Este mes de febrero vamos a leer poesía, en mis manos tengo El escenario de Karmelo C. Iribarren. En la portada nos recibe Temps de pluie à Paris de Gustave Caillebotte, sí, Donosti siempre fue un pequeño París con mar y más lluvia. En las dedicatorias, tres poetas de categoría: Luis Antonio de Villena nos habla de vejez y fronteras, Luis García Montero de un lunes vagabundo de andar por la ciudad y Ángeles Mora del río que nos lleva. Ya tenemos algunas pistas. ¡Ah y es el volumen MCXL de la Colección Visor de Poesía!
Conozco un poco Donosti/San Sebastián, y aunque no la conociera, salir con el poeta a su espacio contemplativo y emotivo es lo más natural, como si fuera el paisaje de cada lector, el mío, por ejemplo, que no tiene ría, ni mar, ni tanta lluvia. Abrimos el paraguas, siempre a mano de los donostiarras, y salimos a atrapar sentimientos desde el Urumea, que en el puente de la Zurriola "quiere irse y no puede, quiere quedarse y tampoco", su "llanto eterno filosófico" es el nuestro. Y fluyen, un verso, otro verso, la vida misma, la voz poética nos acompaña con su ritmo, seguro que los acentos están en su sitio y las palabras bien medidas, bien escogidas; los lectores solo nos ocupamos de leer, el pensamiento del poeta y el nuestro se deslizan a la par. El oído queda agradecido.
Es materia delicada la poesía, doncella tierna, no quiere ni admite explicaciones, es un mundo de sentimientos que calan en nuestro interior.¿ Calan? Tal vez no haya verbo más adecuado para la poesía de Karmelo C. Iribarren, la lluvia le va calando y nos cala de punta a punta de su ciudad, San Sebastián, su "espacio de contemplación y de emoción contenida", "al mismo tiempo luz y oscuridad", como señala José Luis Cancho.
Pedro Ojeda, en La metáfora del mirlo, no recuerda ningún otro poeta en cuyo obra llueva más apropiadamente sobre una ciudad "para que el poema tome nota de la lluvia y la lluvia explique la razón del poema mejor que las palabras", llueve "como no pudiendo hacer otra cosa, es parte de la realidad y la mirada poética". Siempre llueve, aunque no llueva. Y, en el caso de El escenario, la mayor parte de sus versos fueron escritos durante la pandemia, un chaparrón que todavía nos cala. Porque la lluvia es mucho más que agua, más que un "bruit doux", no veo a Karmelo C. Iribarren con la melancolía y la languidez del conocido poema de Verlaine. Estamos ante un hombre que está de vuelta de todo, pero de vez en cuando cree en el amor y en la alegría "una ola repentina llena de luz". "Ficción realista autobiográfica" en la cual importa dónde sucede, el escenario. Su ciudad de punta a punta, reconocemos hasta los cisnes de la Plaza de Guipúzcoa.
¿Quién es Karmelo C. Iribarren?
Nacido en Donosti/ San Sebastián en 1959. Tras la muerte de su padre, "un buen tipo sin suerte" del que conserva la C., lo internaron con siete años en algo parecido a un orfelinato de novela decimonónica. No fue a la universidad ni perteneció a círculo literario alguno, pero leyó mucho y vorazmente, "la Biblia en verso" asegura. Comenzó a trabajar muy pronto. Fue fontanero, vendedor de enciclopedias y camarero en una residencia de ancianos. Pero sobre todo fue el tabernero sombrío del Akerbeltz, en la Parte Vieja...un antro inolvidable...tiempos duros, sexo, droga, terrorismo de ETA y rock and roll...tras la barra, en los tiempos muertos, Iribarren escribía...Se hizo alcohólico, lo cual ya pasó...Ahora pasea, toma cafés, da lecturas por España y es una voz imprescindible en nuestras letras. Los que viven en Donosti lo ven, a menudo, en sus paseos y en su cafetería favorita.Sus primeros poemas fueron publicados sueltos en distintos fanzines, pero una noche de 1989 destruyó casi todo lo escrito. En 1995 logró editar su primer libro La condición humana, en la editorial Renacimiento. Ahora cuenta con más de una veintena de obras e importantes premios, ha sido inevitable el intento de catalogación: realismo sucio, minimalismo y realismo limpio, poeta de la experiencia, poeta social...Karmelo asegura: "Yo quería ser el poeta callejero que soy, pero mejor". Comenta que, en sus inicios, escribía sonetos, décimas, octavas reales..."para conocer en profundidad la métrica y, después, poder prescindir de ella sin comprometer el ritmo ni la esencia de los poemas".
Donostia vive un poco en todos nosotros.
ResponderEliminarNo pude disfrutarla mucho porque vivía y trabajaba en un pueblo a ochenta kilómetros. Lo justo para un trámite en la Plaza Lasala, donde estaba educación, y poco más. Pero vive en mí. Nunca digo Donostia, me suena muy mal. Se presta al viejo chiste. Es incorrecto pero se dice Donosti, con cariño. Otra cos es cuando hablan en euskera, entonces hay que poner la a y a veces algo más.
EliminarExperiencia nueva en poesía diferente.
ResponderEliminarUn abrazo
Una grata experiencia. Un abrazo, Paco.
EliminarBuena entrada para un paseo bajo la lluvia con Karmelo.
ResponderEliminarAbrimos el paraguas y adelante, la vida misma
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