, mujer amanuense, deje de mover los dedos sobre ese extraño artefacto y me escuche atentamente porque vengo del limbo en que viven los personajes secundarios de aquel libro, dado a la estampa con el nombre de “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”. Sé que vuestra merced ha prestado atención a otros personajes secundarios, por eso me presento aquí. No me conceden mucho tiempo y no podré repetirlo.

Mi nombre es doña Rodríguez de Grijalba, aunque ese escudero majagranzas se haya dirigido a mí como señora González. Le pregunto: ¿Qué es lo que mandáis, hermano? Y el mentecato me pide la merced de salir a buscar a su borrico y mandarle poner ¡o ponerle! en la caballeriza, que el pobrecito no se halla a estar solo. Yo, una Rodríguez de Grijalba, hidalga de la cabeza a los pies, acarreando el burro de un villano, con mis blancas y cuidadas manos. Con las mejillas encendidas, no me puedo contener, lo despacho con palabras destempladas, y le hago saber que las dueñas de esta casa, aunque dirigimos y vigilamos a la servidumbre, no estamos acostumbradas a tan serviles ejercicios.

Mas este labriego analfabeto me responde, el muy insolente, con el romance de Lanzarote, que “damas curaban del y dueñas del su rocino”. Y que su rocín no ha de ser menos. Parece ser que su amo lo recita a menudo, ese loco al que mis señores, los duques, han recibido con cortejo de aguas olorosas. Y tenemos órdenes de tratarlo como a un caballero andante, los de esos disparatados libros de caballerías que, a veces, alguien nos lee en voz alta, para pasar mejor las largas tardes de invierno.


Yo no sirvo para estos fingimientos, que me perdone mi señora la duquesita. Aquella hermosísima criaturita a la que, tantas veces, tuve en mis brazos. Entonces era reciente mi viudedad. Al morir mi esposo, capitán de los Tercios Viejos, quedé sola y sin recursos. Dios confunda a quien urde las guerras. Tuve que aceptar el generoso ofrecimiento de mi señora. Desde entonces soy una dueña más, arrastrando mi hábito negro y mis blancas tocas por los salones del palacio ducal, vigilando a los criados, murmurando…Dios me perdone.


Le replico a este escudero, si es un juglar ha de guardar sus gracias para quien se las pague, que yo lo haré con una higa. Me contesta que ésta “aún bien…será bien madura”. Vamos que me la convierte en breva y mi “quínola” es la que suma más puntos…me llama vieja.


Ya no soy la pacífica dueña Rodríguez, la que pasa sus horas dándole a la aguja, y a la lengua, sentada en un cojín del estrado. Soy un basilisco, echo fuego por los ojos. Pronuncio algo impropio de una linajuda y cristiana hidalga, le llamo… “hijo de puta”. Dios me perdone. La cuenta de mis años es cosa de Dios y no de este bellaco, harto de ajos.


Así se lo digo en voz tan alta que me oye mi señora. Me pregunta con quién las he. Bajo el tono y le contesto que las he con “este buen hombre”, el cual me ha pedido que lleve a su asno a la caballeriza, como al rocino de Lanzarote que fui cuidado por unas dueñas. Y, sobre todo, me ha llamado vieja. Cincuenta y dos...


La duquesa habla con Sancho y le dice que, siendo yo muy moza, no llevo las tocas por los años sino por autoridad y usanza. Un punto de socarronería siempre ha tenido esta mi señora…si la conoceré yo.


El escudero se disculpa, el cariño que tiene a su jumento es tan grande que no podía encomendarlo a persona más caritativa que yo. Al amo del escudero le parecen fuera de lugar las pláticas, en el lugar en que estamos. El rústico responde que si aquí se acordó del rucio, aquí habló de él.


Mi señor, el duque, sale en defensa de Sancho. Yo no sé qué pasa aquí, éste no es el amo que yo conozco. Dice que el escudero está en lo cierto y no hay que culparle. Al rucio “se le dará recado a pedir de boca”, no sé de qué boca habla, si de la boca del de cuatro patas o del de dos. Que ande Sancho sin cuidado, “como a su misma persona “dice mi señor que se le tratará. Me pareció percibir un tono de burla en sus palabras.

