Dejamos al de Bradomín, embriagado con los "lánguidos efluvios" de la "Niña Chole". Ahora, descansa en medio de aquellas ruinas mayas. Se adormece en una hamaca junto a un bohío.
Bajo el ardiente crepúsculo tropical , la tierra se personifica en "negra enamorada" que se estremece deseosa:
"La campiña toda se estremecía cual si al acercarse sintiese la hora de sus nupcias, y exhalaba de sus entrañas vírgenes un vaho caliente de negra enamorada, potente y deseosa."
Atardecer mexicano. Sueña que traspasa los umbrales del Paraíso mahometano. Las siete huríes no son sino siete criollas, con la sonrisa de Lilí y la mirada de la Niña Chole. Este cínico don Juan no desea enamorarse demasiado. Lo haría locamente si volviera a ver aquellos ojos. Y eso le preocupa , le aterroriza. "Afortunadamente", piensa, esas féminas cautivadoras son fugaces: La mirada de la Niña Chole remueve memorias que encienden deseos y excitan su imaginación: "Aquella sonrisa, evocadora de otra sonrisa lejana, había encendido en mi sangre tumultuosos deseos y en mi espíritu ansia vaga de amor...¡Ay, era delicioso aquel estremecimiento que la imaginación excitada comunicaba a los nervios!" Imágenes curiosasCabalga bajo la sombra de la noche y un horizonte de relámpagos y resplandores rojizos. Hay una calma solo aparente. La naturaleza "lujuriosa y salvaje" semeja dormir como " una fiera fecundada", entre "susurros nupciales" y " moscas de luz que danzan entre las altas yerbas". Al de Bradomín le parece respirar una "esencia suave, deliciosa, divina", la misma que " la madurez estival vierte en el cáliz de las flores y en los corazones". El de Bradomín se siente en sintonía con una naturaleza "pansexualista"(*), a la que percibe con una enorme tensión erótica. ¡Aquel delicioso estremecimiento que la imaginación excitada comunicaba a sus nervios! "Ya metida la noche", llega al poblado. Precipitadamente, se dirige a la playa y otea el horizonte. La fragata puede haber zarpado ya. Se le acerca un indio "ensabanado" que se le ofrece empalagosamente como guía y como proxeneta, para acabar amenazándole con una "faca". Rodeado de arenas movedizas y aguas negras, siente miedo. Si el ladrón le hubiera amenazado con arrancarle las entrañas, quizás se dejara robar. Pero un marqués no puede dejarse intimidar por alguien que le llama "amito" y le previene de que "puede clavarse". No lleva armas, pero tiene un bordón. El ladrón va a herirle de lado; pero la luz de la luna le permite ver y reaccionar a tiempo. Intenta desarmarlo. Al final, una visión como de pesadilla. El indio "se encorva y salta con furia fantástica de gato embrujado". Cuando va a quedarse desarmado, el ladrón huye y la faca "queda temblando como víbora de plata clavada en el árbol negro y retorcido de una cruz hecha de dos troncos chamuscados." El del bordón no entiende lo que ha pasado. Huye y llega a punto de subir a un bote de la fragata. Recogido en su camarote, reviven en él " las víboras mal dormidas del deseo". Le persigue el recuerdo de la Niña Chole: " Su belleza índica, y aquel encanto sacerdotal, aquella gracia serpentina, y el mirar sibilino, y las caderas tornátiles, la sonrisa inquietante, los pies de niña, los hombros desnudos, ...todo era hoguera voraz en que mi carne ardía." Sueña despierto con un jardín de amor donde florecen "las formas juveniles y gloriosas" de la yucateca, como "rosas de japonería". Poco a poco, se va durmiendo arrullado por el agua y las ondulaciones de aquella falda. Despierta al amanecer, con las voces del baldeo. Sube al puente y allí en el horizonte, "envuelto en el rosado vapor que la claridad del alba extendía sobre el mar azul, adelantaba un esquife". Llegamos a un punto en que el escritor se burla del escritor. Así el esquife: "Era tan esbelto, ligero y blanco, que la clásica comparación con la gaviota y con el cisne veníale de perlas." Bajo el palio de lona, va sentada una blanca figura. ¡Es ella, la musmé de los palacios de Tequil! Su alma lo adivina antes que su vista. Ese borde de la falda y esos "pies de reina calzados con chapines de raso blanco". Es la Niña Chole, "velada apenas en el rebocillo de seda." Sube a la fragata "apoyada en los hercúleos hombros de un marinero negro". Ahí dejamos, de momento, al de Bradomín. Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de: María Ángeles Merino Nota: (*)Pere Gimferrer habla de "naturaleza americana pansexualista", en el prólogo de su edición de la "Sonata de estío", para la colección Austral (página 13) Pedro Ojeda dice en "La acequia": "Mª Ángeles Merino comenta e ilustra el primer contacto del Marqués con Tierra Caliente: aventura, peligro y amor, en este don Juan tan suyo... " |
El Marques tiene gran capacidad de adaptación a las circunstancias de ellas, siempre a su conveniencia, igual sueña con huríes, que con princesas mayas o bellezas clásicas.La tierra mejicana de Valle rebosa sensualidad, tanta como las habitantes literarias.