Me despido de vuestra merced, volveré…


(Continúa)

"Y todos o los más derramaban pomos de aguas olorosas sobre don Quijote"



"Cervantes dice, en este capítulo 31,2: "Y todos o los más derramaban pomos de aguas olorosas sobre don Quijote"

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Esta comentarista dice:" No es mala idea lo de las aguas olorosas; teniendo en cuenta que llevamos treinta capítulos de esta segunda salida, en los cuales, seguramente, habrán divisado alguna fuentecilla, manantial, riachuelo o laguna donde darse un chapuzón o, al menos, remojarse un poco."

Comentario al capítulo 31,2 del Quijote, publicado en "La acequia"

Que trata de muchas y grandes cosas

¿De qué trata este capítulo? El título poco o nada nos dice: “Que trata de muchas y grandes cosas”.

¿Quiere el autor que lo leamos sin ideas preconcebidas? ¿Pensará que la intriga nos hará leerlo con más interés? ¿Puso el título cuando no sabía lo que le iba a salir? ¿Es, en realidad, un capítulo de pocas y pequeñas cosas?

Para el personaje del escudero es un capitulo de grandes cosas: “Suma era la alegría que llevaba consigo Sancho”. En su imaginación, se ve a sí mismo gozando de la gracia y confianza de la duquesa que, de momento, ya manifiesta gustar de sus “discreciones”.

Aficionado a la buena vida, dice el narrador. ¿Quién lo es a la mala? Este castillo será tan cómodo y bien abastecido como la casa de don Diego o la de Basilio…más confortable, mejor proveído. Como a la ocasión la pintan calva, él la agarra por la melena. Y cuando te dieren la vaquilla, corre con la soguilla.

El duque se adelanta para dar órdenes a sus criados, han de saber cómo tratar a don Quijote. El recibimiento ha de ser como una novela de caballerías, han de recrear su irreal ambiente.

Cuando llega con la duquesa a las puertas del castillo, salen dos lacayos cubiertos de raso carmesí y cogen en brazos al de los Leones. Disimuladamente, le indican que “vuestra grandeza” vaya a apear a la señora duquesa.

La señora duquesa comienza a representar su papel. No, no se halla digna de dar tan inútil carga a tan gran caballero. Descenderá en brazos de su ducal esposo.

En el patio, dos hermosas doncellas, bien aleccionadas, cubren a don Quijote con un mantón escarlata. En los corredores, criados y criadas están apostados para dar, a grandes voces, la bienvenida a la flor y la nata de los caballeros andantes. Cada uno lleva un pomo de agua olorosa, lo han de derramar al paso de don Quijote y los duques.

No es mala idea lo de los perfumes, teniendo en cuenta que llevamos treinta capítulos de esta segunda salida en los cuales, seguramente, habrán divisado alguna fuentecilla, manantial, riachuelo o laguna donde darse un chapuzón o, al menos, remojarse un poco. Pero no, su hidrofobia queda demostrada. Bueno, ya quedó demostrada en la primera parte. Por no hablar de la ropa…Allá por el capítulo 3,1, aquel ventero, el que le armó caballero con un “gentil espaldarazo”, entre otras cosas, le aconsejó ir provisto de camisas limpias. Y el recién armado caballero le prometió “de hacer lo que se le aconsejaba”. No tenemos constancia de que, en las alforjas de Sancho, vayan las “mudas” pertinentes.

Don Quijote de todo se admira y vive su primer día “que de todo en todo conoció y creyó ser caballero andante verdadero, y no fantástico”. Ahora que se ve tratado como los caballeros de sus lecturas, ahora se lo cree del todo. Pero… ¿se lo cree de verdad? Ay, que hemos pillado a vuestra merced.

Sancho desampara al rucio y se cose a la duquesa. Le remuerde la conciencia de haberlo dejado solo y se dirige a Doña Rodríguez, una reverenda dueña que, con otras, salía a recibir a su ducal señora.

(Continúa)