ResponderEliminarMujeres sombra porque ya se desprendieron de la luz.
Excelente selección de textos y mejor comentados, tanto gráficamente como por escrito.
Un abrazo.
Buenas noches, Abejita de la Vega:
ResponderEliminarValle Inclán era un tremendo provocador, y lo demuestra en esta Sonata.
Reconozco que exceptuando el capítulo del coloso negro y los tiburones págs. 112-113
y el de la misa de difuntos con la irrupción de Juan Guzmán en la Capilla de las Comendadoras Santiaguistas, págs. 134 a 136, no se me ha ido la sonrisa.
En esta Sonata, el Marqués de Bradomín tiene más mundo recorrido y aventuras a las espaldas que cuando acompañaba a Concha en el Palacio de Brandeso.
Abrazos.
Curiosa la foto del árbol abrazándose (o atenazando...) a esa raiz de apariencia tan humana... Besotes, M.
ResponderEliminarEl Marqués, inevitablemente, vive para dentro: tanto para la aventura como para el amor. De ahí que le sea suficiente una mirada para decidir que se ha enamorado...
ResponderEliminarQué difícil trabajo el tuyo, ahora, para ilustrar un ámbito tropical. Por eso, más elogiable.
Juraría que te había hecho un comentario, pero parece que no ha salido.
ResponderEliminarCreo que te decía algo así como:
Gracias a tu análisis he podido hacer mi síntesis y el hablar contigo también me ha servido mucho.
Otra vez tendré cuidado con tus enlaces, pues son muy interesantes
Como dice Pedro es un gran trabajo el que haces al combinar las imágenes con el texto
Besos
Luz
Un entorno exuberante aumenta la capacidad amatoria de Bradomín. No hay duda
ResponderEliminarExcelente trabajo.
ResponderEliminarBesos
Volveré con más calma
Hola guapa. te dejo un esito de buenAS noches, que escribir tanto debe ser muy cansado....descansa mi niña.
ResponderEliminarSoberbia tu forma de señalar esta unión "pansexualista" del Marqués con la exuberante Naturaleza de estos -para él- nuevos paisajes. Puro deleite.
ResponderEliminarBesos
Ese árbol de la foto no existe, debe ser lo que ve Bradomin cuando pasea por cualquier bosque... es que este hombre tiene de todo en la cabeza menos caspa.
ResponderEliminarEs genial como ilustras cada fragmento.
Besos
no estoy haciendo la lectura pero te dejo igual un saludiño.
ResponderEliminarPancho: le da igual huríes o lo que sea. Rebosa tanto que se sale la sensualidad.
ResponderEliminarGelu: el episodio del tiburón desentona un poco pero sirve para poner de relieve la crueldad de Chole, qué mujer. Sí, en la de otoño es más mayor, debería ser al revés. La ironía del autor nos pinta una sonrisa.
Merche: es un árbol demasiado humano, a al menos lo parece.
Pedro: vive para dentro, vive para él. El escenario tropical no me permite usar imágenes del páramo pero álguna de la Costa del Sol y del Cantábrico ha colado.
Ele: tu síntesis y mi análisis se complementan.
Paco: así es, la exuberancia ayuda.
Kety: gracias.
Marina: se te agradece el besito, no cansa tanto si se hace con gusto.
Myriam: ese pansexualsmo es de dejar con la boca abierta.
Euphorbia: de todo, vaya elemento.
Aldabra: da igual biquiños.
Gracias y besos a todos.